Ciencia y Tecnología
No hay nada más francés que una baguette. Y hasta los franceses se han cansado de ellas
Que en Francia la baguete es un símbolo, un icono, una institución (casi), está fuera de toda duda. Hace justo tres años la UNESCO la incluyó en su listado de patrimonio cultural inmaterial y junto con la torre Eiffel, Notre-Dame y un puñado de símbolos más (no muchos) forma parte del acerbo icónico de París. A pesar de todo eso, los franceses parecen cada vez menos interesados en llevarse baguetes a sus casas, lo que coincide con una caída general en el consumo de pan.
Hay quien ya advierte que a la popular barrase le presenta un “futuro incierto” o incluso, yendo más allá, se pregunta: ¿Puede morir la baguete francesa?
Francia, cada vez menos panera. Francia quizás haya convertido a las baguetes en un símbolo patrio, pero ni siquiera eso ha impedido que el pan afronte allí una crisis compleja. Lo muestran con claridad los datos de demanda, como recordaba esta misma semana la CNN en un análisis sobre el tema.
Si tras la Segunda Guerra Mundial los franceses consumían de media 25 onzas de pan por persona y día (unos 700 gramos), en 2015 ese dato había descendido ya a cuatro onzas (113 g). La tendencia no parece haberse invertido en la última década y hoy ese indicador de consumo medio es incluso más bajo, situándose en 3,5 onzas (casi 100 g). En la práctica, eso equivale a menos de media baguete.

¿Hay más datos? Sí. Y la mayoría no son lo que se dice halagüeños para el sector. En 2023 la Confederación de Panaderías y Pastelerías Francesas publicó una encuesta que revela que, del millar de consumidores entrevistados, más de un tercio (36%) reconoció haber reducido su consumo de pan durante los cinco años anteriores. El descenso fue además especialmente pronunciado entre las personas de mediana edad (35 a 49 años). En su caso el ‘pinchazo’ alcanzó el 43%.
En la cohorte inferior, los jóvenes de 25 a 34 años, uno de cada cuatro entrevistados (26%) declaró haber aumentado su consumo de pan, aunque esa tendencia tiene algunos matices importantes. Los jóvenes empiezan a ver el pan como parte de las comidas que realizan fuera del hogar y lo están desterrando de sus desayunos, un momento del día en el que antes era habitual consumir pan de baguete con mantequilla, mermelada o crema de chocolate y avellanas. Entre los menores de 24 años mantienen ese hábito el 57%. Es un porcentaje considerable, pero se aleja del 83% que alcanza entre la franja de población de 55 a 65 años.
“Coucou, tu as pris le pain?” El declive del pan en Francia no es nada nuevo. En 2013 la tendencia era ya lo suficientemente clara como para que los panaderos galos lanzasen una campaña para fomentar su consumo. Su eslogan era “Coucou, tu as pris le pain?” (“Oye, ¿recogiste el pan?”) y se plasmó en vallas publicitarias, marquesinas de bus y escaparates de todo el país con un propósito claro: conseguir que las familias francesas comprasen baguetes de camino a casa. No lo tenían fácil. El cambio de escenario que afronta el sector responde a un cóctel en el que se combinan tanto factores internos como cambios a nivel social y cultural.
¿Y qué factores son esos? Para empezar ha cambiado (y mucho) la oferta. No es el mismo pan el que se encontraban los franceses de los años 50 o 60 que los de 2025. La cadena CNN recuerda cómo hay nuevos profesionales (“neopanaderos”) que están optando por retirar las baguetes de sus estanterías y apostar por otros productos, panes aromáticos de masa madre e integrales, elaborados con cereales, harina ecológica y que se venden al peso. El motivo, más allá de su sabor: aguantan más tiempo frescos, un factor importante para una generación que ha perdido el hábito (o directamente no tiene tiempo) de ir a la panadería a diario.
A eso se suma la popularidad de otros competidores, como el pan de molde procesado llegado de EEUU. Los datos vuelven a ser incontestables. Un estudio de la Federación de Empresarios Panaderos revela que nueve de cada diez franceses (86%) admite consumir plan blanco industrial comprado en los súper. En mayo el medio Sirhafood recordaba que el mercado del pan de molde industrial envasado mueve más de 500 millones de euros anuales, lo que ha hecho que el formato (pan blando) haya despertado incluso el interés de obradores artesanales.
Más allá de la industria. La caída en el consumo de pan entronca también con algo más complejo: cambios a nivel social, cultural y de demanda. Sencillamente los jóvenes cocinan menos y comen más fuera de casa, donde encuentran también una mayor oferta gastronómica, con alternativas en las que el pan no es una pieza central. No es casualidad. Si en 2005 el 88% de los franceses encuestados veían el pan como base de una dieta equilibrada, en 2023 ese porcentaje era ya del 66%.
En su día la baguete ofrecía además una serie de ventajas (un formato fácil de almacenar, disponibilidad, precio y sabor) que hoy quizás se aprecien menos en el mercado. La barra debe consumirse el mismo día en que se compra, lo que obliga a ir a diario la panadería. En una sociedad en la que escasea el tiempo eso supone un hándicap y explica la implantación que ha logrado el pan de supermercado.
Más allá de Francia. El fenómeno no es en cualquier caso exclusivo de Francia. En España ocurre algo similar. Los datos del Ministerio de Alimentación muestran que el consumo per cápita se ha desplomado en las últimas décadas: de 56,4 kilos anuales en 1990 hemos pasado a 27,4. Lo más curioso es que la caída vuelve a centrarse en el pan fresco, que (si bien se mantiene como el más popular) es el que ha sufrido un mayor ‘pinchazo’ El consumo de pan industrial ha crecido, aunque no lo suficiente como para compensar el desplome de las barras tradicionales.
Imágenes | Sergio Arze (Unsplash), Mohamed Jamil Latrach (Unsplash) y Shalev Cohen (Unsplash)
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La noticia
No hay nada más francés que una baguette. Y hasta los franceses se han cansado de ellas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Carlos Prego
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Que en Francia la baguete es un símbolo, un icono, una institución (casi), está fuera de toda duda. Hace justo tres años la UNESCO la incluyó en su listado de patrimonio cultural inmaterial y junto con la torre Eiffel, Notre-Dame y un puñado de símbolos más (no muchos) forma parte del acerbo icónico de París. A pesar de todo eso, los franceses parecen cada vez menos interesados en llevarse baguetes a sus casas, lo que coincide con una caída general en el consumo de pan.
Hay quien ya advierte que a la popular barrase le presenta un “futuro incierto” o incluso, yendo más allá, se pregunta: ¿Puede morir la baguete francesa?
Francia, cada vez menos panera. Francia quizás haya convertido a las baguetes en un símbolo patrio, pero ni siquiera eso ha impedido que el pan afronte allí una crisis compleja. Lo muestran con claridad los datos de demanda, como recordaba esta misma semana la CNN en un análisis sobre el tema.
Si tras la Segunda Guerra Mundial los franceses consumían de media 25 onzas de pan por persona y día (unos 700 gramos), en 2015 ese dato había descendido ya a cuatro onzas (113 g). La tendencia no parece haberse invertido en la última década y hoy ese indicador de consumo medio es incluso más bajo, situándose en 3,5 onzas (casi 100 g). En la práctica, eso equivale a menos de media baguete.
¿Hay más datos? Sí. Y la mayoría no son lo que se dice halagüeños para el sector. En 2023 la Confederación de Panaderías y Pastelerías Francesas publicó una encuesta que revela que, del millar de consumidores entrevistados, más de un tercio (36%) reconoció haber reducido su consumo de pan durante los cinco años anteriores. El descenso fue además especialmente pronunciado entre las personas de mediana edad (35 a 49 años). En su caso el ‘pinchazo’ alcanzó el 43%.
En la cohorte inferior, los jóvenes de 25 a 34 años, uno de cada cuatro entrevistados (26%) declaró haber aumentado su consumo de pan, aunque esa tendencia tiene algunos matices importantes. Los jóvenes empiezan a ver el pan como parte de las comidas que realizan fuera del hogar y lo están desterrando de sus desayunos, un momento del día en el que antes era habitual consumir pan de baguete con mantequilla, mermelada o crema de chocolate y avellanas. Entre los menores de 24 años mantienen ese hábito el 57%. Es un porcentaje considerable, pero se aleja del 83% que alcanza entre la franja de población de 55 a 65 años.
“Coucou, tu as pris le pain?” El declive del pan en Francia no es nada nuevo. En 2013 la tendencia era ya lo suficientemente clara como para que los panaderos galos lanzasen una campaña para fomentar su consumo. Su eslogan era “Coucou, tu as pris le pain?” (“Oye, ¿recogiste el pan?”) y se plasmó en vallas publicitarias, marquesinas de bus y escaparates de todo el país con un propósito claro: conseguir que las familias francesas comprasen baguetes de camino a casa. No lo tenían fácil. El cambio de escenario que afronta el sector responde a un cóctel en el que se combinan tanto factores internos como cambios a nivel social y cultural.
En Xataka
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¿Y qué factores son esos? Para empezar ha cambiado (y mucho) la oferta. No es el mismo pan el que se encontraban los franceses de los años 50 o 60 que los de 2025. La cadena CNN recuerda cómo hay nuevos profesionales (“neopanaderos”) que están optando por retirar las baguetes de sus estanterías y apostar por otros productos, panes aromáticos de masa madre e integrales, elaborados con cereales, harina ecológica y que se venden al peso. El motivo, más allá de su sabor: aguantan más tiempo frescos, un factor importante para una generación que ha perdido el hábito (o directamente no tiene tiempo) de ir a la panadería a diario.
A eso se suma la popularidad de otros competidores, como el pan de molde procesado llegado de EEUU. Los datos vuelven a ser incontestables. Un estudio de la Federación de Empresarios Panaderos revela que nueve de cada diez franceses (86%) admite consumir plan blanco industrial comprado en los súper. En mayo el medio Sirhafood recordaba que el mercado del pan de molde industrial envasado mueve más de 500 millones de euros anuales, lo que ha hecho que el formato (pan blando) haya despertado incluso el interés de obradores artesanales.
Más allá de la industria. La caída en el consumo de pan entronca también con algo más complejo: cambios a nivel social, cultural y de demanda. Sencillamente los jóvenes cocinan menos y comen más fuera de casa, donde encuentran también una mayor oferta gastronómica, con alternativas en las que el pan no es una pieza central. No es casualidad. Si en 2005 el 88% de los franceses encuestados veían el pan como base de una dieta equilibrada, en 2023 ese porcentaje era ya del 66%.
En su día la baguete ofrecía además una serie de ventajas (un formato fácil de almacenar, disponibilidad, precio y sabor) que hoy quizás se aprecien menos en el mercado. La barra debe consumirse el mismo día en que se compra, lo que obliga a ir a diario la panadería. En una sociedad en la que escasea el tiempo eso supone un hándicap y explica la implantación que ha logrado el pan de supermercado.
Más allá de Francia. El fenómeno no es en cualquier caso exclusivo de Francia. En España ocurre algo similar. Los datos del Ministerio de Alimentación muestran que el consumo per cápita se ha desplomado en las últimas décadas: de 56,4 kilos anuales en 1990 hemos pasado a 27,4. Lo más curioso es que la caída vuelve a centrarse en el pan fresco, que (si bien se mantiene como el más popular) es el que ha sufrido un mayor ‘pinchazo’ El consumo de pan industrial ha crecido, aunque no lo suficiente como para compensar el desplome de las barras tradicionales.
Imágenes | Sergio Arze (Unsplash), Mohamed Jamil Latrach (Unsplash) y Shalev Cohen (Unsplash)
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– La noticia
No hay nada más francés que una baguette. Y hasta los franceses se han cansado de ellas
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Xataka
por
Carlos Prego
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