Mundo Motor
Así es el interior del auto más caro del mundo: 0 pantallas, mucho lujo
Diseñar un auto que cueste millones de dólares es difícil, pero lograr que ese mismo automóvil se vea relevante dentro de 50 años es el verdadero reto. La obsolescencia programada es el enemigo mortal del coleccionismo. Bugatti lo sabe.
Durante 116 años, la marca de Molsheim ha intentado que sus máquinas sean esculturas rodantes. Esta vez, el nuevo capítulo de esta historia recae en el Bugatti Tourbillon, una bestia híbrida V16 que ha decidido mirar al pasado para conquistar el futuro.
Al sentarse dentro de esta máquina, la sensación es distinta a cualquier otra cosa en el mercado actual. Hay que olvidarse de las pantallas táctiles gigantescas que dominan los tableros de Mercedes-Benz o Tesla, las cuales, seamos honestos, se verán ridículas y viejas en cinco años.
Aquí la apuesta es diferente. Ignacio Martínez, el Jefe de Diseño Interior de Bugatti, junto con Frank Heyl, Director de Diseño, optaron por algo que llaman «desintoxicación digital».

El interior del auto más caro del mundo: La rebelión contra la pantalla negra
Vivimos pegados al teléfono. Entrar al auto no debería ser una extensión de esa esclavitud digital. Este Bugatti Tourbillon esconde su pantalla central. Esta solo aparece si realmente se necesita y se solicita de lo contrario, permanece oculta, permitiendo que la vista descanse sobre materiales nobles y metal real.
El concepto aquí es la atemporalidad. Un reloj mecánico de hace cien años sigue siendo funcional y hermoso hoy. Un iPhone de hace diez años es basura tecnológica.
Esa filosofía de «horología» (el arte de hacer relojes) es el núcleo del diseño. El cuadro de instrumentos no es una pantalla OLED configurable. Es una pieza de joyería mecánica real, diseñada y construida por relojeros suizos.
Este modelo que busca ser el auto más caro del mundo tiene más de 600 piezas de titanio, zafiro y rubíes trabajando en sincronía. Las agujas se mueven físicamente. Ver subir las revoluciones en un dial físico genera una conexión visceral que ningún gráfico pixelado en 4K podrá igualar jamás.

El volante del futuro auto más caro del mundo
La columna de dirección presenta una peculiaridad que podría confundir a algunos y encantar a otros. El centro del volante es fijo. El aro gira alrededor de la parte central, donde se alojan los instrumentos.
Citroën lo intentó en el C4 hace años con resultados mixtos, pero aquí la ejecución es de otro nivel. Esto permite que el conductor siempre tenga una visión ininterrumpida de los diales, sin que los radios del volante bloqueen la vista en una curva cerrada.
El volante de cubo fijo integra los controles y las paletas de cambio (paddle-shifters) de una manera que se siente sólida. La retroalimentación háptica, la resistencia de los botones, el «click» metálico; todo está pensado para satisfacer el tacto.
Esa obsesión por lo analógico es lo que separa al Bugatti Tourbillon de competidores directos como el Rimac Nevera o el Pininfarina Battista, que, aunque son prodigios eléctricos, se sienten más como computadoras con ruedas.
Quizás solo el Pagani Utopia se acerque a este nivel de «arte mecánico», aunque con un estilo más barroco y menos arquitectónico que el Bugatti.

Alta costura sobre fibra de carbono
El término que usan en Molsheim es «Car Couture». La idea es trasladar la alta costura a la cabina. Solo hay que fíjarse en la línea central. Esa famosa «C-line» que define el exterior del auto se replica en el interior, dividiendo el espacio del conductor y el pasajero de forma dramática. Los materiales no solo se ven bien; huelen a dinero.
Cuero trabajado a mano y telas desarrolladas específicamente para este modelo cubren los asientos y paneles de las puertas. La ergonomía tuvo que pelear su lugar contra el diseño.
Martínez menciona la dificultad de integrar elementos de seguridad modernos, como los airbags y los puntos de impacto, sin romper la estética de los años 20. El resultado es un habitáculo que te abraza pero que respeta las normas de seguridad más estrictas de Estados Unidos y Europa.

¿Vale la pena el anacronismo?
Analizando fríamente la propuesta, alguien podría decir que es un capricho anticuado. ¿Por qué pagar millones por relojes mecánicos en el tablero cuando un sistema digital es más preciso y ligero? La respuesta está en la emoción y la permanencia. Los compradores de este nivel no buscan transporte; buscan legado.
El Bugatti Tourbillon entiende que lo digital es efímero y lo mecánico es eterno. Mientras otros fabricantes llenan sus cabinas de luces LED ambientales y asistentes de voz que fallan la mitad de las veces, Bugatti apuesta por el metal fresado y el cristal. Todo el interior de este auto no busca ser un smartphone con ruedas; busca ser un Patek Philippe capaz de romper la barrera de los 400 km/h.
La mayoría de los autos modernos envejecen mal. Plásticos que crujen, pantallas que se queman, software que deja de actualizarse. Este interior está construido para que, cuando tu nieto lo herede, las agujas sigan marcando las RPM con la misma precisión suiza que el primer día. Esa es la verdadera definición de lujo: la capacidad de vencer al tiempo.

Datos curiosos del próximo auto más caro del mundo
- Complejidad extrema: El cuadro de instrumentos frente al conductor tiene más de 600 piezas y pesa sólo 700 gramos. Para darte una idea, un reloj Rolex Submariner tiene alrededor de 220 piezas; este tablero es casi tres veces más complejo que un reloj de buceo de lujo.
- Transparencia costosa: El vidrio que cubre los diales es cristal de zafiro, el mismo material ultra resistente que usa el Apple Watch Ultra, pero mucho más grande y complejo de moldear.
- Longitud del motor: El bloque V16 mide casi un metro de largo (90 cm para ser exactos). Imagina alinear cuatro cajas de zapatos grandes una tras otra; ese es el espacio que ocupa solo el motor de combustión detrás de tu cabeza.
- Potencia bruta: La combinación del motor V16 y los motores eléctricos genera 1,800 caballos de fuerza. Eso equivale a tener la potencia combinada de unos 12 Toyota Corolla básicos empujando al mismo tiempo.
Diseñar un auto que cueste millones de dólares es difícil, pero lograr que ese mismo automóvil se vea relevante dentro de 50 años es el verdadero reto. La obsolescencia programada es el enemigo mortal del coleccionismo. Bugatti lo sabe. Durante 116 años, la marca de Molsheim ha intentado que sus máquinas sean esculturas rodantes. Esta Curiosidades, autos deportivos, Super autos
