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La tortuga boba cada vez es más frecuente en las costas españolas. Es una pésima señal sobre el Mediterráneo

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La tortuga boba cada vez es más frecuente en las costas españolas. Es una pésima señal sobre el Mediterráneo

El Mediterráneo está siendo invadido. La medusa ‘huevo frito’ o el imponente pez león son dos indeseables nuevos inquilinos, pero hay un animal que es mucho menos molesto, no es invasor y, sin embargo, es un problema que esté colonizando el Mediterráneo occidental. Se trata de la tortuga boba.

Y es otra respuesta adaptativa al cambio climático.

La tortuga boba. Su nombre científico es Caretta caretta y es una de las únicas dos especies de tortugas marinas (la otra es la Chelonia mydas, o tortuga verde) que se reproduce en las playas del Mediterráneo. Si nos fijamos en el mapa, su distribución es mundial. Disfrutan de aguas cálidas con un amplio margen de temperaturas en superficie (un abanico de entre 13 y 28 grados Celsius), pero la cosa cambia en la época de desove.

Las hembras anidadoras prefieren temperaturas entre 27 y 28 grados, lo que convierte las playas del Mediterráneo en una zona ideal para poner los huevos. Las zonas de desove tradicionales en el Mediterráneo era la zona oriental, especialmente las playas griegas, pero está ocurriendo algo: un aumento de temperaturas está creando un desequilibrio por partida doble.

Un factor determinante. Es curioso, pero la temperatura controla tanto la disposición de las tortugas a anidar en una zona como, y esto es casi lo más importante, el sexto de las crías. La determinación sexual de los quelonios depende de la temperatura de incubación en los huevos enterrados en la arena. Con ese abanico tan estricto de 27-28 grados, se logra una población equilibrada entre machos y hembras.

Con temperaturas más altas, se da un desequilibrio hacia el nacimiento predominante de hembras. Esto es un problema para la propia población de tortugas, ya que un desequilibrio de este tipo pondría en riesgo a la especie. Y más curioso aún es que las hembras maduras han encontrado, de forma instintiva, un refugio biológico en las costas del Mediterráneo occidental, donde las playas están algo más frías (de momento). El objetivo es asegurar esa mayor diversidad sexual.

Aumento de anidaciones. Se estima que, en la cuenca mediterránea, hay unas 8.000 puestas anuales. Los lugares tradicionales son Grecia, Turquía, Libia, Túnez y Chipre, pero poco a poco estamos viendo ese cambio en la balanza. En 2001 se encontró un primer nido en una playa almeriense, en Vera, y desde entonces se han registrado nidos de tortuga boba en otros puntos de la geografía del Mediterráneo occidental.

Las tortugas están desovando en España, pero también en Italia, Malta y Túnez. Además de la costa almeriense, las zonas en las que las tortugas están creando nidos son Cataluña, Baleares, Valencia, Murcia y se han llegado a observar en Fuengirola y Marbella.

Conservación y concienciación. Hay organizaciones que, cada vez más, señalan que las anidaciones van en aumento estos últimos años, y al margen de lo que supone a nivel climático, es otro problema por el factor humano. En países “acostumbrados” a ello, donde los nidos están protegidos, la población sabe que no debe interferir en ellos.

En otros en los que las tortugas están empezando a anidar, es posible que, con malicia o sin querer, interfiramos en los ciclos reproductivos de una especie que está considerada bajo amenaza. Es por ello que también se lanzan campañas de sensibilización ciudadana para informar sobre ellas y cómo proceder si alguien se encuentra un nido que no está siendo ya monitorizado. Por ejemplo, realizando actos en colegios sobre biología y conservación de la especie.

También se realizan labores de concienciación con pescadores como público objetivo, ya que las actividades pesqueras son una de las principales causas de muerte. Asimismo, cuando se detecta una puesta, está la posibilidad de proteger el nido in situ (donde las tortugas tienen que nacer correctamente y emprender el camino infernal hasta el mar) o llevar los huevos a centros de cría controlada, donde maduran y, posteriormente, se sueltan.

Guarderia De Tortugas

Guardería de tortugas en Fuerteventura

Veneno más allá del calor. Pero hay otro problema al margen del cambio climático y la acción humana: los contaminantes que están envenenando a las tortugas. Estos últimos años se ha estudiado el hígado de, al menos, una docena de tortugas bobas, encontrando restos de PCB, PCDF y PCDD.

Se trata de productos químicos, pesticidas que alteran el sistema inmune y hormonal de las tortugas. Es algo que llega de la mano de la escorrentía superficial que arrastra residuos químicos de la agricultura y la industria a los ríos que, posteriormente, desembocan en el mar.

Y las torturas, lamentablemente, se están convirtiendo en un termómetro del estado de nuestras aguas, tanto a nivel de temperatura como en la presencia de químicos que ya están alterando la fauna.

Imágenes | H. Zell, Dionysisa303

En Xataka | El dueño de Loro Parque en Canarias carga contra animalistas. Y con ello reabre el debate sobre la existencia de los zoos


La noticia

La tortuga boba cada vez es más frecuente en las costas españolas. Es una pésima señal sobre el Mediterráneo

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alejandro Alcolea

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​El Mediterráneo está siendo invadido. La medusa ‘huevo frito’ o el imponente pez león son dos indeseables nuevos inquilinos, pero hay un animal que es mucho menos molesto, no es invasor y, sin embargo, es un problema que esté colonizando el Mediterráneo occidental. Se trata de la tortuga boba.
Y es otra respuesta adaptativa al cambio climático.
La tortuga boba. Su nombre científico es Caretta caretta y es una de las únicas dos especies de tortugas marinas (la otra es la Chelonia mydas, o tortuga verde) que se reproduce en las playas del Mediterráneo. Si nos fijamos en el mapa, su distribución es mundial. Disfrutan de aguas cálidas con un amplio margen de temperaturas en superficie (un abanico de entre 13 y 28 grados Celsius), pero la cosa cambia en la época de desove.
Las hembras anidadoras prefieren temperaturas entre 27 y 28 grados, lo que convierte las playas del Mediterráneo en una zona ideal para poner los huevos. Las zonas de desove tradicionales en el Mediterráneo era la zona oriental, especialmente las playas griegas, pero está ocurriendo algo: un aumento de temperaturas está creando un desequilibrio por partida doble.

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Un factor determinante. Es curioso, pero la temperatura controla tanto la disposición de las tortugas a anidar en una zona como, y esto es casi lo más importante, el sexto de las crías. La determinación sexual de los quelonios depende de la temperatura de incubación en los huevos enterrados en la arena. Con ese abanico tan estricto de 27-28 grados, se logra una población equilibrada entre machos y hembras.

Con temperaturas más altas, se da un desequilibrio hacia el nacimiento predominante de hembras. Esto es un problema para la propia población de tortugas, ya que un desequilibrio de este tipo pondría en riesgo a la especie. Y más curioso aún es que las hembras maduras han encontrado, de forma instintiva, un refugio biológico en las costas del Mediterráneo occidental, donde las playas están algo más frías (de momento). El objetivo es asegurar esa mayor diversidad sexual.

Aumento de anidaciones. Se estima que, en la cuenca mediterránea, hay unas 8.000 puestas anuales. Los lugares tradicionales son Grecia, Turquía, Libia, Túnez y Chipre, pero poco a poco estamos viendo ese cambio en la balanza. En 2001 se encontró un primer nido en una playa almeriense, en Vera, y desde entonces se han registrado nidos de tortuga boba en otros puntos de la geografía del Mediterráneo occidental.

Las tortugas están desovando en España, pero también en Italia, Malta y Túnez. Además de la costa almeriense, las zonas en las que las tortugas están creando nidos son Cataluña, Baleares, Valencia, Murcia y se han llegado a observar en Fuengirola y Marbella.

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Conservación y concienciación. Hay organizaciones que, cada vez más, señalan que las anidaciones van en aumento estos últimos años, y al margen de lo que supone a nivel climático, es otro problema por el factor humano. En países “acostumbrados” a ello, donde los nidos están protegidos, la población sabe que no debe interferir en ellos.
En otros en los que las tortugas están empezando a anidar, es posible que, con malicia o sin querer, interfiramos en los ciclos reproductivos de una especie que está considerada bajo amenaza. Es por ello que también se lanzan campañas de sensibilización ciudadana para informar sobre ellas y cómo proceder si alguien se encuentra un nido que no está siendo ya monitorizado. Por ejemplo, realizando actos en colegios sobre biología y conservación de la especie.
También se realizan labores de concienciación con pescadores como público objetivo, ya que las actividades pesqueras son una de las principales causas de muerte. Asimismo, cuando se detecta una puesta, está la posibilidad de proteger el nido in situ (donde las tortugas tienen que nacer correctamente y emprender el camino infernal hasta el mar) o llevar los huevos a centros de cría controlada, donde maduran y, posteriormente, se sueltan.

Guardería de tortugas en Fuerteventura

Veneno más allá del calor. Pero hay otro problema al margen del cambio climático y la acción humana: los contaminantes que están envenenando a las tortugas. Estos últimos años se ha estudiado el hígado de, al menos, una docena de tortugas bobas, encontrando restos de PCB, PCDF y PCDD.

Se trata de productos químicos, pesticidas que alteran el sistema inmune y hormonal de las tortugas. Es algo que llega de la mano de la escorrentía superficial que arrastra residuos químicos de la agricultura y la industria a los ríos que, posteriormente, desembocan en el mar.

Y las torturas, lamentablemente, se están convirtiendo en un termómetro del estado de nuestras aguas, tanto a nivel de temperatura como en la presencia de químicos que ya están alterando la fauna.

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– La noticia

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Alejandro Alcolea

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