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Como Japón se está quedando sin niños, está empezando a adoptar algunas ceremonias para un grupo al alza: los perros

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Como Japón se está quedando sin niños, está empezando a adoptar algunas ceremonias para un grupo al alza: los perros

Hace unas semanas Miki Toguchi, una japonesa de 51 años, acudió a un templo de Tokio para que el pequeño Kotora participara en el Shichi-Go-San, un antiguo ritual sintoísta durante el que se agradece que los niños cumplan años y se ruega por su protección. La ceremonia la suelen protagonizan jóvenes de siete, cinco y tres años, por lo que a menudo se la llama así: ‘7-5-3’. Kotora ha cumplido ya cinco primaveras, de ahí el empeño de Toguchi en que sea bendecido.

Lo curioso es que Kotora no es un niño. Ni una niña. 

Es un schanuzer miniatura que al llegar al santuario de Tokio para el ritual ‘7-5-3’ se encontró con otros caniches, pomeranias, chihuahuas, bichones… Juntos representan mejor que cualquier estadística la deriva demográfica de Japón.

Un ritual ‘7-5-3’ distinto. La historia de Kotora (y otras similares) la acaba de contar The New York Times en un artículo en el que revela cómo en el santuario Ichigaya Kamegaoka (Tokio) los perros están sustituyendo poco a poco a los humanos en la Shichi-Go-San, una ceremonia pensada para niños.

Los orígenes del ritual se remontan al período Heian (794-1185 d.C.), una etapa con una elevada tasa de mortalidad infantil, lo que explica que los aristócratas del país celebrasen que sus vástagos llegasen a las tres, cinco y siete primaveras. Los padres acudían a los santuarios con sus pequeños, mostraban gratitud y rezaban para que su descendencia disfrutase de vidas largas, prósperas y saludables.

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De niños a canes. El ‘7-5-3’ ha mantenido su espíritu durante generaciones, pero a medida que Japón se quedaba sin bebés santuarios como el de Ichigaya Kamegaok han tenido que buscarse la vida. El país quizás tenga cada vez menos niños, pero sus hogares se han ido llenando de perros y gatos, así que docenas de templos repartidos por Japón han optado por adaptar el ritual a los animales.

La idea es la misma: se bendice a los pequeños, se da gracias por sus vidas y se ruega protección… aunque en este caso los pequeños no son niños, sino caniches, pomeranias, chihuahuas, bichones o akitas (entre otras muchas especies), perros que a menudo se presentan ante los sacerdotes con kimonos y amuletos. A modo de referencia, TNYT recuerda que el templo de Tokio recibe cada otoño siete veces más mascotas que infantes: unos 50 niños frente a 350 animales.   

“Santuarios obsoletos”. Kenji Kaji es sacerdote en el templo Ichigaya Kamegaoka y explica que ha tenido que retocar algunas oraciones para ajustarlas a las mascotas. Quizás no sea una práctica ortodoxa, pero él mismo reconoce que hay un escenario menos atractivo: “Lo peor sería que tanto el sintoísmo como los santuarios quedaran obsoletos”. Así pues ora para que las familias y sus peludos disfruten de vidas “felices”. Por la ceremonia se piden 5.000 yenes (32 dólares).

En casos como el de Kotora los templos han encontrado dos cosas: una nueva fuente de ingresos y una forma de que los jóvenes se acerquen a la tradición. “La gente ha pasado de tener hijos a tener mascotas”, confiesa Toguchi. Ella no tiene hijos, pero quiere que su mascota participe en el ‘7-5-3’. No es un caso aislado.

Echando la vista atrás. En 2023 Reuters hablaba ya de un antiguo templo situado a 35 km de Tokio, el santuario Zama, que disponía de un área de oración especial pensada para mascotas y que sus familias participasen en el Shichi-Go-San. Por entonces Natsumi Aoki, una mujer de 33 años que había bendecido a sus pomeranias, se lamentaba de que no había suficientes santuarios que aceptasen mascotas en Japón. Hoy The New York Times asegura que en el país hay ya “docenas” de santuarios dispuestos a rezar plegarias por los perros.

Mucho más que una ceremonia. Que el ‘7-5-3’ esté abriéndose a mascotas y haya templos en los que ya se celebren más rituales para más perros que niños es más que una simple anécdota. Es un síntoma de los cambios sociales que afronta Japón, sumido en una profunda crisis poblacional de la que no logra salir.

En 2024 el país registró 686.061 nacimientos, un dato nefasto por dos grandes razones. La primera es que marca un nuevo mínimo histórico. Nunca, desde que arrancaron los registros, en 1899, Japón había recibido menos bebés. La segunda es que ese ritmo de alumbramientos se quedó muy por debajo de las defunciones. 

El año pasado murieron en Japón cerca de 1,6 millones de personas, por lo que por cada bebé nacido se registraron dos fallecimientos. El resultado es un saldo vegetativo en números rojos que le costó al país la mayor pérdida de población desde al menos finales de los años 60, que es cuando arrancan los registros.

Menos bebés, pero no mascotas. Durante la pandemia el país vio cómo aumentaban los gatos y perros en los hogares, aunque a comienzos de 2024 la Asociación de Alimentos para Mascotas de Japón detectó que ese incremento estaba ralentizándose. Eso no quita que los animales de compañía se hayan convertido en un negocio de millonario con previsión de crecimiento.

Imágenes | Rosewoman (Flickr), Japanexperterna (Flickr), Radim Jaksik (Unsplash)

En Xataka | Japón lleva años sumido en una hecatombe demográfica. Ahora ya sabe el precio para salir de ella: bebés extranjeros


La noticia

Como Japón se está quedando sin niños, está empezando a adoptar algunas ceremonias para un grupo al alza: los perros

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Carlos Prego

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​Hace unas semanas Miki Toguchi, una japonesa de 51 años, acudió a un templo de Tokio para que el pequeño Kotora participara en el Shichi-Go-San, un antiguo ritual sintoísta durante el que se agradece que los niños cumplan años y se ruega por su protección. La ceremonia la suelen protagonizan jóvenes de siete, cinco y tres años, por lo que a menudo se la llama así: ‘7-5-3’. Kotora ha cumplido ya cinco primaveras, de ahí el empeño de Toguchi en que sea bendecido.

Lo curioso es que Kotora no es un niño. Ni una niña. 

Es un schanuzer miniatura que al llegar al santuario de Tokio para el ritual ‘7-5-3’ se encontró con otros caniches, pomeranias, chihuahuas, bichones… Juntos representan mejor que cualquier estadística la deriva demográfica de Japón.

Un ritual ‘7-5-3’ distinto. La historia de Kotora (y otras similares) la acaba de contar The New York Times en un artículo en el que revela cómo en el santuario Ichigaya Kamegaoka (Tokio) los perros están sustituyendo poco a poco a los humanos en la Shichi-Go-San, una ceremonia pensada para niños.

Los orígenes del ritual se remontan al período Heian (794-1185 d.C.), una etapa con una elevada tasa de mortalidad infantil, lo que explica que los aristócratas del país celebrasen que sus vástagos llegasen a las tres, cinco y siete primaveras. Los padres acudían a los santuarios con sus pequeños, mostraban gratitud y rezaban para que su descendencia disfrutase de vidas largas, prósperas y saludables.

De niños a canes. El ‘7-5-3’ ha mantenido su espíritu durante generaciones, pero a medida que Japón se quedaba sin bebés santuarios como el de Ichigaya Kamegaok han tenido que buscarse la vida. El país quizás tenga cada vez menos niños, pero sus hogares se han ido llenando de perros y gatos, así que docenas de templos repartidos por Japón han optado por adaptar el ritual a los animales.

La idea es la misma: se bendice a los pequeños, se da gracias por sus vidas y se ruega protección… aunque en este caso los pequeños no son niños, sino caniches, pomeranias, chihuahuas, bichones o akitas (entre otras muchas especies), perros que a menudo se presentan ante los sacerdotes con kimonos y amuletos. A modo de referencia, TNYT recuerda que el templo de Tokio recibe cada otoño siete veces más mascotas que infantes: unos 50 niños frente a 350 animales.   

“Santuarios obsoletos”. Kenji Kaji es sacerdote en el templo Ichigaya Kamegaoka y explica que ha tenido que retocar algunas oraciones para ajustarlas a las mascotas. Quizás no sea una práctica ortodoxa, pero él mismo reconoce que hay un escenario menos atractivo: “Lo peor sería que tanto el sintoísmo como los santuarios quedaran obsoletos”. Así pues ora para que las familias y sus peludos disfruten de vidas “felices”. Por la ceremonia se piden 5.000 yenes (32 dólares).

En casos como el de Kotora los templos han encontrado dos cosas: una nueva fuente de ingresos y una forma de que los jóvenes se acerquen a la tradición. “La gente ha pasado de tener hijos a tener mascotas”, confiesa Toguchi. Ella no tiene hijos, pero quiere que su mascota participe en el ‘7-5-3’. No es un caso aislado.

Echando la vista atrás. En 2023 Reuters hablaba ya de un antiguo templo situado a 35 km de Tokio, el santuario Zama, que disponía de un área de oración especial pensada para mascotas y que sus familias participasen en el Shichi-Go-San. Por entonces Natsumi Aoki, una mujer de 33 años que había bendecido a sus pomeranias, se lamentaba de que no había suficientes santuarios que aceptasen mascotas en Japón. Hoy The New York Times asegura que en el país hay ya “docenas” de santuarios dispuestos a rezar plegarias por los perros.

Mucho más que una ceremonia. Que el ‘7-5-3’ esté abriéndose a mascotas y haya templos en los que ya se celebren más rituales para más perros que niños es más que una simple anécdota. Es un síntoma de los cambios sociales que afronta Japón, sumido en una profunda crisis poblacional de la que no logra salir.

En 2024 el país registró 686.061 nacimientos, un dato nefasto por dos grandes razones. La primera es que marca un nuevo mínimo histórico. Nunca, desde que arrancaron los registros, en 1899, Japón había recibido menos bebés. La segunda es que ese ritmo de alumbramientos se quedó muy por debajo de las defunciones. 

El año pasado murieron en Japón cerca de 1,6 millones de personas, por lo que por cada bebé nacido se registraron dos fallecimientos. El resultado es un saldo vegetativo en números rojos que le costó al país la mayor pérdida de población desde al menos finales de los años 60, que es cuando arrancan los registros.

Menos bebés, pero no mascotas. Durante la pandemia el país vio cómo aumentaban los gatos y perros en los hogares, aunque a comienzos de 2024 la Asociación de Alimentos para Mascotas de Japón detectó que ese incremento estaba ralentizándose. Eso no quita que los animales de compañía se hayan convertido en un negocio de millonario con previsión de crecimiento.

Imágenes | Rosewoman (Flickr), Japanexperterna (Flickr), Radim Jaksik (Unsplash)

En Xataka | Japón lleva años sumido en una hecatombe demográfica. Ahora ya sabe el precio para salir de ella: bebés extranjeros

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Como Japón se está quedando sin niños, está empezando a adoptar algunas ceremonias para un grupo al alza: los perros

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Carlos Prego

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