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Por qué la qualy de Las Vegas demuestra “el nivel que hay en la F1”, según Gasly
La noche de Las Vegas suele ser fría, complicada y un pequeño ejercicio de funambulismo sobre hielo. Pero lo del sábado fue otra cosa. El Strip se convirtió en un escenario casi surrealista: lluvia intensa, visibilidad dudosa y un asfalto que, de por sí traicionero, pasó a ser poco menos que una pista de patinaje.
El tipo de mezcla que, en otras épocas, habría garantizado un festival de banderas rojas… pero esta vez no. Y ahí es donde Pierre Gasly, protagonista inesperado al meter un Alpine en Q3, lanza una afirmación que invita al debate: esta parrilla es la mejor de la historia reciente de la F1.
El francés salió de la clasificación con los ojos brillando, casi tan abiertos como las manos heladas de quienes lo escuchaban. “No creo que vaya a dormir esta noche con la adrenalina que tengo dentro”, reconocía riéndose. Y no era para menos: no rodó en los Libres 3 y entró en Q1 casi a ciegas, obligado a improvisar en un asfalto que cambiaba de personalidad cada vuelta. “El nivel de agarre era bajísimo. Estas condiciones me encantan, pero no puedes parpadear ni una décima porque siempre está pasando algo” explicaba.
Un caos contenido… y sin banderas rojas
La Q1 y la Q2 se disputaron con neumáticos de lluvia extrema, en un escenario que en cualquier otra temporada habría sido pólvora pura. Sin embargo, lo más sorprendente de toda la sesión no fue quién cayó o quién sobrevivió, sino lo que no ocurrió: ni una sola bandera roja. Hubo salidas de pista, alguna escapatoria, amarillas lógicas en una superficie impredecible… pero ningún incidente grave.
Para Gasly, la razón es clara: “Solo demuestra el nivel que hay ahora mismo en la parrilla. Para mí, es muy impresionante que nadie haya tenido un accidente serio. Era una de las sesiones más difíciles de mi carrera”, aseguró, recordando incluso momentos tan exigentes como la lluvia de Brasil o la tormenta de Mónaco hace unos años.
Ese comentario conecta directamente con lo que Andrea Stella ya deslizó hace unas semanas: que la F1 jamás había reunido un nivel tan alto, tan homogéneo y tan preparado para afrontar situaciones extremas. Lo de Las Vegas fue, de algún modo, una validación en directo.
En Alpine, la jornada fue una mezcla de oportunidad y arrepentimiento. Gasly admite que el equipo pagó un precio por no rodar en P3: “Creo que habríamos hecho las cosas diferente. Puse intermedios al inicio de la Q1 y fue un absoluto caos. En Q3 me pasó lo mismo: nada de agarre, bloqueo, ‘wheelspin’ en quinta… imposible encenderlos”, dijo.
Pero en días así no hay margen para la nostalgia. Gasly se dedicó a medir el riesgo como si fuese un piloto de rally escondido dentro de un casco azul y rosa. “En la última recta le preguntaba al ingeniero: ‘¿Estamos dentro o tengo que sacar una última curva mágica?’ Puedes ganar tiempo, pero también perderlo todo porque era facilísimo bloquear”, confesó.
Aun así, disfrutó. Mucho. Las Vegas, en mojado, es otra pista completamente distinta. “Esa última curva es de verdad una curva. Y con neumáticos fríos… es uno de los circuitos más duros que he visto en lluvia. Nadie había rodado antes en condiciones así. Había que averiguar dónde estaba el agarre, dentro, fuera… hasta las líneas blancas eran una lotería”, recordaba.
Un sábado para enmarcar… y un mensaje para toda la F1
Más allá del resultado del francés, la clasificación de Las Vegas deja un mensaje que va más allá del Alpine: en condiciones extremas, la parrilla respondió con una madurez y un control que hace solo unos años habría parecido ciencia ficción.
Si alguien necesitaba pruebas de que la Fórmula 1 actual es una de las más completas, talentosas y equilibradas de la historia, Gasly cree que ya las tiene. Y, después de una noche en la que la ciudad del pecado quiso convertir la Qualy en una ruleta rusa bajo la lluvia… cuesta llevarle la contraria.
