Ciencia y Tecnología
He probado el circuito de BYD en China: un YangWang bajo el agua, una duna de 29 metros y un coche que gira solo
El circuito parece sacado del sueño de un ingeniero megalómano:
- Una duna gigantesca bajo techo.
- Una piscina de 70 metros para coches, no para humanos.
- Un trazado de asfalto impecable y anchísimo.
- Una gymkana off road con desniveles, cuestas, grava…
BYD lo ha llamado Racing Track, hemos ido a Zhengzhou a verlo (y probarlo), y es mucho más que un circuito: es una declaración de intenciones por parte de su fabricante, y una señal no-tan-sutil del rol que quiere ocupar. No en China, sino en el mundo.
Es apretar músculo de forma permanente, es tirar el guante a Europa y Estados Unidos para ver si le siguen el ritmo. Y para nosotros, es la llave para entender cómo este fabricante ha pasado de fenómeno local a líder mundial en un lustro.
La duna del U8
La duna interior es el orgullo del complejo: 29 metros de altura, 28 grados de inclinación, más de seis mil toneladas de arena del desierto de Alxa. Guinness la ha certificado como la más grande del mundo bajo techo.
El Yangwang U8, un SUV de lujo con cuatro motores eléctricos, fue el encargado de escalarla. Eso sí, al volante iba un piloto de la casa. En los laterales de la duna, decenas de periodistas esperando la subida como un niño espera abrir los regalos la noche antes de Reyes.

Imagen: Xataka.

Imagen cedida.

Imagen: Xataka.

Imagen cedida.
En un momento dado, el piloto hizo sonar el claxon y aceleró a fondo para escalar el muro de arena. Un tanque de cinco metros que iba con una calma antinatural. Ni un derrape, ni una vacilación. Solo un zumbido eléctrico.
Otro bocinazo, y el descenso. Aplausos y esa sensación de celebración de la potencia bruta. Nos faltó golpearnos en el pecho haciendo gestos simiescos. Pero había algo más: decía aquel anuncio icónico de Pirelli que “la potencia sin control no sirve de nada”, y aquel aforismo encaja perfectamente aquí. El U8 es pura potencia, pero llena de control. Simbolismo.
Donde los coches respiran
La siguiente parada fue la piscina de vadeo, un estanque de 70 metros de largo creado para el U8. Esta vez tampoco conducimos, pero sí estuvimos dentro mientras el piloto sumergió el coche en el agua.
Al detectar cierta profundidad, el coche automáticamente subió las ventanillas y abrió el techo solar, dos medidas de seguridad para evitar que entre agua al habitáculo y para facilitar la huida de ser necesaria respectivamente.

Imagen cedida.

Imagen cedida.

Imagen cedida.

Imagen cedida.
A partir de ahí, los motores trabajan como turbinas en cada rueda. Mantienen al coche a flote y además le permiten dirigirlo. Fue impresionante ver el agua casi a la altura de nuestra ventanilla. A partir de ahí, giro suave de 180º y de vuelta a la orilla. Ciencia ficción para un SUV anfibio.
Dicho eso, esta función está pensada como una respuesta ante un caso de emergencia como unas inundaciones. No es algo que el fabricante recomiende hacer por diversión.
La duna fue divertida, pero el de la piscina fue el momento más hipnótico del día, aunque con regusto amargo por los recuerdos de la DANA. Pero para situaciones extremas como esa se supone que está esta función.
Del agua al polvo con el Denza B5
Después del espectáculo, llegó nuestro turno en el Off-Road Park, una zona con 27 escenarios de dificultad. Lo hicimos, no completo, al volante del Denza B5, el SUV que llegará a España bajo esa marca —aunque en China se vende como Fang Cheng Bao 5—.
Un competidor del Land Cruiser que en función de su precio (llegará a España) logrará poner en más o menos apuros a Toyota, pero que en cualquier caso va a hacerse notar. Si no conocen todavía a Denza, vayan quedándose con su nombre: lujo tecnológico que no tiene motivos para tener complejo alguno.

Imagen cedida.

Imagen cedida.

Imagen cedida.
El circuito asignado era facilón: rampas pensadas para poner al coche a dos ruedas, inclinaciones notables, cruces de puentes y zonas de relieves complicados. Aun así, el B5 se movió con solvencia. Tracción total eléctrica instantánea y suspensión que filtra obstáculos con aplomo de todoterreno veterano. Patrol, ¿eres tú?
No fue una experiencia de riesgo, pero sirvió de demostración simbólica: los eléctricos chinos ya no solo buscan eficiencia. Quieren ser también los más versátiles. Este lo es. Y fue extremadamente fácil conducirlo en esos entornos incluso para alguien como yo, sin experiencia off-road.
El cangrejo que da miedo: Denza Z9 GT
Llegó el turno del Denza Z9 GT, la berlina shooting brake que BYD ha lanzado contra el Taycan y el Panamera. Pero no lo probamos en curvas, sino en algo más perturbador: el crab walk y el giro en forma de U, de 180 grados en estático.
El crab walk —avanzar en diagonal como un cangrejo— es un truco de feria hasta que lo ves en acción. Aceleras hacia delante y el coche se desliza lateralmente, desafiando toda lógica visual. El cerebro tarda unos segundos en aceptar que las ruedas traseras giran en dirección opuesta a las delanteras. Es útil para aparcar en paralelo sin maniobras. Es inquietante de conducir. Y atrae miradas de desconcierto.

Imagen cedida.

Imagen cedida.
Pero el giro de 180 grados en estático fue directamente surrealista. Parado, sin avanzar un centímetro, el Z9 GT pivota sobre su propio eje hasta darse la vuelta completa. Las cuatro ruedas giran de forma independiente bloqueando una de las delanteras, el coche rota como en un videojuego y tú, dentro, solo escuchas el zumbido de los motores mientras el mundo da vueltas por la ventanilla.
No es necesario. No es práctico en el día a día, si acaso en algún momento puntual donde no tengamos ángulo para desfacer un entuerto. Pero es el tipo de exceso tecnológico que separa un buen coche de una declaración de intenciones. Eso sí, no parece recomendable jugar demasiado con él por el bien de nuestro neumático de apoyo.
El “Mickey Mouse” con el Seal 6
Cambio de escenario: del polvo al asfalto. El Dynamic Paddock incluye un trazado apodado ‘Mickey Mouse’, una sucesión de curvas cerradas para poner a prueba chasis, dirección, frenada, aceleración y tracción.
Aquí lo hicimos con el BYD Seal 6, la berlina que juega en la misma liga que el Tesla Model 3, pero con un carácter más suave. Y que ya está disponible en España.

Imagen: Xataka.

Imagen: Xataka.
Dirección precisa, el coche entra en curva con decisión, apenas asoma el subviraje. La entrega de potencia es inmediata pero dosificable. Sin drama, sin chirridos, sin ese exceso que algunos eléctricos provocan. Una serenidad controlada: la de un coche más maduro que su precio.
Fue la parte más divertida, quizá porque el límite dependía del conductor. El Seal 6 no pretende deslumbrar, sino convencer. Y lo consigue.
Quien pretende deslumbrar es otro. Y con todos ustedes…
El rugido sin ruido: al volante del Yangwang U9
Y por fin, el plato fuerte: el Yangwang U9. 1.300 caballos combinados, suspensión hidráulica activa capaz de “bailar” y un diseño que hace enloquecer al primer vistazo, cosa que comprobamos en el Salón del Automóvil de Shanghái con este misil atrayendo todas las miradas.
Lo conducimos en la pista principal de 1.758 metros, una mezcla de curvas rápidas y una recta de 550 metros donde, por breves segundos, pudimos tocar los 160 km/h. No es gran cosa para tratarse de este coche y en un circuito, pero fueron los límites de seguridad de la prueba.

El YangWang U9 en todo su esplendor. Imagen cedida.

Nosotros íbamos en el de detrás. En el de delante, uno de los pilotos de BYD marcando la velocidad máxima permitida. Imagen cedida.

Imagen cedida.
Fue solo un instante, pero bastó. El empuje es instantáneo, el silencio total, la sensación más parecida a un lanzamiento espacial que a una aceleración convencional.
Lamentablemente no hubo drifting, ni tiempos de vuelta, ni cronómetros. Aunque tampoco hacían falta. El U9 no es un coche para demostrar cifras (aunque sus 496,22 km/h le valen para ser el coche más rápido del planeta), sino para mostrar lo que BYD puede fabricar cuando deja de pensar en costes y empieza a pensar en límites.
El BYD Race Track de Zhengzhou no es exactamente un circuito para pruebas internas al uso. Es más bien un escaparate aseado (hasta estaba lleno de plantas bien cuidadas) para que el mundo sepa de qué es capaz BYD a estas alturas.
Es también una demostración de confianza tecnológica. La marca no solo invita a conducir, sino a entender el cambio de paradigma: la innovación no se limita a Stuttgart ni a Tokio.
Y la sensación al dejar las instalaciones es clara. El país que hace una década enviaba prototipos a aprender de Europa ahora construye el aula. Y nos invita, con una sonrisa educada, a sentarnos y tomar apuntes.
En Xataka | BYD ha construido una megafactoría en tiempo récord. Y no es una simple fábrica de coches: es una ciudad
Imagen destacada | Cedida
–
La noticia
He probado el circuito de BYD en China: un YangWang bajo el agua, una duna de 29 metros y un coche que gira solo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
.
El circuito parece sacado del sueño de un ingeniero megalómano:
Una duna gigantesca bajo techo.Una piscina de 70 metros para coches, no para humanos.Un trazado de asfalto impecable y anchísimo.Una gymkana off road con desniveles, cuestas, grava…BYD lo ha llamado Racing Track, hemos ido a Zhengzhou a verlo (y probarlo), y es mucho más que un circuito: es una declaración de intenciones por parte de su fabricante, y una señal no-tan-sutil del rol que quiere ocupar. No en China, sino en el mundo.
Es apretar músculo de forma permanente, es tirar el guante a Europa y Estados Unidos para ver si le siguen el ritmo. Y para nosotros, es la llave para entender cómo este fabricante ha pasado de fenómeno local a líder mundial en un lustro.
La duna del U8La duna interior es el orgullo del complejo: 29 metros de altura, 28 grados de inclinación, más de seis mil toneladas de arena del desierto de Alxa. Guinness la ha certificado como la más grande del mundo bajo techo.
El Yangwang U8, un SUV de lujo con cuatro motores eléctricos, fue el encargado de escalarla. Eso sí, al volante iba un piloto de la casa. En los laterales de la duna, decenas de periodistas esperando la subida como un niño espera abrir los regalos la noche antes de Reyes.
Imagen: Xataka.
Imagen cedida.
Imagen: Xataka.
Imagen cedida.
En un momento dado, el piloto hizo sonar el claxon y aceleró a fondo para escalar el muro de arena. Un tanque de cinco metros que iba con una calma antinatural. Ni un derrape, ni una vacilación. Solo un zumbido eléctrico.
Otro bocinazo, y el descenso. Aplausos y esa sensación de celebración de la potencia bruta. Nos faltó golpearnos en el pecho haciendo gestos simiescos. Pero había algo más: decía aquel anuncio icónico de Pirelli que “la potencia sin control no sirve de nada”, y aquel aforismo encaja perfectamente aquí. El U8 es pura potencia, pero llena de control. Simbolismo.
Donde los coches respiran
La siguiente parada fue la piscina de vadeo, un estanque de 70 metros de largo creado para el U8. Esta vez tampoco conducimos, pero sí estuvimos dentro mientras el piloto sumergió el coche en el agua.
Al detectar cierta profundidad, el coche automáticamente subió las ventanillas y abrió el techo solar, dos medidas de seguridad para evitar que entre agua al habitáculo y para facilitar la huida de ser necesaria respectivamente.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
A partir de ahí, los motores trabajan como turbinas en cada rueda. Mantienen al coche a flote y además le permiten dirigirlo. Fue impresionante ver el agua casi a la altura de nuestra ventanilla. A partir de ahí, giro suave de 180º y de vuelta a la orilla. Ciencia ficción para un SUV anfibio.
Dicho eso, esta función está pensada como una respuesta ante un caso de emergencia como unas inundaciones. No es algo que el fabricante recomiende hacer por diversión.
La duna fue divertida, pero el de la piscina fue el momento más hipnótico del día, aunque con regusto amargo por los recuerdos de la DANA. Pero para situaciones extremas como esa se supone que está esta función.
Del agua al polvo con el Denza B5
Después del espectáculo, llegó nuestro turno en el Off-Road Park, una zona con 27 escenarios de dificultad. Lo hicimos, no completo, al volante del Denza B5, el SUV que llegará a España bajo esa marca —aunque en China se vende como Fang Cheng Bao 5—.
Un competidor del Land Cruiser que en función de su precio (llegará a España) logrará poner en más o menos apuros a Toyota, pero que en cualquier caso va a hacerse notar. Si no conocen todavía a Denza, vayan quedándose con su nombre: lujo tecnológico que no tiene motivos para tener complejo alguno.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
El circuito asignado era facilón: rampas pensadas para poner al coche a dos ruedas, inclinaciones notables, cruces de puentes y zonas de relieves complicados. Aun así, el B5 se movió con solvencia. Tracción total eléctrica instantánea y suspensión que filtra obstáculos con aplomo de todoterreno veterano. Patrol, ¿eres tú?
No fue una experiencia de riesgo, pero sirvió de demostración simbólica: los eléctricos chinos ya no solo buscan eficiencia. Quieren ser también los más versátiles. Este lo es. Y fue extremadamente fácil conducirlo en esos entornos incluso para alguien como yo, sin experiencia off-road.
El cangrejo que da miedo: Denza Z9 GT
Llegó el turno del Denza Z9 GT, la berlina shooting brake que BYD ha lanzado contra el Taycan y el Panamera. Pero no lo probamos en curvas, sino en algo más perturbador: el crab walk y el giro en forma de U, de 180 grados en estático.
El crab walk —avanzar en diagonal como un cangrejo— es un truco de feria hasta que lo ves en acción. Aceleras hacia delante y el coche se desliza lateralmente, desafiando toda lógica visual. El cerebro tarda unos segundos en aceptar que las ruedas traseras giran en dirección opuesta a las delanteras. Es útil para aparcar en paralelo sin maniobras. Es inquietante de conducir. Y atrae miradas de desconcierto.
Imagen cedida.
Imagen cedida.
Pero el giro de 180 grados en estático fue directamente surrealista. Parado, sin avanzar un centímetro, el Z9 GT pivota sobre su propio eje hasta darse la vuelta completa. Las cuatro ruedas giran de forma independiente bloqueando una de las delanteras, el coche rota como en un videojuego y tú, dentro, solo escuchas el zumbido de los motores mientras el mundo da vueltas por la ventanilla.
No es necesario. No es práctico en el día a día, si acaso en algún momento puntual donde no tengamos ángulo para desfacer un entuerto. Pero es el tipo de exceso tecnológico que separa un buen coche de una declaración de intenciones. Eso sí, no parece recomendable jugar demasiado con él por el bien de nuestro neumático de apoyo.
El “Mickey Mouse” con el Seal 6
Cambio de escenario: del polvo al asfalto. El Dynamic Paddock incluye un trazado apodado ‘Mickey Mouse’, una sucesión de curvas cerradas para poner a prueba chasis, dirección, frenada, aceleración y tracción.
Aquí lo hicimos con el BYD Seal 6, la berlina que juega en la misma liga que el Tesla Model 3, pero con un carácter más suave. Y que ya está disponible en España.
Imagen: Xataka.
Imagen: Xataka.
Dirección precisa, el coche entra en curva con decisión, apenas asoma el subviraje. La entrega de potencia es inmediata pero dosificable. Sin drama, sin chirridos, sin ese exceso que algunos eléctricos provocan. Una serenidad controlada: la de un coche más maduro que su precio.
Fue la parte más divertida, quizá porque el límite dependía del conductor. El Seal 6 no pretende deslumbrar, sino convencer. Y lo consigue.
Quien pretende deslumbrar es otro. Y con todos ustedes…
El rugido sin ruido: al volante del Yangwang U9
Y por fin, el plato fuerte: el Yangwang U9. 1.300 caballos combinados, suspensión hidráulica activa capaz de “bailar” y un diseño que hace enloquecer al primer vistazo, cosa que comprobamos en el Salón del Automóvil de Shanghái con este misil atrayendo todas las miradas.
Lo conducimos en la pista principal de 1.758 metros, una mezcla de curvas rápidas y una recta de 550 metros donde, por breves segundos, pudimos tocar los 160 km/h. No es gran cosa para tratarse de este coche y en un circuito, pero fueron los límites de seguridad de la prueba.
El YangWang U9 en todo su esplendor. Imagen cedida.
Nosotros íbamos en el de detrás. En el de delante, uno de los pilotos de BYD marcando la velocidad máxima permitida. Imagen cedida.
Imagen cedida.
Fue solo un instante, pero bastó. El empuje es instantáneo, el silencio total, la sensación más parecida a un lanzamiento espacial que a una aceleración convencional.
Lamentablemente no hubo drifting, ni tiempos de vuelta, ni cronómetros. Aunque tampoco hacían falta. El U9 no es un coche para demostrar cifras (aunque sus 496,22 km/h le valen para ser el coche más rápido del planeta), sino para mostrar lo que BYD puede fabricar cuando deja de pensar en costes y empieza a pensar en límites.
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El BYD Race Track de Zhengzhou no es exactamente un circuito para pruebas internas al uso. Es más bien un escaparate aseado (hasta estaba lleno de plantas bien cuidadas) para que el mundo sepa de qué es capaz BYD a estas alturas.
Es también una demostración de confianza tecnológica. La marca no solo invita a conducir, sino a entender el cambio de paradigma: la innovación no se limita a Stuttgart ni a Tokio.
Y la sensación al dejar las instalaciones es clara. El país que hace una década enviaba prototipos a aprender de Europa ahora construye el aula. Y nos invita, con una sonrisa educada, a sentarnos y tomar apuntes.
En Xataka | BYD ha construido una megafactoría en tiempo récord. Y no es una simple fábrica de coches: es una ciudad
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He probado el circuito de BYD en China: un YangWang bajo el agua, una duna de 29 metros y un coche que gira solo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Javier Lacort
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