Ciencia y Tecnología
La fase desquiciada en Ucrania ya no son drones lanzando drones para atacar a otros drones: una mente ahora lo controla todo
En el frente ucraniano, la supremacía aérea ya no se decide en combates entre cazas, sino en la interacción continua entre enjambres de drones, operadores humanos y sistemas de interferencia electrónica que transforman la línea de contacto en un espacio de guerra algorítmica. Los FPV, inicialmente vistos como armas improvisadas, se han convertido en el principal sistema de muerte y desgaste: alrededor del 80% de las bajas en tierra procede de ellos.
Ocurre que el conflicto ha empujado a Ucrania a un cambio más propio de una película de ciencia ficción.
La nueva guerra. Sí, la escala del conflicto ha presionado a las fuerzas ucranianas a un cambio cualitativo: pasar de misiones individuales a estructuras donde un solo operador coordina múltiples aeronaves, convierte tareas antes manuales en procesos semiautomatizados y, sobre todo, introduce la capacidad de enfrentar drones contra drones, en una defensa aérea de bajo coste diseñada para contrarrestar la saturación rusa con Shaheds, señuelos y misiles.
Comandante de escuadrón. Es aquí donde surge un nuevo nombre. El sistema Pasika, desarrollado por Sine Engineering y ya operativo en unidades ucranianas, transforma la figura del operador de drones en algo nunca antes visto en una guerra: un solo ser humano que puede planificar, lanzar y supervisar varias plataformas FPV desde una interfaz unificada. En lugar de pilotaje manual constante, Pasika permite predefinir zonas de misión, rutas y puntos de ataque, y cambia de vídeo entre drones sin perder control.
Su esencia no es sustituir al humano, sino extender su capacidad, aligerando la carga cognitiva bajo estrés y permitiendo que la atención se concentre en la selección de objetivos y la coordinación táctica. La clave radica en su arquitectura resistente a la guerra electrónica: Sine.Link proporciona transmisión cifrada y navegación alternativa cuando el GPS está interferido, mientras que módulos de guiado terminal permiten fijar blancos y liberar al operador para gestionar el siguiente dron. El resultado es una multiplicación de la eficacia: de tres a cinco veces más rendimiento operativo con la misma dotación humana, en un frente donde la escasez de especialistas es tan crítica como la de munición.
Automatización contra el desgaste. Además de ataques de precisión, Pasika habilita funciones antes impensables en volumen: entrega automatizada de suministros cuando el terreno es demasiado peligroso para vehículos, misiones de reconocimiento silencioso en modo radio-off y colocación de minas antitanque mediante patrones predeterminados. La lógica es siempre la misma: reducir exposición humana, aumentar cadencia y sostener la presión táctica.
Un componente crucial es la modularidad: más de cien fabricantes ucranianos han integrado los sistemas en sus modelos, lo que indica un ecosistema industrial en expansión y una doctrina de interoperabilidad acelerada por la urgencia de la guerra. La visión a futuro es clara: cajas logísticas que almacenan docenas o cientos de drones y los lanzan automáticamente cuando se activan, sin personal presente.

Defensa basada en drones. En paralelo a este aumento de la capacidad ofensiva, Ucrania se prepara para escalar la producción de drones interceptores hasta 600–800 unidades al día, con el objetivo explícito de combatir enjambres con enjambres. Estos cuadricópteros rápidos están diseñados para perseguir y destruir Shaheds y otros drones rusos en vuelo, a un coste de entre 3.000 y 6.000 dólares por unidad, frente a los cientos de miles o millones que cuesta un misil antiaéreo convencional.
Rusia intenta saturar las defensas lanzando oleadas de artefactos baratos combinadas con misiles guiados, y la única respuesta sostenible es una defensa aérea distribuida y de bajo coste. En ese sentido, Ucrania ya ha demostrado resultados: algunos modelos de interceptores lograron derribar nueve de noventa drones atacantes en una sola noche, y Zelensky afirmó que se habían producido 150 derribos en un contexto de 810 drones enemigos. No se trata solo de volumen, sino de la capacidad de responder de forma modular, flexible y continua, en una banda de coste razonable para un país agotado por años de guerra total.
Enjambres contra enjambres. La combinación de sistemas como Pasika y la producción masiva de interceptores cambia la estructura misma del combate. La ecuación tradicional (más soldados, más artillería, más plataformas) se está sustituyendo por la relación entre operadores y unidades aéreas desechables. La pregunta, por tanto, ya no es cuántas armas posee cada bando, sino cuántas plataformas puede gestionar cada operador y lo resistente que es la red de comunicaciones bajo interferencia.
Si Ucrania logra estabilizar la fabricación y despliegue de estos sistemas, la intensidad de la guerra de drones aumentará, pero también lo hará la capacidad del ejército para sostener operaciones sin depender exclusivamente de reservas humanas, cada vez más difíciles de movilizar.
Primera guerra donde la mano no dispara. Así, la guerra en Ucrania está inaugurando un nuevo paradigma militar en el que la victoria depende menos de la potencia bruta y más de la capacidad de integrar sensores, enlaces, autonomía parcial y operadores eficientes en estructuras flexibles. Plus, la figura del piloto solitario desaparece: en su lugar emerge el coordinador de enjambres, el gestor de nodos distribuidos, el operador que dirige decenas de máquinas a distancia.
Si se quiere también, lo que está en juego no es solo el frente ucraniano, sino el modelo de guerra que definirá las próximas décadas: un campo de batalla donde la superioridad aérea ya no pertenece a quien tiene los mejores aviones, sino a quien puede poner más ojos, más alas y más decisiones simultáneas en el aire, al menor coste posible.
Una primera guerra donde la mano ganadora no es la que dispara, sino la que coordina.
Imagen | Sergei S., Ministry of Defence of Ukraine
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La noticia
La fase desquiciada en Ucrania ya no son drones lanzando drones para atacar a otros drones: una mente ahora lo controla todo
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.
En el frente ucraniano, la supremacía aérea ya no se decide en combates entre cazas, sino en la interacción continua entre enjambres de drones, operadores humanos y sistemas de interferencia electrónica que transforman la línea de contacto en un espacio de guerra algorítmica. Los FPV, inicialmente vistos como armas improvisadas, se han convertido en el principal sistema de muerte y desgaste: alrededor del 80% de las bajas en tierra procede de ellos.
Ocurre que el conflicto ha empujado a Ucrania a un cambio más propio de una película de ciencia ficción.
La nueva guerra. Sí, la escala del conflicto ha presionado a las fuerzas ucranianas a un cambio cualitativo: pasar de misiones individuales a estructuras donde un solo operador coordina múltiples aeronaves, convierte tareas antes manuales en procesos semiautomatizados y, sobre todo, introduce la capacidad de enfrentar drones contra drones, en una defensa aérea de bajo coste diseñada para contrarrestar la saturación rusa con Shaheds, señuelos y misiles.
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Su esencia no es sustituir al humano, sino extender su capacidad, aligerando la carga cognitiva bajo estrés y permitiendo que la atención se concentre en la selección de objetivos y la coordinación táctica. La clave radica en su arquitectura resistente a la guerra electrónica: Sine.Link proporciona transmisión cifrada y navegación alternativa cuando el GPS está interferido, mientras que módulos de guiado terminal permiten fijar blancos y liberar al operador para gestionar el siguiente dron. El resultado es una multiplicación de la eficacia: de tres a cinco veces más rendimiento operativo con la misma dotación humana, en un frente donde la escasez de especialistas es tan crítica como la de munición.
Automatización contra el desgaste. Además de ataques de precisión, Pasika habilita funciones antes impensables en volumen: entrega automatizada de suministros cuando el terreno es demasiado peligroso para vehículos, misiones de reconocimiento silencioso en modo radio-off y colocación de minas antitanque mediante patrones predeterminados. La lógica es siempre la misma: reducir exposición humana, aumentar cadencia y sostener la presión táctica.
Un componente crucial es la modularidad: más de cien fabricantes ucranianos han integrado los sistemas en sus modelos, lo que indica un ecosistema industrial en expansión y una doctrina de interoperabilidad acelerada por la urgencia de la guerra. La visión a futuro es clara: cajas logísticas que almacenan docenas o cientos de drones y los lanzan automáticamente cuando se activan, sin personal presente.
Defensa basada en drones. En paralelo a este aumento de la capacidad ofensiva, Ucrania se prepara para escalar la producción de drones interceptores hasta 600–800 unidades al día, con el objetivo explícito de combatir enjambres con enjambres. Estos cuadricópteros rápidos están diseñados para perseguir y destruir Shaheds y otros drones rusos en vuelo, a un coste de entre 3.000 y 6.000 dólares por unidad, frente a los cientos de miles o millones que cuesta un misil antiaéreo convencional.
Rusia intenta saturar las defensas lanzando oleadas de artefactos baratos combinadas con misiles guiados, y la única respuesta sostenible es una defensa aérea distribuida y de bajo coste. En ese sentido, Ucrania ya ha demostrado resultados: algunos modelos de interceptores lograron derribar nueve de noventa drones atacantes en una sola noche, y Zelensky afirmó que se habían producido 150 derribos en un contexto de 810 drones enemigos. No se trata solo de volumen, sino de la capacidad de responder de forma modular, flexible y continua, en una banda de coste razonable para un país agotado por años de guerra total.
Enjambres contra enjambres. La combinación de sistemas como Pasika y la producción masiva de interceptores cambia la estructura misma del combate. La ecuación tradicional (más soldados, más artillería, más plataformas) se está sustituyendo por la relación entre operadores y unidades aéreas desechables. La pregunta, por tanto, ya no es cuántas armas posee cada bando, sino cuántas plataformas puede gestionar cada operador y lo resistente que es la red de comunicaciones bajo interferencia.
Si Ucrania logra estabilizar la fabricación y despliegue de estos sistemas, la intensidad de la guerra de drones aumentará, pero también lo hará la capacidad del ejército para sostener operaciones sin depender exclusivamente de reservas humanas, cada vez más difíciles de movilizar.
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Si se quiere también, lo que está en juego no es solo el frente ucraniano, sino el modelo de guerra que definirá las próximas décadas: un campo de batalla donde la superioridad aérea ya no pertenece a quien tiene los mejores aviones, sino a quien puede poner más ojos, más alas y más decisiones simultáneas en el aire, al menor coste posible.
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Imagen | Sergei S., Ministry of Defence of Ukraine
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fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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