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Ciencia y Tecnología

China tiene en el Tíbet un gigantesco desierto con incontables horas de luz. Y lo está llenando de paneles solares

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China tiene en el Tíbet un gigantesco desierto con incontables horas de luz. Y lo está llenando de paneles solares

Hace un año contábamos en Xataka cómo un enorme parque solar en la provincia china de Qinghai, en el corazón de la meseta tibetana, servía como experimento ecológico: bajo los paneles, la sombra retenía humedad y hacía brotar la vegetación en pleno desierto.

Hoy, ese mismo lugar —el Parque Solar de Talatan— se ha convertido en algo mucho mayor. Es la mayor instalación de energía limpia del planeta, un “mar azul” de silicio que ya cubre más de 600 kilómetros cuadrados a tres mil metros de altura. Donde antes no había nada, China está levantando un ecosistema energético sin comparación en el resto del mundo.

La escala se ha multiplicado. Donde el año pasado se hablaba de un parque solar de 1 gigavatio, hoy se extiende un complejo que alcanza los 15.600 y 16.900 megavatios y sigue en expansión. Su superficie —entre 420 y 610 kilómetros cuadrados— es siete veces la de Manhattan. Además, no está solo ya que en torno a él se despliegan 4.700 megavatios de energía eólica y 7.380 megavatios de presas hidroeléctricas que completan un sistema híbrido inédito.

El resultado: suficiente energía renovable para abastecer casi todas las necesidades de la meseta, incluidos los centros de datos que impulsan la inteligencia artificial de China. Según CleanTechnica, cada tres semanas China instala tantos paneles solares como toda la capacidad de la presa de las Tres Gargantas, el mayor proyecto hidroeléctrico de su historia.

Un laboratorio global de energía limpia. La meseta tibetana, con su aire puro y frío, se ha convertido en el laboratorio energético más ambicioso del mundo. Allí, China experimenta con un modelo de producción eléctrica basado exclusivamente en renovables. La electricidad generada en Qinghai —un 40% más barata que la del carbón, según el NYT— alimenta trenes de alta velocidad, fábricas, coches eléctricos y centros de datos. 

De hecho, la región aloja los nuevos centros de cómputo dedicados a inteligencia artificial, que consumen menos energía gracias a la altitud y las bajas temperaturas. “El aire caliente de los servidores se utiliza para calentar otros edificios, sustituyendo las calderas de carbón”, explicó Zhang Jingang, vicegobernador provincial.

En palabras del profesor Ningrong Liu, en su columna para el South China Morning Post: “China no solo lidera la transición hacia la energía verde; está construyendo el andamiaje energético del siglo XXI que sostiene su liderazgo industrial en vehículos eléctricos, baterías y tecnología solar”.

Tres fuentes que laten al unísono. La magnitud del proyecto solo es posible gracias a una planificación centralizada que combina tres fuentes principales: energía solar, eólica e hidroeléctrica. Durante el día, los paneles de Talatan capturan una radiación solar más intensa que a nivel del mar; por la noche, miles de turbinas eólicas recogen las brisas frías que barren las llanuras. Cuando ambos sistemas fluctúan, las presas hidroeléctricas equilibran la red. Además, desde el New York Times describieron un sistema de bombeo reversible: el exceso de energía solar diurna se usa para subir agua a embalses situados en montañas cercanas, que por la noche liberan esa agua para generar electricidad.

Y bajo los paneles, la vida regresa. La sombra de las placas reduce la evaporación y la erosión del suelo. Según China Daily, este año de que la vegetación se ha recuperado hasta un 80% y que 173 aldeas se han beneficiado de la ganadería asociada. Un pastor local, Zhao Guofu, contaba: “Mi rebaño ha crecido hasta 800 ovejas y mis ingresos se han duplicado desde que pasto entre los paneles”.

La geografía perfecta para el sol. Ningún otro país ha llevado la generación solar a altitudes semejantes. La altitud juega a favor de la física, a 3.000 metros el aire contiene menos partículas que bloqueen la luz y las bajas temperaturas reducen la pérdida térmica de los paneles. Esa eficiencia se multiplica en Qinghai, una de las pocas zonas de la meseta tibetana con grandes planicies, donde es posible construir sin los límites del relieve montañoso. 

El desierto de Talatan, antaño un terreno árido y sin valor, ha pasado a ser una joya energética. Las autoridades locales ofrecen arrendamientos simbólicos y han desarrollado carreteras y líneas de alta tensión que conectan la meseta con los centros industriales del este. Esa energía recorre más de 1.600 kilómetros hasta fábricas y ciudades. Según CleanTechnica, China ya opera 41 líneas de transmisión de ultra alto voltaje, algunas de más de 2.000 millas y hasta 1,1 millones de voltios.

La escala mundial: nadie se acerca. Otros países han intentado generar energía limpia en altura, pero con resultados modestos. Suiza, por ejemplo, inauguró un pequeño parque solar en los Alpes, a 1.800 metros, con apenas 0,5 MW. Por su parte, en el desierto chileno de Atacama, un proyecto de 480 MW opera a 1.200 metros.

A modo de comparación, el complejo de Talatan multiplica por 30 la capacidad del Bhadla Solar Park en India, y por más de siete la del Al Dhafra Solar Park en Emiratos Árabes Unidos, que hasta hace poco ostentaban récords.

La superpotencia de la energía limpia. China produce y consume más energía renovable que cualquier otro país del planeta. En 2024, fue responsable del 61% de las nuevas instalaciones solares y del 70% de la eólica mundial. Ese mismo año, alcanzó los objetivos de capacidad que se había fijado para 2030. En los primeros seis meses de 2025, añadió 212 GW solares y 51 GW eólicos, y las emisiones de carbono del país cayeron por primera vez.

En este contexto, el parque de Talatan es tanto un símbolo como una infraestructura. China está exportando su tecnología renovable a todo el mundo, desde Asia hasta África, siguiendo la lógica de la Belt and Road Initiative. Para el académico Ningrong Liu: “China quiere dejar de ser la fábrica del mundo para convertirse en el motor de la fábrica del mundo”. No se trata solo de fabricar paneles, sino de vender el modelo completo: ingeniería, financiación y know-how para construir redes verdes en otros países.

La cara menos visible del milagro. No todo es energía limpia y armonía pastoral. En su reportaje, The New York Times recordaba que el acceso al Tíbet sigue siendo estrictamente controlado por el Partido Comunista, y que los medios occidentales solo pudieron visitar Qinghai en una gira organizada por el gobierno.

También hay costes humanos y ambientales. CleanTechnica documenta cómo los gigantescos tendidos eléctricos que transportan la energía desde el oeste al este provocan molestias y temores en comunidades rurales: descargas, zumbidos, campos eléctricos. “Cuando llueve y abro el paraguas, saltan chispas”, contaba un agricultor a los periodistas. Aun así, pocos se quejan abiertamente. Como decía el mismo granjero, “es un proyecto nacional importante”. En China, el interés colectivo suele imponerse al malestar local.

El mapa energético se reescribe. En el techo del mundo, China está dibujando una nueva geografía de la energía. Lo que antes era un desierto vacío ahora alimenta fábricas, trenes y centros de datos a miles de kilómetros. Talatan no es solo el parque solar más grande del planeta. Es la maqueta del futuro energético chino: un sistema donde el sol del Tíbet ilumina Shanghái y donde la energía limpia no solo impulsa la economía, sino la narrativa política de una nación que quiere liderar la transición global.

Talatan resume una paradoja: el país que más CO₂ emite también es el que más rápido está construyendo su salida del carbono. En el silencio de la meseta tibetana, China está ensayando el futuro energético del planeta.

Imagen | Unsplash

Xataka | Una de las zonas más áridas de China está reverdeciendo. El motivo: un planta con siete millones de paneles solares


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China tiene en el Tíbet un gigantesco desierto con incontables horas de luz. Y lo está llenando de paneles solares

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Alba Otero

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​Hace un año contábamos en Xataka cómo un enorme parque solar en la provincia china de Qinghai, en el corazón de la meseta tibetana, servía como experimento ecológico: bajo los paneles, la sombra retenía humedad y hacía brotar la vegetación en pleno desierto.

Hoy, ese mismo lugar —el Parque Solar de Talatan— se ha convertido en algo mucho mayor. Es la mayor instalación de energía limpia del planeta, un “mar azul” de silicio que ya cubre más de 600 kilómetros cuadrados a tres mil metros de altura. Donde antes no había nada, China está levantando un ecosistema energético sin comparación en el resto del mundo.

La escala se ha multiplicado. Donde el año pasado se hablaba de un parque solar de 1 gigavatio, hoy se extiende un complejo que alcanza los 15.600 y 16.900 megavatios y sigue en expansión. Su superficie —entre 420 y 610 kilómetros cuadrados— es siete veces la de Manhattan. Además, no está solo ya que en torno a él se despliegan 4.700 megavatios de energía eólica y 7.380 megavatios de presas hidroeléctricas que completan un sistema híbrido inédito.

El resultado: suficiente energía renovable para abastecer casi todas las necesidades de la meseta, incluidos los centros de datos que impulsan la inteligencia artificial de China. Según CleanTechnica, cada tres semanas China instala tantos paneles solares como toda la capacidad de la presa de las Tres Gargantas, el mayor proyecto hidroeléctrico de su historia.

Un laboratorio global de energía limpia. La meseta tibetana, con su aire puro y frío, se ha convertido en el laboratorio energético más ambicioso del mundo. Allí, China experimenta con un modelo de producción eléctrica basado exclusivamente en renovables. La electricidad generada en Qinghai —un 40% más barata que la del carbón, según el NYT— alimenta trenes de alta velocidad, fábricas, coches eléctricos y centros de datos. 

De hecho, la región aloja los nuevos centros de cómputo dedicados a inteligencia artificial, que consumen menos energía gracias a la altitud y las bajas temperaturas. “El aire caliente de los servidores se utiliza para calentar otros edificios, sustituyendo las calderas de carbón”, explicó Zhang Jingang, vicegobernador provincial.

En palabras del profesor Ningrong Liu, en su columna para el South China Morning Post: “China no solo lidera la transición hacia la energía verde; está construyendo el andamiaje energético del siglo XXI que sostiene su liderazgo industrial en vehículos eléctricos, baterías y tecnología solar”.

En Xataka

En plena guerra comercial, hay una batalla que China ya ha ganado: que el mundo dependa de su nueva energía

Tres fuentes que laten al unísono. La magnitud del proyecto solo es posible gracias a una planificación centralizada que combina tres fuentes principales: energía solar, eólica e hidroeléctrica. Durante el día, los paneles de Talatan capturan una radiación solar más intensa que a nivel del mar; por la noche, miles de turbinas eólicas recogen las brisas frías que barren las llanuras. Cuando ambos sistemas fluctúan, las presas hidroeléctricas equilibran la red. Además, desde el New York Times describieron un sistema de bombeo reversible: el exceso de energía solar diurna se usa para subir agua a embalses situados en montañas cercanas, que por la noche liberan esa agua para generar electricidad.

Y bajo los paneles, la vida regresa. La sombra de las placas reduce la evaporación y la erosión del suelo. Según China Daily, este año de que la vegetación se ha recuperado hasta un 80% y que 173 aldeas se han beneficiado de la ganadería asociada. Un pastor local, Zhao Guofu, contaba: “Mi rebaño ha crecido hasta 800 ovejas y mis ingresos se han duplicado desde que pasto entre los paneles”.

La geografía perfecta para el sol. Ningún otro país ha llevado la generación solar a altitudes semejantes. La altitud juega a favor de la física, a 3.000 metros el aire contiene menos partículas que bloqueen la luz y las bajas temperaturas reducen la pérdida térmica de los paneles. Esa eficiencia se multiplica en Qinghai, una de las pocas zonas de la meseta tibetana con grandes planicies, donde es posible construir sin los límites del relieve montañoso. 

El desierto de Talatan, antaño un terreno árido y sin valor, ha pasado a ser una joya energética. Las autoridades locales ofrecen arrendamientos simbólicos y han desarrollado carreteras y líneas de alta tensión que conectan la meseta con los centros industriales del este. Esa energía recorre más de 1.600 kilómetros hasta fábricas y ciudades. Según CleanTechnica, China ya opera 41 líneas de transmisión de ultra alto voltaje, algunas de más de 2.000 millas y hasta 1,1 millones de voltios.

La escala mundial: nadie se acerca. Otros países han intentado generar energía limpia en altura, pero con resultados modestos. Suiza, por ejemplo, inauguró un pequeño parque solar en los Alpes, a 1.800 metros, con apenas 0,5 MW. Por su parte, en el desierto chileno de Atacama, un proyecto de 480 MW opera a 1.200 metros.

A modo de comparación, el complejo de Talatan multiplica por 30 la capacidad del Bhadla Solar Park en India, y por más de siete la del Al Dhafra Solar Park en Emiratos Árabes Unidos, que hasta hace poco ostentaban récords.

La superpotencia de la energía limpia. China produce y consume más energía renovable que cualquier otro país del planeta. En 2024, fue responsable del 61% de las nuevas instalaciones solares y del 70% de la eólica mundial. Ese mismo año, alcanzó los objetivos de capacidad que se había fijado para 2030. En los primeros seis meses de 2025, añadió 212 GW solares y 51 GW eólicos, y las emisiones de carbono del país cayeron por primera vez.

En este contexto, el parque de Talatan es tanto un símbolo como una infraestructura. China está exportando su tecnología renovable a todo el mundo, desde Asia hasta África, siguiendo la lógica de la Belt and Road Initiative. Para el académico Ningrong Liu: “China quiere dejar de ser la fábrica del mundo para convertirse en el motor de la fábrica del mundo”. No se trata solo de fabricar paneles, sino de vender el modelo completo: ingeniería, financiación y know-how para construir redes verdes en otros países.

La cara menos visible del milagro. No todo es energía limpia y armonía pastoral. En su reportaje, The New York Times recordaba que el acceso al Tíbet sigue siendo estrictamente controlado por el Partido Comunista, y que los medios occidentales solo pudieron visitar Qinghai en una gira organizada por el gobierno.

También hay costes humanos y ambientales. CleanTechnica documenta cómo los gigantescos tendidos eléctricos que transportan la energía desde el oeste al este provocan molestias y temores en comunidades rurales: descargas, zumbidos, campos eléctricos. “Cuando llueve y abro el paraguas, saltan chispas”, contaba un agricultor a los periodistas. Aun así, pocos se quejan abiertamente. Como decía el mismo granjero, “es un proyecto nacional importante”. En China, el interés colectivo suele imponerse al malestar local.

El mapa energético se reescribe. En el techo del mundo, China está dibujando una nueva geografía de la energía. Lo que antes era un desierto vacío ahora alimenta fábricas, trenes y centros de datos a miles de kilómetros. Talatan no es solo el parque solar más grande del planeta. Es la maqueta del futuro energético chino: un sistema donde el sol del Tíbet ilumina Shanghái y donde la energía limpia no solo impulsa la economía, sino la narrativa política de una nación que quiere liderar la transición global.

Talatan resume una paradoja: el país que más CO₂ emite también es el que más rápido está construyendo su salida del carbono. En el silencio de la meseta tibetana, China está ensayando el futuro energético del planeta.

Imagen | Unsplash

Xataka | Una de las zonas más áridas de China está reverdeciendo. El motivo: un planta con siete millones de paneles solares

– La noticia

China tiene en el Tíbet un gigantesco desierto con incontables horas de luz. Y lo está llenando de paneles solares

fue publicada originalmente en

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Alba Otero

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