Ciencia y Tecnología
Arqueólogos creen estar a punto de revelar uno de los secretos mejor guardados de Teotihuacán
Investigadores creen haber hallado en los glifos de Teotihuacán rastros de una lengua uto-azteca primitiva. El hallazgo intriga al mundo académico, aunque no convence a todos.
Investigadores creen haber hallado en los glifos de Teotihuacán rastros de una lengua uto-azteca primitiva. El hallazgo intriga al mundo académico, aunque no convence a todos.
En el corazón de México se alza una de las ciudades más enigmáticas del mundo antiguo. Teotihuacán, con sus imponentes pirámides y amplias avenidas, ha desconcertado a los arqueólogos durante décadas con una pregunta esencial: ¿quiénes fueron realmente sus habitantes? Y, más aún, una cuestión todavía más esquiva: ¿qué lengua hablaban quienes levantaron esta metrópolis?
Un nuevo estudio publicado en Current Anthropology por los investigadores Magnus Pharao Hansen y Christophe Helmke, de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca, plantea una nueva hipótesis que podría acercarnos a una respuesta.
Tras años de debate en torno a los glifos hallados en los murales y cerámicas de la antigua ciudad, los científicos proponen que estos signos no son simples adornos, sino que podrían constituir parte de un auténtico sistema de escritura. Y, según su hipótesis, ese sistema habría registrado una forma temprana del uto-azteca, la familia lingüística que siglos después daría origen al náhuatl, el cora y el huichol, las lenguas que hablarían los aztecas mil años más tarde.
Si esta interpretación es correcta, implicaría una conexión directa entre Teotihuacán y los aztecas, siglos antes de lo que se había creído. “Hemos encontrado algunas coincidencias, eso es lo brillante”, dijo Helmke al New York Times.
El desafío de descifrar la escritura de Teotihuacán
El proceso de descifrar los signos de Teotihuacán ha sido particularmente desafiante. Como explica un comunicado de prensa de la Universidad de Copenhague, el sistema utiliza logogramas que a veces representan significados directos –la imagen de un coyote significa simplemente “coyote”– y otras veces funcionan como jeroglíficos fonéticos, donde los sonidos de los objetos representados deben combinarse para formar palabras más complejas.
“Nadie antes que nosotros había utilizado un idioma que se ajustara al período de tiempo para descifrar esta lengua escrita”, afirmó Pharao Hansen.
Este método innovador demuestra que ciertos logogramas tienen un valor fonético que puede utilizarse en contextos distintos a su significado principal, creando una base metodológica para futuros análisis.
Para lograr este avance, los investigadores tuvieron que reconstruir una versión mucho más antigua del náhuatl. Como señala Helmke: “Sería un poco como intentar descifrar las runas de las famosas piedras rúnicas danesas, como la piedra de Jelling, utilizando el danés moderno. Eso sería anacrónico”.
Este estudio no solo sugiere la posible existencia de un sistema de escritura hasta ahora indescifrable, sino que cuestiona la cronología establecida sobre la presencia de poblaciones de habla náhuatl en el centro de México.
Hasta ahora, se creía que los aztecas habían emigrado a esta región después de la caída de Teotihuacán. Sin embargo, esta posible conexión lingüística podría indicar que las poblaciones de habla náhuatl se establecieron en la región antes de lo que se pensaba, e incluso podría ser descendientes directos de los habitantes de Teotihuacán.
Teotihuacán: una metrópolis multicultural de Mesoamérica
El reto para los investigadores sigue siendo la escasez de textos disponibles. “En Teotihuacán todavía se pueden encontrar cerámicas con textos, y sabemos que aparecerán más murales (…). Sería estupendo poder encontrar los mismos signos utilizados de la misma manera en muchos más contextos”, indicó Pharao Hansen.
La complejidad de descifrar este sistema también radica en la naturaleza multicultural de la antigua metrópolis.
Como señalan varios expertos ajenos al estudio, Teotihuacán –fundada hacia el 100 a.C. y próspera durante más de seis siglos, con una población que pudo alcanzar los 125.000 habitantes en su época de esplendor– fue una ciudad cosmopolita donde convivían personas procedentes de distintas regiones mesoamericanas, cada una con sus propias tradiciones lingüísticas.
Según los investigadores, Teotihuacán podría compararse con Roma, ya que fue un importante centro cultural en la antigua Mesoamérica.
En ese sentido, Helmke señala que un ojo entrenado puede distinguir fácilmente la cultura de Teotihuacán de otras contemporáneas. Por ejemplo, las ruinas muestran que algunas partes de la ciudad estaban habitadas por los mayas, una civilización mucho más conocida en la actualidad.
Escepticismo y futuro de la investigación arqueológica
Aunque la investigación ya ha despertado el interés de expertos internacionales, también ha generado escepticismo.
Por ejemplo, Lyle Campbell, lingüista de la Universidad de Hawái, señaló al New York Times que las interpretaciones aún están lejos de ser concluyentes. A su juicio, la escritura de Teotihuacán “plantea problemas importantes”, entre ellos la dificultad para interpretar los signos, la escasa frecuencia con que aparecen y la limitada cantidad de ejemplos disponibles.
De hecho, se conocen apenas unos 300 textos de la ciudad, una cifra minúscula si se compara con los miles de registros de escritura azteca o maya que han permitido grandes avances en su estudio.
En ese sentido, Teotihuacán sigue siendo un enigma arqueológico. A pesar de su relevancia y monumentalidad, su escritura nunca ha sido plenamente descifrada, y la identidad lingüística de sus habitantes permanece sin resolver.
Como señalan desde la Universidad de Copenhague, es como si hubiéramos encontrado las ruinas del Imperio Romano sin saber nada sobre quiénes vivieron allí. Esa es, en gran medida, la situación actual.
Aun así, los investigadores daneses mantienen el entusiasmo. “Si estamos en lo cierto, no solo es notable que hayamos descifrado un sistema de escritura. Podría tener implicaciones para toda nuestra comprensión de las culturas mesoamericanas”, afirmó Helmke.
Con menos del 5 % del yacimiento excavado –como recuerda Helmke, tras más de un siglo de exploraciones–, el misterio de Teotihuacán sigue vivo. Cada glifo, cada fragmento mural, puede ser una pieza más en el rompecabezas que tal vez, algún día, nos revele quiénes fueron realmente los teotihuacanos.
Editado por Felipe Espinosa Wang con información de la Universidad de Copenhague, Discover Magazine, The New York Times y Current Anthropology.
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