Ciencia y Tecnología
La app de citas más popular de China no está en el móvil: está en un parque lleno de padres con paraguas
En tiempos donde el amor parece resumirse en un “deslice a la izquierda” o “deslice a la derecha”, encontrar pareja nunca había sido tan fácil… Ni tan difícil. Mientras Tinder, Bumble o Hinge prometen compatibilidad mediante algoritmos, en China la “aplicación” de citas más concurrida no requiere conexión a internet, solo una impresora, un paraguas y unos padres preocupados.
Cada fin de semana, parques enteros de ciudades como Pekín, Shanghái o Chongqing se transforman en un mosaico de carteles plastificados con descripciones personales. No son los propios solteros quienes los colocan, sino sus progenitores. Es el llamado mercado matrimonial o xiangqin jiao (literalmente, “rincón de citas a ciegas”), un fenómeno que se puede describir como una versión analógica de una app de citas.
El amor en tiempos de crisis demográfica. El auge de estos mercados tiene su origen en una paradoja: mientras se multiplican las apps y agencias de emparejamiento, las bodas y los nacimientos se desploman. En 2024 apenas 6,1 millones de parejas se casaron en China, un 21% menos que el año anterior y la cifra más baja desde que hay registros, según datos del Wall Street Journal. Este año hubo un pequeño repunte —3,54 millones de matrimonios en el primer semestre— gracias a una nueva política que simplifica el registro civil de acuerdo con el South Morning Post. Pero la tendencia general sigue en picada.
Las causas de esta situación son múltiples: largas jornadas laborales, altos precios de la vivienda, desigualdad de género y, sobre todo, nuevas prioridades entre los jóvenes. “La energía es limitada, así que elimino lo que más me agota. ¿Lo primero? Las citas”, confesaba un estudiante de 22 años, reflejando un cambio generacional profundo. Ante este panorama, muchos padres decidieron pasar de la preocupación a la acción: si sus hijos no buscan pareja en línea, ellos la buscan en los parques.
¿Cómo funciona el Tinder de papel? Según Noema Magazine, el primer mercado del amor surgió hace más de una década en Shanghái, en el People’s Park. Cada sábado y domingo, sin importar si llueve o truena, el parque se llena de padres con carteles colgados en cuerdas, bancos o paraguas abiertos. En ellos se detallan edad, altura, peso, salario, propiedades, incluso si los padres del candidato tienen pensión. Las fotos, curiosamente, son opcionales. “Los que mejor lo hacen son los promedio: ni muy buenos ni pésimos”, explicaba un casamentero apodado el profesor Gu, que cobra el equivalente a 16 dólares por exhibir un cartel durante seis meses.
En Chongqing, otra de las grandes ciudades del suroeste, The Wall Street Journal describió escenas similares: padres jubilados apretujados en senderos colmados de carteles. Algunos asistentes usan WeChat —la aplicación omnipresente en China— para escanear códigos QR o intercambiar contactos. Una mujer incluyó en su perfil que gana 560 dólares al mes, que posee casa y coche, y que busca un marido “sin malos hábitos, menor de 29 años y no más alto de 1,73”. En la hoja de al lado, un hombre de 26 años pedía una esposa con estudios universitarios y “que no sea muy rellenita”, reflejo de estándares aún muy tradicionales.
El contraste cultural es evidente. En China, los matrimonios siguen considerándose una alianza económica y familiar más que un acto romántico. Por eso, el mercado matrimonial es, como detallan en Noema Magazine, “una fusión entre Match.com y un mercado de agricultores”, donde las pancartas reemplazan a los perfiles digitales y los padres actúan como filtros humanos.

Mercado del matrimonio en Shanghái
¿Se encuentra el amor? Realmente, pocos logran éxito. Las historias de parejas formadas bajo este fenómeno son casi inexistentes. La mayoría regresa cada fin de semana por costumbre, por compañía o simplemente para matar el tiempo. Un padre de Shanghái, entrevistado por The Age, lleva más de un año y solo consiguió dos coincidencias para su hijo de 36 años, sin resultado. “Yo solo hago de intermediario, le paso la información, pero al final depende de él”, confesó resignado.
Pese a todo, para muchos es una forma de catarsis generacional. “Nuestros hijos piensan ‘¿por qué debería conformarme?’”, contaba una mujer apodada Sister Gao, una veterana casamentera que llega cada semana con decenas de perfiles plastificados. “En nuestra generación la gente aguantaba más. Hoy no quieren tolerar nada”.
También hay jóvenes que desafían la normal. Como relató el medio estatal CGTN, Huang Junjie, de 29 años, decidió anunciarse él mismo en el mercado de Pekín. “Probé en apps como Douyin o Xiaohongshu, pero se sentían muy lejanas. Aquí al menos ves a la gente cara a cara”, explicó, de pie junto a su cartel. Buscaba una mujer madura y estaba dispuesto incluso a un matrimonio matrilocal —vivir con la familia de la esposa— algo impensable hace una generación.
Más allá del amor. Detrás de cada paraguas hay una historia de ansiedad y orgullo familiar. En China, muchos padres sienten que ver a sus hijos casados es su última misión en la vida. En una sociedad donde la soltería se percibe casi como un fracaso, los mercados son tanto un espacio de esperanza como de vergüenza. Por ese motivo, algunos padres confesaban sentirse humillados por tener que “ofrecer” a sus hijos en público, aunque otros defendían su derecho a intervenir. “Las chicas no están dispuestas a decir ‘quiero un novio’, así que las ayudamos”, decía una madre de Shanghái.
En el fondo, el fenómeno también refleja la soledad de una generación mayor. Con más de 300 millones de jubilados, muchos de ellos viudos o divorciados, asistir al mercado del amor es también una manera de socializar, de no quedarse solos en casa.
Mientras tanto, el Gobierno intenta frenar la caída de matrimonios con incentivos económicos, subsidios por hijo y hasta cursos universitarios sobre “educación romántica”. Pero, como señalan los analistas, los resultados siguen siendo modestos: los jóvenes valoran más la libertad personal que la presión de casarse.
Una presión para las mujeres. En este escenario, las mujeres cargan con una presión desproporcionada. En China, permanecer soltera más allá de los 27 años puede convertirte en una Sheng Nu, literalmente “mujer sobrante”. El término, popularizado por los medios estatales en los 2000, se convirtió en un estigma social que empuja a muchas profesionales a justificar su soltería ante sus propias familias. Según The Washington Post, algunas recurren incluso a cursos de “cómo encontrar novio” o a agencias de emparejamiento de lujo que cobran miles de dólares por garantizar un matrimonio “adecuado”. Otras, simplemente, se resisten a ceder ante la presión. “No es que seamos exigentes —decía una mujer entrevistada en Shanghái—, es que ellos no están a la altura”.
Un panorama difícil para el amor. En los parques de China, entre paraguas, carteles plastificados y padres que hacen de cupido, el amor parece debatirse entre la tradición y el algoritmo. Los mercados matrimoniales no son solo una curiosidad cultural: son el reflejo de una sociedad que envejece, se individualiza y busca en los métodos del pasado una solución para el futuro.
Pero, pensándolo bien, tal vez este no sea solo un dilema chino. En un mundo donde la soledad crece al mismo ritmo que las apps de citas, todos estamos un poco en busca del “match” perfecto —aunque sea fuera del Wi-Fi. Y viendo cómo están las cosas, quizá no sea tan mala idea llevar a mis padres al parque.
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La noticia
La app de citas más popular de China no está en el móvil: está en un parque lleno de padres con paraguas
fue publicada originalmente en
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por
Alba Otero
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En tiempos donde el amor parece resumirse en un “deslice a la izquierda” o “deslice a la derecha”, encontrar pareja nunca había sido tan fácil… Ni tan difícil. Mientras Tinder, Bumble o Hinge prometen compatibilidad mediante algoritmos, en China la “aplicación” de citas más concurrida no requiere conexión a internet, solo una impresora, un paraguas y unos padres preocupados.
Cada fin de semana, parques enteros de ciudades como Pekín, Shanghái o Chongqing se transforman en un mosaico de carteles plastificados con descripciones personales. No son los propios solteros quienes los colocan, sino sus progenitores. Es el llamado mercado matrimonial o xiangqin jiao (literalmente, “rincón de citas a ciegas”), un fenómeno que se puede describir como una versión analógica de una app de citas.
El amor en tiempos de crisis demográfica. El auge de estos mercados tiene su origen en una paradoja: mientras se multiplican las apps y agencias de emparejamiento, las bodas y los nacimientos se desploman. En 2024 apenas 6,1 millones de parejas se casaron en China, un 21% menos que el año anterior y la cifra más baja desde que hay registros, según datos del Wall Street Journal. Este año hubo un pequeño repunte —3,54 millones de matrimonios en el primer semestre— gracias a una nueva política que simplifica el registro civil de acuerdo con el South Morning Post. Pero la tendencia general sigue en picada.
Las causas de esta situación son múltiples: largas jornadas laborales, altos precios de la vivienda, desigualdad de género y, sobre todo, nuevas prioridades entre los jóvenes. “La energía es limitada, así que elimino lo que más me agota. ¿Lo primero? Las citas”, confesaba un estudiante de 22 años, reflejando un cambio generacional profundo. Ante este panorama, muchos padres decidieron pasar de la preocupación a la acción: si sus hijos no buscan pareja en línea, ellos la buscan en los parques.
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¿Cómo funciona el Tinder de papel? Según Noema Magazine, el primer mercado del amor surgió hace más de una década en Shanghái, en el People’s Park. Cada sábado y domingo, sin importar si llueve o truena, el parque se llena de padres con carteles colgados en cuerdas, bancos o paraguas abiertos. En ellos se detallan edad, altura, peso, salario, propiedades, incluso si los padres del candidato tienen pensión. Las fotos, curiosamente, son opcionales. “Los que mejor lo hacen son los promedio: ni muy buenos ni pésimos”, explicaba un casamentero apodado el profesor Gu, que cobra el equivalente a 16 dólares por exhibir un cartel durante seis meses.
En Chongqing, otra de las grandes ciudades del suroeste, The Wall Street Journal describió escenas similares: padres jubilados apretujados en senderos colmados de carteles. Algunos asistentes usan WeChat —la aplicación omnipresente en China— para escanear códigos QR o intercambiar contactos. Una mujer incluyó en su perfil que gana 560 dólares al mes, que posee casa y coche, y que busca un marido “sin malos hábitos, menor de 29 años y no más alto de 1,73”. En la hoja de al lado, un hombre de 26 años pedía una esposa con estudios universitarios y “que no sea muy rellenita”, reflejo de estándares aún muy tradicionales.
El contraste cultural es evidente. En China, los matrimonios siguen considerándose una alianza económica y familiar más que un acto romántico. Por eso, el mercado matrimonial es, como detallan en Noema Magazine, “una fusión entre Match.com y un mercado de agricultores”, donde las pancartas reemplazan a los perfiles digitales y los padres actúan como filtros humanos.
Mercado del matrimonio en Shanghái
¿Se encuentra el amor? Realmente, pocos logran éxito. Las historias de parejas formadas bajo este fenómeno son casi inexistentes. La mayoría regresa cada fin de semana por costumbre, por compañía o simplemente para matar el tiempo. Un padre de Shanghái, entrevistado por The Age, lleva más de un año y solo consiguió dos coincidencias para su hijo de 36 años, sin resultado. “Yo solo hago de intermediario, le paso la información, pero al final depende de él”, confesó resignado.
Pese a todo, para muchos es una forma de catarsis generacional. “Nuestros hijos piensan ‘¿por qué debería conformarme?’”, contaba una mujer apodada Sister Gao, una veterana casamentera que llega cada semana con decenas de perfiles plastificados. “En nuestra generación la gente aguantaba más. Hoy no quieren tolerar nada”.
También hay jóvenes que desafían la normal. Como relató el medio estatal CGTN, Huang Junjie, de 29 años, decidió anunciarse él mismo en el mercado de Pekín. “Probé en apps como Douyin o Xiaohongshu, pero se sentían muy lejanas. Aquí al menos ves a la gente cara a cara”, explicó, de pie junto a su cartel. Buscaba una mujer madura y estaba dispuesto incluso a un matrimonio matrilocal —vivir con la familia de la esposa— algo impensable hace una generación.
Más allá del amor. Detrás de cada paraguas hay una historia de ansiedad y orgullo familiar. En China, muchos padres sienten que ver a sus hijos casados es su última misión en la vida. En una sociedad donde la soltería se percibe casi como un fracaso, los mercados son tanto un espacio de esperanza como de vergüenza. Por ese motivo, algunos padres confesaban sentirse humillados por tener que “ofrecer” a sus hijos en público, aunque otros defendían su derecho a intervenir. “Las chicas no están dispuestas a decir ‘quiero un novio’, así que las ayudamos”, decía una madre de Shanghái.
En el fondo, el fenómeno también refleja la soledad de una generación mayor. Con más de 300 millones de jubilados, muchos de ellos viudos o divorciados, asistir al mercado del amor es también una manera de socializar, de no quedarse solos en casa.
Mientras tanto, el Gobierno intenta frenar la caída de matrimonios con incentivos económicos, subsidios por hijo y hasta cursos universitarios sobre “educación romántica”. Pero, como señalan los analistas, los resultados siguen siendo modestos: los jóvenes valoran más la libertad personal que la presión de casarse.
Una presión para las mujeres. En este escenario, las mujeres cargan con una presión desproporcionada. En China, permanecer soltera más allá de los 27 años puede convertirte en una Sheng Nu, literalmente “mujer sobrante”. El término, popularizado por los medios estatales en los 2000, se convirtió en un estigma social que empuja a muchas profesionales a justificar su soltería ante sus propias familias. Según The Washington Post, algunas recurren incluso a cursos de “cómo encontrar novio” o a agencias de emparejamiento de lujo que cobran miles de dólares por garantizar un matrimonio “adecuado”. Otras, simplemente, se resisten a ceder ante la presión. “No es que seamos exigentes —decía una mujer entrevistada en Shanghái—, es que ellos no están a la altura”.
Un panorama difícil para el amor. En los parques de China, entre paraguas, carteles plastificados y padres que hacen de cupido, el amor parece debatirse entre la tradición y el algoritmo. Los mercados matrimoniales no son solo una curiosidad cultural: son el reflejo de una sociedad que envejece, se individualiza y busca en los métodos del pasado una solución para el futuro.Pero, pensándolo bien, tal vez este no sea solo un dilema chino. En un mundo donde la soledad crece al mismo ritmo que las apps de citas, todos estamos un poco en busca del “match” perfecto —aunque sea fuera del Wi-Fi. Y viendo cómo están las cosas, quizá no sea tan mala idea llevar a mis padres al parque.Imagen destacada| JPBowenImagen del texto | Another BelieverXataka | China afronta un problema mayor que la crisis de natalidad: sus jóvenes están demasiado ocupados para formar parejas
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La app de citas más popular de China no está en el móvil: está en un parque lleno de padres con paraguas
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Alba Otero
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