Ciencia y Tecnología
Imágenes por satélite no dejan dudas: hay 10.000 soldados y una artillería insólita apuntando al mismo lugar del Caribe

Todo comenzó bajo el pretexto del “narcotráfico”, pero la cantidad de señales acumuladas, de efectivos y artillería que ha ido sumando Estados Unidos en torno al Caribe sur, indican que la operación se ha deslizado hacia un mecanismo de coacción estratégica para forzar el desalojo acelerado sin una invasión formal. Una combinación de disuasión visible, amenazas explícitas y preparación de ventanas de acción quirúrgica. De fondo: Venezuela.
Evolución del objetivo. Lo contamos la semana pasada. El despliegue estadounidense comenzó envuelto en el lenguaje clásico de la lucha contra el narcotráfico, atacando lanchas rápidas y reactivando bases con un pretexto técnico.
Ocurre que la acumulación de gestos (B-52 con transponders activos rozando la FIR venezolana, “barcos fantasma”, helicópteros SOF entrenando frente a la costa, y la propia admisión de Trump de que “no quiere jugar”) aparentan otro propósito: el mensaje ya no parece negar rutas narco, sino algo más parecido a tumbar el régimen venezolano. La articulación pública (“Maduro es fugitivo”, “debe irse”) y privada alinea el despliegue militar con una lógica de colapso más que de contención.
Artillería como presión. El volumen de medios y efectivos de Washington que contaban en las últimas horas la CNN y el New York Times a través de los datos satelitales (miles de soldados junto al ARG Iwo Jima, tres destructores de misiles guiados DDG, un crucero, un submarino SSN, aviones AC-130J armados con Hellfire, F-35 en Puerto Rico, aviones P-8, MQ-9, vuelos ISR masivos y reactivación de la base Roosevelt Roads) es desproporcionado para simplemente cazar lanchas narcos, aunque insuficiente para ocupar Caracas.
Es, según los analistas, exactamente el tamaño que permite golpear nodos (comando, radares, escoltas, anillos internos) sin “entrar de lleno” en una guerra, y mantener un vector de escalada creíble “de bajo perfil”. Voces estadounidenses coinciden en el Financial Times: “es demasiado solo para narcotráfico, pero insuficiente para una invasión”, y lo que queda en medio es una suerte de presión calibrada.
Una de las imágenes satelitales capturada el 17 de octubre mostrando aviones de combate F-35 en el Aeropuerto José Aponte de la Torre en Puerto Rico
La incógnita de Venezuela. Por su parte, la Fuerza Armada venezolana está erosionada por mantenimiento y repuestos, pero ni mucho menos desnuda: hay S-300, artillería antiaérea, MANPADS, F-16 y un millón de milicianos que ponen en seria duda los costes reputacionales si Washington cruza el umbral cinético.
Al mismo tiempo, los mandos nacionales sospechan filtraciones y purgan lealtades, contaba el Times que duermen rotando ubicaciones y cambian escoltas. Un patrón que delata vulnerabilidad interna y expectativa de una golpe selectivo, en cualquier caso, no parece que exista confianza en derrotar a Estados Unidos.
Colombia y algo más. La escalada dialéctica con Colombia (Trump ha llamado “líder de drogas” a Petro, amenazas de cortar fondos y aranceles, y represalias retóricas tras un ataque naval que mató a un pescador) reconfigura una alianza hasta ahora era clave para Washington: la misma que proveía el 80% de la inteligencia en la zona.
Dicho de otra forma, el choque erosiona el pilar regional precisamente cuando Estados Unidos se aproxima al umbral de uso de fuerza en Venezuela, ampliando el frente diplomático y reduciendo sus márgenes de maniobra sostenida.
La ventana política. Mientras, la administración de Donald Trump actúa contra reloj: esa postura sostenida bajo un clima de conflicto bélico no parece que pueda mantenerse de forma indefinida y cualquier accidente puede precipitar una escalada no planificada.
Plus: Trump no parece centrar la operación a criterios normativos (elecciones o garantías institucionales) sino más bien a un resultado que él pueda declarar como “victoria”, lo que flexibiliza los márgenes de la retórica estadounidense, pero endurece el incentivo a un golpe espectacular. Analistas militares advierten que “pasarse de frenada” podría descabezar sin transición y abrir un vacío, mientras la oposición replica que la cohesión social venezolana reduce ese riesgo. Así, la brecha entre ambas hipótesis es precisamente donde opera hoy la mayor presión estadounidense.
Prueba estratégica. En resumen, la combinación de tropas militares visibles, amenaza creíble de golpes de precisión y una diplomacia que no para de tensar la cuerda, definen esa especie de fase de ultimátum pero sin ultimátum formal.
Bajo ese prisma, el desenlace apunta a depender menos del balance de fuego que del punto de ruptura dentro de la cúpula chavista y de si Washington decide detenerse tras una posible salida de Maduro, o persigue explícitamente el “fin de” como régimen. Y mientras esa ambigüedad persiste, la presión apunta a continuar… mientras el Caribe se pregunta durante cuánto tiempo.
Imagen | USN/MASS COMMUNICATION SPECIALIST 3RD CLASS THEOPLIS STEWART II, Planet Labs PBC
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La noticia
Imágenes por satélite no dejan dudas: hay 10.000 soldados y una artillería insólita apuntando al mismo lugar del Caribe
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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Todo comenzó bajo el pretexto del “narcotráfico”, pero la cantidad de señales acumuladas, de efectivos y artillería que ha ido sumando Estados Unidos en torno al Caribe sur, indican que la operación se ha deslizado hacia un mecanismo de coacción estratégica para forzar el desalojo acelerado sin una invasión formal. Una combinación de disuasión visible, amenazas explícitas y preparación de ventanas de acción quirúrgica. De fondo: Venezuela. Evolución del objetivo. Lo contamos la semana pasada. El despliegue estadounidense comenzó envuelto en el lenguaje clásico de la lucha contra el narcotráfico, atacando lanchas rápidas y reactivando bases con un pretexto técnico.Ocurre que la acumulación de gestos (B-52 con transponders activos rozando la FIR venezolana, “barcos fantasma”, helicópteros SOF entrenando frente a la costa, y la propia admisión de Trump de que “no quiere jugar”) aparentan otro propósito: el mensaje ya no parece negar rutas narco, sino algo más parecido a tumbar el régimen venezolano. La articulación pública (“Maduro es fugitivo”, “debe irse”) y privada alinea el despliegue militar con una lógica de colapso más que de contención.
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Una de las imágenes satelitales capturada el 17 de octubre mostrando aviones de combate F-35 en el Aeropuerto José Aponte de la Torre en Puerto Rico
La incógnita de Venezuela. Por su parte, la Fuerza Armada venezolana está erosionada por mantenimiento y repuestos, pero ni mucho menos desnuda: hay S-300, artillería antiaérea, MANPADS, F-16 y un millón de milicianos que ponen en seria duda los costes reputacionales si Washington cruza el umbral cinético.Al mismo tiempo, los mandos nacionales sospechan filtraciones y purgan lealtades, contaba el Times que duermen rotando ubicaciones y cambian escoltas. Un patrón que delata vulnerabilidad interna y expectativa de una golpe selectivo, en cualquier caso, no parece que exista confianza en derrotar a Estados Unidos.Colombia y algo más. La escalada dialéctica con Colombia (Trump ha llamado “líder de drogas” a Petro, amenazas de cortar fondos y aranceles, y represalias retóricas tras un ataque naval que mató a un pescador) reconfigura una alianza hasta ahora era clave para Washington: la misma que proveía el 80% de la inteligencia en la zona.Dicho de otra forma, el choque erosiona el pilar regional precisamente cuando Estados Unidos se aproxima al umbral de uso de fuerza en Venezuela, ampliando el frente diplomático y reduciendo sus márgenes de maniobra sostenida.
La ventana política. Mientras, la administración de Donald Trump actúa contra reloj: esa postura sostenida bajo un clima de conflicto bélico no parece que pueda mantenerse de forma indefinida y cualquier accidente puede precipitar una escalada no planificada. Plus: Trump no parece centrar la operación a criterios normativos (elecciones o garantías institucionales) sino más bien a un resultado que él pueda declarar como “victoria”, lo que flexibiliza los márgenes de la retórica estadounidense, pero endurece el incentivo a un golpe espectacular. Analistas militares advierten que “pasarse de frenada” podría descabezar sin transición y abrir un vacío, mientras la oposición replica que la cohesión social venezolana reduce ese riesgo. Así, la brecha entre ambas hipótesis es precisamente donde opera hoy la mayor presión estadounidense.
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Miguel Jorge
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