Connect with us

Salud y Bienestar

Madre desesperada implora ayuda del Estado para salvar la vida de su hijo de dos años

Published

on

EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO.– Con la voz entrecortada y los ojos marcados por el cansancio, la doctora Dorys Altagracia Mejía Acosta, de 34 años, especialista en Oncología Clínica y residente en San Francisco de Macorís, cuenta entre lágrimas una historia que parte el alma: la dura batalla por la vida de su pequeño Nicolás Viloria Mejía, uno de sus trillizos, de apenas dos años, quien lucha día a día por sobrevivir.

Desde que vino al mundo, Nicolás ha enfrentado un sinfín de complicaciones médicas. Ha sido ingresado 13 veces en hospitales, de las cuales 10 han sido en unidades de cuidados intensivos (UCI). Su vida depende de una larga lista de medicamentos —Keppra, Clonagin, Atemperator, Tanacol, Gastroflux, Eritromicina, Ondansetron, Nexium, Nifedipino, Espironolactona, Enalapril, Bagotirox, entre otros—, los cuales su madre apenas puede costear.

El pequeño necesita nebulizaciones cada cuatro horas y un medicamento cada ocho, cuyo costo asciende a 10,000 pesos por dosis, una cifra inalcanzable para una familia que ya ha agotado sus recursos económicos y emocionales. Todo esto mientras solo cuentan con el seguro SENASA.

Número de contacto: (849) 340-0597

La dura batalla por la vida de su pequeño Nicolás Viloria Mejía, uno de sus trillizos, de apenas dos años/END.
La dura batalla por la vida de su pequeño Nicolás Viloria Mejía, uno de sus trillizos, de apenas dos años/END.

“Solo pido una oportunidad. Llevo dos años esperando mi nombramiento como médica; con solo un trabajo digno que me permita cuidar a mis hijos”, implora Dorys Mejía madre de los trillizos.

Nicolás es el único de los tres trillizos que enfrenta estas graves condiciones de salud. Ha sido sometido a cinco cirugías y aún espera otra intervención. Vive con una traqueostomía, un botón gástrico y una válvula para la hidrocefalia. Su diagnóstico incluye hipertensión arterial, hidrocefalia secundaria a hemorragia cerebral, epilepsia, hipotiroidismo, reflujo gastroesofágico, neumonías recurrentes y retraso psicomotor.

Explica que no puede ejercer en clínicas privadas, ya que Nicolás requiere atención constante, y no dispone de recursos para contratar una enfermera especializada.

Su esposo, José Luis Viloria Pérez, de 39 años, trabaja como mercaderista, realiza acarreos y vende arroz por cuenta propia. A pesar de sus esfuerzos diarios, los ingresos familiares no alcanzan para cubrir los tratamientos, procedimientos y medicamentos que necesita el pequeño.

Hoy, esta familia dominicana clama por una respuesta del Estado y de las instituciones de salud pública. No buscan caridad, sino una oportunidad que les permita sostener la vida de su hijo y mantener su dignidad como ciudadanos y profesionales.

“Solo queremos una oportunidad, un trabajo digno y una ayuda para que Nicolás siga luchando por su vida”, implora la doctora Mejía, aferrada al amor de madre y a la esperanza que la fe aún mantiene encendida.

 

Continue Reading
Click to comment

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *