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Ciencia y Tecnología

España y Francia alertaron de un fallo en el muro de drones de Europa. Ahora el plan incluye láseres y civiles con fusiles

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España y Francia alertaron de un fallo en el muro de drones de Europa. Ahora el plan incluye láseres y civiles con fusiles

Las incursiones de drones rusos sobre el espacio aéreo europeo han convertido el cielo del continente en una nueva frontera de la guerra híbrida. En pocas semanas, estos aparatos han obligado al cierre de aeropuertos, puesto en alerta a las fuerzas aéreas de la OTAN y reabierto un debate que Europa creía lejano: cómo defenderse de un enemigo barato, difícil de rastrear y cada vez más sofisticado. Entonces escuchamos por primera vez la idea del “muro de drones”, y ahora está empezando a tomar una forma inesperada.

La amenaza invisible. Los incidentes en Polonia, Dinamarca y Alemania, donde drones de origen desconocido sobrevolaron bases militares y zonas civiles antes de desaparecer, han acelerado la creación de un dispositivo de defensa sin precedentes. 

Los aliados buscan proteger a la población y sus infraestructuras críticas mientras equilibran la respuesta inmediata con el desarrollo de una arquitectura a largo plazo. Así nació la idea de levantar un muro antidrones, una red tecnológica que combine sensores, radares, interferidores y armas de bajo coste para detectar, interceptar y neutralizar amenazas en cuestión de segundos.

El nacimiento del muro. El concepto surgió hace muchos meses inspirado en las lecciones de Ucrania y en la evidencia de que los ejércitos europeos carecían de sistemas adecuados para contrarrestar la proliferación de drones. Los países bálticos, junto a Polonia y Finlandia, presentaron la propuesta inicial a la Comisión Europea: un muro tecnológico en el flanco oriental de la OTAN, desde el Báltico hasta el mar Negro, financiado con fondos de seguridad fronteriza y destinado a vigilar los cielos ante posibles incursiones rusas. 

Pero la oleada de drones que cruzó el espacio aéreo polaco el pasado septiembre cambió la escala del proyecto. Ursula von der Leyen proclamó la necesidad de una “muralla” para proteger Europa entera. Lo que empezó como una idea regional se convirtió en el embrión de una red continental de defensa aérea contra sistemas no tripulados, la llamada European Drone Defence Initiative, incluida en la nueva hoja de ruta de preparación militar que la Comisión presentará este otoño.

Europa acelera. Así, mientras la política se debatía sobre presupuestos y competencias, los ejércitos actuaban. Dinamarca instaló radares Doppler en Copenhague y en su base de Skrydstrup, hogar de sus F-16 y F-35, para detectar movimientos sospechosos. Suecia anunció una inversión de 370 millones de dólares en interceptores, inhibidores y sensores de frecuencia. Alemania aprobó una ley que permite a la policía abatir drones que representen una amenaza inminente, y el Reino Unido desplegó aviones espía en misiones de doce horas sobre la frontera rusa. 

Los fabricantes de defensa se sumaron al esfuerzo con rapidez: Saab presentó su misil Nimbrix, diseñado específicamente para derribar enjambres de drones, y el sistema Loke, un conjunto modular de radar, ametralladora y guerra electrónica creado en solo tres meses para responder con agilidad a la amenaza. Y en un giro de los acontecimientos inesperado, los daneses han ido más lejos que nadie: aceleraron incluso el entrenamiento de instructores militares con escopetas para abatir drones a corta distancia, una medida insólita que refleja la urgencia con la que Europa intenta tapar un hueco tecnológico crítico.

Zu 23 2 Belarus Scaled

Hay que expandirse. El entusiasmo inicial por el muro antidrones encontró pronto un problema político: la Europa occidental y meridional se sintió excluida de una iniciativa que concentraba recursos en el Este. Países como España, Francia o Italia detectaron un problema y advirtieron que las amenazas no se limitan al frente ruso, pues los drones pueden operar desde cualquier punto del territorio. La Comisión tomó nota y propuso ampliar el plan, transformando el “muro” en una red paneuropea de sensores, interferidores y armas integradas bajo un mismo marco de coordinación. 

El comisario de Defensa, Andrius Kubilius, admitió que las capacidades actuales de la UE son “muy limitadas” y que será necesario recurrir a la experiencia ucraniana, acumulada tras casi cuatro años de lucha diaria contra enjambres rusos. La nueva versión, rebautizada como European Drone Defence Initiative, busca una cobertura total y plantea un desafío doble: demostrar que la Unión puede asumir un papel operativo real en defensa (tradicionalmente competencia de los Estados y de la OTAN) y lograr consenso entre veintisiete países con prioridades militares muy distintas.

Obstáculos de una muralla. Pero hay más trabas. Lo contaba en un amplio reportaje esta mañana Reuters. El proyecto se enfrenta a un complejo pulso interno sobre quién debe liderarlo. Las naciones pequeñas y del Este prefieren que la Comisión centralice la coordinación, mientras Francia y Alemania (acostumbradas a gestionar directamente sus programas de armamento) se resisten a ceder protagonismo. Berlín y París temen, además, que la Comisión acabe asumiendo competencias que tradicionalmente pertenecen a la soberanía nacional. 

En paralelo, los expertos advierten de que la idea de un muro puede generar una falsa sensación de seguridad: ninguna red, por avanzada que sea, puede garantizar el derribo de todos los drones. Las dificultades técnicas son enormes: conectar radares, sensores acústicos, sistemas ópticos, interceptores y software de inteligencia artificial de diferentes países en una malla única requerirá años de pruebas e inversiones milmillonarias. El reto es lograr una defensa escalonada y adaptable a un tipo de amenaza en constante mutación, donde cada innovación enemiga exige una respuesta inmediata.

Lecciones de Ucrania. Lo hemos contado otras veces. La guerra en Ucrania ha enseñado a los europeos una lección costosa: no se puede abatir un dron de 10.000 euros con un misil que cuesta un millón. La sostenibilidad del combate pasa por soluciones intermedias, desde drones interceptores que colisionan con los enemigos hasta cañones automáticos y sistemas láser de bajo consumo. Rheinmetall, el gigante alemán, defiende el uso de artillería como opción más rentable y ya ha recibido pedidos de Dinamarca, Hungría y Austria para su sistema móvil Skyranger

Empresas emergentes del Báltico y Alemania, como Marduk Technologies o Alpine Eagle, han presentado sus propios esquemas de defensa multicapa, mientras Ucrania continúa sirviendo de campo de pruebas: sus operadores ajustan la velocidad y maniobrabilidad de los interceptores casi en tiempo real para enfrentarse a versiones rusas cada vez más rápidas. Esa evolución constante convierte la defensa antidrón en una disciplina viva, de contramedida y contracontramedida, donde la experiencia humana y la IA deben coexistir.

La utopía del cielo seguro. Si se quiere, el futuro de la presunta muralla antidrones europea depende ahora de tres factores: la financiación, el liderazgo político y la integración con la OTAN. Si obtiene el estatus de Proyecto Europeo de Interés Común en Defensa, accederá a los grandes fondos comunitarios, pero requerirá la aprobación de los Estados y la definición de una autoridad de gestión conjunta. La industria, mientras tanto, presiona para que se adopten sistemas ya existentes y se eviten duplicidades que ralenticen el despliegue. 

Así, y pese al entusiasmo inicial, el ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius, ha advertido que el muro no será una realidad inmediata y que su implementación completa podría tardar más de un lustro. En una Europa que vuelve a mirar al cielo con inquietud, la promesa de un escudo continental avanza entre burocracia, rivalidades y urgencias estratégicas. 

Y aunque aún falte mucho para verlo erigido, el mero hecho de que el continente debata sobre un muro digital revela algo más profundo: que la guerra moderna ya no se libra solo en las fronteras, sino también en el aire.

Imagen | RaxPixel, Serge Serebro 

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España y Francia alertaron de un fallo en el muro de drones de Europa. Ahora el plan incluye láseres y civiles con fusiles

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Miguel Jorge

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​Las incursiones de drones rusos sobre el espacio aéreo europeo han convertido el cielo del continente en una nueva frontera de la guerra híbrida. En pocas semanas, estos aparatos han obligado al cierre de aeropuertos, puesto en alerta a las fuerzas aéreas de la OTAN y reabierto un debate que Europa creía lejano: cómo defenderse de un enemigo barato, difícil de rastrear y cada vez más sofisticado. Entonces escuchamos por primera vez la idea del “muro de drones”, y ahora está empezando a tomar una forma inesperada.La amenaza invisible. Los incidentes en Polonia, Dinamarca y Alemania, donde drones de origen desconocido sobrevolaron bases militares y zonas civiles antes de desaparecer, han acelerado la creación de un dispositivo de defensa sin precedentes. Los aliados buscan proteger a la población y sus infraestructuras críticas mientras equilibran la respuesta inmediata con el desarrollo de una arquitectura a largo plazo. Así nació la idea de levantar un muro antidrones, una red tecnológica que combine sensores, radares, interferidores y armas de bajo coste para detectar, interceptar y neutralizar amenazas en cuestión de segundos.

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El nacimiento del muro. El concepto surgió hace muchos meses inspirado en las lecciones de Ucrania y en la evidencia de que los ejércitos europeos carecían de sistemas adecuados para contrarrestar la proliferación de drones. Los países bálticos, junto a Polonia y Finlandia, presentaron la propuesta inicial a la Comisión Europea: un muro tecnológico en el flanco oriental de la OTAN, desde el Báltico hasta el mar Negro, financiado con fondos de seguridad fronteriza y destinado a vigilar los cielos ante posibles incursiones rusas. 

Pero la oleada de drones que cruzó el espacio aéreo polaco el pasado septiembre cambió la escala del proyecto. Ursula von der Leyen proclamó la necesidad de una “muralla” para proteger Europa entera. Lo que empezó como una idea regional se convirtió en el embrión de una red continental de defensa aérea contra sistemas no tripulados, la llamada European Drone Defence Initiative, incluida en la nueva hoja de ruta de preparación militar que la Comisión presentará este otoño.

Europa acelera. Así, mientras la política se debatía sobre presupuestos y competencias, los ejércitos actuaban. Dinamarca instaló radares Doppler en Copenhague y en su base de Skrydstrup, hogar de sus F-16 y F-35, para detectar movimientos sospechosos. Suecia anunció una inversión de 370 millones de dólares en interceptores, inhibidores y sensores de frecuencia. Alemania aprobó una ley que permite a la policía abatir drones que representen una amenaza inminente, y el Reino Unido desplegó aviones espía en misiones de doce horas sobre la frontera rusa. 

Los fabricantes de defensa se sumaron al esfuerzo con rapidez: Saab presentó su misil Nimbrix, diseñado específicamente para derribar enjambres de drones, y el sistema Loke, un conjunto modular de radar, ametralladora y guerra electrónica creado en solo tres meses para responder con agilidad a la amenaza. Y en un giro de los acontecimientos inesperado, los daneses han ido más lejos que nadie: aceleraron incluso el entrenamiento de instructores militares con escopetas para abatir drones a corta distancia, una medida insólita que refleja la urgencia con la que Europa intenta tapar un hueco tecnológico crítico.

Hay que expandirse. El entusiasmo inicial por el muro antidrones encontró pronto un problema político: la Europa occidental y meridional se sintió excluida de una iniciativa que concentraba recursos en el Este. Países como España, Francia o Italia detectaron un problema y advirtieron que las amenazas no se limitan al frente ruso, pues los drones pueden operar desde cualquier punto del territorio. La Comisión tomó nota y propuso ampliar el plan, transformando el “muro” en una red paneuropea de sensores, interferidores y armas integradas bajo un mismo marco de coordinación. 

El comisario de Defensa, Andrius Kubilius, admitió que las capacidades actuales de la UE son “muy limitadas” y que será necesario recurrir a la experiencia ucraniana, acumulada tras casi cuatro años de lucha diaria contra enjambres rusos. La nueva versión, rebautizada como European Drone Defence Initiative, busca una cobertura total y plantea un desafío doble: demostrar que la Unión puede asumir un papel operativo real en defensa (tradicionalmente competencia de los Estados y de la OTAN) y lograr consenso entre veintisiete países con prioridades militares muy distintas.

Obstáculos de una muralla. Pero hay más trabas. Lo contaba en un amplio reportaje esta mañana Reuters. El proyecto se enfrenta a un complejo pulso interno sobre quién debe liderarlo. Las naciones pequeñas y del Este prefieren que la Comisión centralice la coordinación, mientras Francia y Alemania (acostumbradas a gestionar directamente sus programas de armamento) se resisten a ceder protagonismo. Berlín y París temen, además, que la Comisión acabe asumiendo competencias que tradicionalmente pertenecen a la soberanía nacional. 

En paralelo, los expertos advierten de que la idea de un muro puede generar una falsa sensación de seguridad: ninguna red, por avanzada que sea, puede garantizar el derribo de todos los drones. Las dificultades técnicas son enormes: conectar radares, sensores acústicos, sistemas ópticos, interceptores y software de inteligencia artificial de diferentes países en una malla única requerirá años de pruebas e inversiones milmillonarias. El reto es lograr una defensa escalonada y adaptable a un tipo de amenaza en constante mutación, donde cada innovación enemiga exige una respuesta inmediata.

Lecciones de Ucrania. Lo hemos contado otras veces. La guerra en Ucrania ha enseñado a los europeos una lección costosa: no se puede abatir un dron de 10.000 euros con un misil que cuesta un millón. La sostenibilidad del combate pasa por soluciones intermedias, desde drones interceptores que colisionan con los enemigos hasta cañones automáticos y sistemas láser de bajo consumo. Rheinmetall, el gigante alemán, defiende el uso de artillería como opción más rentable y ya ha recibido pedidos de Dinamarca, Hungría y Austria para su sistema móvil Skyranger. Empresas emergentes del Báltico y Alemania, como Marduk Technologies o Alpine Eagle, han presentado sus propios esquemas de defensa multicapa, mientras Ucrania continúa sirviendo de campo de pruebas: sus operadores ajustan la velocidad y maniobrabilidad de los interceptores casi en tiempo real para enfrentarse a versiones rusas cada vez más rápidas. Esa evolución constante convierte la defensa antidrón en una disciplina viva, de contramedida y contracontramedida, donde la experiencia humana y la IA deben coexistir.

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por
Miguel Jorge

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