Ciencia y Tecnología
El turismo masivo está convirtiendo en un parque temático a una nueva ciudad: el lugar donde Maradona es una deidad

Nápoles, la ciudad que durante décadas fue sinónimo de Maradona, pasión desbordada y la sombra persistente de la Camorra, vive hoy una transformación inesperada: hordas de turistas la invaden cambiando su identidad a un ritmo vertiginoso. Lo que antes era un paisaje de fútbol, mafia y vida popular se ha convertido en un decorado para selfies, colas interminables y pisos turísticos que expulsan a los vecinos.
Un espejismo. Sí, Nápoles, ciudad vibrante y caótica, se ha convertido en símbolo de cómo el turismo masivo transforma hasta las tradiciones más recientes en productos prefabricados para visitantes. La estatua de Pulcinella, ignorada durante años por los propios napolitanos, fue elevada a rito folklórico gracias a la invención de influencers y hoy concentra colas interminables de turistas que buscan frotar su nariz en busca de buena suerte.
Para los locales, la paradoja es evidente: se trata de una tradición sin raíces, consumida como un espectáculo vacío. Así, el centro histórico de la ciudad, antaño tejido de vida comunitaria, es descrito ahora por activistas como un parque temático al aire libre, donde las tiendas, bares y souvenirs han sustituido a la vida cotidiana.
El desalojo silencioso. El impacto más palpable se observa en la vivienda. La proliferación de alquileres turísticos ha transformado barrios enteros en un mosaico de B&Bs, expulsando a familias con décadas de arraigo. En algunos distritos populares ya hay un alojamiento turístico por cada tres hogares. Los desalojos se multiplican y muchos habitantes son sustituidos por turistas de paso o estudiantes.
La historia de Giuseppe Giglio, que perdió su casa cuando su casero decidió reconvertir el edificio en apartamentos turísticos, refleja un proceso sistemático: las viviendas dejan de ser hogares para convertirse en activos especulativos. El fenómeno no se limita a pequeños propietarios: gran parte del mercado está en manos de empresas o grandes arrendadores, y las ganancias rara vez se quedan en Nápoles, fluyendo hacia ciudades más ricas del norte o incluso al extranjero.
Ciudad escaparate. La transformación no afecta solo a la vivienda, sino también a la identidad urbana. Calles que eran ejes culturales, como Via Toledo, se han llenado de restaurantes idénticos y negocios turísticos, sustituyendo librerías históricas por tabernas o bares temáticos.
La multiplicación de locales de comida rápida ha exacerbado problemas de residuos y ha reducido la vida comunitaria a un consumo constante, mientras las personas sin hogar o los vecinos más vulnerables son empujados fuera del centro. Incluso las iglesias, antaño núcleos de vida comunitaria, han quedado relegadas a meras atracciones para visitantes, perdiendo su función de lugar de culto. El resultado es una ciudad menos habitable para quienes la sostienen y más plana para quienes la visitan.
Un problema político. Las autoridades locales reconocen la magnitud del desafío, pero denuncian que carecen de herramientas para actuar sin un marco legal nacional. Los intentos de algunas regiones de limitar el número de pisos turísticos han sido bloqueados por el gobierno central de Giorgia Meloni, que defiende la “libertad de mercado”.
Incluso nuevas leyes, como la reforma urbanística impulsada por Matteo Salvini, han facilitado la reconversión de viviendas en alojamientos turísticos. Así, el vacío regulatorio convierte el centro de Nápoles en terreno abonado para la especulación, mientras se desplaza a sus vecinos hacia la periferia.
Una paradoja. Los defensores del turismo argumentan que crea oportunidades y empleos, y en algunos casos ha permitido a familias escapar de la pobreza convirtiendo pisos en B&Bs o abriendo bares. Pero el problema surge cuando la economía entera de un barrio depende de un flujo turístico que puede desvanecerse, como demuestran los recientes descensos en las llegadas.
La falta de un “plan B” deja a pequeños emprendedores a merced de un mercado volátil, que puede evaporarse tan rápido como surgió. Irónicamente, algunos turistas ya comienzan a quejarse de que la ciudad se siente demasiado homogénea, saturada de locales de comida repetitivos y de experiencias diseñadas solo para ellos.
Erosión de la identidad. Si se quiere también, lo que atrae a los visitantes (la autenticidad, la vida callejera, la mezcla cultural) es precisamente lo que más se ve amenazado. El riesgo es que, en lugar de una ciudad viva, Nápoles se convierta en un decorado vacío, un escaparate que se consume y se abandona.
Sin políticas que equilibren la protección de los residentes con la gestión del turismo, la ciudad corre el peligro de perder aquello que la hace única. Como advierten activistas y académicos, lo que se está erosionando no es solo el espacio urbano, sino el derecho de los napolitanos a seguir siendo protagonistas de su propia ciudad.
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La noticia
El turismo masivo está convirtiendo en un parque temático a una nueva ciudad: el lugar donde Maradona es una deidad
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.
Nápoles, la ciudad que durante décadas fue sinónimo de Maradona, pasión desbordada y la sombra persistente de la Camorra, vive hoy una transformación inesperada: hordas de turistas la invaden cambiando su identidad a un ritmo vertiginoso. Lo que antes era un paisaje de fútbol, mafia y vida popular se ha convertido en un decorado para selfies, colas interminables y pisos turísticos que expulsan a los vecinos. Un espejismo. Sí, Nápoles, ciudad vibrante y caótica, se ha convertido en símbolo de cómo el turismo masivo transforma hasta las tradiciones más recientes en productos prefabricados para visitantes. La estatua de Pulcinella, ignorada durante años por los propios napolitanos, fue elevada a rito folklórico gracias a la invención de influencers y hoy concentra colas interminables de turistas que buscan frotar su nariz en busca de buena suerte. Para los locales, la paradoja es evidente: se trata de una tradición sin raíces, consumida como un espectáculo vacío. Así, el centro histórico de la ciudad, antaño tejido de vida comunitaria, es descrito ahora por activistas como un parque temático al aire libre, donde las tiendas, bares y souvenirs han sustituido a la vida cotidiana.
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Ciudad escaparate. La transformación no afecta solo a la vivienda, sino también a la identidad urbana. Calles que eran ejes culturales, como Via Toledo, se han llenado de restaurantes idénticos y negocios turísticos, sustituyendo librerías históricas por tabernas o bares temáticos. La multiplicación de locales de comida rápida ha exacerbado problemas de residuos y ha reducido la vida comunitaria a un consumo constante, mientras las personas sin hogar o los vecinos más vulnerables son empujados fuera del centro. Incluso las iglesias, antaño núcleos de vida comunitaria, han quedado relegadas a meras atracciones para visitantes, perdiendo su función de lugar de culto. El resultado es una ciudad menos habitable para quienes la sostienen y más plana para quienes la visitan.Un problema político. Las autoridades locales reconocen la magnitud del desafío, pero denuncian que carecen de herramientas para actuar sin un marco legal nacional. Los intentos de algunas regiones de limitar el número de pisos turísticos han sido bloqueados por el gobierno central de Giorgia Meloni, que defiende la “libertad de mercado”. Incluso nuevas leyes, como la reforma urbanística impulsada por Matteo Salvini, han facilitado la reconversión de viviendas en alojamientos turísticos. Así, el vacío regulatorio convierte el centro de Nápoles en terreno abonado para la especulación, mientras se desplaza a sus vecinos hacia la periferia.
Una paradoja. Los defensores del turismo argumentan que crea oportunidades y empleos, y en algunos casos ha permitido a familias escapar de la pobreza convirtiendo pisos en B&Bs o abriendo bares. Pero el problema surge cuando la economía entera de un barrio depende de un flujo turístico que puede desvanecerse, como demuestran los recientes descensos en las llegadas. La falta de un “plan B” deja a pequeños emprendedores a merced de un mercado volátil, que puede evaporarse tan rápido como surgió. Irónicamente, algunos turistas ya comienzan a quejarse de que la ciudad se siente demasiado homogénea, saturada de locales de comida repetitivos y de experiencias diseñadas solo para ellos.
En Xataka
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Erosión de la identidad. Si se quiere también, lo que atrae a los visitantes (la autenticidad, la vida callejera, la mezcla cultural) es precisamente lo que más se ve amenazado. El riesgo es que, en lugar de una ciudad viva, Nápoles se convierta en un decorado vacío, un escaparate que se consume y se abandona. Sin políticas que equilibren la protección de los residentes con la gestión del turismo, la ciudad corre el peligro de perder aquello que la hace única. Como advierten activistas y académicos, lo que se está erosionando no es solo el espacio urbano, sino el derecho de los napolitanos a seguir siendo protagonistas de su propia ciudad. Imagen | Dudva, PicrylEn Xataka | En su lucha contra el turismo masivo, Italia ha entrado en un terreno inexplorado: un impuesto a los perros de los turistas En Xataka | Italia tenía un problema con sus playas llamado “turismo”: ahora tiene una solución y un problema aún más grande
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El turismo masivo está convirtiendo en un parque temático a una nueva ciudad: el lugar donde Maradona es una deidad
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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