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Xiaomi ya no es una marca: son varias marcas peleándose en el mismo logo

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Xiaomi ya no es una marca: son varias marcas peleándose en el mismo logo

El Xiaomi 15T Pro en color mocha gold que brilla bajo los focos de Múnich, donde acaba de ser presentado, cuenta una historia que seguramente la empresa preferiría no verbalizar: Xiaomi está intentando escapar de sí misma.

No es solo el acabado dorado, ni la colaboración con Leica, ni siquiera los 999 euros que piden por la versión de 1 TB –bagatela viendo cómo está el patio–. Es la culminación de una transformación que comenzó hace años y que ahora alcanza su punto crítico.

Hace apenas unos meses advertía desde Shanghái que Xiaomi necesitaba una nueva cara. Que el desfase entre sus productos —un SU7 Ultra con insignia de oro de 24 quilates compitiendo con Porsche— y su identidad de marca —ese logo naranja barato y simpaticón— era poco sostenible. La presentación de Múnich, que ha desvelado la Gold Series con orfebrería en sus relojes, confirma que Xiaomi ha escuchado el diagnóstico, pero su respuesta es más radical de lo esperado: no quieren cambiar la cara, quieren cambiar de cuerpo.

La metamorfosis va más allá de lo cosmético. Una lavadora Mijia presume de ahorrar un 25% más de energía que el estándar de clase A europea. Un frigorífico incorpora tecnología Ag+ para control bacteriano. El sistema de comunicación offline permite hablar a dos 15T Pro a casi dos kilómetros sin red móvil.

En todas esas situaciones, Xiaomi está enviando un mensaje rotundo: ya no somos la alternativa barata, somos la propuesta tecnológicamente superior. El problema es que este mensaje choca frontalmente con una década de posicionamiento mental en los consumidores.

El 15T base mantiene un precio de 649 euros que guiña al pasado, mientras el Pro escala hasta los 999 euros en su versión tope de gama. Y faltan los modelos superiores. Es como si Xiaomi quisiera subir la escalera sin soltar el primer peldaño. Este choque entre aspiración y accesibilidad genera una disonancia que debilita ambas propuestas: demasiado caro para los fieles de los inicios, demasiado “Xiaomi” para quienes pueden permitirse un iPhone 17 Pro o un Galaxy S25 Ultra.

Hay detalles que hablan por sí solos. Los biseles del 15T Pro (1,5 mm) son un 27% más finos que en la generación anterior. Su razón de ser no es la simple mejora técnica sino un intento por hablar el lenguaje visual del lujo tecnológico, ese dialecto perfeccionado por Apple que todos quieren imitar. El problema de estos movimientos es que cuando copias el vocabulario sin entender la gramática acabas hablando con un acento artificial que delata tu origen.

Además, Xiaomi ha alcanzado esa excelencia técnica justo cuando esa excelencia ha dejado de ser diferenciadora. El Xiaomi 9 interesaba porque era un cañón para el precio que traía. El Xiaomi 15 interesa porque es un cañón, punto. Pero ya estamos en 2025, y ahora cualquier fabricante puede acceder a los mismos componentes, cámaras, procesadores. La batalla real está en una zona más abstracta: narrativa de marca, capital simbólico, pertenencia tribal. Nothing lo ha entendido. Xiaomi arrastra el peso muerto de su propia historia de éxito.

La colaboración con Leica es un ejemplo perfecto de esta paradoja. Leica es tradición, artesanía hessiana, es el peso de la historia fotográfica. Es todo lo que Xiaomi no es y nunca podrá ser. Y ese matrimonio entre disrupción china y clasicismo alemán produce una criatura extraña: técnicamente es competente, culturalmente está huérfana. Quienes valoran Leica quizás nunca considerarán un Xiaomi. Quienes aman a Xiaomi no necesitan a Leica para validar su compra.

El procesador del 15T Pro es otro buen ejemplo. MediaTek Dimensity 9400+. Estupendo, construido en 3 nm, rivaliza con cualquier Snapdragon. Pero MediaTek  carga con ese estigma de ser la alternativa económica (¡como Xiaomi!). Aunque sus precios ya estén equiparados y sus calidades también, son dos marcas que intentan escapar juntas de su pasado.

La necesidad de enumerar cada certificación (resistencia IP68, Corning Gorilla Glass 7i) habla de esa búsqueda de legitimación externa porque Xiaomi aún no tiene la autoridad propia de quien puede definir estándares. Apple puede lanzar un puerto Lightning propietario y el mundo se adaptará. Xiaomi necesita demostrar que cumple con cada normativa, cada certificación y cada estándar establecido por otros.

El mantra ‘Human x Car x Home’ que tanto promocionan es muy ambicioso sobre el papel y les va a salir bien, pero tiene un asterisco: pretende unificar la experiencia tecnológica del usuario, pero la marca Xiaomi significa cosas distintas en cada categoría:

  • En smartphones es excelencia aspiracional.
  • En wearables es democratización pura.
  • En electrodomésticos es innovación pragmática.
  • En coches es libertad experimental.

No hay una narrativa coherente que una estos mundos, aunque la promesa técnica diga que hablarán entre sí.

La comparación con Apple es inevitable: Apple tiene sus propios problemas, pero nunca ha tenido que escapar de su identidad porque la construyó conscientemente desde el principio. Cada producto, anuncio, tienda física y presentación ha reforzado la misma narrativa: pensamos diferente, diseñamos mejor, cobramos más porque estamos convencidos de que lo valemos. Xiaomi pasó años intentando demostrar que el precio premium no estaba justificado y ahora debe convencernos de lo contrario sin contradecirse demasiado.

El momento actual de Xiaomi recuerda mucho a la Samsung de 2010, cuando intentaba trascender su imagen de fotocopiadora barata para convertirse en líder premium. Lo terminó consiguiendo, pero le llevó muchos años y muchos miles de millones en marketing. Xiaomi no tiene ese tiempo. El mercado se mueve más rápido, las lealtades ahora son más fluidas, y nuevos actores como Nothing o CMF ya ocupan el espacio que Xiaomi está abandonando, que a su vez colonizó cuando OnePlus cambió el rumbo, que a su vez llenó el hueco que vació la subida de precio de los Nexus. Tempus fugit.

La verdad incómoda es que Xiaomi construyó un imperio sobre una propuesta de valor que ahora quiere evolucionar. Democratizar la tecnología era más que un modelo de negocio, era una misión, casi una ideología. Transformarla no tiene por qué ser un abandono total, quizás es reconocer que la democratización también puede significar llevar la excelencia a más personas, aunque a precios diferentes. Los mercados pueden entender las evoluciones si se comunican con honestidad.

El Xiaomi 15T Pro es un teléfono extraordinario atrapado en una crisis de identidad empresarial. Cada especificación grita “premium”, cada decisión de diseño aspira al lujo, pero el logo en la caja sigue susurrando “barato”, sigue transmitiendo una narrativa con su propio peso. Es el conflicto entre herencia y aspiración. Xiaomi ha demostrado que puede construir como los grandes, pero ahora debe aprender algo más difícil: cobrar como ellos sin perder el alma en el intento.

Quizás la solución no sea escapar de la identidad Xiaomi, sino redefinirla. Pero eso requeriría una valentía descomunal. En su lugar, vemos una empresa corriendo cada vez más rápido para alejarse de sí misma, sin darse cuenta de que su sombra la seguirá allá donde vaya. Porque al final, la evolución más poderosa no es huir de lo que eres, sino construir sobre ello. Solo puedes evolucionar hacia lo que quieres ser. Y para eso, primero debes decidir qué es exactamente eso.

En Xataka | El coche eléctrico de Xiaomi pone rumbo a Europa: en 2027 se producirá el lanzamiento global

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Javier Lacort

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​El Xiaomi 15T Pro en color mocha gold que brilla bajo los focos de Múnich, donde acaba de ser presentado, cuenta una historia que seguramente la empresa preferiría no verbalizar: Xiaomi está intentando escapar de sí misma.No es solo el acabado dorado, ni la colaboración con Leica, ni siquiera los 999 euros que piden por la versión de 1 TB –bagatela viendo cómo está el patio–. Es la culminación de una transformación que comenzó hace años y que ahora alcanza su punto crítico.Hace apenas unos meses advertía desde Shanghái que Xiaomi necesitaba una nueva cara. Que el desfase entre sus productos —un SU7 Ultra con insignia de oro de 24 quilates compitiendo con Porsche— y su identidad de marca —ese logo naranja barato y simpaticón— era poco sostenible. La presentación de Múnich, que ha desvelado la Gold Series con orfebrería en sus relojes, confirma que Xiaomi ha escuchado el diagnóstico, pero su respuesta es más radical de lo esperado: no quieren cambiar la cara, quieren cambiar de cuerpo.La metamorfosis va más allá de lo cosmético. Una lavadora Mijia presume de ahorrar un 25% más de energía que el estándar de clase A europea. Un frigorífico incorpora tecnología Ag+ para control bacteriano. El sistema de comunicación offline permite hablar a dos 15T Pro a casi dos kilómetros sin red móvil.En todas esas situaciones, Xiaomi está enviando un mensaje rotundo: ya no somos la alternativa barata, somos la propuesta tecnológicamente superior. El problema es que este mensaje choca frontalmente con una década de posicionamiento mental en los consumidores.

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El caballo de Troya de Xiaomi ya está aquí: un ecosistema doméstico del que no podrás escapar

El 15T base mantiene un precio de 649 euros que guiña al pasado, mientras el Pro escala hasta los 999 euros en su versión tope de gama. Y faltan los modelos superiores. Es como si Xiaomi quisiera subir la escalera sin soltar el primer peldaño. Este choque entre aspiración y accesibilidad genera una disonancia que debilita ambas propuestas: demasiado caro para los fieles de los inicios, demasiado “Xiaomi” para quienes pueden permitirse un iPhone 17 Pro o un Galaxy S25 Ultra.

Hay detalles que hablan por sí solos. Los biseles del 15T Pro (1,5 mm) son un 27% más finos que en la generación anterior. Su razón de ser no es la simple mejora técnica sino un intento por hablar el lenguaje visual del lujo tecnológico, ese dialecto perfeccionado por Apple que todos quieren imitar. El problema de estos movimientos es que cuando copias el vocabulario sin entender la gramática acabas hablando con un acento artificial que delata tu origen.

Además, Xiaomi ha alcanzado esa excelencia técnica justo cuando esa excelencia ha dejado de ser diferenciadora. El Xiaomi 9 interesaba porque era un cañón para el precio que traía. El Xiaomi 15 interesa porque es un cañón, punto. Pero ya estamos en 2025, y ahora cualquier fabricante puede acceder a los mismos componentes, cámaras, procesadores. La batalla real está en una zona más abstracta: narrativa de marca, capital simbólico, pertenencia tribal. Nothing lo ha entendido. Xiaomi arrastra el peso muerto de su propia historia de éxito.

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Nothing es la marca de teléfonos móviles más fascinante en años por un motivo muy sencillo: no vende teléfonos móviles

La colaboración con Leica es un ejemplo perfecto de esta paradoja. Leica es tradición, artesanía hessiana, es el peso de la historia fotográfica. Es todo lo que Xiaomi no es y nunca podrá ser. Y ese matrimonio entre disrupción china y clasicismo alemán produce una criatura extraña: técnicamente es competente, culturalmente está huérfana. Quienes valoran Leica quizás nunca considerarán un Xiaomi. Quienes aman a Xiaomi no necesitan a Leica para validar su compra.El procesador del 15T Pro es otro buen ejemplo. MediaTek Dimensity 9400+. Estupendo, construido en 3 nm, rivaliza con cualquier Snapdragon. Pero MediaTek  carga con ese estigma de ser la alternativa económica (¡como Xiaomi!). Aunque sus precios ya estén equiparados y sus calidades también, son dos marcas que intentan escapar juntas de su pasado.La necesidad de enumerar cada certificación (resistencia IP68, Corning Gorilla Glass 7i) habla de esa búsqueda de legitimación externa porque Xiaomi aún no tiene la autoridad propia de quien puede definir estándares. Apple puede lanzar un puerto Lightning propietario y el mundo se adaptará. Xiaomi necesita demostrar que cumple con cada normativa, cada certificación y cada estándar establecido por otros.El mantra ‘Human x Car x Home’ que tanto promocionan es muy ambicioso sobre el papel y les va a salir bien, pero tiene un asterisco: pretende unificar la experiencia tecnológica del usuario, pero la marca Xiaomi significa cosas distintas en cada categoría:En smartphones es excelencia aspiracional.En wearables es democratización pura.En electrodomésticos es innovación pragmática.En coches es libertad experimental.No hay una narrativa coherente que una estos mundos, aunque la promesa técnica diga que hablarán entre sí.La comparación con Apple es inevitable: Apple tiene sus propios problemas, pero nunca ha tenido que escapar de su identidad porque la construyó conscientemente desde el principio. Cada producto, anuncio, tienda física y presentación ha reforzado la misma narrativa: pensamos diferente, diseñamos mejor, cobramos más porque estamos convencidos de que lo valemos. Xiaomi pasó años intentando demostrar que el precio premium no estaba justificado y ahora debe convencernos de lo contrario sin contradecirse demasiado.El momento actual de Xiaomi recuerda mucho a la Samsung de 2010, cuando intentaba trascender su imagen de fotocopiadora barata para convertirse en líder premium. Lo terminó consiguiendo, pero le llevó muchos años y muchos miles de millones en marketing. Xiaomi no tiene ese tiempo. El mercado se mueve más rápido, las lealtades ahora son más fluidas, y nuevos actores como Nothing o CMF ya ocupan el espacio que Xiaomi está abandonando, que a su vez colonizó cuando OnePlus cambió el rumbo, que a su vez llenó el hueco que vació la subida de precio de los Nexus. Tempus fugit.

La verdad incómoda es que Xiaomi construyó un imperio sobre una propuesta de valor que ahora quiere evolucionar. Democratizar la tecnología era más que un modelo de negocio, era una misión, casi una ideología. Transformarla no tiene por qué ser un abandono total, quizás es reconocer que la democratización también puede significar llevar la excelencia a más personas, aunque a precios diferentes. Los mercados pueden entender las evoluciones si se comunican con honestidad.El Xiaomi 15T Pro es un teléfono extraordinario atrapado en una crisis de identidad empresarial. Cada especificación grita “premium”, cada decisión de diseño aspira al lujo, pero el logo en la caja sigue susurrando “barato”, sigue transmitiendo una narrativa con su propio peso. Es el conflicto entre herencia y aspiración. Xiaomi ha demostrado que puede construir como los grandes, pero ahora debe aprender algo más difícil: cobrar como ellos sin perder el alma en el intento.Quizás la solución no sea escapar de la identidad Xiaomi, sino redefinirla. Pero eso requeriría una valentía descomunal. En su lugar, vemos una empresa corriendo cada vez más rápido para alejarse de sí misma, sin darse cuenta de que su sombra la seguirá allá donde vaya. Porque al final, la evolución más poderosa no es huir de lo que eres, sino construir sobre ello. Solo puedes evolucionar hacia lo que quieres ser. Y para eso, primero debes decidir qué es exactamente eso.En Xataka | El coche eléctrico de Xiaomi pone rumbo a Europa: en 2027 se producirá el lanzamiento globalImagen destacada | Xataka

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