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Europa veía la guerra de Ucrania desde la comodidad de casa. Hasta que la guerra se ha trasladado a sus aeropuertos

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Europa veía la guerra de Ucrania desde la comodidad de casa. Hasta que la guerra se ha trasladado a sus aeropuertos

La guerra en Ucrania ha devorado recursos humanos y materiales de Rusia a un ritmo devastador: más de 250.000 soldados muertos y cerca de un millón de bajas totales, un coste superior a todas sus guerras desde 1945. Este hecho ha condicionado a Moscú, pero también ha potenciado una guerra que ha convertido el espacio aéreo del resto de Europa en un caos: la guerra híbrida.

La sangría y el viraje. Contaba Forbes esta semana que, pese a ese sacrificio humano, Moscú apenas ha ampliado un 12% el territorio bajo su control, al precio de perder diez hombres por cada milla cuadrada conquistada. Así, incapaz de sostener la guerra convencional, el Kremlin ha sustituido la cantidad de tropas por el despliegue de drones, capaces de lanzar en una sola noche más de mil proyectiles y responsables de hasta el 70% de las bajas ucranianas. 

La apuesta es tan clara que se prevé formar más operadores de drones que soldados de infantería de aquí a 2030. Con esta transición, Moscú ha convertido el enjambre de aeronaves no tripuladas en la herramienta central de una estrategia híbrida que no solo apunta a Ucrania, sino ahora también a toda Europa.

La aviación civil, el primer frente. Los aeropuertos europeos han sido los primeros en sentir los efectos de esta guerra en la sombra. Incursiones de drones forzaron el cierre temporal de aeropuertos en Copenhague y Oslo, mientras un ataque de ransomware paralizaba sistemas de facturación en Londres-Heathrow, Berlín y Bruselas. Lo que antes eran incidentes aislados se ha convertido en una serie coordinada de interrupciones que muestran hasta qué punto la aviación civil, altamente interconectada, es vulnerable a un sabotaje híbrido que combina aparatos de bajo coste con ciberataques. 

Los expertos señalan que estos episodios buscan medir la capacidad de reacción europea, y advierten que el coste de modernizar sistemas antidrones (radares, inhibidores, láseres) es tan alto que muchos aeropuertos no están preparados para asumirlo de inmediato. El resultado: cientos de vuelos retrasados o cancelados y una exposición inédita de las debilidades de un sector esencial.

Dinamarca como epicentro. En apenas una semana, Dinamarca se ha visto sometida a una sucesión de incursiones con drones sobre aeropuertos clave como Aalborg o Billund y sobre bases militares donde operan sus cazas F-16 y F-35. El ministro de Defensa, Troels Lund Poulsen, calificó estas operaciones como un ataque híbrido ejecutado por un “actor profesional” y reconoció que podrían llevar a activar el artículo 4 de la OTAN por primera vez en la historia del país. 

La primera ministra, Mette Frederiksen, llegó a describir el cierre de Copenhague como el ataque más grave sufrido por la infraestructura crítica danesa. El gobierno estudia incluso cambios legales para autorizar a operadores civiles de instalaciones estratégicas a derribar drones en caso de amenaza. En paralelo, la presión política ha llevado a la convocatoria de reuniones conjuntas en la UE para discutir la creación de una “muralla de drones” en las fronteras orientales del continente.

Europa y un reto. Los incidentes en Polonia, Rumanía, Estonia y Dinamarca han destapado un problema mayor: la incapacidad de Europa para enfrentar amenazas baratas y masivas como los drones. Los sistemas diseñados para interceptar cazas o misiles balísticos se revelan ineficaces frente a enjambres de pequeños aparatos de bajo coste, que pasan inadvertidos a los radares o saturan las defensas. 

La magnitud de la intrusión en Polonia y las violaciones de espacio aéreo en Estonia han demostrado que la brecha es real. Generales estonios advierten que lo que necesitan no son sistemas carísimos y escasos, sino defensas escalables, baratas y producidas en masa: sensores, herramientas de guerra electrónica, interceptores pequeños y misiles de corto alcance. La propuesta de una “muralla de drones” que cubra las fronteras con Rusia, Bielorrusia y Ucrania refleja la urgencia, pero también la complejidad de protegerse frente a una amenaza en constante evolución.

El conflicto en casa. Lo cierto es que, durante mucho tiempo, Europa contempló la invasión de Ucrania desde la distancia, con la sensación de que la guerra se libraba en un escenario ajeno. Hoy esa percepción se ha desvanecido, al menos en parte: la guerra híbrida ya ha cerrado aeropuertos en Dinamarca, paralizado sistemas en Berlín, Bruselas y Londres, y puesto en riesgo la seguridad de vuelos comerciales. 

Así, el frente se ha trasladado a las pistas, a los sistemas de navegación y a las redes digitales que sostienen la vida cotidiana de millones de europeos. Si se quiere también, Rusia ha logrado que la guerra deje de ser un eco lejano para convertirse en una realidad tangible en los cielos y en la infraestructura del continente, obligando a la OTAN y a la UE a replantearse su defensa en un terreno nuevo y de lo más desconcertante.

Imagen | State Border Guard Service of Ukraine, monitorwar

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Miguel Jorge

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​La guerra en Ucrania ha devorado recursos humanos y materiales de Rusia a un ritmo devastador: más de 250.000 soldados muertos y cerca de un millón de bajas totales, un coste superior a todas sus guerras desde 1945. Este hecho ha condicionado a Moscú, pero también ha potenciado una guerra que ha convertido el espacio aéreo del resto de Europa en un caos: la guerra híbrida.La sangría y el viraje. Contaba Forbes esta semana que, pese a ese sacrificio humano, Moscú apenas ha ampliado un 12% el territorio bajo su control, al precio de perder diez hombres por cada milla cuadrada conquistada. Así, incapaz de sostener la guerra convencional, el Kremlin ha sustituido la cantidad de tropas por el despliegue de drones, capaces de lanzar en una sola noche más de mil proyectiles y responsables de hasta el 70% de las bajas ucranianas. La apuesta es tan clara que se prevé formar más operadores de drones que soldados de infantería de aquí a 2030. Con esta transición, Moscú ha convertido el enjambre de aeronaves no tripuladas en la herramienta central de una estrategia híbrida que no solo apunta a Ucrania, sino ahora también a toda Europa.

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La aviación civil, el primer frente. Los aeropuertos europeos han sido los primeros en sentir los efectos de esta guerra en la sombra. Incursiones de drones forzaron el cierre temporal de aeropuertos en Copenhague y Oslo, mientras un ataque de ransomware paralizaba sistemas de facturación en Londres-Heathrow, Berlín y Bruselas. Lo que antes eran incidentes aislados se ha convertido en una serie coordinada de interrupciones que muestran hasta qué punto la aviación civil, altamente interconectada, es vulnerable a un sabotaje híbrido que combina aparatos de bajo coste con ciberataques. Los expertos señalan que estos episodios buscan medir la capacidad de reacción europea, y advierten que el coste de modernizar sistemas antidrones (radares, inhibidores, láseres) es tan alto que muchos aeropuertos no están preparados para asumirlo de inmediato. El resultado: cientos de vuelos retrasados o cancelados y una exposición inédita de las debilidades de un sector esencial.Dinamarca como epicentro. En apenas una semana, Dinamarca se ha visto sometida a una sucesión de incursiones con drones sobre aeropuertos clave como Aalborg o Billund y sobre bases militares donde operan sus cazas F-16 y F-35. El ministro de Defensa, Troels Lund Poulsen, calificó estas operaciones como un ataque híbrido ejecutado por un “actor profesional” y reconoció que podrían llevar a activar el artículo 4 de la OTAN por primera vez en la historia del país. La primera ministra, Mette Frederiksen, llegó a describir el cierre de Copenhague como el ataque más grave sufrido por la infraestructura crítica danesa. El gobierno estudia incluso cambios legales para autorizar a operadores civiles de instalaciones estratégicas a derribar drones en caso de amenaza. En paralelo, la presión política ha llevado a la convocatoria de reuniones conjuntas en la UE para discutir la creación de una “muralla de drones” en las fronteras orientales del continente.

Europa y un reto. Los incidentes en Polonia, Rumanía, Estonia y Dinamarca han destapado un problema mayor: la incapacidad de Europa para enfrentar amenazas baratas y masivas como los drones. Los sistemas diseñados para interceptar cazas o misiles balísticos se revelan ineficaces frente a enjambres de pequeños aparatos de bajo coste, que pasan inadvertidos a los radares o saturan las defensas. La magnitud de la intrusión en Polonia y las violaciones de espacio aéreo en Estonia han demostrado que la brecha es real. Generales estonios advierten que lo que necesitan no son sistemas carísimos y escasos, sino defensas escalables, baratas y producidas en masa: sensores, herramientas de guerra electrónica, interceptores pequeños y misiles de corto alcance. La propuesta de una “muralla de drones” que cubra las fronteras con Rusia, Bielorrusia y Ucrania refleja la urgencia, pero también la complejidad de protegerse frente a una amenaza en constante evolución.

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