Ciencia y Tecnología
Parecía difícil que las islas Galápagos estuvieran más amenazadas. Y entonces llegó una bomba de relojería: Airbnb

Este verano, y mientras España le declaraba la guerra al sector, el alquiler vacacional alcanzaba cotas que hasta hace poco habrían parecido más propias de una distopía. De hecho, las plataformas comenzaban a hacer negocio al alquiler de piscinas por horas. Mientras, en lugares como Nueva York, quienes cerraron el grifo a Airbnb en 2023, habían descubierto que dos años después solo están contentos los hoteles.
Con este escenario, las islas Galápagos se han encontrado el problema en casa.
La llegada de Airbnb. Lo contaba el fin de semana el New York Times. En las islas Galápagos, uno de los entornos naturales más delicados del planeta, el auge de Airbnb tras la pandemia ha transformado el panorama turístico. Alicia Ayala, conocida como “la reina de Airbnb”, simboliza este giro: alquila apartamentos a precios accesibles que atraen a mochileros y familias de clase media, en contraste con el turismo elitista que dominó durante décadas.
¿Cifras? Hoy hay más de 1.300 alojamientos de este tipo frente a unos 300 hoteles regulados, lo que ha generado una explosión de visitantes de bajo presupuesto que gastan menos y, según los críticos, contribuyen al deterioro ambiental y a la banalización de un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad.
Impacto y tensiones. Las críticas se centran en la incapacidad de los alquileres cortos para cumplir con las estrictas normas ambientales que sí rigen para los hoteles, obligados a pagar permisos, aportar fondos para conservación y gestionar residuos en un territorio sin agua potable ni energía sostenible.
La proliferación de visitantes desinformados multiplica comportamientos dañinos: basura en playas, acoso a fauna protegida o consumo de especies amenazadas. De hecho, los investigadores advierten de que el turismo descontrolado amenaza con convertir a las islas en una “Venecia de la naturaleza”, donde la economía inmediata prima sobre la preservación de ecosistemas únicos.
Turismo masivo y economía local. El archipiélago pasó de recibir 6.000 visitantes anuales en los años setenta a una previsión de 300.000 en 2025, impulsado por vuelos comerciales, redes sociales y la aparición de excursiones baratas en sustitución de los tradicionales cruceros de lujo.
Lo que está pasando es un escenario que se repite en todo el planeta. Esta masificación ha dejado a hoteles familiares con habitaciones vacías, mientras compiten contra Airbnbs que operan con menores costes y escasa supervisión. Al mismo tiempo, el sector turístico sostiene al 80% de los 30.000 habitantes, por lo que el dilema entre ingresos inmediatos y sostenibilidad se vuelve más agudo en un entorno aislado que depende de importaciones costosas y servicios limitados.
La batalla legal (y política). Aunque la Constitución ecuatoriana y la legislación especial de las Galápagos reconocen los derechos de la naturaleza y limitan el desarrollo hotelero, la ausencia de regulación específica para Airbnb genera un vacío que los anfitriones han aprovechado.
El Ministerio de Turismo ha declarado ilegales muchos de estos alojamientos y ha ordenado cierres, pero carece de mecanismos efectivos de control, mientras que plataformas como Airbnb aseguran cumplir la normativa vigente y piden reglas claras. La UNESCO ha instado a Ecuador a frenar el crecimiento y regular el turismo digital, aunque los intentos de los hoteleros de lograr cambios han quedado sin respuesta oficial.
Amenazas y futuro incierto. A las tensiones por el turismo se suman problemas de pesca ilegal, narcotráfico y, más recientemente, la fusión del Ministerio de Ambiente con el de Energía y Minas, interpretada por expertos como un giro hacia la explotación de recursos por encima de la conservación.
En este contexto, la disputa entre hoteles regulados y anfitriones de Airbnb refleja un conflicto más profundo: hasta qué punto Ecuador está dispuesto a sacrificar la integridad ecológica de las Galápagos para sostener su economía. Entre la presión del crecimiento turístico, la falta de regulación efectiva y las señales políticas que priorizan la extracción sobre la preservación, el futuro del archipiélago como santuario natural queda, más que nunca, en entredicho.
Imagen | Diego Delso
En Xataka | Airbnb acaba de eliminar 65.000 pisos turísticos. El problema es que Consumo ha encontrado otros 55.000
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La noticia
Parecía difícil que las islas Galápagos estuvieran más amenazadas. Y entonces llegó una bomba de relojería: Airbnb
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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Este verano, y mientras España le declaraba la guerra al sector, el alquiler vacacional alcanzaba cotas que hasta hace poco habrían parecido más propias de una distopía. De hecho, las plataformas comenzaban a hacer negocio al alquiler de piscinas por horas. Mientras, en lugares como Nueva York, quienes cerraron el grifo a Airbnb en 2023, habían descubierto que dos años después solo están contentos los hoteles. Con este escenario, las islas Galápagos se han encontrado el problema en casa.La llegada de Airbnb. Lo contaba el fin de semana el New York Times. En las islas Galápagos, uno de los entornos naturales más delicados del planeta, el auge de Airbnb tras la pandemia ha transformado el panorama turístico. Alicia Ayala, conocida como “la reina de Airbnb”, simboliza este giro: alquila apartamentos a precios accesibles que atraen a mochileros y familias de clase media, en contraste con el turismo elitista que dominó durante décadas. ¿Cifras? Hoy hay más de 1.300 alojamientos de este tipo frente a unos 300 hoteles regulados, lo que ha generado una explosión de visitantes de bajo presupuesto que gastan menos y, según los críticos, contribuyen al deterioro ambiental y a la banalización de un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad.
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Parecía difícil que las islas Galápagos estuvieran más amenazadas. Y entonces llegó una bomba de relojería: Airbnb
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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