Ciencia y Tecnología
Si la pregunta es por qué Nueva York no ha podido con las ratas, tenemos una pista: han desarrollado su propio lenguaje

Nueva York y las ratas es una historia larga. También asquerosa. Pero sobre todo es una lucha sin cuartel por tratar de acabar con una plaga que no para de reproducirse desde dios sabe cuándo. El año pasado la foto fue, si cabe, un poquito más tremenda: ya no eran ratas, eran superratas y un aviso para el resto de grandes urbes. En 2025 se llegó a una línea roja: estaban creciendo a un 300% y nadie tenía ni la menor idea de cómo evitarlo.
Ahora tenemos una pista: resulta que tienen su propio idioma.
Un emblema inesperado. Desde sus orígenes como Nueva Ámsterdam en el siglo XVII, Nueva York ha acumulado símbolos icónicos que la identifican en el imaginario colectivo: las camisetas “I ❤ NY”, la pizza, Broadway. Pero también ha convivido con un acompañante mucho menos glamuroso y persistentemente asociado a su identidad: las malditas ratas.
Se calcula que hoy rondan los tres millones, una cifra equivalente a un tercio de la población humana de la ciudad, y que forman parte inseparable del ecosistema urbano. Ese carácter ubicuo las convierte en objeto de estudio privilegiado para comprender cómo la vida animal se adapta a la urbe y cómo los límites entre lo humano y lo salvaje se desdibujan en las grandes concentraciones urbanas.
Un estudio innovador. Así, un equipo de científicos de Nueva York y Alemania se propuso analizar el comportamiento del Rattus norvegicus neoyorquino empleando tecnologías de vanguardia. A saber: inteligencia artificial para identificar patrones de movimiento, cámaras térmicas para seguir desplazamientos y grabaciones ultrasónicas para captar sus vocalizaciones. El objetivo era comprobar hasta qué punto estas ratas urbanas diferían de los perfiles descritos en estudios generales sobre la especie.
Los resultados, publicados en la plataforma bioRxiv, han mostrado que las ratas modulan su “lenguaje” de forma dinámica, ajustando sus chillidos ultrasónicos a la intensidad del ruido ambiental que las rodea. En la superficie, en parques y aceras, se comunicaban con menor potencia, mientras que en el bullicio del metro la intensidad de sus vocalizaciones se disparaba para hacerse oír entre el estruendo de trenes y multitudes.
Un lenguaje adaptado. Gracias a redes neuronales profundas que permitieron analizar espectrogramas y medir diferencias acústicas, los investigadores comprobaron que las vocalizaciones de las ratas neoyorquinas eran de menor duración y quedaban fuera de los rangos de frecuencia típicamente descritos para la especie en otros contextos. Se trataba, en suma, de un lenguaje propio, nacido de la necesidad de hacerse escuchar en una metrópolis ensordecedora.
Una de las investigadoras, Emily Mackevicius, relató un ejemplo revelador: en pleno paso de una ambulancia, los chillidos ultrasónicos de los roedores aparecían en el espectrograma por encima de la sirena, gritos inaudibles para el oído humano pero eficaces en su universo. Las ratas, dicho de otra forma, habían aprendido a elevar su voz sobre el ruido mismo de la ciudad.
Alucinante (o acongojante).
Dinámicas sociales. Plus: las observaciones de vídeo aportaron también claves sobre la vida social de los roedores. Los ejemplares jóvenes, aún en aprendizaje de las estrategias de forrajeo, se desplazaban en grupo, en contraste con los adultos, más solitarios.
Esta diferencia sugiere una estructura social flexible adaptada a la experiencia y a la necesidad de protección. Los investigadores subrayan que, más allá de la caricatura habitual del roedor neoyorquino como plaga, su comportamiento revela complejas dinámicas cognitivas y sociales que merecen ser entendidas en su propio contexto ecológico.
La biología de las ciudades. El estudio de las ratas de Nueva York apunta a un desafío más amplio: comprender la biología de los entornos urbanos como un campo de investigación imprescindible para el futuro. Si para 2050 casi siete de cada diez personas vivirán en ciudades, la interacción con especies adaptadas a esos hábitats será, si cabe, cada vez más intensa. Los animales que sobreviven y prosperan en la ciudad, desde las ratas hasta las palomas, los zorros o los mapaches, no son meros acompañantes incómodos, sino actores de un ecosistema compartido.
El hallazgo de que los roedores neoyorquinos han desarrollado un lenguaje propio, ajustado al ruido de la metrópoli, no solo ilumina su capacidad de adaptación, sino que plantea un espejo de lo más inquietante: la ciudad misma moldea las voces y comportamientos de quienes la habitan, humanos y animales por igual, en un experimento biológico continuo que define el presente y anticipa el porvenir de la vida urbana.
Imagen | G. Scott Segler, caruba
En Xataka | Nueva York vive una plaga de superratas. Es un aviso para el resto de las grandes ciudades
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La noticia
Si la pregunta es por qué Nueva York no ha podido con las ratas, tenemos una pista: han desarrollado su propio lenguaje
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.
Nueva York y las ratas es una historia larga. También asquerosa. Pero sobre todo es una lucha sin cuartel por tratar de acabar con una plaga que no para de reproducirse desde dios sabe cuándo. El año pasado la foto fue, si cabe, un poquito más tremenda: ya no eran ratas, eran superratas y un aviso para el resto de grandes urbes. En 2025 se llegó a una línea roja: estaban creciendo a un 300% y nadie tenía ni la menor idea de cómo evitarlo.Ahora tenemos una pista: resulta que tienen su propio idioma.
En Xataka
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Un estudio innovador. Así, un equipo de científicos de Nueva York y Alemania se propuso analizar el comportamiento del Rattus norvegicus neoyorquino empleando tecnologías de vanguardia. A saber: inteligencia artificial para identificar patrones de movimiento, cámaras térmicas para seguir desplazamientos y grabaciones ultrasónicas para captar sus vocalizaciones. El objetivo era comprobar hasta qué punto estas ratas urbanas diferían de los perfiles descritos en estudios generales sobre la especie. Los resultados, publicados en la plataforma bioRxiv, han mostrado que las ratas modulan su “lenguaje” de forma dinámica, ajustando sus chillidos ultrasónicos a la intensidad del ruido ambiental que las rodea. En la superficie, en parques y aceras, se comunicaban con menor potencia, mientras que en el bullicio del metro la intensidad de sus vocalizaciones se disparaba para hacerse oír entre el estruendo de trenes y multitudes.
Un lenguaje adaptado. Gracias a redes neuronales profundas que permitieron analizar espectrogramas y medir diferencias acústicas, los investigadores comprobaron que las vocalizaciones de las ratas neoyorquinas eran de menor duración y quedaban fuera de los rangos de frecuencia típicamente descritos para la especie en otros contextos. Se trataba, en suma, de un lenguaje propio, nacido de la necesidad de hacerse escuchar en una metrópolis ensordecedora. Una de las investigadoras, Emily Mackevicius, relató un ejemplo revelador: en pleno paso de una ambulancia, los chillidos ultrasónicos de los roedores aparecían en el espectrograma por encima de la sirena, gritos inaudibles para el oído humano pero eficaces en su universo. Las ratas, dicho de otra forma, habían aprendido a elevar su voz sobre el ruido mismo de la ciudad. Alucinante (o acongojante).
Dinámicas sociales. Plus: las observaciones de vídeo aportaron también claves sobre la vida social de los roedores. Los ejemplares jóvenes, aún en aprendizaje de las estrategias de forrajeo, se desplazaban en grupo, en contraste con los adultos, más solitarios. Esta diferencia sugiere una estructura social flexible adaptada a la experiencia y a la necesidad de protección. Los investigadores subrayan que, más allá de la caricatura habitual del roedor neoyorquino como plaga, su comportamiento revela complejas dinámicas cognitivas y sociales que merecen ser entendidas en su propio contexto ecológico.
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– La noticia
Si la pregunta es por qué Nueva York no ha podido con las ratas, tenemos una pista: han desarrollado su propio lenguaje
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Xataka
por
Miguel Jorge
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