Clayton Kershaw anunció en conferencia de prensa que tras 18 temporadas con los Dodgers, colgará los spikes al término de este año.
El veterano zurdo, con voz entrecortada, anunció: “hasta aquí llego, me voy a retirar“.
Pocas pero contundentes palabras que llegan cargadas de emociones por el cierre de un ciclo brillante para el lanzador de los Dodgers.
La decisión de Kershaw generó un sinfín de reacciones. David Price, quien fue su compañero en Los Ángeles, no dudó en señalar: “Kersh fue el mejor pitcher de nuestra generación “. Una frase que resume el sentir de quienes lo enfrentaron o compartieron vestuario.
El relevista Adam Ottavino, que se midió a él durante años con los Rockies, agregó: “Siempre me sorprendía cómo nunca parecía estar detrás en la cuenta contra nosotros“.
Por su parte, Rich Hill destacó su calidad humana: “Lo primero que notas es qué gran individuo es y lo sencillo que resulta tratar con él“.
Para otros jugadores, como Tommy Pham, la clave fue la forma en que evolucionó: “Prime Kershaw tenía poder y comando. Después, aunque perdió velocidad, mantuvo la tenacidad. Es el competidor definitivo“.
La combinación de recta, slider y curva, con esa mecánica tan particular que confundía a los bateadores, convirtió a Kershaw en un lanzador único. Ottavino lo resumió bien: “Muy pocas veces sus aperturas parecían fuera de control. Siempre parecía dueño de la situación“.
Desde 2008, Kershaw fue sinónimo de consistencia. En una época donde el béisbol cambió constantemente, él se mantuvo como un referente absoluto desde el montículo.
Su legado incluye tres premios Cy Young, un MVP, 11 selecciones al Juego de Estrellas, un Guante de Oro, múltiples títulos de efectividad y un rol fundamental en dos Series Mundiales ganadas.
Más allá de los números, más de 3,000 ponches, 157 ERA+ y ninguna temporada perdedora en 18 años, Kershaw deja un impacto imborrable. Su disciplina, liderazgo y entrega lo convierten en un referente no solo para los Dodgers, sino para todo el béisbol.
Kershaw dice adiós pero siempre sera recordado como el mejor pitcher de su generación y una de las caras más emblemáticas de los Dodgers.