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Un fenómeno inédito se está apoderando de Tokio: se llama Run-ri, vienen de China y están transformando la capital de Japón

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Un fenómeno inédito se está apoderando de Tokio: se llama Run-ri, vienen de China y están transformando la capital de Japón

El pasado mes de febrero se revelaron varios gráficos que constataban dos cosas. Que Japón está viviendo un boom de llegadas “extranjeras” como no se recuerda, y que ese volumen de viajeros se ha disparado resaltando una bandera por encima de otras: China. Luego se conoció que las escuelas de arte niponas se habían convertido en “pasaporte” para jóvenes chinos, y que comenzaban a darse barrios con más chinos que japoneses

Ahora ha desembarcado el Run-ri.

El nacimiento de un fenómeno. Lo explicaba hace unos días el Financial Times. La llegada masiva de la clase media china a Tokio ha dado lugar a un fenómeno inesperado y profundo. Lo que comenzó como decisiones individuales, motivadas por la búsqueda de estabilidad, libertad personal y una vida más segura para sus hijos, se ha transformado en una oleada migratoria bautizada como Run-ri, término que combina la idea de prosperidad y huida con la palabra Japón. 

A diferencia de oleadas migratorias anteriores desde China, estas familias llegan con activos considerables, una marcada obsesión por la educación y la firme convicción de que Tokio ofrece un entorno más justo, racional y equilibrado que la China contemporánea. La pandemia de 2020 y el confinamiento de Shanghái en 2022 actuaron como punto de inflexión psicológico: muchos descubrieron que el Estado podía ignorar a la clase media, y decidieron escapar hacia un país percibido como estable, seguro y sin nacionalismos extremos.

Tokio como refugio. Japón, a pesar de su estancamiento económico de décadas, ofrece paz social, servicios médicos fiables, calles seguras y un sistema educativo abierto en un contexto de natalidad en desplome. Eso ha facilitado la integración de miles de niños chinos en colegios públicos de Tokio, aunque también ha creado un ambiente de feroz competencia académica entre los recién llegados. 

El epicentro de esta transformación es Bunkyo, distrito que se ha convertido en polo educativo y residencial de esta nueva diáspora. Sin embargo, esa concentración también genera tensiones. Contaba el Times casos de algunos inmigrantes, como Cao, una ejecutiva que buscaba mudarse de nuevo para escapar de las mismas rivalidades y dinámicas comunitarias de las que huían en China.

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Impacto económico y efectos. El flujo de capital chino ha provocado un alza notable en los precios inmobiliarios de Tokio, especialmente en barrios exclusivos como Azabu, Aoyama o la bahía de Toyosu. Inmuebles en torres de lujo se venden hasta en un 20% a compradores con nombres chinos, y la Toyota Alphard se ha convertido en símbolo aspiracional de estatus entre los recién llegados. 

Para algunos, Tokio es inversión y segunda residencia, para otros, un retiro definitivo. A la par, un entramado de bancos clandestinos facilita la salida de capitales desde China hacia Japón, con mochilas repletas de yenes cambiados discretamente en oficinas improvisadas. Este circuito de dinero, en el que incluso participan familias de altos funcionarios chinos, subraya la magnitud y la complejidad del fenómeno.

La dimensión cultural. Plus: el Run-ri no se limita a lo económico. Junto a empresarios y profesionales de alto nivel, un número creciente de intelectuales y disidentes se instala en Tokio. Librerías como Nowhere Party o One Way Street se han convertido en espacios de libertad donde circulan libros prohibidos en China y se organizan debates críticos con Pekín. 

Algunos, como el disidente Jia Jia, encuentran en la capital japonesa un refugio para vivir sin miedo, aunque también sienten el peso de haber abandonado la lucha política en su país. La convergencia de riqueza y capital intelectual chino en Tokio está configurando una comunidad única que mezcla ambiciones económicas con pulsiones culturales y políticas, hasta el punto de que analistas advierten de que Pekín podría aumentar su vigilancia sobre estas redes.

Japón, entre oportunidad y recelo. Para un país envejecido y en declive demográfico, la llegada de estos inmigrantes podría convertirse en un revulsivo, aportando energía emprendedora y nuevas redes de innovación. Algunos economistas hablan incluso del nacimiento de Japón como una “superpotencia migratoria”, capaz de integrar talento extranjero sin haber abierto formalmente sus puertas. 

Por supuesto, no todo es optimismo: partidos nacionalistas ya han advertido del riesgo de una burbuja inmobiliaria causada por compradores chinos, y sectores de la población japonesa perciben como humillante que ciudadanos más ricos del país vecino desafíen el estatus histórico de Japón como la nación más próspera de Asia.

Futuro incierto. En resumen, el fenómeno Run-ri, aunque incipiente, su magnitud crece a un ritmo vertiginoso: se estima que en 2025 los chinos en Japón alcanzarán el millón. Si la nación logra gestionar este flujo sin que se transforme en un choque cultural y económico, Tokio podría consolidarse como el mayor laboratorio de integración de la nueva élite china en el extranjero. 

Por el contrario, si no lo hace, el auge de tensiones sociales y políticas podría empañar lo que para miles de familias se ha convertido en el “bolthole del Sol Naciente”: un refugio para rehacer sus vidas lejos de un Pekín que ya no sienten como hogar.

Imagen | Pexels, shankar s.

En Xataka | Un fenómeno que ya ocurrió en Nueva York se está extendiendo por todo Japón: barrios con más chinos que japoneses

En Xataka | Los chinos están viajando en masa a Japón y no solo por turismo. Muchos de ellos llegan para no regresar


La noticia

Un fenómeno inédito se está apoderando de Tokio: se llama Run-ri, vienen de China y están transformando la capital de Japón

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Miguel Jorge

.

​El pasado mes de febrero se revelaron varios gráficos que constataban dos cosas. Que Japón está viviendo un boom de llegadas “extranjeras” como no se recuerda, y que ese volumen de viajeros se ha disparado resaltando una bandera por encima de otras: China. Luego se conoció que las escuelas de arte niponas se habían convertido en “pasaporte” para jóvenes chinos, y que comenzaban a darse barrios con más chinos que japoneses. Ahora ha desembarcado el Run-ri.El nacimiento de un fenómeno. Lo explicaba hace unos días el Financial Times. La llegada masiva de la clase media china a Tokio ha dado lugar a un fenómeno inesperado y profundo. Lo que comenzó como decisiones individuales, motivadas por la búsqueda de estabilidad, libertad personal y una vida más segura para sus hijos, se ha transformado en una oleada migratoria bautizada como Run-ri, término que combina la idea de prosperidad y huida con la palabra Japón. A diferencia de oleadas migratorias anteriores desde China, estas familias llegan con activos considerables, una marcada obsesión por la educación y la firme convicción de que Tokio ofrece un entorno más justo, racional y equilibrado que la China contemporánea. La pandemia de 2020 y el confinamiento de Shanghái en 2022 actuaron como punto de inflexión psicológico: muchos descubrieron que el Estado podía ignorar a la clase media, y decidieron escapar hacia un país percibido como estable, seguro y sin nacionalismos extremos.

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Tokio como refugio. Japón, a pesar de su estancamiento económico de décadas, ofrece paz social, servicios médicos fiables, calles seguras y un sistema educativo abierto en un contexto de natalidad en desplome. Eso ha facilitado la integración de miles de niños chinos en colegios públicos de Tokio, aunque también ha creado un ambiente de feroz competencia académica entre los recién llegados. El epicentro de esta transformación es Bunkyo, distrito que se ha convertido en polo educativo y residencial de esta nueva diáspora. Sin embargo, esa concentración también genera tensiones. Contaba el Times casos de algunos inmigrantes, como Cao, una ejecutiva que buscaba mudarse de nuevo para escapar de las mismas rivalidades y dinámicas comunitarias de las que huían en China.

Impacto económico y efectos. El flujo de capital chino ha provocado un alza notable en los precios inmobiliarios de Tokio, especialmente en barrios exclusivos como Azabu, Aoyama o la bahía de Toyosu. Inmuebles en torres de lujo se venden hasta en un 20% a compradores con nombres chinos, y la Toyota Alphard se ha convertido en símbolo aspiracional de estatus entre los recién llegados. Para algunos, Tokio es inversión y segunda residencia, para otros, un retiro definitivo. A la par, un entramado de bancos clandestinos facilita la salida de capitales desde China hacia Japón, con mochilas repletas de yenes cambiados discretamente en oficinas improvisadas. Este circuito de dinero, en el que incluso participan familias de altos funcionarios chinos, subraya la magnitud y la complejidad del fenómeno.La dimensión cultural. Plus: el Run-ri no se limita a lo económico. Junto a empresarios y profesionales de alto nivel, un número creciente de intelectuales y disidentes se instala en Tokio. Librerías como Nowhere Party o One Way Street se han convertido en espacios de libertad donde circulan libros prohibidos en China y se organizan debates críticos con Pekín. Algunos, como el disidente Jia Jia, encuentran en la capital japonesa un refugio para vivir sin miedo, aunque también sienten el peso de haber abandonado la lucha política en su país. La convergencia de riqueza y capital intelectual chino en Tokio está configurando una comunidad única que mezcla ambiciones económicas con pulsiones culturales y políticas, hasta el punto de que analistas advierten de que Pekín podría aumentar su vigilancia sobre estas redes.

Japón, entre oportunidad y recelo. Para un país envejecido y en declive demográfico, la llegada de estos inmigrantes podría convertirse en un revulsivo, aportando energía emprendedora y nuevas redes de innovación. Algunos economistas hablan incluso del nacimiento de Japón como una “superpotencia migratoria”, capaz de integrar talento extranjero sin haber abierto formalmente sus puertas. Por supuesto, no todo es optimismo: partidos nacionalistas ya han advertido del riesgo de una burbuja inmobiliaria causada por compradores chinos, y sectores de la población japonesa perciben como humillante que ciudadanos más ricos del país vecino desafíen el estatus histórico de Japón como la nación más próspera de Asia.

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Miguel Jorge

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