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Salud y Bienestar

Entre la fe y la ciencia; la historia de María Isabel Altagracia que venció el pie diabético

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EL NUEVO DIARIO, SANTO DOMINGO. –A sus 74 años, doña María Isabel Altagracia de la Cruz lleva en su historia las marcas de la fe y la resistencia. Desde hace más de dos décadas enfrenta el pie diabético, una enfermedad que en silencio amenaza la vida y la dignidad de miles de dominicanos.

“Yo le pedía tanto a Dios y a la Virgen de la Altagracia que no me dejara ponerme triste, y que solo me sanara mi pie… porque yo quería seguir caminando”, relata con la voz quebrada.

Su batalla comenzó con algo aparentemente sencillo: una herida en un dedo del pie derecho mientras trabajaba en el campo. Lo que parecía una lesión menor se convirtió en un calvario. Con el paso de los días, el dedo comenzó a gangrenarse, y fueron sus nietas quienes, al notar la gravedad, la llevaron de urgencia al Hospital Docente Dr. Francisco E. Moscoso Puello.

Los médicos no tuvieron más opción que amputarle tres dedos del pie derecho para salvarle la pierna y la vida. Sin embargo, doña María Isabel tuvo acceso a un tratamiento innovador: el medicamento cubano Heberprot-P, de alto costo, diseñado para tratar úlceras del pie diabético. Se lo aplicaron en 15 sesiones directamente en la herida, lo que aceleró la cicatrización y evitó una amputación mayor.

“Estoy muy agradecida, porque me sané rápido. Así como me ayudó a mí, también puede ayudar a otros que lo necesiten”, afirma con esperanza.

Hoy, tras sobrevivir a la enfermedad, se convierte en un ejemplo para otros pacientes. Su mensaje es claro: “Obedezcan a los médicos, lleven la dieta con disciplina y no pierdan la fe. Eso ayuda mucho”.

El caso de doña María Isabel refleja una realidad preocupante en República Dominicana. El pie diabético es una de las complicaciones más comunes entre los pacientes con diabetes y, lamentablemente, muchas personas llegan tarde a los hospitales, cuando la amputación ya es la única salida.

Más allá de las estadísticas, su historia invita a reflexionar sobre la urgencia de fortalecer la prevención, la educación en salud, el acceso a medicamentos y la solidaridad hacia quienes enfrentan esta dura condición.

El pie diabético no es solo una herida: es un desafío a la vida, a la movilidad y a la esperanza. Y como bien recuerda doña María Isabel, la fe y la disciplina pueden marcar la diferencia entre perderlo todo y volver a caminar.

 

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