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Creíamos que el verano más complicado del F-35 había terminado. Hasta que su software lo convirtió en kamikaze sobre el Ártico

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Creíamos que el verano más complicado del F-35 había terminado. Hasta que su software lo convirtió en kamikaze sobre el Ártico

A mediados de agosto parecía francamente difícil que le ocurriera algo más al flamante F-35 de Lockheed Martin. Tras el avión varado un mes en India, la marcha atrás de España a un pedido (a la que se han sumado otros países), y una segunda avería de un caza, esta vez en Japón, el cupo de fatalidades parecía completo. Hasta que ha aparecido un informe que pone en tela de juicio al avión y su sofisticado software.

Un accidente y sus causas. Ahora sabemos que el 28 de enero de 2025 un F-35A de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, asignado al 354º Ala de Combate en la base de Eielson (Alaska), se estrelló tras despegar en misión de entrenamiento como parte de un grupo de cuatro aeronaves.

El informe oficial de la Pacific Air Forces reveló que la causa principal fue la congelación de fluido hidráulico contaminado con agua en los amortiguadores del tren de aterrizaje, lo que impidió la extensión completa de los puntales y provocó que los sensores de peso sobre ruedas interpretaran erróneamente que el avión estaba en tierra mientras aún volaba.

Modo kamikaze. Esta falsa señal activó automáticamente el modo de control “on-ground” en pleno vuelo, volviendo incontrolable la aeronave. Por suerte, el piloto logró eyectarse y sobrevivió con heridas leves, pero el avión, valorado en 196,5 millones de dólares, se perdió por completo.

Emergencia en vuelo. El problema se manifestó de inmediato: el tren delantero quedó desalineado a 17 grados y no pudo retraerse. Tras consultas por radio con ingenieros de Lockheed Martin y un supervisor de vuelo, el piloto intentó durante casi una hora reactivar la rueda mediante dos maniobras de “touch-and-go”. Sin embargo, el hielo bloqueó también los trenes principales, y al segundo intento los sensores indicaron que la aeronave había aterrizado.

¿Qué ocurrió entonces? Que el sistema cambió automáticamente al modo de operación en tierra, reduciendo drásticamente la capacidad de control. El piloto, apodado en el informe “MP”, consiguió eyectarse justo antes de que el caza entrara en pérdida y cayera en picado. El aparato llegó a elevarse más de 1.000 metros tras la eyección, para después precipitarse verticalmente, en la secuencia grabada en un vídeo que se hizo viral.

Factores técnicos y de mantenimiento. La investigación detalló que el hielo en los puntales, sumado a la mala alineación del gancho de bloqueo del tren delantero, dañó componentes metálicos e impidió el correcto acoplamiento del sistema. Además, y muy importante, los sensores WoW (críticos en la lógica de control de vuelo del F-35, conocidos como CLAWs) mostraron vulnerabilidad en condiciones de frío extremo, algo que Lockheed Martin ya había advertido en boletines de mantenimiento anteriores. Dicho de otra forma, el hielo “engañó” al software.

El informe subraya que la contaminación por agua en los fluidos hidráulicos derivó de una gestión deficiente de materiales peligrosos y de incumplimientos en los protocolos de servicio. Estas negligencias, junto a la toma de decisiones durante la emergencia, fueron consideradas factores contribuyentes al accidente.

Implicaciones y lecciones. Qué duda cabe, el caso ha puesto de relieve la complejidad inherente a la alta automatización del F-35, donde un fallo en sensores puede desencadenar reacciones en cascada en el software de control. A pesar de que nueve días después otro F-35A pudo aterrizar con un problema similar en el tren sin consecuencias, la Junta de Investigación destacó que, con la información disponible, la opción más segura habría sido ordenar un aterrizaje inmediato o una eyección controlada en lugar de arriesgarse a un segundo intento de maniobra.

Aunque el informe no emitió recomendaciones formales de cambios de política, sí remarcó la necesidad de reforzar el cumplimiento de protocolos de mantenimiento, la supervisión del uso de fluidos y la preparación para operaciones en entornos árticos.

Repercusiones estratégicas. En definitiva, el accidente, sin víctimas mortales, resalta los desafíos de operar cazas de quinta generación en condiciones extremas como las de Alaska, donde temperaturas cercanas a los –17 ºC pueden agravar vulnerabilidades técnicas.

No solo eso. También ofrece una advertencia a futuros operadores en climas fríos, como Canadá y Finlandia, que deberán considerar la fiabilidad de los sensores y la resiliencia de los sistemas de control en entornos hostiles. Más allá de lo técnico, el suceso ilustra cómo la sofisticación del F-35, con su dependencia de algoritmos y automatización, puede volverse un factor de riesgo en emergencias imprevistas, obligando a repensar el equilibrio entre control humano y software en aeronaves militares de nueva generación.

Imagen | US Air National Guard/Tech. Sgt. Adam Keele

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fue publicada originalmente en

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Miguel Jorge

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​A mediados de agosto parecía francamente difícil que le ocurriera algo más al flamante F-35 de Lockheed Martin. Tras el avión varado un mes en India, la marcha atrás de España a un pedido (a la que se han sumado otros países), y una segunda avería de un caza, esta vez en Japón, el cupo de fatalidades parecía completo. Hasta que ha aparecido un informe que pone en tela de juicio al avión y su sofisticado software.

Un accidente y sus causas. Ahora sabemos que el 28 de enero de 2025 un F-35A de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, asignado al 354º Ala de Combate en la base de Eielson (Alaska), se estrelló tras despegar en misión de entrenamiento como parte de un grupo de cuatro aeronaves.

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Emergencia en vuelo. El problema se manifestó de inmediato: el tren delantero quedó desalineado a 17 grados y no pudo retraerse. Tras consultas por radio con ingenieros de Lockheed Martin y un supervisor de vuelo, el piloto intentó durante casi una hora reactivar la rueda mediante dos maniobras de “touch-and-go”. Sin embargo, el hielo bloqueó también los trenes principales, y al segundo intento los sensores indicaron que la aeronave había aterrizado.

¿Qué ocurrió entonces? Que el sistema cambió automáticamente al modo de operación en tierra, reduciendo drásticamente la capacidad de control. El piloto, apodado en el informe “MP”, consiguió eyectarse justo antes de que el caza entrara en pérdida y cayera en picado. El aparato llegó a elevarse más de 1.000 metros tras la eyección, para después precipitarse verticalmente, en la secuencia grabada en un vídeo que se hizo viral.

Factores técnicos y de mantenimiento. La investigación detalló que el hielo en los puntales, sumado a la mala alineación del gancho de bloqueo del tren delantero, dañó componentes metálicos e impidió el correcto acoplamiento del sistema. Además, y muy importante, los sensores WoW (críticos en la lógica de control de vuelo del F-35, conocidos como CLAWs) mostraron vulnerabilidad en condiciones de frío extremo, algo que Lockheed Martin ya había advertido en boletines de mantenimiento anteriores. Dicho de otra forma, el hielo “engañó” al software.

El informe subraya que la contaminación por agua en los fluidos hidráulicos derivó de una gestión deficiente de materiales peligrosos y de incumplimientos en los protocolos de servicio. Estas negligencias, junto a la toma de decisiones durante la emergencia, fueron consideradas factores contribuyentes al accidente.

Implicaciones y lecciones. Qué duda cabe, el caso ha puesto de relieve la complejidad inherente a la alta automatización del F-35, donde un fallo en sensores puede desencadenar reacciones en cascada en el software de control. A pesar de que nueve días después otro F-35A pudo aterrizar con un problema similar en el tren sin consecuencias, la Junta de Investigación destacó que, con la información disponible, la opción más segura habría sido ordenar un aterrizaje inmediato o una eyección controlada en lugar de arriesgarse a un segundo intento de maniobra.

Aunque el informe no emitió recomendaciones formales de cambios de política, sí remarcó la necesidad de reforzar el cumplimiento de protocolos de mantenimiento, la supervisión del uso de fluidos y la preparación para operaciones en entornos árticos.

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Miguel Jorge

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