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Tras la ola de incendios, España afronta un desafío mayor: decidir si quiere los bosques de antes o bosques del futuro

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Tras la ola de incendios, España afronta un desafío mayor: decidir si quiere los bosques de antes o bosques del futuro

España lleva semanas enfrentándose a una ola de incendios forestales histórica que ha elevado a más de 415.000 las hectáreas arrasadas desde inicios de año, pero por delante tiene un reto todavía más complicado: decidir qué hacer en cuanto se extinga el fuego. ¿Repoblar? ¿Dejar que la naturaleza siga su curso? Y si opta por restaurar los bosques, ¿cómo hacerlo, con qué especies y qué tener en cuenta?

Son preguntas nuevas que pueden resumirse en un dilema sencillo: ¿Queremos los ecosistemas que había antes de los incendios u otros adaptados al futuro?

Una cifra: 415.000 hectáreas. No está siendo un buen año para los montes de España. Sobre todo para los del noroeste. Las tablas de EFFIS, el sistema europeo de información sobre incendios, muestra que en lo que va de 2025 han ardido en España más de 415.000 ha, lo que supera de lejos la superficie calcinada en otros países, como Francia, Portugal o Italia. Las llamas han devorado viviendas, granjas y parajes como Las Médulas. También han dejado una pregunta: ¿Y ahora, qué?

“Buscar algo diferente”. La pregunta anterior puede parecer sencilla (recuperar el monte, ¿no?), pero abre la puerta a su vez a otras muchas cuestiones. ¿Cuál es la mejor forma de actuar en los bosques arrasados? ¿Es el mismo monte en el que tenemos hoy que el que había hace medio siglo o el que habrá dentro de otros 50 años? ¿Debe serlo? “Nos cuesta un poco aceptar que hay especies que ya no están adaptadas y no van a volver, como pueden ser los castaños”, reflexiona en El Mundo Ruth Domènech, experta en incendios de la Universidad de California.

“Las especies están adaptadas a unos rasgos climáticos que, si no tienen, no pueden resistir. Y eso es un cambio que viene con el cambio climático y debemos acepar”, abunda. En una línea muy similar, Víctor Resco, catedrático de Ingeniería Forestal por la Universidad de Lleida (UDL), insiste en que hay una cuestión aún más importante que cuándo los bosques recuperarán el estado que tenían antes de los incendios. “La pregunta de los tiempos es un poco trampa porque no tenemos que pensar en recuperar lo que teníamos, tenemos que buscar algo diferente”.

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Mucho más que fuego. Los incendios forestales afectan a los montes, pero no son el único elemento que entra en la ecuación. Hablar de reforestación implica también hacerlo de cambios en la meteorología o incluso de especies autóctonas o alóctonas, un tema del que se habla con frecuencia. “¿Pero qué es lo autóctono? ¿Lo que había cuando estaban los romanos? ¿Lo que vemos en televisión, esa imagen idílica de bosque centroeuropeo?”, señala Doménech en El Mundo.

“Demonizamos mucho ciertas especies, como el eucalipto o el pino carrasco, y cuando focalizamos el tema en la especie nos nublamos, no vemos el problema, que es de estructura, de cantidad de combustible”, razona la experta, partidaria de “dejar las especies que ya están adaptadas, que son las que van a crecer”. No es la única que insiste en la relevancia de esas cuestiones. En 2021 Resco advertía ya de que se estaban usando los pinos y eucaliptos como “chivos expiatorios”.

La gran clave: el clima. En un artículo publicado hace tres años The Conversation en el que advertía sobre los peligros de “la deforestación y la matorralización”, sobre todo ante la creciente amenaza de los megaincendios, el profesor de la UDL incidía en que antes de reforestar lo primero es plantearse qué quiere conseguirse. “Debemos aclarar qué tipo de bosque queremos restaurar: ¿el ecosistema de antes del incendio o uno adaptado al clima del futuro? Y, de elegir esto último, ¿a qué futuro? ¿Al del año 2050, 2100 o a otro aún más lejano?”

“La restauración forestal siempre ha mirado atrás, buscaba establecer el tipo de bosque más maduro posible, en base al suelo disponible y clima pasado. La propia palabra restaurar indica recuperar o volver a poner en el estado que antes tenía”, comenta. “Pero en un escenario de clima cambiante, la reencarnación melancólica de un pasado que no volverá carece de sentido. Tampoco lo tiene volver a crear los ecosistemas que nos han llevado a la situación actual. ¿Qué podemos hacer?

¿Y cuál es la respuesta? Esa es la pregunta del millón. Resco reconoce que hay ciertos casos, como las zonas castigadas por la erosión o corrimientos de tierras, en los que repoblación tras los incendios es “una necesidad urgente”; pero advierte: “Cuando no haya urgencia, conviene dar una oportunidad a la regeneración natural y esperar unos años”. Sobre las especies, su postura es clara.

“Se ha discutidosobre las repoblaciones deben ser con especies autóctonas o foráneos. Bajo un escenario de cambio climático este debate carece de sentido. Si plantamos las especies adaptadas al clima del pasado, corremos el riesgo de que mueran en pocas décadas. Por tanto, deberemos seleccionar las plantas adaptadas al clima por venir, que pueden ser especies que actualmente no crezcan en ese sitio, sino en otros más calurosos”, añade el experto, que desliza opciones como optar por especies de áreas más cálidas o la denominada “migración asistida”.

¿Y la regeneración natural? Incluso en esos casos, advierte el profesor, la recuperación del bosque se enfrentará al “dilema del clima futuro”. A modo de ejemplo recuerda lo ocurrido tras el trágico incendio que sacudió Guadalajara en 2005, un “huracán de fuego” que arrasó 13.000 hectáreas y dejó 11 muertos.

Los robles se recuperaron antes que los pinos gracias a su capacidad para rebrotar y de hecho estos últimos quedaron en una posición delicada ante nuevos incendios. El problema es que las proyecciones de futuro muestran que en solo unas décadas el calor y la sequía en la región llevará a los robles “más allá del límite”, con lo que el fuego acabará con los pinos y el calentamiento global lo hará con las robledas.

La diversidad medioambiental. Hay otro factor más que entra en juego: no todas las especies están igual de adaptadas a las llamas. De hecho, como recuerda la Fundación Pau Costa, en los bosques mediterráneos hay muchos organismos tan habituados al fuego que han acabado adaptándose a él. “Algunas especies incluso lo necesitan para sobrevivir”, recuerda el organismo antes de enumerar varias especies que se aprovechan de los incendios para reproducirse o alimentarse.

Un ejemplo claro es el Melanophila acuminata, más conocido como “escarabajo del fuego”, dotado de unos receptores que le permiten detectar llamas a kilómetros de distancia y que acude a los bosques calcinados para depositar huevos en zonas libres de depredadores precisamente por efecto de las llamas. La perdiz roja, el conejo europeo o el águila perdicera han descubierto que los incendios generan también condiciones ideales para alimentarse de brotes u otras criaturas.

Fauna… y flora. Esa clase de estrategias no es exclusiva de insectos, pequeños mamíferos y aves. También hay plantas que han adaptado su supervivencia a las llamas o han aprendido a sacarles partido. Buen ejemplo es el pino carrasco, cuyas semillas se acumulan en piñas que se abren con el calor. En su caso los incendios se traducen, precisa la fundación, en”una lluvia de semillas”. Otras especies, como el alcornoque, aliaga o la coscoja han optado por diferentes estrategias. La última por ejemplo (Quercus coccifera) es lo que se conoce como rebrotadora.

Eso no significa que esas especies resistan cualquier incendio forestal. Su adaptación se ajusta al “régimen de fuego” de su ecosistema, su patrón específico de fuegos, asociados a cierta época del año, frecuencia, intensidad y características. Si quieren perseverar esas plantas y animales necesitan determinadas condiciones, lo que significa que los incendios cada vez más voraces suponen un reto para ellos.

Imágenes | UME (X) y Ministerio de Defensa (X)

En Xataka | El culpable de los incendios en España se encuentra meses atrás: la falta de bomberos trabajando en invierno


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Tras la ola de incendios, España afronta un desafío mayor: decidir si quiere los bosques de antes o bosques del futuro

fue publicada originalmente en

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por
Carlos Prego

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​España lleva semanas enfrentándose a una ola de incendios forestales histórica que ha elevado a más de 415.000 las hectáreas arrasadas desde inicios de año, pero por delante tiene un reto todavía más complicado: decidir qué hacer en cuanto se extinga el fuego. ¿Repoblar? ¿Dejar que la naturaleza siga su curso? Y si opta por restaurar los bosques, ¿cómo hacerlo, con qué especies y qué tener en cuenta?

Son preguntas nuevas que pueden resumirse en un dilema sencillo: ¿Queremos los ecosistemas que había antes de los incendios u otros adaptados al futuro?

Una cifra: 415.000 hectáreas. No está siendo un buen año para los montes de España. Sobre todo para los del noroeste. Las tablas de EFFIS, el sistema europeo de información sobre incendios, muestra que en lo que va de 2025 han ardido en España más de 415.000 ha, lo que supera de lejos la superficie calcinada en otros países, como Francia, Portugal o Italia. Las llamas han devorado viviendas, granjas y parajes como Las Médulas. También han dejado una pregunta: ¿Y ahora, qué?

“Buscar algo diferente”. La pregunta anterior puede parecer sencilla (recuperar el monte, ¿no?), pero abre la puerta a su vez a otras muchas cuestiones. ¿Cuál es la mejor forma de actuar en los bosques arrasados? ¿Es el mismo monte en el que tenemos hoy que el que había hace medio siglo o el que habrá dentro de otros 50 años? ¿Debe serlo? “Nos cuesta un poco aceptar que hay especies que ya no están adaptadas y no van a volver, como pueden ser los castaños”, reflexiona en El Mundo Ruth Domènech, experta en incendios de la Universidad de California.

“Las especies están adaptadas a unos rasgos climáticos que, si no tienen, no pueden resistir. Y eso es un cambio que viene con el cambio climático y debemos acepar”, abunda. En una línea muy similar, Víctor Resco, catedrático de Ingeniería Forestal por la Universidad de Lleida (UDL), insiste en que hay una cuestión aún más importante que cuándo los bosques recuperarán el estado que tenían antes de los incendios. “La pregunta de los tiempos es un poco trampa porque no tenemos que pensar en recuperar lo que teníamos, tenemos que buscar algo diferente”.

Mucho más que fuego. Los incendios forestales afectan a los montes, pero no son el único elemento que entra en la ecuación. Hablar de reforestación implica también hacerlo de cambios en la meteorología o incluso de especies autóctonas o alóctonas, un tema del que se habla con frecuencia. “¿Pero qué es lo autóctono? ¿Lo que había cuando estaban los romanos? ¿Lo que vemos en televisión, esa imagen idílica de bosque centroeuropeo?”, señala Doménech en El Mundo.

“Demonizamos mucho ciertas especies, como el eucalipto o el pino carrasco, y cuando focalizamos el tema en la especie nos nublamos, no vemos el problema, que es de estructura, de cantidad de combustible”, razona la experta, partidaria de “dejar las especies que ya están adaptadas, que son las que van a crecer”. No es la única que insiste en la relevancia de esas cuestiones. En 2021 Resco advertía ya de que se estaban usando los pinos y eucaliptos como “chivos expiatorios”.

La gran clave: el clima. En un artículo publicado hace tres años The Conversation en el que advertía sobre los peligros de “la deforestación y la matorralización”, sobre todo ante la creciente amenaza de los megaincendios, el profesor de la UDL incidía en que antes de reforestar lo primero es plantearse qué quiere conseguirse. “Debemos aclarar qué tipo de bosque queremos restaurar: ¿el ecosistema de antes del incendio o uno adaptado al clima del futuro? Y, de elegir esto último, ¿a qué futuro? ¿Al del año 2050, 2100 o a otro aún más lejano?”

“La restauración forestal siempre ha mirado atrás, buscaba establecer el tipo de bosque más maduro posible, en base al suelo disponible y clima pasado. La propia palabra restaurar indica recuperar o volver a poner en el estado que antes tenía”, comenta. “Pero en un escenario de clima cambiante, la reencarnación melancólica de un pasado que no volverá carece de sentido. Tampoco lo tiene volver a crear los ecosistemas que nos han llevado a la situación actual. ¿Qué podemos hacer?

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¿Y cuál es la respuesta? Esa es la pregunta del millón. Resco reconoce que hay ciertos casos, como las zonas castigadas por la erosión o corrimientos de tierras, en los que repoblación tras los incendios es “una necesidad urgente”; pero advierte: “Cuando no haya urgencia, conviene dar una oportunidad a la regeneración natural y esperar unos años”. Sobre las especies, su postura es clara.

“Se ha discutidosobre las repoblaciones deben ser con especies autóctonas o foráneos. Bajo un escenario de cambio climático este debate carece de sentido. Si plantamos las especies adaptadas al clima del pasado, corremos el riesgo de que mueran en pocas décadas. Por tanto, deberemos seleccionar las plantas adaptadas al clima por venir, que pueden ser especies que actualmente no crezcan en ese sitio, sino en otros más calurosos”, añade el experto, que desliza opciones como optar por especies de áreas más cálidas o la denominada “migración asistida”.

¿Y la regeneración natural? Incluso en esos casos, advierte el profesor, la recuperación del bosque se enfrentará al “dilema del clima futuro”. A modo de ejemplo recuerda lo ocurrido tras el trágico incendio que sacudió Guadalajara en 2005, un “huracán de fuego” que arrasó 13.000 hectáreas y dejó 11 muertos.

Los robles se recuperaron antes que los pinos gracias a su capacidad para rebrotar y de hecho estos últimos quedaron en una posición delicada ante nuevos incendios. El problema es que las proyecciones de futuro muestran que en solo unas décadas el calor y la sequía en la región llevará a los robles “más allá del límite”, con lo que el fuego acabará con los pinos y el calentamiento global lo hará con las robledas.

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La diversidad medioambiental. Hay otro factor más que entra en juego: no todas las especies están igual de adaptadas a las llamas. De hecho, como recuerda la Fundación Pau Costa, en los bosques mediterráneos hay muchos organismos tan habituados al fuego que han acabado adaptándose a él. “Algunas especies incluso lo necesitan para sobrevivir”, recuerda el organismo antes de enumerar varias especies que se aprovechan de los incendios para reproducirse o alimentarse.

Un ejemplo claro es el Melanophila acuminata, más conocido como “escarabajo del fuego”, dotado de unos receptores que le permiten detectar llamas a kilómetros de distancia y que acude a los bosques calcinados para depositar huevos en zonas libres de depredadores precisamente por efecto de las llamas. La perdiz roja, el conejo europeo o el águila perdicera han descubierto que los incendios generan también condiciones ideales para alimentarse de brotes u otras criaturas.

Fauna… y flora. Esa clase de estrategias no es exclusiva de insectos, pequeños mamíferos y aves. También hay plantas que han adaptado su supervivencia a las llamas o han aprendido a sacarles partido. Buen ejemplo es el pino carrasco, cuyas semillas se acumulan en piñas que se abren con el calor. En su caso los incendios se traducen, precisa la fundación, en”una lluvia de semillas”. Otras especies, como el alcornoque, aliaga o la coscoja han optado por diferentes estrategias. La última por ejemplo (Quercus coccifera) es lo que se conoce como rebrotadora.

Eso no significa que esas especies resistan cualquier incendio forestal. Su adaptación se ajusta al “régimen de fuego” de su ecosistema, su patrón específico de fuegos, asociados a cierta época del año, frecuencia, intensidad y características. Si quieren perseverar esas plantas y animales necesitan determinadas condiciones, lo que significa que los incendios cada vez más voraces suponen un reto para ellos.

Imágenes | UME (X) y Ministerio de Defensa (X)

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por
Carlos Prego

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