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El auge de los “cero posts”: cada vez más personas están dejando de publicar cosas en sus redes sociales

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El auge de los "cero posts": cada vez más personas están dejando de publicar cosas en sus redes sociales

Hubo un tiempo en que abrir Instagram significaba asomarse a la vida de nuestros amigos. Un café humeante bajo el filtro Valencia, un selfie mal encuadrado en la playa o la mascota de un colega bostezando. Era un escaparate improvisado, doméstico, un mural de banalidades compartidas que, paradójicamente, nos hacían sentir más cerca. Como ha recordado The New Yorker, aquella “foto del desayuno” representaba el sueño utópico de las redes sociales: que millones de personas comunes pudieran publicar fragmentos de sus vidas con mínima intervención, desde lo más trivial hasta lo más íntimo, y que ese registro mundano se convirtiera en algo valioso, un “archivo dinámico de la realidad desde el suelo”.

Más de una década después, el paisaje es otro. Si en 2018 la BBC calculaba que cerca del 40% de la población mundial usaba redes sociales, dedicando unas dos horas diarias a compartir, hoy los usuarios siguen conectados, pero cada vez menos dispuestos a mostrar su vida.

Del feed al vacío. El descenso en el uso público de las redes es ya evidente. Según un informe de Morning Consult, un 28% de los estadounidenses publica menos que hace un año, frente a un 21% que lo hace más. Entre la Generación Z, apenas un 18% admite postear a diario. En un artículo reciente, la BBC ha confirmado la tendencia: un tercio de los usuarios publica menos que antes, con un descenso especialmente pronunciado entre los menores de 30.

Y es que el fenómeno no se limita a Estados Unidos. En España, IAB Spain ha presentado la 16ª edición del Estudio de Redes Sociales 2025, en colaboración con Elogia, que confirma un desgaste similar: el 33% de los internautas ha abandonado alguna plataforma en el último año, sobre todo X (28%) y Facebook (15%), pero también Pinterest (15%) o LinkedIn (12%). Los motivos principales son la falta de uso, la pérdida de interés y el aburrimiento.

La resaca de publicar. Este retraimiento tiene hasta nombre propio. National Public Radio (NPR) lo ha bautizado como Grid Zero, el fenómeno de Instagram en el que cada vez más jóvenes, sobre todo de la Gen Z, borran todas sus publicaciones y dejan sus perfiles como un “lienzo en blanco”. Adam Mosseri, jefe de Instagram, lo reconoce: “Los adolescentes pasan más tiempo en mensajes privados que en Stories, y más en Stories que en el feed”.

La propia Instagram ha detectado que los jóvenes prefieren interacciones efímeras o privadas. Su investigadora cultural Kim Garcia lo ha resumido así: “La Gen Z tiene aversión a la permanencia y a la huella digital. No quieren que todo su proceso de cambio personal quede expuesto públicamente”. Según NPR, el Grid Zero funciona como un sistema inmunológico contra la adicción digital: esconder el feed, refugiarse en la intimidad de los chats o las cuentas privadas es una forma de protegerse.

Este pudor contrasta con la era millennial. Para quienes hoy bordean la mediana edad, las redes eran el espacio natural de la exposición. La resaca era previsible, como ha señalado el escritor Kyle Chayka en una entrevista con la BBC: “Aprendimos las desventajas de compartir tu vida en línea durante la década de 2010”. A menos que quieras ser influencer, ya no vale la pena: las desventajas de publicar son demasiado grandes y las ventajas no alcanzan”.

Privacidad y miedo al juicio. El apagón del feed responde a distintas variables, pero la primera es la necesidad de refugiarse en uno mismo. Según Psicología Online, muchos usuarios eligen no publicar para proteger su privacidad, cuidar su salud mental y evitar riesgos como el acoso o la exposición innecesaria. No obstante, en el caso de la Gen Z el fenómeno es más extremo. The Nod Mag ha explicado la hiperconciencia digital: un simple “like” puede interpretarse como una declaración política o identitaria. El miedo a la cancelación lleva a muchos a interactuar lo menos posible. La joven Kanika Mehra (24) lo ha reconocido para The New Yorker: “Todos somos voyeurs ahora: seguimos mirando, pero ya no posteamos, porque publicar genera una resaca de vulnerabilidad”.

A este clima se suma la sensación de inadecuación en medio de las crisis globales. Una camarera en Washington ha contado a The New Yorker que borró unas selfies alegres porque “con todo lo que pasa en el mundo, me daba vergüenza parecer frívola”.

De lo social al consumo. Más allá de las motivaciones personales, hay un hecho innegable: casi todo lo que vemos hoy en redes está orientado al consumo. “Las plataformas se han vuelto menos sociales; se parecen más a la televisión, repletas de contenido mercantilizado, aspiraciones de estilo de vida y publicidad”, ha resumido Chayka en la BBC. Además, The New Yorker también coincide: los feeds están dominados por influencers, titulares bélicos, propaganda política, videos generados por IA y “sponcon”. El amateurismo, motor inicial de las redes, fue sustituido por la producción cuidada y los anillos de luz.

Y los datos están ahí para confirmarlo: Morning Consult ha hallado que más de la mitad de los adultos (52%) perciben el contenido de redes como “repetitivo y cansino”. Y el Wall Street Journal ha apuntado que los usuarios sienten que “la comunidad ya no está ahí”; en su lugar, hay un escaparate comercial interminable.

Aunque no es un red vacía. El silencio en el feed no significa abandono de las plataformas. Al contrario: seguimos conectados, pero nos mudamos a espacios más íntimos. Mosseri lo ha reconocido en entrevista citada por WSJ: “Todo el compartir entre amigos se está yendo a los mensajes directos. Hoy se mandan más fotos y videos por DM que por Stories, y más por Stories que por el feed”.

La BBC reafirma el giro: el contenido personal “se ha orientado hacia los mensajes individuales y los grupos privados”. En España, el estudio de IAB Spain confirma que WhatsApp es la red más usada: un 96% de los internautas la utilizan a diario. Lo social no desapareció: simplemente se escondió.

Millennials, ¿los nuevos boomers? Esto duele, pero entramos en terreno generacional. Los millennials —entre los que me incluyo— crecimos exhibiendo nuestra vida online. Hoy aparecemos como los “boomers digitales” a ojos de la Gen Z. Desde Código Nuevo lo han explicado con ironía: los perfiles millennials parecen anticuados, llenos de poses, filtros, frases largas en la descripción. En cambio, la Gen Z opta por la estética trash: dumps de ocho fotos mal hechas, perfiles vacíos o muros minimalistas. Lo “cool” es no parecer que te esfuerzas demasiado.

Sin embargo, los millennials también están derivando hacia esa preservación de lo íntimo, como han señalado en The New Yorker. “Una vez que te estableces en pareja o con hijos, hay menos incentivo para proyectar tu personalidad en línea”, ha resumido la abogada Emma Hulse, que pasa la treintena.

Las previsiones. ¿Qué nos espera después del “posting zero”? Kyle Chayka, autor de Filterworld, cree que las redes sociales terminarán pareciéndose cada vez más a la televisión: una mezcla de TikTok, YouTube y Netflix, dominada por contenido profesionalizado y por la producción infinita —y barata— de la inteligencia artificial. Lo social quedará reducido a un rol secundario, mientras los usuarios se convierten en espectadores pasivos.

Al mismo tiempo, lo íntimo gana terreno. Según Adam Mosseri, la mayor parte del intercambio entre amigos ya ocurre en mensajes directos, y no en los feeds públicos. El futuro de lo social apunta a chats grupales y entornos privados, e incluso —como señala Chayka— podría provocar un renovado deseo de interacción cara a cara, fuera de las pantallas.

Ese repliegue no significa calma, sino fragmentación. Nuevas aplicaciones como BeReal, Bluesky o Discord aparecen y desaparecen en ciclos cada vez más rápidos, buscando captar nichos que añoran experiencias más experimentales o menos mercantilizadas. Pero la dispersión también alimenta la fatiga: Gartner estima que en los próximos dos años el 50% de los usuarios reducirá drásticamente su actividad en redes.

Un contrato roto. En el fondo, como ha sugerido The New Yorker, lo que cambió es el contrato social de las redes. Antes, publicar significaba acceder a una audiencia potencialmente masiva. Hoy, salvo que seas influencer, la ecuación ya no compensa: demasiados riesgos, pocas recompensas.

Lo resume el escritor Kyle Chayka en la BBC: “Quizás las redes sociales fueron, en cierto modo, una aberración. Esta idea de que toda persona normal debía compartir su vida públicamente fue errónea desde el inicio. Ahora estamos despertando, viendo el daño que causó y cambiando nuestros hábitos”.

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Xataka | La IA de Meta no es ni la mejor ni la más bonita ni la más inteligente. Es algo más importante: útil para su negocio


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Alba Otero

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​Hubo un tiempo en que abrir Instagram significaba asomarse a la vida de nuestros amigos. Un café humeante bajo el filtro Valencia, un selfie mal encuadrado en la playa o la mascota de un colega bostezando. Era un escaparate improvisado, doméstico, un mural de banalidades compartidas que, paradójicamente, nos hacían sentir más cerca. Como ha recordado The New Yorker, aquella “foto del desayuno” representaba el sueño utópico de las redes sociales: que millones de personas comunes pudieran publicar fragmentos de sus vidas con mínima intervención, desde lo más trivial hasta lo más íntimo, y que ese registro mundano se convirtiera en algo valioso, un “archivo dinámico de la realidad desde el suelo”.

Más de una década después, el paisaje es otro. Si en 2018 la BBC calculaba que cerca del 40% de la población mundial usaba redes sociales, dedicando unas dos horas diarias a compartir, hoy los usuarios siguen conectados, pero cada vez menos dispuestos a mostrar su vida.

Del feed al vacío. El descenso en el uso público de las redes es ya evidente. Según un informe de Morning Consult, un 28% de los estadounidenses publica menos que hace un año, frente a un 21% que lo hace más. Entre la Generación Z, apenas un 18% admite postear a diario. En un artículo reciente, la BBC ha confirmado la tendencia: un tercio de los usuarios publica menos que antes, con un descenso especialmente pronunciado entre los menores de 30.

Y es que el fenómeno no se limita a Estados Unidos. En España, IAB Spain ha presentado la 16ª edición del Estudio de Redes Sociales 2025, en colaboración con Elogia, que confirma un desgaste similar: el 33% de los internautas ha abandonado alguna plataforma en el último año, sobre todo X (28%) y Facebook (15%), pero también Pinterest (15%) o LinkedIn (12%). Los motivos principales son la falta de uso, la pérdida de interés y el aburrimiento.

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La resaca de publicar. Este retraimiento tiene hasta nombre propio. National Public Radio (NPR) lo ha bautizado como Grid Zero, el fenómeno de Instagram en el que cada vez más jóvenes, sobre todo de la Gen Z, borran todas sus publicaciones y dejan sus perfiles como un “lienzo en blanco”. Adam Mosseri, jefe de Instagram, lo reconoce: “Los adolescentes pasan más tiempo en mensajes privados que en Stories, y más en Stories que en el feed”.

La propia Instagram ha detectado que los jóvenes prefieren interacciones efímeras o privadas. Su investigadora cultural Kim Garcia lo ha resumido así: “La Gen Z tiene aversión a la permanencia y a la huella digital. No quieren que todo su proceso de cambio personal quede expuesto públicamente”. Según NPR, el Grid Zero funciona como un sistema inmunológico contra la adicción digital: esconder el feed, refugiarse en la intimidad de los chats o las cuentas privadas es una forma de protegerse.

Este pudor contrasta con la era millennial. Para quienes hoy bordean la mediana edad, las redes eran el espacio natural de la exposición. La resaca era previsible, como ha señalado el escritor Kyle Chayka en una entrevista con la BBC: “Aprendimos las desventajas de compartir tu vida en línea durante la década de 2010”. A menos que quieras ser influencer, ya no vale la pena: las desventajas de publicar son demasiado grandes y las ventajas no alcanzan”.

Privacidad y miedo al juicio. El apagón del feed responde a distintas variables, pero la primera es la necesidad de refugiarse en uno mismo. Según Psicología Online, muchos usuarios eligen no publicar para proteger su privacidad, cuidar su salud mental y evitar riesgos como el acoso o la exposición innecesaria. No obstante, en el caso de la Gen Z el fenómeno es más extremo. The Nod Mag ha explicado la hiperconciencia digital: un simple “like” puede interpretarse como una declaración política o identitaria. El miedo a la cancelación lleva a muchos a interactuar lo menos posible. La joven Kanika Mehra (24) lo ha reconocido para The New Yorker: “Todos somos voyeurs ahora: seguimos mirando, pero ya no posteamos, porque publicar genera una resaca de vulnerabilidad”.

A este clima se suma la sensación de inadecuación en medio de las crisis globales. Una camarera en Washington ha contado a The New Yorker que borró unas selfies alegres porque “con todo lo que pasa en el mundo, me daba vergüenza parecer frívola”.

De lo social al consumo. Más allá de las motivaciones personales, hay un hecho innegable: casi todo lo que vemos hoy en redes está orientado al consumo. “Las plataformas se han vuelto menos sociales; se parecen más a la televisión, repletas de contenido mercantilizado, aspiraciones de estilo de vida y publicidad”, ha resumido Chayka en la BBC. Además, The New Yorker también coincide: los feeds están dominados por influencers, titulares bélicos, propaganda política, videos generados por IA y “sponcon”. El amateurismo, motor inicial de las redes, fue sustituido por la producción cuidada y los anillos de luz.

Y los datos están ahí para confirmarlo: Morning Consult ha hallado que más de la mitad de los adultos (52%) perciben el contenido de redes como “repetitivo y cansino”. Y el Wall Street Journal ha apuntado que los usuarios sienten que “la comunidad ya no está ahí”; en su lugar, hay un escaparate comercial interminable.

Aunque no es un red vacía. El silencio en el feed no significa abandono de las plataformas. Al contrario: seguimos conectados, pero nos mudamos a espacios más íntimos. Mosseri lo ha reconocido en entrevista citada por WSJ: “Todo el compartir entre amigos se está yendo a los mensajes directos. Hoy se mandan más fotos y videos por DM que por Stories, y más por Stories que por el feed”.

La BBC reafirma el giro: el contenido personal “se ha orientado hacia los mensajes individuales y los grupos privados”. En España, el estudio de IAB Spain confirma que WhatsApp es la red más usada: un 96% de los internautas la utilizan a diario. Lo social no desapareció: simplemente se escondió.

Millennials, ¿los nuevos boomers? Esto duele, pero entramos en terreno generacional. Los millennials —entre los que me incluyo— crecimos exhibiendo nuestra vida online. Hoy aparecemos como los “boomers digitales” a ojos de la Gen Z. Desde Código Nuevo lo han explicado con ironía: los perfiles millennials parecen anticuados, llenos de poses, filtros, frases largas en la descripción. En cambio, la Gen Z opta por la estética trash: dumps de ocho fotos mal hechas, perfiles vacíos o muros minimalistas. Lo “cool” es no parecer que te esfuerzas demasiado.

Sin embargo, los millennials también están derivando hacia esa preservación de lo íntimo, como han señalado en The New Yorker. “Una vez que te estableces en pareja o con hijos, hay menos incentivo para proyectar tu personalidad en línea”, ha resumido la abogada Emma Hulse, que pasa la treintena.

Las previsiones. ¿Qué nos espera después del “posting zero”? Kyle Chayka, autor de Filterworld, cree que las redes sociales terminarán pareciéndose cada vez más a la televisión: una mezcla de TikTok, YouTube y Netflix, dominada por contenido profesionalizado y por la producción infinita —y barata— de la inteligencia artificial. Lo social quedará reducido a un rol secundario, mientras los usuarios se convierten en espectadores pasivos.

Al mismo tiempo, lo íntimo gana terreno. Según Adam Mosseri, la mayor parte del intercambio entre amigos ya ocurre en mensajes directos, y no en los feeds públicos. El futuro de lo social apunta a chats grupales y entornos privados, e incluso —como señala Chayka— podría provocar un renovado deseo de interacción cara a cara, fuera de las pantallas.

Ese repliegue no significa calma, sino fragmentación. Nuevas aplicaciones como BeReal, Bluesky o Discord aparecen y desaparecen en ciclos cada vez más rápidos, buscando captar nichos que añoran experiencias más experimentales o menos mercantilizadas. Pero la dispersión también alimenta la fatiga: Gartner estima que en los próximos dos años el 50% de los usuarios reducirá drásticamente su actividad en redes.

Un contrato roto. En el fondo, como ha sugerido The New Yorker, lo que cambió es el contrato social de las redes. Antes, publicar significaba acceder a una audiencia potencialmente masiva. Hoy, salvo que seas influencer, la ecuación ya no compensa: demasiados riesgos, pocas recompensas.

Lo resume el escritor Kyle Chayka en la BBC: “Quizás las redes sociales fueron, en cierto modo, una aberración. Esta idea de que toda persona normal debía compartir su vida públicamente fue errónea desde el inicio. Ahora estamos despertando, viendo el daño que causó y cambiando nuestros hábitos”.

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Alba Otero

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