Ciencia y Tecnología
El F-35 no solo cuesta una fortuna, tiene un botón que a España no le gusta. Así que le ha dicho a EEUU que no los quiere

Cuando en el año 2019 Estados Unidos anunció que, tras dos décadas de trabajo, el F-35 de Lockheed Martin estaba por fin listo para el combate, también deslizó un anuncio a navegantes: la compra de estas unidades iba a ser de récord. Desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas. Actualizaciones, conflictos, guerras y un rearme en Europa que prometía inflar la billetera de Washington a ritmo de cazas. De hecho, España tenía apalabrados hasta 50 F-35.
Esa inversión se ha esfumado.
Decisión política, impacto militar. El Gobierno español ha decidido paralizar indefinidamente la adquisición del caza estadounidense F-35 Lightning II, una decisión que marca un giro drástico en la modernización de las Fuerzas Armadas y en la relación con Estados Unidos dentro del marco de la OTAN.
Aunque en años anteriores se había avanzado en conversaciones con Lockheed Martin y se habían presupuestado más de 6.000 millones de euros para un eventual pedido de 50 unidades, el Ministerio de Defensa ha optado por retirar de la agenda esa operación, en favor de un enfoque centrado en la inversión europea en defensa.
Un no por Europa. El plan aprobado en abril, dotado con más de 10.000 millones de euros, contempla que el 85% de ese presupuesto se destine a empresas y tecnologías del continente, lo que deja fuera al caza de quinta generación estadounidense, pese a ser el más avanzado en servicio actualmente.
Qué supone para España. La consecuencia más inmediata y crítica de esta renuncia la sufre la Armada. En 2030 está previsto el fin de la vida útil de sus Harrier AV-8B, un modelo que ya está siendo retirado por Estados Unidos e Italia y que pronto dejará a la marina española como único operador mundial. Sin piezas de repuesto ni capacidad de mantenimiento garantizada, prolongar su uso se ha descartado.
El único avión con capacidad de despegue vertical que podría sustituir al Harrier es precisamente el F-35B, versión naval del Lightning II. Su ausencia supondrá la pérdida total de la capacidad de aviación de ala fija embarcada, al menos durante varios años, y reducirá al buque insignia Juan Carlos I a una simple plataforma de helicópteros.
Opciones. Para mitigar ese vacío, la Armada ha encargado a Navantia un estudio de viabilidad para construir un portaviones capaz de operar aviones convencionales con gancho de parada, lo que abriría la puerta a cazas navales como el Rafale M francés. Sin embargo, estos no estarían disponibles antes del retiro de los Harrier, por lo que la pérdida operativa será inevitable.
Opciones sin horizonte. Aunque en menor urgencia, el Ejército del Aire también contemplaba al F-35A como reemplazo de sus F-18 más modernos, en servicio hasta aproximadamente 2035. La intención era cubrir el periodo de transición hasta la llegada del FCAS (Futuro Sistema Aéreo de Combate), el ambicioso programa europeo de sexta generación que, en el mejor de los casos, no entrará en operación antes de 2040.
En ese contexto, el F-35A se perfilaba como solución intermedia lógica, no solo por su superioridad tecnológica, sino por su capacidad furtiva demostrada en acciones recientes como el ataque conjunto de Estados Unidos e Israel contra infraestructuras nucleares en Irán. Pese a ello, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Teodoro López Calderón, ha asumido públicamente la renuncia a un avión de quinta generación y ha reconocido que España deberá “sobrevivir con la cuarta generación”, confiando en los Eurofighter y esperando al FCAS (es decir, una espera de quince años).
Riesgos operativos. Contaba ayer El País que el jefe del Ejército del Aire, el teniente general Francisco Braco, ha advertido que limitarse al Eurofighter como único caza en servicio entraña riesgos técnicos y estratégicos, especialmente ante posibles fallos estructurales que obliguen a inmovilizar toda la flota, como ya ha ocurrido en otros países.
Aunque ha mencionado la opción futura del Rafale F-5, actualmente en desarrollo en Francia, la realidad es que no existe en el corto plazo una alternativa europea plenamente operativa que compita con el F-35A en capacidades furtivas y de integración digital.
Tensión transatlántica. Más allá de las consideraciones operativas, la decisión del Gobierno español tiene una dimensión política evidente, agravada por el reciente choque entre Pedro Sánchez y Donald Trump en la cumbre de la OTAN celebrada en La Haya. Allí, el presidente español se desmarcó del objetivo pactado de destinar el 5% del PIB a defensa en una década, quedándose en el 2%.
La respuesta de Trump fue directa: amenazas de represalias comerciales y una crítica mordaz a la actitud de España, a la que acusó de querer beneficiarse de la protección estadounidense sin asumir costes. A este conflicto se suma la presión de senadores republicanos que exigen a los aliados europeos un compromiso más firme con el gasto militar y con la compra de armamento estadounidense.
Rafale F-5
Portazo a EEUU. El trasfondo comercial no es menor: Trump busca no solo que Europa gaste más en defensa, sino que esos fondos vayan a parar a empresas estadounidenses. Ya ha logrado un acuerdo con la Comisión Europea que le permite imponer un arancel del 15% sobre gran parte de los productos europeos, a cambio de que los países del continente adquieran gas y armamento estadounidenses por cientos de miles de millones.
En ese contexto, la inédita negativa de España a comprar el F-35 es vista en Washington como una afrenta directa a sus intereses estratégicos y económicos.
La dependencia tecnológica. Uno de los argumentos centrales esgrimidos por el Gobierno para justificar su postura es la defensa de la autonomía estratégica europea. Sánchez sostiene que aumentar súbitamente el gasto en defensa sin un tejido industrial propio lo suficientemente robusto solo serviría para acrecentar la dependencia de Estados unidos y renunciar al desarrollo de capacidades militares continentales.
Con todo, la paradoja es evidente: una docena de países europeos, incluyendo a Reino Unido, Italia, Alemania, Países Bajos, Polonia y Dinamarca, ya han incorporado el F-35 a sus flotas o han realizado pedidos. Todo apunta a que será el caza común europeo durante la próxima década, y su integración creará sinergias en entrenamiento, mantenimiento, interoperabilidad y despliegue.
Y el “botón”. Lo contamos hace un tiempo. Aunque Lockheed Martin ha ofrecido ensamblar los F-35 españoles en su planta de Cameri, Italia, para suavizar el impacto político, persiste un obstáculo mayor: Estados Unidos impone restricciones muy severas al acceso a las tecnologías críticas del avión, que funciona en muchos aspectos como una caja negra incluso para sus propios usuarios, una especie de “botón” para controlarlo en remoto a través de las actualizaciones que a España no gusta.
Además, Washington se reserva el derecho de vetar su uso en determinados conflictos, y los costes de mantenimiento son altísimos. Países como Suiza han denunciado recientemente sobrecostes injustificados y condiciones contractuales abusivas. En suma, la independencia estratégica que España busca preservar se ve amenazada no solo por la compra de armamento foráneo, sino por la opacidad tecnológica que impone su principal aliado militar.
Entre la coherencia y el vacío. Así las cosas, la renuncia al F-35 sitúa a España en una encrucijada compleja. La apuesta por una defensa europea autónoma y coherente con la inversión interna es políticamente comprensible, pero conlleva riesgos operativos concretos e inmediatos, especialmente para la Armada, que perderá capacidades esenciales durante años.
Además, puede deteriorar aún más las relaciones con Estados Unidos en un momento de tensión geopolítica creciente, justo cuando la cohesión atlántica es más crítica. El rechazo al avión más avanzado (y caro) del mundo no solo implica decir no a un producto militar, sino también a un modelo de integración tecnológica (con asteriscos), interoperabilidad aliada y dependencia compartida. Si la Europa de la defensa no avanza con rapidez, la apuesta española podría terminar siendo un sacrificio estratégico sin retorno.
Imagen | Robert Sullivan, RawPixel, Tim Felce
En Xataka | España se niega a gastar el 5% del PIB en artillería. Porque lo que realmente quiere es vendérsela a Europa
En Xataka | Nadie esperaba que el rearme español tuviera un beneficiario tan peculiar: Telefónica
–
La noticia
El F-35 no solo cuesta una fortuna, tiene un botón que a España no le gusta. Así que le ha dicho a EEUU que no los quiere
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.
Cuando en el año 2019 Estados Unidos anunció que, tras dos décadas de trabajo, el F-35 de Lockheed Martin estaba por fin listo para el combate, también deslizó un anuncio a navegantes: la compra de estas unidades iba a ser de récord. Desde entonces hasta ahora han pasado muchas cosas. Actualizaciones, conflictos, guerras y un rearme en Europa que prometía inflar la billetera de Washington a ritmo de cazas. De hecho, España tenía apalabrados hasta 50 F-35.
Esa inversión se ha esfumado.
Decisión política, impacto militar. El Gobierno español ha decidido paralizar indefinidamente la adquisición del caza estadounidense F-35 Lightning II, una decisión que marca un giro drástico en la modernización de las Fuerzas Armadas y en la relación con Estados Unidos dentro del marco de la OTAN.
Aunque en años anteriores se había avanzado en conversaciones con Lockheed Martin y se habían presupuestado más de 6.000 millones de euros para un eventual pedido de 50 unidades, el Ministerio de Defensa ha optado por retirar de la agenda esa operación, en favor de un enfoque centrado en la inversión europea en defensa.
En Xataka
Sabíamos que vivir cerca del mar nos hacía “ganar” años de vida. Lo que no sabíamos es que era literalmente
Un no por Europa. El plan aprobado en abril, dotado con más de 10.000 millones de euros, contempla que el 85% de ese presupuesto se destine a empresas y tecnologías del continente, lo que deja fuera al caza de quinta generación estadounidense, pese a ser el más avanzado en servicio actualmente.
Qué supone para España. La consecuencia más inmediata y crítica de esta renuncia la sufre la Armada. En 2030 está previsto el fin de la vida útil de sus Harrier AV-8B, un modelo que ya está siendo retirado por Estados Unidos e Italia y que pronto dejará a la marina española como único operador mundial. Sin piezas de repuesto ni capacidad de mantenimiento garantizada, prolongar su uso se ha descartado.
El único avión con capacidad de despegue vertical que podría sustituir al Harrier es precisamente el F-35B, versión naval del Lightning II. Su ausencia supondrá la pérdida total de la capacidad de aviación de ala fija embarcada, al menos durante varios años, y reducirá al buque insignia Juan Carlos I a una simple plataforma de helicópteros.
Opciones. Para mitigar ese vacío, la Armada ha encargado a Navantia un estudio de viabilidad para construir un portaviones capaz de operar aviones convencionales con gancho de parada, lo que abriría la puerta a cazas navales como el Rafale M francés. Sin embargo, estos no estarían disponibles antes del retiro de los Harrier, por lo que la pérdida operativa será inevitable.
Opciones sin horizonte. Aunque en menor urgencia, el Ejército del Aire también contemplaba al F-35A como reemplazo de sus F-18 más modernos, en servicio hasta aproximadamente 2035. La intención era cubrir el periodo de transición hasta la llegada del FCAS (Futuro Sistema Aéreo de Combate), el ambicioso programa europeo de sexta generación que, en el mejor de los casos, no entrará en operación antes de 2040.
En ese contexto, el F-35A se perfilaba como solución intermedia lógica, no solo por su superioridad tecnológica, sino por su capacidad furtiva demostrada en acciones recientes como el ataque conjunto de Estados Unidos e Israel contra infraestructuras nucleares en Irán. Pese a ello, el jefe del Estado Mayor de la Defensa, Teodoro López Calderón, ha asumido públicamente la renuncia a un avión de quinta generación y ha reconocido que España deberá “sobrevivir con la cuarta generación”, confiando en los Eurofighter y esperando al FCAS (es decir, una espera de quince años).
En Xataka
No es que Rusia no encuentre los F-16 de Ucrania, es que Kiev ha descubierto el escondite perfecto para el futuro de las guerras
Riesgos operativos. Contaba ayer El País que el jefe del Ejército del Aire, el teniente general Francisco Braco, ha advertido que limitarse al Eurofighter como único caza en servicio entraña riesgos técnicos y estratégicos, especialmente ante posibles fallos estructurales que obliguen a inmovilizar toda la flota, como ya ha ocurrido en otros países.
Aunque ha mencionado la opción futura del Rafale F-5, actualmente en desarrollo en Francia, la realidad es que no existe en el corto plazo una alternativa europea plenamente operativa que compita con el F-35A en capacidades furtivas y de integración digital.
Tensión transatlántica. Más allá de las consideraciones operativas, la decisión del Gobierno español tiene una dimensión política evidente, agravada por el reciente choque entre Pedro Sánchez y Donald Trump en la cumbre de la OTAN celebrada en La Haya. Allí, el presidente español se desmarcó del objetivo pactado de destinar el 5% del PIB a defensa en una década, quedándose en el 2%.
La respuesta de Trump fue directa: amenazas de represalias comerciales y una crítica mordaz a la actitud de España, a la que acusó de querer beneficiarse de la protección estadounidense sin asumir costes. A este conflicto se suma la presión de senadores republicanos que exigen a los aliados europeos un compromiso más firme con el gasto militar y con la compra de armamento estadounidense.
Rafale F-5
Portazo a EEUU. El trasfondo comercial no es menor: Trump busca no solo que Europa gaste más en defensa, sino que esos fondos vayan a parar a empresas estadounidenses. Ya ha logrado un acuerdo con la Comisión Europea que le permite imponer un arancel del 15% sobre gran parte de los productos europeos, a cambio de que los países del continente adquieran gas y armamento estadounidenses por cientos de miles de millones.
En ese contexto, la inédita negativa de España a comprar el F-35 es vista en Washington como una afrenta directa a sus intereses estratégicos y económicos.
La dependencia tecnológica. Uno de los argumentos centrales esgrimidos por el Gobierno para justificar su postura es la defensa de la autonomía estratégica europea. Sánchez sostiene que aumentar súbitamente el gasto en defensa sin un tejido industrial propio lo suficientemente robusto solo serviría para acrecentar la dependencia de Estados unidos y renunciar al desarrollo de capacidades militares continentales.
Con todo, la paradoja es evidente: una docena de países europeos, incluyendo a Reino Unido, Italia, Alemania, Países Bajos, Polonia y Dinamarca, ya han incorporado el F-35 a sus flotas o han realizado pedidos. Todo apunta a que será el caza común europeo durante la próxima década, y su integración creará sinergias en entrenamiento, mantenimiento, interoperabilidad y despliegue.
Y el “botón”. Lo contamos hace un tiempo. Aunque Lockheed Martin ha ofrecido ensamblar los F-35 españoles en su planta de Cameri, Italia, para suavizar el impacto político, persiste un obstáculo mayor: Estados Unidos impone restricciones muy severas al acceso a las tecnologías críticas del avión, que funciona en muchos aspectos como una caja negra incluso para sus propios usuarios, una especie de “botón” para controlarlo en remoto a través de las actualizaciones que a España no gusta.
Además, Washington se reserva el derecho de vetar su uso en determinados conflictos, y los costes de mantenimiento son altísimos. Países como Suiza han denunciado recientemente sobrecostes injustificados y condiciones contractuales abusivas. En suma, la independencia estratégica que España busca preservar se ve amenazada no solo por la compra de armamento foráneo, sino por la opacidad tecnológica que impone su principal aliado militar.
En Xataka
La mayoría de los madrileños ha llegado a la misma conclusión que el resto de España: Madrid es una ciudad invivible
Entre la coherencia y el vacío. Así las cosas, la renuncia al F-35 sitúa a España en una encrucijada compleja. La apuesta por una defensa europea autónoma y coherente con la inversión interna es políticamente comprensible, pero conlleva riesgos operativos concretos e inmediatos, especialmente para la Armada, que perderá capacidades esenciales durante años.
Además, puede deteriorar aún más las relaciones con Estados Unidos en un momento de tensión geopolítica creciente, justo cuando la cohesión atlántica es más crítica. El rechazo al avión más avanzado (y caro) del mundo no solo implica decir no a un producto militar, sino también a un modelo de integración tecnológica (con asteriscos), interoperabilidad aliada y dependencia compartida. Si la Europa de la defensa no avanza con rapidez, la apuesta española podría terminar siendo un sacrificio estratégico sin retorno.
Imagen | Robert Sullivan, RawPixel, Tim Felce
En Xataka | España se niega a gastar el 5% del PIB en artillería. Porque lo que realmente quiere es vendérsela a Europa
En Xataka | Nadie esperaba que el rearme español tuviera un beneficiario tan peculiar: Telefónica
– La noticia
El F-35 no solo cuesta una fortuna, tiene un botón que a España no le gusta. Así que le ha dicho a EEUU que no los quiere
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.