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Si la pregunta es si existen los ultraprocesados saludables, la ciencia ya tiene una respuesta

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Si la pregunta es si existen los ultraprocesados saludables, la ciencia ya tiene una respuesta

Entras al supermercado con la idea de comer mejor. Llenas el carrito con barritas “altas en fibra”, cereales integrales, yogures 0% y batidos de proteína vegetal. Todo suena saludable. Todo encaja en la dieta que te prometiste seguir el lunes. Pero según la ciencia más reciente, es posible que estés cayendo en una trampa muy común: la de los ultraprocesados que se disfrazan de saludables.

¿Ultraprocesados saludables? Un nuevo ensayo clínico, publicado en la revista Nature Medicine, liderado por Samuel Dicken del University College London, ha logrado responder esta duda duda recurrente: ¿Un ultraprocesado con buen perfil nutricional es igual de sano que un alimento natural? La respuesta ha sido muy contundente: no. Aunque estos productos cumplan con los valores recomendados de azúcar, sal o grasa, su impacto en el cuerpo es distinto.

La ciencia detrás. Durante ocho semanas, 55 adultos con sobrepeso u obesidad siguieron dos dietas diferentes: una basada en alimentos ultraprocesados “saludables”, como lasañas congeladas, cereales listos para consumir y batidos vegetales; y otra compuesta por alimentos mínimamente procesados, como espaguetis caseros, yogur natural y frutas.

Ambas dietas cumplían con las guías nutricionales oficiales del Reino Unido (Eatwell Guide), lo que permitía comparar el impacto del procesamiento, más allá de los nutrientes.

El resultado fue revelador. Los participantes perdieron el doble de peso con la dieta de alimentos mínimamente procesados y más del doble de grasa corporal.

Pero eso no fue todo. De forma espontánea —y sin restricciones ni control de porciones—, los participantes comieron menos calorías cuando su dieta se basaba en alimentos poco procesados. Según la epidemióloga Filippa Juul, de SUNY Downstate, consultada por The New York Times, esto se explica porque los alimentos mínimamente procesados tienen menos densidad calórica y requieren más masticación, lo que favorece la saciedad. “Los ultraprocesados tienen menos textura, se mastican más rápido y estimulan el apetito de forma artificial”, ha resumido Juul.

Si se proyectan los resultados a un año, los investigadores estiman que una dieta basada en alimentos naturales podría suponer una pérdida de hasta un 13% del peso corporal en hombres y un 9% en mujeres. En la dieta con ultraprocesados, esa cifra bajaría a entre un 4 y un 5%.

¿Qué distingue a un alimento ultraprocesado? La clasificación de los alimentos según su grado de procesamiento no depende únicamente de sus ingredientes, sino también de cómo han sido transformados. Según la descripción del estudio, los alimentos ultraprocesados incluyen “ingredientes que rara vez se usan en la cocina doméstica, como emulsionantes, edulcorantes, sabores artificiales o potenciadores del sabor”, mientras que los alimentos mínimamente procesados conservan su forma natural y requieren una preparación más sencilla: frutas, verduras, carne, pescado, cereales enteros, yogur natural, etc.

Una barrita de cereales “saludable” puede tener fibra añadida, pero también suele contener jarabes, estabilizantes y sabores artificiales. En contraste, un bol de avena remojada durante la noche y mezclada con fruta fresca y yogur natural es un alimento mínimamente procesado que aporta fibra en su forma natural y sin aditivos.

Entonces, ¿qué es lo realmente saludable? El estudio no busca generar alarma, pero sí deja un mensaje claro: no basta con fijarse en los números de la etiqueta si el producto es ultraprocesado. El cómo está hecho también importa. La nutricionista Brenda Davy, citada por The New York Times, lo resume así: “Cocinar más en casa, usar ingredientes reconocibles y evitar productos con listas interminables de componentes sigue siendo la mejor receta para cuidar nuestra salud”.

En la misma línea, Adrian Brown, coautor del estudio, advierte en The Guardian que las etiquetas no siempre cuentan toda la historia: “El etiquetado nutricional no capta el nivel de procesamiento. Muchos productos que parecen saludables no muestran advertencias, pero siguen siendo UPF”.

El entorno: un factor primordial. Como ha señalado el médico Chris van Tulleken, autor del libro Ultra-Processed People, el entorno alimentario actual dificulta la elección saludable. “No podemos seguir culpando al individuo por un entorno alimentario hostil. Los ultraprocesados son más baratos, están en todas partes y están diseñados para enganchar”, ha declarado en The Guardian. Por eso, los autores del estudio abogan por políticas públicas: mejores etiquetas, regulaciones de marketing y fiscalidad que favorezca el acceso a alimentos frescos.

Menos etiquetas, más comida real. Aunque el estudio tiene limitaciones (duración corta y muestra pequeña), sus conclusiones refuerzan una tendencia científica cada vez más sólida: los alimentos mínimamente procesados funcionan mejor para controlar el peso, reducir antojos y comer menos sin esfuerzo.

Y aunque no hace falta eliminar por completo los ultraprocesados —la realidad y las rutinas no siempre lo permiten—, sí es posible recuperar el control desde la cocina. La evidencia es clara: no es solo lo que comemos. Es cómo está hecho lo que comemos.

Imagen | Pexels

Xataka | Hacer arroz de más ya no es un error: enfriarlo y recalentarlo puede reducir sus calorías según algunos nutricionistas


La noticia

Si la pregunta es si existen los ultraprocesados saludables, la ciencia ya tiene una respuesta

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alba Otero

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​Entras al supermercado con la idea de comer mejor. Llenas el carrito con barritas “altas en fibra”, cereales integrales, yogures 0% y batidos de proteína vegetal. Todo suena saludable. Todo encaja en la dieta que te prometiste seguir el lunes. Pero según la ciencia más reciente, es posible que estés cayendo en una trampa muy común: la de los ultraprocesados que se disfrazan de saludables.

¿Ultraprocesados saludables? Un nuevo ensayo clínico, publicado en la revista Nature Medicine, liderado por Samuel Dicken del University College London, ha logrado responder esta duda duda recurrente: ¿Un ultraprocesado con buen perfil nutricional es igual de sano que un alimento natural? La respuesta ha sido muy contundente: no. Aunque estos productos cumplan con los valores recomendados de azúcar, sal o grasa, su impacto en el cuerpo es distinto.

La ciencia detrás. Durante ocho semanas, 55 adultos con sobrepeso u obesidad siguieron dos dietas diferentes: una basada en alimentos ultraprocesados “saludables”, como lasañas congeladas, cereales listos para consumir y batidos vegetales; y otra compuesta por alimentos mínimamente procesados, como espaguetis caseros, yogur natural y frutas.

Ambas dietas cumplían con las guías nutricionales oficiales del Reino Unido (Eatwell Guide), lo que permitía comparar el impacto del procesamiento, más allá de los nutrientes.

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El resultado fue revelador. Los participantes perdieron el doble de peso con la dieta de alimentos mínimamente procesados y más del doble de grasa corporal.

Pero eso no fue todo. De forma espontánea —y sin restricciones ni control de porciones—, los participantes comieron menos calorías cuando su dieta se basaba en alimentos poco procesados. Según la epidemióloga Filippa Juul, de SUNY Downstate, consultada por The New York Times, esto se explica porque los alimentos mínimamente procesados tienen menos densidad calórica y requieren más masticación, lo que favorece la saciedad. “Los ultraprocesados tienen menos textura, se mastican más rápido y estimulan el apetito de forma artificial”, ha resumido Juul.

Si se proyectan los resultados a un año, los investigadores estiman que una dieta basada en alimentos naturales podría suponer una pérdida de hasta un 13% del peso corporal en hombres y un 9% en mujeres. En la dieta con ultraprocesados, esa cifra bajaría a entre un 4 y un 5%.

¿Qué distingue a un alimento ultraprocesado? La clasificación de los alimentos según su grado de procesamiento no depende únicamente de sus ingredientes, sino también de cómo han sido transformados. Según la descripción del estudio, los alimentos ultraprocesados incluyen “ingredientes que rara vez se usan en la cocina doméstica, como emulsionantes, edulcorantes, sabores artificiales o potenciadores del sabor”, mientras que los alimentos mínimamente procesados conservan su forma natural y requieren una preparación más sencilla: frutas, verduras, carne, pescado, cereales enteros, yogur natural, etc.

Una barrita de cereales “saludable” puede tener fibra añadida, pero también suele contener jarabes, estabilizantes y sabores artificiales. En contraste, un bol de avena remojada durante la noche y mezclada con fruta fresca y yogur natural es un alimento mínimamente procesado que aporta fibra en su forma natural y sin aditivos.

Entonces, ¿qué es lo realmente saludable? El estudio no busca generar alarma, pero sí deja un mensaje claro: no basta con fijarse en los números de la etiqueta si el producto es ultraprocesado. El cómo está hecho también importa. La nutricionista Brenda Davy, citada por The New York Times, lo resume así: “Cocinar más en casa, usar ingredientes reconocibles y evitar productos con listas interminables de componentes sigue siendo la mejor receta para cuidar nuestra salud”.

En la misma línea, Adrian Brown, coautor del estudio, advierte en The Guardian que las etiquetas no siempre cuentan toda la historia: “El etiquetado nutricional no capta el nivel de procesamiento. Muchos productos que parecen saludables no muestran advertencias, pero siguen siendo UPF”.

El entorno: un factor primordial. Como ha señalado el médico Chris van Tulleken, autor del libro Ultra-Processed People, el entorno alimentario actual dificulta la elección saludable. “No podemos seguir culpando al individuo por un entorno alimentario hostil. Los ultraprocesados son más baratos, están en todas partes y están diseñados para enganchar”, ha declarado en The Guardian. Por eso, los autores del estudio abogan por políticas públicas: mejores etiquetas, regulaciones de marketing y fiscalidad que favorezca el acceso a alimentos frescos.

Menos etiquetas, más comida real. Aunque el estudio tiene limitaciones (duración corta y muestra pequeña), sus conclusiones refuerzan una tendencia científica cada vez más sólida: los alimentos mínimamente procesados funcionan mejor para controlar el peso, reducir antojos y comer menos sin esfuerzo.

Y aunque no hace falta eliminar por completo los ultraprocesados —la realidad y las rutinas no siempre lo permiten—, sí es posible recuperar el control desde la cocina. La evidencia es clara: no es solo lo que comemos. Es cómo está hecho lo que comemos.

Imagen | Pexels

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