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Ciencia y Tecnología

Hace 1.800 años China tenía una de las tecnologías más intrigantes. Ahora está a punto de resucitar al dragón que detecta terremotos

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Hace 1.800 años China tenía una de las tecnologías más intrigantes. Ahora está a punto de resucitar al dragón que detecta terremotos

Hace casi dos mil años, durante la dinastía Han del Este, el erudito chino Zhang Heng diseñó un dispositivo que, según las crónicas históricas, podía detectar terremotos lejanos e incluso señalar su dirección. Aquel invento, llamado Houfeng Didong Yi, era un artilugio mecánico que tenía al dragón como actor principal. Ahora China está a punto de resucitar lo que se creía una leyenda.

Un prodigio borrado del tiempo. Hablamos de un sistema mecánico (una vasija ornamentada rodeada por ocho dragones con bolas de bronce suspendidas, orientadas hacia bocas de sapos) que habría sido capaz de registrar sismos imperceptibles en Luoyang, la capital imperial, con una precisión que “rozaba lo divino”, según El Libro de los Han Posteriores.

Sin embargo, su desaparición repentina de los registros históricos y la imposibilidad de replicarlo con exactitud llevó a su eliminación total del currículo educativo chino en 2017, relegándolo al terreno de la leyenda. Hoy, un equipo liderado por el profesor Xu Guodong, del Instituto de Prevención de Desastres de Hebei, busca recuperar no solo su funcionamiento, sino también su lugar en la historia de la ciencia.

El renacimiento de una máquina prodigiosa. A la pregunta: ¿cómo demonios la van a replicar? Los investigadores explican que a partir de fragmentos literarios antiguos y principios de dinámica estructural moderna. Así, Xu y su equipo han propuesto un modelo funcional del sismoscopio, compuesto por tres subsistemas clave: estructura de excitación, transmisión y cierre.

En el corazón del dispositivo se encontraba un “pilar capital” que no debía interpretarse como una columna inestable, sino como un brazo tipo péndulo (una suerte de gigantesco palillo anclado al suelo) que amplificaba las vibraciones sísmicas. Con apenas 1 mm de desplazamiento en la base, la punta del péndulo se movía hasta cinco veces más, activando un sistema de palancas en “L” que liberaba una bola en la boca del sapo correspondiente a la dirección del epicentro. Un mecanismo de bloqueo impedía que los demás dragones reaccionaran, respetando así la descripción original de “un dragón que habla y siete que callan”.

Sabiduría matemática. Las simulaciones del equipo indican que el sistema respondía con fiabilidad a desplazamientos de apenas 0,5 mm, sin emitir falsas alarmas. Aunque los conocimientos modernos de propagación de ondas sísmicas sugieren que un solo instrumento no puede determinar con total precisión la dirección del epicentro, Xu sostiene que los registros históricos coinciden con alineaciones geológicas óptimas.

Como prueba, cita el terremoto de Longxi del año 138 d.C., cuando el instrumento habría detectado un temblor a 850 kilómetros de distancia, sin que se sintiera en Luoyang. El escepticismo inicial de los funcionarios se desvaneció cuando mensajeros a caballo confirmaron la sacudida días después. Aún más revelador, explica, es el salto en la frecuencia de terremotos registrados en la capital tras la implementación del artefacto: en los 85 años anteriores solo se documentaron tres sismos locales; en los 58 años posteriores, fueron 23, en una región considerada de baja sismicidad.

Zhang Heng: astrónomo y víctima política. Zhang Heng no fue un inventor cualquiera. Su nombramiento como gran astrólogo imperial en el año 115 (un cargo equivalente al de director de un observatorio nacional moderno) y su creación de una esfera armilar capaz de mapear el cielo con precisión, acreditan su dominio en matemáticas, astronomía y mecánica. Pero su invención pudo haber sido políticamente incómoda.

En un contexto donde los desastres naturales eran interpretados como señales del cielo y amenazas al mandato del emperador, un instrumento que “predijera” terremotos podría haber sido visto como subversivo. Algunos estudiosos sugieren que el abrupto retiro de Heng en 138 y su muerte al año siguiente no fueron casuales. Xu añade que la pérdida del sismoscopio original (junto con sus diagramas técnicos) pudo deberse a guerras, caos político o incluso a la codicia de poderosas familias aristocráticas que habrían ocultado su existencia.

Legado recuperado. En un gesto cargado de simbolismo, Xu ha recordado que solo dos objetos de bronce han sido deificados en la historia china: los Nueve Calderos de la dinastía Xia y este sismoscopio. Ahora, el objetivo es ambicioso: reconstruir el instrumento utilizando únicamente materiales y técnicas disponibles en el siglo II, para demostrar que el ingenio mecánico de Zhang Heng no fue una exageración literaria sino una muestra real del conocimiento avanzado alcanzado en la antigua China.

Más allá de la restauración material, el proyecto aspira a reinsertar esta joya de la ingeniería en la narrativa global de la ciencia, como prueba de que la humanidad ya había intentado, mucho antes de los satélites o la inteligencia artificial, desentrañar los misterios del temblor de la Tierra.

Por el camino, la hazaña de Heng, borrada por siglos de olvido, podría estar más cerca de recuperar su lugar entre los grandes hitos del pensamiento humano.

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Miguel Jorge

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​Hace casi dos mil años, durante la dinastía Han del Este, el erudito chino Zhang Heng diseñó un dispositivo que, según las crónicas históricas, podía detectar terremotos lejanos e incluso señalar su dirección. Aquel invento, llamado Houfeng Didong Yi, era un artilugio mecánico que tenía al dragón como actor principal. Ahora China está a punto de resucitar lo que se creía una leyenda.

Un prodigio borrado del tiempo. Hablamos de un sistema mecánico (una vasija ornamentada rodeada por ocho dragones con bolas de bronce suspendidas, orientadas hacia bocas de sapos) que habría sido capaz de registrar sismos imperceptibles en Luoyang, la capital imperial, con una precisión que “rozaba lo divino”, según El Libro de los Han Posteriores.

Sin embargo, su desaparición repentina de los registros históricos y la imposibilidad de replicarlo con exactitud llevó a su eliminación total del currículo educativo chino en 2017, relegándolo al terreno de la leyenda. Hoy, un equipo liderado por el profesor Xu Guodong, del Instituto de Prevención de Desastres de Hebei, busca recuperar no solo su funcionamiento, sino también su lugar en la historia de la ciencia.

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En el corazón del dispositivo se encontraba un “pilar capital” que no debía interpretarse como una columna inestable, sino como un brazo tipo péndulo (una suerte de gigantesco palillo anclado al suelo) que amplificaba las vibraciones sísmicas. Con apenas 1 mm de desplazamiento en la base, la punta del péndulo se movía hasta cinco veces más, activando un sistema de palancas en “L” que liberaba una bola en la boca del sapo correspondiente a la dirección del epicentro. Un mecanismo de bloqueo impedía que los demás dragones reaccionaran, respetando así la descripción original de “un dragón que habla y siete que callan”.

Sabiduría matemática. Las simulaciones del equipo indican que el sistema respondía con fiabilidad a desplazamientos de apenas 0,5 mm, sin emitir falsas alarmas. Aunque los conocimientos modernos de propagación de ondas sísmicas sugieren que un solo instrumento no puede determinar con total precisión la dirección del epicentro, Xu sostiene que los registros históricos coinciden con alineaciones geológicas óptimas.

Como prueba, cita el terremoto de Longxi del año 138 d.C., cuando el instrumento habría detectado un temblor a 850 kilómetros de distancia, sin que se sintiera en Luoyang. El escepticismo inicial de los funcionarios se desvaneció cuando mensajeros a caballo confirmaron la sacudida días después. Aún más revelador, explica, es el salto en la frecuencia de terremotos registrados en la capital tras la implementación del artefacto: en los 85 años anteriores solo se documentaron tres sismos locales; en los 58 años posteriores, fueron 23, en una región considerada de baja sismicidad.

Zhang Heng: astrónomo y víctima política. Zhang Heng no fue un inventor cualquiera. Su nombramiento como gran astrólogo imperial en el año 115 (un cargo equivalente al de director de un observatorio nacional moderno) y su creación de una esfera armilar capaz de mapear el cielo con precisión, acreditan su dominio en matemáticas, astronomía y mecánica. Pero su invención pudo haber sido políticamente incómoda.

En un contexto donde los desastres naturales eran interpretados como señales del cielo y amenazas al mandato del emperador, un instrumento que “predijera” terremotos podría haber sido visto como subversivo. Algunos estudiosos sugieren que el abrupto retiro de Heng en 138 y su muerte al año siguiente no fueron casuales. Xu añade que la pérdida del sismoscopio original (junto con sus diagramas técnicos) pudo deberse a guerras, caos político o incluso a la codicia de poderosas familias aristocráticas que habrían ocultado su existencia.

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Por el camino, la hazaña de Heng, borrada por siglos de olvido, podría estar más cerca de recuperar su lugar entre los grandes hitos del pensamiento humano.

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