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Los estragos del calor: hay gente congelando mandarinas y clementinas para comérselas después a modo de “helado”

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Los estragos del calor: hay gente congelando mandarinas y clementinas para comérselas después a modo de "helado"

En uno de los tantos vídeos virales que pueden salir haciendo un scroll rápido en redes sociales, una joven se pasa un pepino congelado por el rostro con la solemnidad de quien aplica una mascarilla de lujo. Parece absurdo, pero el clip acumula miles de “me gusta”. No es un caso aislado: en las redes, los alimentos congelados se han convertido en cosmética casera, snacks visuales e incluso rituales veraniegos.

Este año, una nueva tendencia se abre paso con fuerza: congelar frutas, y en especial, clementinas. El objetivo no es conservarlas para después, sino disfrutarlas en su versión más refrescante y sorprendente.

Una explosión cítrica. El fenómeno, bautizado por algunos como el “frozen clementine hack”, se popularizó tras el vídeo de la creadora Hannah Rose, que ya supera los 10 millones de visualizaciones en Instagram. El procedimiento es sencillo: congelar las clementinas, pasarlas bajo agua caliente durante unos segundos y cortarlas por la mitad. El resultado son pequeños gajos helados que se desprenden fácilmente de la piel, listos para comer como si fueran gominolas naturales.

Como han detallado en un reportaje de Food & Wine, el atractivo va más allá del sabor: la textura crujiente, el sonido al morder y el patrón estrellado que aparece al cortar la fruta contribuyen a una experiencia sensorial completa, ideal para compartir en redes.

¿Es una muestra más de postureo? Más allá del impacto visual, lo cierto es que sí hay una lógica detrás de este gesto viral. Congelar frutas no es nuevo, pero algunas se prestan mejor que otras. Las clementinas, por ejemplo, tienen menos agua libre que otras frutas, lo que reduce el riesgo de que se formen cristales de hielo grandes que rompan su estructura.

Según ha explicado mi compañero en este medio, “cuanta más agua tenga un alimento, más se altera su estructura al congelarse”. De ahí que la lechuga descongelada resulte blanda y aguada, mientras que frutas pequeñas y firmes como las mandarinas, o verduras con almidón como los guisantes, soporten mucho mejor el proceso.

¿Es saludable? En principio, congelar clementinas es perfectamente seguro y saludable, siempre que se sigan unas mínimas precauciones. Lo ideal es consumirlas directamente congeladas o recién sacadas del frío, evitando dejarlas a temperatura ambiente demasiado tiempo.

A nivel nutricional, la mayoría de los compuestos importantes —fibra, minerales, proteínas y vitaminas liposolubles— se mantienen estables en el congelador. Eso sí, como hemos explicado en este medio, algunas vitaminas hidrosolubles como la C sí pueden disminuir durante el proceso de descongelación. En otras palabras: no es una forma milagrosa de consumir fruta, pero tampoco tiene inconvenientes relevantes. Y si eso ayuda a que más gente coma fruta en verano, quizá ya haya cumplido su propósito.

Abriendo la puerta a otras frutas. Como han señalado en el artículo de Food & Wine, las uvas congeladas, por ejemplo, llevan tiempo siendo un snack típico en verano. El mango en cubitos congelado es ideal para batidos o helados caseros. Y la sandía, aunque no se recomienda descongelar para comer en crudo, funciona bien si se consume directamente triturada como granizado.

La fruta del verano. Lo que comenzó como una curiosidad más en TikTok ha terminado por consolidarse como un hábito veraniego con cierto respaldo científico. Más allá del filtro y el efecto sonoro, congelar fruta —especialmente la que lo tolera bien— puede ser una forma accesible y atractiva de mantener hábitos saludables incluso en plena ola de calor.

Imagen | Instagram y Unsplash

Xataka | Resolviendo la gran pregunta que siempre surge cuando congelamos comida: si pierde nutrientes o no


La noticia

Los estragos del calor: hay gente congelando mandarinas y clementinas para comérselas después a modo de “helado”

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alba Otero

.

​En uno de los tantos vídeos virales que pueden salir haciendo un scroll rápido en redes sociales, una joven se pasa un pepino congelado por el rostro con la solemnidad de quien aplica una mascarilla de lujo. Parece absurdo, pero el clip acumula miles de “me gusta”. No es un caso aislado: en las redes, los alimentos congelados se han convertido en cosmética casera, snacks visuales e incluso rituales veraniegos.

Este año, una nueva tendencia se abre paso con fuerza: congelar frutas, y en especial, clementinas. El objetivo no es conservarlas para después, sino disfrutarlas en su versión más refrescante y sorprendente.

Una explosión cítrica. El fenómeno, bautizado por algunos como el “frozen clementine hack”, se popularizó tras el vídeo de la creadora Hannah Rose, que ya supera los 10 millones de visualizaciones en Instagram. El procedimiento es sencillo: congelar las clementinas, pasarlas bajo agua caliente durante unos segundos y cortarlas por la mitad. El resultado son pequeños gajos helados que se desprenden fácilmente de la piel, listos para comer como si fueran gominolas naturales.

Como han detallado en un reportaje de Food & Wine, el atractivo va más allá del sabor: la textura crujiente, el sonido al morder y el patrón estrellado que aparece al cortar la fruta contribuyen a una experiencia sensorial completa, ideal para compartir en redes.

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¿Es una muestra más de postureo? Más allá del impacto visual, lo cierto es que sí hay una lógica detrás de este gesto viral. Congelar frutas no es nuevo, pero algunas se prestan mejor que otras. Las clementinas, por ejemplo, tienen menos agua libre que otras frutas, lo que reduce el riesgo de que se formen cristales de hielo grandes que rompan su estructura.

Según ha explicado mi compañero en este medio, “cuanta más agua tenga un alimento, más se altera su estructura al congelarse”. De ahí que la lechuga descongelada resulte blanda y aguada, mientras que frutas pequeñas y firmes como las mandarinas, o verduras con almidón como los guisantes, soporten mucho mejor el proceso.

¿Es saludable? En principio, congelar clementinas es perfectamente seguro y saludable, siempre que se sigan unas mínimas precauciones. Lo ideal es consumirlas directamente congeladas o recién sacadas del frío, evitando dejarlas a temperatura ambiente demasiado tiempo.

A nivel nutricional, la mayoría de los compuestos importantes —fibra, minerales, proteínas y vitaminas liposolubles— se mantienen estables en el congelador. Eso sí, como hemos explicado en este medio, algunas vitaminas hidrosolubles como la C sí pueden disminuir durante el proceso de descongelación. En otras palabras: no es una forma milagrosa de consumir fruta, pero tampoco tiene inconvenientes relevantes. Y si eso ayuda a que más gente coma fruta en verano, quizá ya haya cumplido su propósito.

Abriendo la puerta a otras frutas. Como han señalado en el artículo de Food & Wine, las uvas congeladas, por ejemplo, llevan tiempo siendo un snack típico en verano. El mango en cubitos congelado es ideal para batidos o helados caseros. Y la sandía, aunque no se recomienda descongelar para comer en crudo, funciona bien si se consume directamente triturada como granizado.

La fruta del verano. Lo que comenzó como una curiosidad más en TikTok ha terminado por consolidarse como un hábito veraniego con cierto respaldo científico. Más allá del filtro y el efecto sonoro, congelar fruta —especialmente la que lo tolera bien— puede ser una forma accesible y atractiva de mantener hábitos saludables incluso en plena ola de calor.

Imagen | Instagram y Unsplash

Xataka | Resolviendo la gran pregunta que siempre surge cuando congelamos comida: si pierde nutrientes o no

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