Ciencia y Tecnología
La nueva batería europea no lleva litio ni cobalto: viene del monte andaluz y se quema en térmicas francesas

Mientras Europa perfila nuevas sanciones contra Rusia en el sector energético, el reloj corre para llenar las reservas de cara al invierno. En este contexto, Francia ha decidido mirar al sur para abastecer sus plantas térmicas y reducir su dependencia del gas: la biomasa andaluza se coloca en el centro de la solución.
En corto. Desde el Puerto de Sevilla ha salido una nueva operación de exportación de biomasa forestal con destino a una planta de generación eléctrica en la región francesa de Provenza y Costa Azul. Según ha informado la Junta de Andalucía mediante una nota de prensa, se han cargado 4.200 toneladas de biomasa, procedente de tratamientos selvícolas realizados en montes andaluces y gestionada por la empresa Novalis.
Esta operación se enmarca dentro de un modelo de colaboración público-privada que busca poner en valor los recursos forestales de Andalucía y posicionar la biomasa como una alternativa energética exportable.
Un cambio de paradigma. Este tipo de exportaciones evidencia una transformación profunda en la gestión del territorio: lo que antes era un residuo o un riesgo de incendio, hoy se convierte en un recurso energético limpio con demanda internacional. La biomasa leñosa andaluza no solo genera energía renovable, sino que lo hace con una huella neutra en carbono, contribuyendo a los objetivos de descarbonización de la Unión Europea.
Además, la selvicultura activa mejora la estructura de los bosques y reduce la carga vegetal, lo que ayuda a prevenir incendios forestales. “Durante años se confundió la conservación con la inacción y eso ha llevado al abandono de muchos montes”, ha señalado en Europa Press el director general de Política Forestal y Biodiversidad, Juan Ramón Pérez Valenzuela.
El proceso. El modelo se basa en la licitación de aprovechamientos forestales en terrenos públicos, especialmente en zonas de alto valor ecológico y riesgo de despoblamiento. Las tareas de limpieza, clareos y tratamientos selvícolas son llevadas a cabo por empresas especializadas. Una vez clasificada y astillada, la biomasa se exporta a través de infraestructuras logísticas a instalaciones energéticas en Francia, Italia, Dinamarca y Suecia.
Desde que arrancó la operativa en 2019, el Puerto de Sevilla ha visto salir más de 400.000 toneladas de biomasa: madera, corcho y hasta hueso de aceituna que ahora sirven para generar energía limpia en Europa. Solo la empresa sevillana Novalis ha movido más de 100.000 toneladas. Si se suman las exportaciones realizadas también desde Huelva, Puerto Real o Almería, el total supera ya las 640.000 toneladas con destino a países del norte y este del continente.
Ahora sí no hay cuello de botella. España ha sido vista como un cul-de-sac energético: con infraestructuras limitadas y sin apenas interconexiones con Europa central. Pero cuando interesa, como demuestra esta operación desde Sevilla, se puede remover hasta el mar y lo que antes era solo gas en gaseoductos, ahora son astillas de monte convertidas en calor.
No es el único caso, ya que empresas como Burpellet, en el pequeño pueblo burgalés de Doña Santos, consolidan esta idea. Con una producción de hasta 150.000 toneladas anuales, su planta demuestra que la biomasa puede ser una solución industrial viable para zonas rurales, sin perder su escala local.
El monte como energía del futuro. La Junta de Andalucía no oculta su apuesta. La operación en el Puerto de Sevilla es una muestra del despliegue del Plan Forestal Andaluz Horizonte 2030, que moviliza 300 millones de euros anuales para fomentar la gestión multifuncional del monte. Y será también la base para una futura Ley de Montes que consolide el uso productivo y sostenible del territorio.
En un tiempo en que Europa teme al frío del invierno y al calor de las crisis energéticas, Andalucía envía algo más que astillas: exporta energía limpia, gestión forestal activa y futuro para sus pueblos. El monte, al fin, vuelve a ser protagonista.
Imagen | Puerto de Sevilla
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La noticia
La nueva batería europea no lleva litio ni cobalto: viene del monte andaluz y se quema en térmicas francesas
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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Mientras Europa perfila nuevas sanciones contra Rusia en el sector energético, el reloj corre para llenar las reservas de cara al invierno. En este contexto, Francia ha decidido mirar al sur para abastecer sus plantas térmicas y reducir su dependencia del gas: la biomasa andaluza se coloca en el centro de la solución.
En corto. Desde el Puerto de Sevilla ha salido una nueva operación de exportación de biomasa forestal con destino a una planta de generación eléctrica en la región francesa de Provenza y Costa Azul. Según ha informado la Junta de Andalucía mediante una nota de prensa, se han cargado 4.200 toneladas de biomasa, procedente de tratamientos selvícolas realizados en montes andaluces y gestionada por la empresa Novalis.
Esta operación se enmarca dentro de un modelo de colaboración público-privada que busca poner en valor los recursos forestales de Andalucía y posicionar la biomasa como una alternativa energética exportable.
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Mientras Europa busca desesperadamente alternativa al gas ruso, una provincia española ya la ha encontrado: Burgos
Un cambio de paradigma. Este tipo de exportaciones evidencia una transformación profunda en la gestión del territorio: lo que antes era un residuo o un riesgo de incendio, hoy se convierte en un recurso energético limpio con demanda internacional. La biomasa leñosa andaluza no solo genera energía renovable, sino que lo hace con una huella neutra en carbono, contribuyendo a los objetivos de descarbonización de la Unión Europea.
Además, la selvicultura activa mejora la estructura de los bosques y reduce la carga vegetal, lo que ayuda a prevenir incendios forestales. “Durante años se confundió la conservación con la inacción y eso ha llevado al abandono de muchos montes”, ha señalado en Europa Press el director general de Política Forestal y Biodiversidad, Juan Ramón Pérez Valenzuela.
El proceso. El modelo se basa en la licitación de aprovechamientos forestales en terrenos públicos, especialmente en zonas de alto valor ecológico y riesgo de despoblamiento. Las tareas de limpieza, clareos y tratamientos selvícolas son llevadas a cabo por empresas especializadas. Una vez clasificada y astillada, la biomasa se exporta a través de infraestructuras logísticas a instalaciones energéticas en Francia, Italia, Dinamarca y Suecia.
Desde que arrancó la operativa en 2019, el Puerto de Sevilla ha visto salir más de 400.000 toneladas de biomasa: madera, corcho y hasta hueso de aceituna que ahora sirven para generar energía limpia en Europa. Solo la empresa sevillana Novalis ha movido más de 100.000 toneladas. Si se suman las exportaciones realizadas también desde Huelva, Puerto Real o Almería, el total supera ya las 640.000 toneladas con destino a países del norte y este del continente.
Ahora sí no hay cuello de botella. España ha sido vista como un cul-de-sac energético: con infraestructuras limitadas y sin apenas interconexiones con Europa central. Pero cuando interesa, como demuestra esta operación desde Sevilla, se puede remover hasta el mar y lo que antes era solo gas en gaseoductos, ahora son astillas de monte convertidas en calor.
No es el único caso, ya que empresas como Burpellet, en el pequeño pueblo burgalés de Doña Santos, consolidan esta idea. Con una producción de hasta 150.000 toneladas anuales, su planta demuestra que la biomasa puede ser una solución industrial viable para zonas rurales, sin perder su escala local.
El monte como energía del futuro. La Junta de Andalucía no oculta su apuesta. La operación en el Puerto de Sevilla es una muestra del despliegue del Plan Forestal Andaluz Horizonte 2030, que moviliza 300 millones de euros anuales para fomentar la gestión multifuncional del monte. Y será también la base para una futura Ley de Montes que consolide el uso productivo y sostenible del territorio.
En un tiempo en que Europa teme al frío del invierno y al calor de las crisis energéticas, Andalucía envía algo más que astillas: exporta energía limpia, gestión forestal activa y futuro para sus pueblos. El monte, al fin, vuelve a ser protagonista.
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