Ciencia y Tecnología
La manera más barata de mantener un Mazda RX-7 es embutirle un motor diésel. Y, sí, hay quien se ha atrevido con ello

Motor rotativo, faros escamoteables y una silueta, sencillamente, perfecta. La tercera generación del Mazda RX-7 no sólo es un coche escultural, es un pilar fundamental de la cultura automovilística japonesa que nos llegó en los años 90.
Para los que crecimos aquellos años con el Gran Turismo bajo el brazo, Japón se convirtió en una absoluta referencia a la hora de construir nuestros recuerdos más preciados. Fueron años de matagigantes como el Honda NSX o el Nissan Skyline GT-R, de dominio en el Mundial de Rallies de Subaru y Mitsubishi, y del tunning con mayor gusto que se ha visto con el Toyota Supra, Mitsubishi Eclipse o el Mazda RX-7 (entre tantos otros que me dejo) por bandera.
Por si fuera poco, más tarde llegaría el icónico Mazda RX-7 de Dominic Toretto en la primera A todo gas, volvería con Han en Fast & Furious Tokyo Drift y, mientras tanto, podíamos conducirlo en el mencionado Gran Turismo o en el Need For Speed, si queremos seguir esa vertiente tunera.
No es de extrañar que el público le tenga cariño a un coche que no sólo era precioso. También era espectacular por su peculiar motor y su delicioso sonido.
Todo eso se ha perdido con esta peculiar restauración.
¿Un Mazda RX7 diésel?
“Lo compré hace dos años y no era más que un chasis (…) no tenía motor, ni caja de cambios, ni interior…” con estas palabras empieza la declaración de Arnold, un polaco que cuenta en el canal de Youtube Nightride (casi un millón de suscriptores), la historia de su Mazda RX-7.
Las palabras del dueño de este mítico deportivo tienen el halo del que parece estar exculpando sus pecados en el confesionario. “Empecé con la parte estética”, relata cuando asegura que solo después de modificar su exterior y asemejarlo a la estética touge (la moda setentera japonesa de derrapar en las carreteras de montaña que se recoge en películas como Fast & Furious Tokyo Drift o en el famosísimo manga Initial D) fue cuando pensó qué haría con el motor.
La tercera generación del Mazda RX-7 es famosa por montar un motor rotativo biturbo que alcanzaba los 280 CV. Sumado a un chasis ligerísimo, el coche rápidamente se convirtió en santo y seña de los amantes del drift. Era un coche que lo tenía todo, una estética brutal, un motor raro y un sonido que recordaba al mítico Mazda 787B que se hizo con la victoria en Le Mans.
“Quería que el coche fuera controvertido”. Y vaya que si lo ha sido. No precisamente por el paquete estético de fibra de carbono basado en el Need Ford Speed Underground. Arnold decidió que nada causaría más impacto que olvidarse del motor rotativo y embutirle un seis cilindros diésel.
Sí, has leído bien.
Sé que necesitas tiempo para digerirlo.
¿Puedes seguir leyendo?
El diésel de seis cilindros procedía de un BMW Serie 5 e39. Con la sonrisa de quien sabe que ha cometido un crimen ha conseguido su objetivo, dice a cámara: “quería tener un coche con un motor impactante bajo el capó. Y fue impactante, porque funciona en un Mazda RX-7”.
Y a continuación, con una sonrisa, explica que valoró muchos tipos de motores pero que finalmente se decidió por el seis cilindros en línea diésel de BMW. Un motor de fiable y barato. Ningún otro motor que pudiera utilizar era tan barato y le diera tanto rendimiento. Pero también confiesa, “me gustaba enfadar a la gente”.
Mirando el lado bueno de las cosas, Arnold asegura que el proyecto nació con la idea de ser “un coche de drift barato” que pudiera complementar con el otro RX-7 que, este sí, tiene con motor rotativo en su garaje. Pero el proyecto se fue encareciendo. Subió la potencia de 184 a 270 CV e instaló un diferencial trasero, también de BMW que él mismo personalizó.
Asegura que lo sigue utilizando como un coche para drift pero que, finalmente, tanta atención por el detalle lo ha convertido en un vehículo para utilizar en el día a día. Con su preciosa imagen su motor diésel no llamará la atención… hasta que alguien eche de menos el particular aullido del rotativo.
“Algunos lo aman y otros lo odian”, asegura al final del vídeo.
Bueno, Arnold, imaginamos que en esa balanza hay muchos más en un lado que en el otro. Pero al menos nos quedamos con que el chasis de un Mazda RX-7 fue devuelto a la vida y ahora vuelve a deslumbrar a quienes se lo encuentran por la calle.
Foto | jacob S y BMW
–
La noticia
La manera más barata de mantener un Mazda RX-7 es embutirle un motor diésel. Y, sí, hay quien se ha atrevido con ello
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alberto de la Torre
.
Motor rotativo, faros escamoteables y una silueta, sencillamente, perfecta. La tercera generación del Mazda RX-7 no sólo es un coche escultural, es un pilar fundamental de la cultura automovilística japonesa que nos llegó en los años 90.
Para los que crecimos aquellos años con el Gran Turismo bajo el brazo, Japón se convirtió en una absoluta referencia a la hora de construir nuestros recuerdos más preciados. Fueron años de matagigantes como el Honda NSX o el Nissan Skyline GT-R, de dominio en el Mundial de Rallies de Subaru y Mitsubishi, y del tunning con mayor gusto que se ha visto con el Toyota Supra, Mitsubishi Eclipse o el Mazda RX-7 (entre tantos otros que me dejo) por bandera.
Por si fuera poco, más tarde llegaría el icónico Mazda RX-7 de Dominic Toretto en la primera A todo gas, volvería con Han en Fast & Furious Tokyo Drift y, mientras tanto, podíamos conducirlo en el mencionado Gran Turismo o en el Need For Speed, si queremos seguir esa vertiente tunera.
No es de extrañar que el público le tenga cariño a un coche que no sólo era precioso. También era espectacular por su peculiar motor y su delicioso sonido.
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“Lo compré hace dos años y no era más que un chasis (…) no tenía motor, ni caja de cambios, ni interior…” con estas palabras empieza la declaración de Arnold, un polaco que cuenta en el canal de Youtube Nightride (casi un millón de suscriptores), la historia de su Mazda RX-7.
Las palabras del dueño de este mítico deportivo tienen el halo del que parece estar exculpando sus pecados en el confesionario. “Empecé con la parte estética”, relata cuando asegura que solo después de modificar su exterior y asemejarlo a la estética touge (la moda setentera japonesa de derrapar en las carreteras de montaña que se recoge en películas como Fast & Furious Tokyo Drift o en el famosísimo manga Initial D) fue cuando pensó qué haría con el motor.
La tercera generación del Mazda RX-7 es famosa por montar un motor rotativo biturbo que alcanzaba los 280 CV. Sumado a un chasis ligerísimo, el coche rápidamente se convirtió en santo y seña de los amantes del drift. Era un coche que lo tenía todo, una estética brutal, un motor raro y un sonido que recordaba al mítico Mazda 787B que se hizo con la victoria en Le Mans.
“Quería que el coche fuera controvertido”. Y vaya que si lo ha sido. No precisamente por el paquete estético de fibra de carbono basado en el Need Ford Speed Underground. Arnold decidió que nada causaría más impacto que olvidarse del motor rotativo y embutirle un seis cilindros diésel.
Sí, has leído bien.
Sé que necesitas tiempo para digerirlo.
¿Puedes seguir leyendo?
El diésel de seis cilindros procedía de un BMW Serie 5 e39. Con la sonrisa de quien sabe que ha cometido un crimen ha conseguido su objetivo, dice a cámara: “quería tener un coche con un motor impactante bajo el capó. Y fue impactante, porque funciona en un Mazda RX-7”.
Y a continuación, con una sonrisa, explica que valoró muchos tipos de motores pero que finalmente se decidió por el seis cilindros en línea diésel de BMW. Un motor de fiable y barato. Ningún otro motor que pudiera utilizar era tan barato y le diera tanto rendimiento. Pero también confiesa, “me gustaba enfadar a la gente”.
Mirando el lado bueno de las cosas, Arnold asegura que el proyecto nació con la idea de ser “un coche de drift barato” que pudiera complementar con el otro RX-7 que, este sí, tiene con motor rotativo en su garaje. Pero el proyecto se fue encareciendo. Subió la potencia de 184 a 270 CV e instaló un diferencial trasero, también de BMW que él mismo personalizó.
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Asegura que lo sigue utilizando como un coche para drift pero que, finalmente, tanta atención por el detalle lo ha convertido en un vehículo para utilizar en el día a día. Con su preciosa imagen su motor diésel no llamará la atención… hasta que alguien eche de menos el particular aullido del rotativo.
“Algunos lo aman y otros lo odian”, asegura al final del vídeo.
Bueno, Arnold, imaginamos que en esa balanza hay muchos más en un lado que en el otro. Pero al menos nos quedamos con que el chasis de un Mazda RX-7 fue devuelto a la vida y ahora vuelve a deslumbrar a quienes se lo encuentran por la calle.
Foto | jacob S y BMW
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– La noticia
La manera más barata de mantener un Mazda RX-7 es embutirle un motor diésel. Y, sí, hay quien se ha atrevido con ello
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alberto de la Torre
.