Ciencia y Tecnología
La nueva obsesión viral no es una dieta milagro ni un reto de 24 horas: es comer más fibra y los expertos no están nada en contra

Durante años, la fibra fue ese ingrediente olvidado, relegado al reverso de las cajas de cereales y al consejo aburrido de “come más frutas y verduras”. Nadie podía imaginar que, con el paso del tiempo y gracias a las redes sociales, se convertiría en algo aesthetic, incluso con su propio hashtag: #fibermaxxing. Y lo mejor de todo: los nutricionistas no solo no lo critican, sino que le dan el visto bueno con entusiasmo.
Un fenómeno único. Como suele ocurrir con las tendencias virales, todo empezó con vídeos breves, aparentemente inocentes, pero que captaron la atención de miles (y luego millones) de personas. En un reportaje del New York Times han explicado que la impulsora del movimiento fue la creadora de contenido Pamela Corral, conocida como @impamibaby. En uno de sus vídeos más populares, con más de 10 millones de visualizaciones, aparece mostrando su desayuno favorito: un pudin de chía lleno de frutas rojas y semillas. Y aunque el vídeo parezca un anuncio de chía, la comunidad científica no lo desmiente sino la apoya.
El fibermaxxing. El término no es médico, pero como explica la dietista Kara Landau en declaraciones a Healthline, se trata de una práctica consistente en añadir de forma consciente y constante más fibra en cada comida o snack del día. Es decir, no se trata de dejar de comer algo, sino de sumar más alimentos ricos en fibra a lo que ya comemos.
Los objetivos son varios: mejorar la digestión, alimentar la microbiota intestinal, equilibrar hormonas, controlar el apetito y, de paso, reducir riesgos de enfermedades como diabetes tipo 2, colesterol alto o incluso ciertos tipos de cáncer, según Women’s Health.
Aquí no hay milagros. Esta nueva tendencia viral empuja a comer más frutas, verduras, cereales integrales, legumbres y semillas. Como explica Sara Riehm, dietista del Orlando Health Center for Health Improvement, en Women’s Health: “Es un cambio de mentalidad que pasa de la restricción a la abundancia”. En lugar de eliminar alimentos, se trata de sumar los buenos.
Eso sí, como han advertido varios expertos en Healthline, es fundamental aumentar la fibra poco a poco y beber suficiente agua para evitar problemas digestivos como hinchazón o gases. Sin embargo, no todo el mundo puede lanzarse a los 38 gramos diarios sin consecuencias: personas con síndrome de intestino irritable (SII), sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) o enfermedades intestinales inflamatorias deben consultar antes con un especialista.
¿Una moda más? A diferencia de otras modas virales, el fibermaxxing tiene respaldo científico. Como ha recogido The Guardian, un estudio publicado en 2019 confirmó que una dieta rica en fibra puede reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles entre un 16% y un 24%. Además, sumar solo 7 gramos más al día (por ejemplo, medio bote de alubias) ya puede marcar una diferencia.
Incluso desde la medicina clínica, como apunta el doctor Mir Ali en Women’s Health, se reconoce que la fibra “ayuda a mantener una flora intestinal sana, regula el metabolismo y controla los niveles hormonales”. El atractivo del fibermaxxing es que no parte de la obsesión por la pérdida de peso o la estética, sino del bienestar digestivo y metabólico.
No toda fibra es igual. La fibra no es un único nutriente, sino un conjunto. Existen dos tipos clave: la soluble, que forma una especie de gel en el sistema digestivo y contribuye al control del colesterol y la glucosa (presente en alimentos como la avena o el plátano), y la insoluble, que añade volumen a las heces y favorece un tránsito intestinal regular. Esta última abunda en verduras como el brócoli, los frutos secos o las harinas integrales.
Como han detallado en Mayo Clinic, lo importante no es solo la cantidad de gramos, sino la diversidad de fuentes. Cuanta más variedad de vegetales, frutas, legumbres y cereales consumamos, mejor se alimentará nuestra microbiota intestinal.
¿Una moda aislada? No del todo. En los últimos meses hemos visto otras microtendencias nutricionales que también nacen en redes sociales y terminan despertando el interés de la ciencia. Es el caso del extraño culto al almidón resistente, una práctica que consiste en enfriar alimentos como arroz o patatas cocidas para cambiar su estructura molecular y reducir su impacto glucémico.
También se ha colado en los estantes del supermercado la llamada proteína clara: bebidas que parecen agua saborizada, se beben como un refresco y aportan proteínas como un batido. Ligera, instagrammeable y funcional, es el nuevo objeto de deseo para quienes buscan algo más que un simple snack entre comidas.
Una apuesta por la salud digestiva. En definitiva, todas las tendencias comparten algo en común: ya no se trata solo de adelgazar, sino de optimizar la salud desde un enfoque funcional, compartible y, por qué no, visualmente apetecible. Las redes no solo dictan lo que comemos: están redefiniendo el concepto de bienestar.
Imagen | Unsplash
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La noticia
La nueva obsesión viral no es una dieta milagro ni un reto de 24 horas: es comer más fibra y los expertos no están nada en contra
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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Durante años, la fibra fue ese ingrediente olvidado, relegado al reverso de las cajas de cereales y al consejo aburrido de “come más frutas y verduras”. Nadie podía imaginar que, con el paso del tiempo y gracias a las redes sociales, se convertiría en algo aesthetic, incluso con su propio hashtag: #fibermaxxing. Y lo mejor de todo: los nutricionistas no solo no lo critican, sino que le dan el visto bueno con entusiasmo.
Un fenómeno único. Como suele ocurrir con las tendencias virales, todo empezó con vídeos breves, aparentemente inocentes, pero que captaron la atención de miles (y luego millones) de personas. En un reportaje del New York Times han explicado que la impulsora del movimiento fue la creadora de contenido Pamela Corral, conocida como @impamibaby. En uno de sus vídeos más populares, con más de 10 millones de visualizaciones, aparece mostrando su desayuno favorito: un pudin de chía lleno de frutas rojas y semillas. Y aunque el vídeo parezca un anuncio de chía, la comunidad científica no lo desmiente sino la apoya.
El fibermaxxing. El término no es médico, pero como explica la dietista Kara Landau en declaraciones a Healthline, se trata de una práctica consistente en añadir de forma consciente y constante más fibra en cada comida o snack del día. Es decir, no se trata de dejar de comer algo, sino de sumar más alimentos ricos en fibra a lo que ya comemos.
Los objetivos son varios: mejorar la digestión, alimentar la microbiota intestinal, equilibrar hormonas, controlar el apetito y, de paso, reducir riesgos de enfermedades como diabetes tipo 2, colesterol alto o incluso ciertos tipos de cáncer, según Women’s Health.
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Eso sí, como han advertido varios expertos en Healthline, es fundamental aumentar la fibra poco a poco y beber suficiente agua para evitar problemas digestivos como hinchazón o gases. Sin embargo, no todo el mundo puede lanzarse a los 38 gramos diarios sin consecuencias: personas con síndrome de intestino irritable (SII), sobrecrecimiento bacteriano (SIBO) o enfermedades intestinales inflamatorias deben consultar antes con un especialista.
¿Una moda más? A diferencia de otras modas virales, el fibermaxxing tiene respaldo científico. Como ha recogido The Guardian, un estudio publicado en 2019 confirmó que una dieta rica en fibra puede reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles entre un 16% y un 24%. Además, sumar solo 7 gramos más al día (por ejemplo, medio bote de alubias) ya puede marcar una diferencia.
Incluso desde la medicina clínica, como apunta el doctor Mir Ali en Women’s Health, se reconoce que la fibra “ayuda a mantener una flora intestinal sana, regula el metabolismo y controla los niveles hormonales”. El atractivo del fibermaxxing es que no parte de la obsesión por la pérdida de peso o la estética, sino del bienestar digestivo y metabólico.
No toda fibra es igual. La fibra no es un único nutriente, sino un conjunto. Existen dos tipos clave: la soluble, que forma una especie de gel en el sistema digestivo y contribuye al control del colesterol y la glucosa (presente en alimentos como la avena o el plátano), y la insoluble, que añade volumen a las heces y favorece un tránsito intestinal regular. Esta última abunda en verduras como el brócoli, los frutos secos o las harinas integrales.
Como han detallado en Mayo Clinic, lo importante no es solo la cantidad de gramos, sino la diversidad de fuentes. Cuanta más variedad de vegetales, frutas, legumbres y cereales consumamos, mejor se alimentará nuestra microbiota intestinal.
¿Una moda aislada? No del todo. En los últimos meses hemos visto otras microtendencias nutricionales que también nacen en redes sociales y terminan despertando el interés de la ciencia. Es el caso del extraño culto al almidón resistente, una práctica que consiste en enfriar alimentos como arroz o patatas cocidas para cambiar su estructura molecular y reducir su impacto glucémico.
También se ha colado en los estantes del supermercado la llamada proteína clara: bebidas que parecen agua saborizada, se beben como un refresco y aportan proteínas como un batido. Ligera, instagrammeable y funcional, es el nuevo objeto de deseo para quienes buscan algo más que un simple snack entre comidas.
Una apuesta por la salud digestiva. En definitiva, todas las tendencias comparten algo en común: ya no se trata solo de adelgazar, sino de optimizar la salud desde un enfoque funcional, compartible y, por qué no, visualmente apetecible. Las redes no solo dictan lo que comemos: están redefiniendo el concepto de bienestar.
Imagen | Unsplash
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fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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