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Si recuerdas con cariño un capítulo de tu libro favorito, da gracias: hasta hace un par de siglos, nadie los había inventado aún

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Si recuerdas con cariño un capítulo de tu libro favorito, da gracias: hasta hace un par de siglos, nadie los había inventado aún

Es una de esas cosas que damos tan por sentadas que es posible que no nos hayamos preguntado nunca: ¿por qué los libros tienen capítulos? La respuesta es, en realidad, bastante sencilla, y tiene mucho que ver con la forma que tenemos de contar historias y, sobre todo, con una aspiración genuinamente humana, y cuyos orígenes se remontan al principio de los tiempos: hacernos la vida más fácil.

Capítulo 1. Hay que aclarar que cuando hablamos de capítulos, estamos haciéndolo en la concepción más amplia del término: hablamos más bien de dividir un texto en puntos sucesivos y organizados. Tal y como estamos organizando este artículo, sin ir más lejos: en epígrafes encabezados por un título que resume el contenido de cada apartado, lo apostilla o lo matiza. Pero esto no fue siempre moneda común. Nicholas Dames, autor del libro ‘The Chapter: A Segmented History from Antiquity to the 21st Century’, afirma que hay que remontarse a la Antigua Roma para rastrear los orígenes de los capítulos.

A Roma. Se trata de una tablilla jurídica que data del siglo II AC. Según contó Dames a un podcast de ABC, el texto tenía estructura de “ley continua, pero estaba segmentada y esos segmentos tenían títulos breves”. Es decir, la primera labor de los capítulos es organizar textos informativos, para ayudar al lector a localizar la información. Este uso empezó a extenderse, y llegamos así a un invento paralelo, el índice: durante parte de la historia antigua, el soporte más común era el rollo, y a veces iba acompañado de una lista de capítulos en un pergamino más pequeño.

Separar las cosas. Dames explica que esta separación en epígrafes era inaudita: hace dos mil años no se tenía la concepción actual de la escritura y, por ejemplo, las palabras que aparecían en los rollos no estaban separadas, no había espacios entre ellas. Los autores no se preocupaban de esas cosas, de la división en los textos se encargaban los editores al emprender una tarea llamada “capitulación”. Eran estos editores, a veces estudiosos de la época, a veces monjes medievales, quienes dividían en partes las obras en capítulos para hacerlas más comprensibles.

La Biblia, punto y aparte. Lo que puede llamar la atención, según lo que cuenta Dames, es que la Biblia nunca estuvo dividida en capítulos, sino que esta acción se llevó a cabo, de muy distintas maneras, entre los siglos cuarto y decimotercero. Se dividió de innumerables modos, a veces en capítulos largos, otras en apartados cortos, lo que confundió aún más el estudio y difusión de un libro que ya de por sí ha tenido una historia laberíntica,. Fue en el siglo XIII (o eso se cree) cuando el que más adelante sería Arzobispo de Canterbury, fijó la división en capítulos que conocemos hoy. Esta división se encontró con críticos tan distinguidos como el filósofo John Locke.

Y las cosas cambiaron. La Biblia fue un punto de inflexión definitivo: para los siglos XVII y XVIII, cuando la novela se convirtió en un formato de entretenimiento absolutamente masivo, los autores pensaban sus narraciones con la división por capítulos en mente, con la atención puesta en el ritmo. Formas de difusión posteriores, como las novelas por entregas o, en la actualidad, las series de televisión, están ya meditadas desde etapas muy primeras de la concepción del relato con la división de capítulos en mente.

Cabecera | Capítulo VII de ‘Drácula’, edición de Minotauro ilustrada por Tomás Hijo

En Xataka | En España se publica un libro cada seis minutos. Es el síntoma de una burbuja que no para de inflarse


La noticia

Si recuerdas con cariño un capítulo de tu libro favorito, da gracias: hasta hace un par de siglos, nadie los había inventado aún

fue publicada originalmente en

Xataka

por
John Tones

.

​Es una de esas cosas que damos tan por sentadas que es posible que no nos hayamos preguntado nunca: ¿por qué los libros tienen capítulos? La respuesta es, en realidad, bastante sencilla, y tiene mucho que ver con la forma que tenemos de contar historias y, sobre todo, con una aspiración genuinamente humana, y cuyos orígenes se remontan al principio de los tiempos: hacernos la vida más fácil.

Capítulo 1. Hay que aclarar que cuando hablamos de capítulos, estamos haciéndolo en la concepción más amplia del término: hablamos más bien de dividir un texto en puntos sucesivos y organizados. Tal y como estamos organizando este artículo, sin ir más lejos: en epígrafes encabezados por un título que resume el contenido de cada apartado, lo apostilla o lo matiza. Pero esto no fue siempre moneda común. Nicholas Dames, autor del libro ‘The Chapter: A Segmented History from Antiquity to the 21st Century’, afirma que hay que remontarse a la Antigua Roma para rastrear los orígenes de los capítulos.

A Roma. Se trata de una tablilla jurídica que data del siglo II AC. Según contó Dames a un podcast de ABC, el texto tenía estructura de “ley continua, pero estaba segmentada y esos segmentos tenían títulos breves”. Es decir, la primera labor de los capítulos es organizar textos informativos, para ayudar al lector a localizar la información. Este uso empezó a extenderse, y llegamos así a un invento paralelo, el índice: durante parte de la historia antigua, el soporte más común era el rollo, y a veces iba acompañado de una lista de capítulos en un pergamino más pequeño.

En Xataka

Si no sabes qué leer este verano, la redacción de Xataka tiene unas cuantas ideas para pasar un verano entre páginas

Separar las cosas. Dames explica que esta separación en epígrafes era inaudita: hace dos mil años no se tenía la concepción actual de la escritura y, por ejemplo, las palabras que aparecían en los rollos no estaban separadas, no había espacios entre ellas. Los autores no se preocupaban de esas cosas, de la división en los textos se encargaban los editores al emprender una tarea llamada “capitulación”. Eran estos editores, a veces estudiosos de la época, a veces monjes medievales, quienes dividían en partes las obras en capítulos para hacerlas más comprensibles.

La Biblia, punto y aparte. Lo que puede llamar la atención, según lo que cuenta Dames, es que la Biblia nunca estuvo dividida en capítulos, sino que esta acción se llevó a cabo, de muy distintas maneras, entre los siglos cuarto y decimotercero. Se dividió de innumerables modos, a veces en capítulos largos, otras en apartados cortos, lo que confundió aún más el estudio y difusión de un libro que ya de por sí ha tenido una historia laberíntica,. Fue en el siglo XIII (o eso se cree) cuando el que más adelante sería Arzobispo de Canterbury, fijó la división en capítulos que conocemos hoy. Esta división se encontró con críticos tan distinguidos como el filósofo John Locke.

Y las cosas cambiaron. La Biblia fue un punto de inflexión definitivo: para los siglos XVII y XVIII, cuando la novela se convirtió en un formato de entretenimiento absolutamente masivo, los autores pensaban sus narraciones con la división por capítulos en mente, con la atención puesta en el ritmo. Formas de difusión posteriores, como las novelas por entregas o, en la actualidad, las series de televisión, están ya meditadas desde etapas muy primeras de la concepción del relato con la división de capítulos en mente.

Cabecera | Capítulo VII de ‘Drácula’, edición de Minotauro ilustrada por Tomás Hijo

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John Tones

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