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El envejecimiento de la población y un sistema de pensiones deficiente tiene un nuevo símbolo en Japón: se alquilan abuelas

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El envejecimiento de la población y un sistema de pensiones deficiente tiene un nuevo símbolo en Japón: se alquilan abuelas

Durante los últimos meses, la gran crisis de arrastra Japón con el envejecimiento de su población se ha expresado en múltiples formatos. Por ejemplo, en el campo se están convirtiendo escuelas en hoteles y cada vez más ancianos optan por vivir en la cárcel. De hecho, la situación es tal que la escasez de mano de obra joven ha convertido la jubilación en una aspiración del pasado, con un nutrido grupo de mayores de 70 años manteniendo su vida laboral activa.

Lo último: la nación ha empezado a alquilar abuelas.

Abuela por horas. Como decíamos, en el contexto de una sociedad que envejece rápidamente y donde la soledad y el aislamiento se han convertido en fenómenos estructurales, Japón ha sido testigo del surgimiento de un servicio singular y profundamente revelador: OK Obaachan, una iniciativa que permite alquilar abuelas por horas para cumplir funciones tan variadas como enseñar a cocinar, cuidar niños, acompañar a una ruptura amorosa o simplemente brindar apoyo emocional.

Detrás de este fenómeno, que podría parecer pintoresco a primera vista, subyace una serie de tensiones económicas y sociales que dibujan con claridad la fragilidad del contrato social en la tercera edad nipona. Con más de 9,3 millones de personas mayores de 65 años aún en activo (es decir, uno de cada cuatro ancianos sigue trabajando después de la edad de jubilación), muchos se ven obligados a buscar nuevas formas de ingresos ante pensiones que apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas. Para estas mujeres mayores, OK Obaachan representa no solo una vía económica, sino también una forma de seguir sintiéndose útiles, presentes y vinculadas a la sociedad.

Un catálogo humano. El servicio, ofrecido por la empresa Client Partners, se presenta como una agencia de personal femenino multifuncional (una especie de compañía de tareas y compañía) y ofrece abuelas a un coste de 3.300 yenes por hora (más transporte). La plantilla actual incluye unas 100 mujeres entre los 60 y los 94 años, con perfiles diversos y habilidades que abarcan desde la cocina, la escritura caligráfica o la mediación familiar, hasta la simple capacidad de escuchar, aconsejar o hacer presencia afectiva.

Lo que comenzó como un proyecto práctico se ha convertido en una experiencia profundamente humana: algunas abuelas acompañan a personas que desean salir del armario frente a sus padres, otras participan en investigaciones académicas sobre evolución social en Japón, y hay quienes simplemente ayudan a sobrellevar la vida cotidiana.

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Algunas de las “abuelas de alquiler”

Abuelas de todos los colores. El perfil de cliente es tan amplio como el de las propias abuelas: jóvenes sin familia, adultos solitarios, personas que buscan una figura materna, o incluso parejas en proceso de ruptura que requieren una presencia conciliadora. El abanico de servicios cubre desde lo funcional hasta lo emocional, y en muchos casos lo simbólico.

Reacciones sociales. Qué duda cabe, la aparición del servicio ha generado reacciones encontradas en la sociedad japonesa. Mientras algunos valoran la posibilidad de recibir consejo y afecto de una persona con experiencia, otros expresan incomodidad ante la mercantilización de los vínculos humanos. De hecho, han aparecido comentarios en redes sociales que van desde el elogio a la idea de “sentirse necesitado” hasta la ironía sobre el riesgo físico para las ancianas o incluso la queja por la falta de un servicio equivalente para hombres.

Porque, en efecto, OK Obaachan es exclusivamente femenino, tanto en su plantilla como en sus servicios paralelos de “amigas de alquiler” o “familiares de alquiler”, todos gestionados por una compañía que se define como “empresa de manitas solo para mujeres”. Contaban los medios locales que, aunque existe una versión masculina llamada Ossan Rental (centrada en hombres de mediana edad, de entre 30 o 40 años), su enfoque es diferente y más informal, y no alcanza el nivel de visibilidad ni sofisticación del servicio centrado en abuelas.

Abuelas como síntoma. La proliferación de este tipo de servicios no puede analizarse sin atender al telón de fondo demográfico que los hace posibles. Lo hemos ido contando: Japón es uno de los países más envejecidos del mundo, con una pirámide poblacional invertida, tasas de natalidad mínimas y una longevidad que supera los 85 años de media.

Las estructuras familiares tradicionales se han erosionado: los hogares unipersonales se multiplican, los vínculos intergeneracionales se debilitan, y el tejido comunitario se fragmenta. En este escenario, las personas mayores no solo enfrentan la incertidumbre económica, sino también un vacío existencial. Iniciativas como OK Obaachan funcionan, así como una suerte de economía emocional, en la que se alquila el afecto (o todo lo contrario), la escucha y el calor humano que antes se daba por supuesto en el seno familiar. Lejos de ser una curiosidad marginal, el fenómeno encarna una respuesta adaptativa (y, por supuesto, comercial) a una necesidad profundamente estructural.

Radiografía del presente. Si se quiere, aunque el auge de OK Obaachan apunte a lo entrañable, funcional o incluso ingenioso, en el fondo es una señal de transformación cultural. La figura de la abuela, tradicionalmente asociada al hogar, a la transmisión de valores o al refugio emocional, ha pasado a convertirse en un recurso profesionalizado, negociable y temporal.

Lo que antes era gratuito y espontáneo ahora se organiza, se factura y se reserva por horas. Una rara avis de profesionalización de la ternura que habla tanto del espíritu de resiliencia de las mujeres mayores como del vacío que deja una sociedad hiperracionalizada, donde cada necesidad (incluso las afectivas) debe ser cubierta por una transacción.

Japón, como en tantas otras tendencias, es posible que anticipe un fenómeno que podría reproducirse en otras sociedades industrializadas. En un mundo cada vez más individualista y envejecido, quizás la pregunta no sea por qué existe un servicio de abuelas por alquiler, sino por qué demonios lo necesitamos tanto.

Imagen | MIKI Yoshihito, Client Partners

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En Xataka | El envejecimiento de la población está haciendo que Japón tome una decisión inédita: dar la bienvenida a los nómadas digitales


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El envejecimiento de la población y un sistema de pensiones deficiente tiene un nuevo símbolo en Japón: se alquilan abuelas

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Miguel Jorge

.

​Durante los últimos meses, la gran crisis de arrastra Japón con el envejecimiento de su población se ha expresado en múltiples formatos. Por ejemplo, en el campo se están convirtiendo escuelas en hoteles y cada vez más ancianos optan por vivir en la cárcel. De hecho, la situación es tal que la escasez de mano de obra joven ha convertido la jubilación en una aspiración del pasado, con un nutrido grupo de mayores de 70 años manteniendo su vida laboral activa.

Lo último: la nación ha empezado a alquilar abuelas.

Abuela por horas. Como decíamos, en el contexto de una sociedad que envejece rápidamente y donde la soledad y el aislamiento se han convertido en fenómenos estructurales, Japón ha sido testigo del surgimiento de un servicio singular y profundamente revelador: OK Obaachan, una iniciativa que permite alquilar abuelas por horas para cumplir funciones tan variadas como enseñar a cocinar, cuidar niños, acompañar a una ruptura amorosa o simplemente brindar apoyo emocional.

Detrás de este fenómeno, que podría parecer pintoresco a primera vista, subyace una serie de tensiones económicas y sociales que dibujan con claridad la fragilidad del contrato social en la tercera edad nipona. Con más de 9,3 millones de personas mayores de 65 años aún en activo (es decir, uno de cada cuatro ancianos sigue trabajando después de la edad de jubilación), muchos se ven obligados a buscar nuevas formas de ingresos ante pensiones que apenas alcanzan para cubrir las necesidades básicas. Para estas mujeres mayores, OK Obaachan representa no solo una vía económica, sino también una forma de seguir sintiéndose útiles, presentes y vinculadas a la sociedad.

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Un catálogo humano. El servicio, ofrecido por la empresa Client Partners, se presenta como una agencia de personal femenino multifuncional (una especie de compañía de tareas y compañía) y ofrece abuelas a un coste de 3.300 yenes por hora (más transporte). La plantilla actual incluye unas 100 mujeres entre los 60 y los 94 años, con perfiles diversos y habilidades que abarcan desde la cocina, la escritura caligráfica o la mediación familiar, hasta la simple capacidad de escuchar, aconsejar o hacer presencia afectiva.

Lo que comenzó como un proyecto práctico se ha convertido en una experiencia profundamente humana: algunas abuelas acompañan a personas que desean salir del armario frente a sus padres, otras participan en investigaciones académicas sobre evolución social en Japón, y hay quienes simplemente ayudan a sobrellevar la vida cotidiana.

Algunas de las “abuelas de alquiler”

Abuelas de todos los colores. El perfil de cliente es tan amplio como el de las propias abuelas: jóvenes sin familia, adultos solitarios, personas que buscan una figura materna, o incluso parejas en proceso de ruptura que requieren una presencia conciliadora. El abanico de servicios cubre desde lo funcional hasta lo emocional, y en muchos casos lo simbólico.

Reacciones sociales. Qué duda cabe, la aparición del servicio ha generado reacciones encontradas en la sociedad japonesa. Mientras algunos valoran la posibilidad de recibir consejo y afecto de una persona con experiencia, otros expresan incomodidad ante la mercantilización de los vínculos humanos. De hecho, han aparecido comentarios en redes sociales que van desde el elogio a la idea de “sentirse necesitado” hasta la ironía sobre el riesgo físico para las ancianas o incluso la queja por la falta de un servicio equivalente para hombres.

Porque, en efecto, OK Obaachan es exclusivamente femenino, tanto en su plantilla como en sus servicios paralelos de “amigas de alquiler” o “familiares de alquiler”, todos gestionados por una compañía que se define como “empresa de manitas solo para mujeres”. Contaban los medios locales que, aunque existe una versión masculina llamada Ossan Rental (centrada en hombres de mediana edad, de entre 30 o 40 años), su enfoque es diferente y más informal, y no alcanza el nivel de visibilidad ni sofisticación del servicio centrado en abuelas.

Abuelas como síntoma. La proliferación de este tipo de servicios no puede analizarse sin atender al telón de fondo demográfico que los hace posibles. Lo hemos ido contando: Japón es uno de los países más envejecidos del mundo, con una pirámide poblacional invertida, tasas de natalidad mínimas y una longevidad que supera los 85 años de media.

Las estructuras familiares tradicionales se han erosionado: los hogares unipersonales se multiplican, los vínculos intergeneracionales se debilitan, y el tejido comunitario se fragmenta. En este escenario, las personas mayores no solo enfrentan la incertidumbre económica, sino también un vacío existencial. Iniciativas como OK Obaachan funcionan, así como una suerte de economía emocional, en la que se alquila el afecto (o todo lo contrario), la escucha y el calor humano que antes se daba por supuesto en el seno familiar. Lejos de ser una curiosidad marginal, el fenómeno encarna una respuesta adaptativa (y, por supuesto, comercial) a una necesidad profundamente estructural.

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Radiografía del presente. Si se quiere, aunque el auge de OK Obaachan apunte a lo entrañable, funcional o incluso ingenioso, en el fondo es una señal de transformación cultural. La figura de la abuela, tradicionalmente asociada al hogar, a la transmisión de valores o al refugio emocional, ha pasado a convertirse en un recurso profesionalizado, negociable y temporal.

Lo que antes era gratuito y espontáneo ahora se organiza, se factura y se reserva por horas. Una rara avis de profesionalización de la ternura que habla tanto del espíritu de resiliencia de las mujeres mayores como del vacío que deja una sociedad hiperracionalizada, donde cada necesidad (incluso las afectivas) debe ser cubierta por una transacción.

Japón, como en tantas otras tendencias, es posible que anticipe un fenómeno que podría reproducirse en otras sociedades industrializadas. En un mundo cada vez más individualista y envejecido, quizás la pregunta no sea por qué existe un servicio de abuelas por alquiler, sino por qué demonios lo necesitamos tanto.

Imagen | MIKI Yoshihito, Client Partners

En Xataka | El envejecimiento de la población en el campo ha llevado a Japón a una propuesta inédita: convertir escuelas en hoteles

En Xataka | El envejecimiento de la población está haciendo que Japón tome una decisión inédita: dar la bienvenida a los nómadas digitales

– La noticia

El envejecimiento de la población y un sistema de pensiones deficiente tiene un nuevo símbolo en Japón: se alquilan abuelas

fue publicada originalmente en

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por
Miguel Jorge

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