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La mayor tribu no contactada del planeta tiene un problema: apenas les quedan árboles para esconderse

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La mayor tribu no contactada del planeta tiene un problema: apenas les quedan árboles para esconderse

Todavía quedan tribus sin contacto en el planeta que defienden con uñas y dientes su territorio. Posiblemente, el caso más extremo es el de la trinchera que han montado en North Sentinel, pero no son los únicos. En general, las pocas tribus de este tipo que quedan han logrado escapar del “exterior” mostrándose fieles a su modo de vida. El problema, como apuntamos hace poco, es que están recibiendo una serie de visitas muy peligrosas

Y en otros casos, directamente les están quitando su “escondite”.

La última resistencia. Lo contaban en dos extensos reportajes The Guardian y O Globo. Hace veinticinco años, la antropóloga Beatriz Huertas seguía las huellas de un pueblo invisible en el corazón de la Amazonía peruana. Los Mashco Piro, el mayor grupo indígena no contactado del planeta, aparecían a orillas de los ríos, tomaban bananas y se desvanecían en la selva. Desde entonces, su historia ha sido la de una resistencia silenciosa frente a amenazas cada vez más letales: la tala legal e ilegal, el narcotráfico, las enfermedades traídas por forasteros y el cambio climático que altera los ciclos vitales de la selva.

A pesar de que Perú protegió una porción de su territorio, las concesiones madereras otorgadas justo al lado y dentro de sus zonas de tránsito han provocado una coexistencia forzada y violenta. La expansión del área protegida, aprobada hace casi una década para evitar estos choques, nunca se implementó. El resultado es una selva donde los Mashco Piro viven en alerta constante y donde incluso los vigilantes indígenas como Romel Ponciano constatan que ya solo los hombres y adolescentes se dejan ver: el resto se oculta, temiendo nuevos encuentros fatales.

Una frontera difusa. Pese a los tratados internacionales y a una ley nacional de protección de pueblos en aislamiento, las medidas reales para salvaguardar a los Mashco Piro han sido fragmentadas, lentas e insuficientes. Mientras el Ministerio de Cultura reduce presupuestos y los puestos de vigilancia operan con apenas dos personas, concesiones madereras con certificación internacional como FSC (supuestamente sinónimo de sostenibilidad) se superponen a territorios vitales para los aislados.

Empresas como Maderera Canales Tahuamanu han estado implicadas en enfrentamientos mortales, y otras como Maderacre gestionan concesiones dentro del área cuya protección sigue estancada desde 2016. En paralelo, funcionarios del Ministerio de Agricultura y autoridades locales como el alcalde de Tahuamanu promueven estudios “verificadores” que buscan cuestionar la necesidad del territorio para los aislados, priorizando el valor comercial de la madera por encima del derecho a existir sin contacto.

D

Qué dicen las autoridades. El discurso oficial oscila entre negar la existencia misma de los pueblos aislados (como hizo el expresidente Alan García) y justificar su desplazamiento en nombre del “orden” frente al narcotráfico. Todo ello bajo una retórica de desarrollo que convierte a los indígenas en obstáculos y no en titulares de derechos fundamentales.

Batallas de papel. Organizaciones indígenas han logrado victorias legales, como la anulación de 72 concesiones en Loreto, pero temen que estos triunfos se evaporen si se institucionaliza la idea de “zonas compartidas” entre taladores y pueblos aislados. De hecho, la propuesta de excluir a comunidades no contactadas de los procesos de consulta que exige la certificación FSC ha sido señalada como una omisión grave.

Impunidad. Activistas como Carla Cárdenas han presentado mociones para prohibir cualquier certificación en territorios con indicios de pueblos en aislamiento, pero el voto está en manos de las propias empresas del sector. Mientras, recordaba el Guardian que cada retraso en convocar al comité que debe decidir sobre la expansión de la reserva de Madre de Dios prolonga la impunidad de las operaciones en territorio Mashco Piro y paraliza otras reservas estratégicas como la de Yavarí-Mirim, en el norte del país.

Plus: todo ello ocurre en una región ya atravesada por la Carretera Interoceánica, que trajo oro ilegal, rutas secundarias de tala, y una fragmentación profunda del ecosistema amazónico. Incluso las zonas con empresas “más responsables” se han convertido en puntos de conflicto.

Dos países y una amenaza. Del lado brasileño, la situación no es mejor. Aunque el gobierno de Lula ha dado algunos pasos como la propuesta del territorio indígena del río Chandless, las organizaciones indígenas denuncian que los compromisos son más retóricos que reales. El camino proyectado entre Santa Rosa do Purus y Manoel Urbano preocupa a los defensores del Acre, pues podría convertirse en una nueva puerta de entrada para madereros y traficantes.

La cooperación binacional con Perú, esencial para proteger a un pueblo cuya movilidad no conoce fronteras políticas, expiró en 2016… y nunca fue renovada. En ausencia de acuerdos gubernamentales, las propias organizaciones indígenas han propuesto dos grandes corredores territoriales que sumarían 25 millones de hectáreas protegidas. Desde el terreno, voluntarios manchineru monitorean los movimientos de sus “parientes desconfiados” para evitar encuentros fatales y preservar su autonomía. Pero el dinamismo reciente de los Mashco Piro (su aparición fuera de temporada, su desplazamiento río abajo) sugiere que la presión externa los está obligando a alterar sus patrones tradicionales.

Advertencia desde la selva. Así, en el núcleo de esta tragedia silenciosa el reportaje destacaba una verdad que los Mashco Piro repiten cuando se les grita desde la otra orilla: no quieren contacto. No es ignorancia ni un capricho: es memoria. La de generaciones que han visto llegar enfermedades, armas, motosierras y carreteras como presagios de muerte.

Para los Mashco Piro, los árboles son monumentos. Al preguntarles si quieren acercarse, la respuesta es la misma: “No, porque ustedes son malos”. No distinguen entre buenos y malos, sino entre una cosmovisión que respeta la selva y otra que la destruye. Si no se actúa pronto, y si no se respeta su voluntad y se protege su territorio de manera efectiva, esa advertencia podría convertirse en epitafio.

Sin árboles y su madera no tienen donde esconderse.

Imagen | Survival International

En Xataka | En el Amazonas peruano, las últimas tribus nunca contactadas van a recibir una visita: la de compañías petroleras

En Xataka | Los que se han acercado a menos de 5 km de esta isla no han vuelto. Un americano logró entrar… y ha durado cinco minutos


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La mayor tribu no contactada del planeta tiene un problema: apenas les quedan árboles para esconderse

fue publicada originalmente en

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por
Miguel Jorge

.

​Todavía quedan tribus sin contacto en el planeta que defienden con uñas y dientes su territorio. Posiblemente, el caso más extremo es el de la trinchera que han montado en North Sentinel, pero no son los únicos. En general, las pocas tribus de este tipo que quedan han logrado escapar del “exterior” mostrándose fieles a su modo de vida. El problema, como apuntamos hace poco, es que están recibiendo una serie de visitas muy peligrosas. 

Y en otros casos, directamente les están quitando su “escondite”.

La última resistencia. Lo contaban en dos extensos reportajes The Guardian y O Globo. Hace veinticinco años, la antropóloga Beatriz Huertas seguía las huellas de un pueblo invisible en el corazón de la Amazonía peruana. Los Mashco Piro, el mayor grupo indígena no contactado del planeta, aparecían a orillas de los ríos, tomaban bananas y se desvanecían en la selva. Desde entonces, su historia ha sido la de una resistencia silenciosa frente a amenazas cada vez más letales: la tala legal e ilegal, el narcotráfico, las enfermedades traídas por forasteros y el cambio climático que altera los ciclos vitales de la selva.

A pesar de que Perú protegió una porción de su territorio, las concesiones madereras otorgadas justo al lado y dentro de sus zonas de tránsito han provocado una coexistencia forzada y violenta. La expansión del área protegida, aprobada hace casi una década para evitar estos choques, nunca se implementó. El resultado es una selva donde los Mashco Piro viven en alerta constante y donde incluso los vigilantes indígenas como Romel Ponciano constatan que ya solo los hombres y adolescentes se dejan ver: el resto se oculta, temiendo nuevos encuentros fatales.

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Una frontera difusa. Pese a los tratados internacionales y a una ley nacional de protección de pueblos en aislamiento, las medidas reales para salvaguardar a los Mashco Piro han sido fragmentadas, lentas e insuficientes. Mientras el Ministerio de Cultura reduce presupuestos y los puestos de vigilancia operan con apenas dos personas, concesiones madereras con certificación internacional como FSC (supuestamente sinónimo de sostenibilidad) se superponen a territorios vitales para los aislados.

Empresas como Maderera Canales Tahuamanu han estado implicadas en enfrentamientos mortales, y otras como Maderacre gestionan concesiones dentro del área cuya protección sigue estancada desde 2016. En paralelo, funcionarios del Ministerio de Agricultura y autoridades locales como el alcalde de Tahuamanu promueven estudios “verificadores” que buscan cuestionar la necesidad del territorio para los aislados, priorizando el valor comercial de la madera por encima del derecho a existir sin contacto.

Qué dicen las autoridades. El discurso oficial oscila entre negar la existencia misma de los pueblos aislados (como hizo el expresidente Alan García) y justificar su desplazamiento en nombre del “orden” frente al narcotráfico. Todo ello bajo una retórica de desarrollo que convierte a los indígenas en obstáculos y no en titulares de derechos fundamentales.

Batallas de papel. Organizaciones indígenas han logrado victorias legales, como la anulación de 72 concesiones en Loreto, pero temen que estos triunfos se evaporen si se institucionaliza la idea de “zonas compartidas” entre taladores y pueblos aislados. De hecho, la propuesta de excluir a comunidades no contactadas de los procesos de consulta que exige la certificación FSC ha sido señalada como una omisión grave.

Impunidad. Activistas como Carla Cárdenas han presentado mociones para prohibir cualquier certificación en territorios con indicios de pueblos en aislamiento, pero el voto está en manos de las propias empresas del sector. Mientras, recordaba el Guardian que cada retraso en convocar al comité que debe decidir sobre la expansión de la reserva de Madre de Dios prolonga la impunidad de las operaciones en territorio Mashco Piro y paraliza otras reservas estratégicas como la de Yavarí-Mirim, en el norte del país.

Plus: todo ello ocurre en una región ya atravesada por la Carretera Interoceánica, que trajo oro ilegal, rutas secundarias de tala, y una fragmentación profunda del ecosistema amazónico. Incluso las zonas con empresas “más responsables” se han convertido en puntos de conflicto.

Dos países y una amenaza. Del lado brasileño, la situación no es mejor. Aunque el gobierno de Lula ha dado algunos pasos como la propuesta del territorio indígena del río Chandless, las organizaciones indígenas denuncian que los compromisos son más retóricos que reales. El camino proyectado entre Santa Rosa do Purus y Manoel Urbano preocupa a los defensores del Acre, pues podría convertirse en una nueva puerta de entrada para madereros y traficantes.

La cooperación binacional con Perú, esencial para proteger a un pueblo cuya movilidad no conoce fronteras políticas, expiró en 2016… y nunca fue renovada. En ausencia de acuerdos gubernamentales, las propias organizaciones indígenas han propuesto dos grandes corredores territoriales que sumarían 25 millones de hectáreas protegidas. Desde el terreno, voluntarios manchineru monitorean los movimientos de sus “parientes desconfiados” para evitar encuentros fatales y preservar su autonomía. Pero el dinamismo reciente de los Mashco Piro (su aparición fuera de temporada, su desplazamiento río abajo) sugiere que la presión externa los está obligando a alterar sus patrones tradicionales.

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Para los Mashco Piro, los árboles son monumentos. Al preguntarles si quieren acercarse, la respuesta es la misma: “No, porque ustedes son malos”. No distinguen entre buenos y malos, sino entre una cosmovisión que respeta la selva y otra que la destruye. Si no se actúa pronto, y si no se respeta su voluntad y se protege su territorio de manera efectiva, esa advertencia podría convertirse en epitafio.

Sin árboles y su madera no tienen donde esconderse.

Imagen | Survival International

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En Xataka | Los que se han acercado a menos de 5 km de esta isla no han vuelto. Un americano logró entrar… y ha durado cinco minutos

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La mayor tribu no contactada del planeta tiene un problema: apenas les quedan árboles para esconderse

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Miguel Jorge

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