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Todos somos la lengua española

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Un idioma es todos sus hablantes, presentes, pero también pasados y futuros. Todos los que hablamos español tenemos la conciencia de que es nuestra lengua, íntima y personal, pero que, a un tiempo, la compartimos con casi quinientos millones de personas. La fuerza internacional de nuestra lengua se fundamenta en su número de hablantes como lengua materna; una de las primeras del mundo si nos basamos en este dato. Su vitalidad demográfica es innegable; y, poco a poco, a despecho de algunos, ha hecho crecer nuestra valoración social.Sin embargo, conforme nuestros países se desarrollan, la natalidad descenderá y, quizás, ya no sea el número de hablantes el dato que nos destaque frente a otras lenguas. Otras características favorecen que la lengua española mantenga e incremente su presencia internacional. Escribía Octavio Paz, en español, que «para todos los hombres y mujeres de nuestra lengua la experiencia de pertenecer a una comunidad lingüística está unida a otra: esa comunidad se extiende más allá de nuestras fronteras nacionales». Pertenecemos a una comunidad lingüística plurinacional, muy extensa geográficamente, con presencia prácticamente en los cinco continentes. El español es lengua oficial en veintiún países y segunda lengua en número de hablantes que la tienen como lengua en los Estados Unidos. La circunstancia geográfica de que la mayoría de los países hispanohablantes sean contiguos nos convierte en una de las áreas lingüísticas más extensas del mundo. Se habla español como lengua materna desde Tierra del Fuego al río Bravo, sin olvidar las Antillas mayores, territorio donde por vez primera se oyeron palabras en español en América. Te puede interesar Abrir la mirada Número de hablantes, extensión territorial internacional… ¿No será el anuncio de la desintegración de la lengua española? No se alarmen. Los hablantes de español estamos definidos por el mestizaje y la convivencia. La esencia de nuestra lengua es ser incluyente. Aunque los hablantes siempre ponemos el acento en los que nos diferencia, el español es una lengua unida, sin riesgo de fragmentación. Todas las lenguas, especialmente las muy extensas, desarrollan variedades internas; variedades que pueden tener que ver con la geografía y también con las diferencias sociales, pero que no ponen en peligro la comunicación. Cierto es que si me dejo caer con un «dame luz», un «dime a ver» o un «suéltame en banda», puedo causar ciertas «interferencias», pero dos frases más allá acabaremos entendiéndonos. Para la lengua española todas estas variedades no hacen sino aportar riqueza léxica y expresiva al ya impresionante caudal de palabras del español. Así ha sido a lo largo de la historia y lo seguirá siendo. Dejando de lado pronósticos agoreros, nuestras sociedades aspiran, o deberían hacerlo, a incrementar los niveles de alfabetización, a la universalización de la educación escolar, a garantizar el acceso a las nuevas tecnologías y a su uso responsable. Alfabetización, educación y acceso a las nuevas tecnologías deben proteger el derecho inexcusable a que nos enseñen a hacer un uso correcto de nuestra lengua. Hablantes mejor formados y más conscientes de la trascendencia de su buen hablar y escribir protegerán nuestra lengua, la enriquecerán y la impulsarán en estos momentos en que está en una encrucijada histórica: seguir siendo de las primeras del mundo, no tanto porque somos muchos, sino porque somos vitales, creativos, productivos y dinámicos. Leer más Cientos de razones 

​  Un idioma es todos sus hablantes, presentes, pero también pasados y futuros. Todos los que hablamos español tenemos la conciencia de que es nuestra lengua, íntima y personal, pero que, a un tiempo, la compartimos con casi quinientos millones de personas. La fuerza internacional de nuestra lengua se fundamenta en su número de hablantes como lengua materna; una de las primeras del mundo si nos basamos en este dato. Su vitalidad demográfica es innegable; y, poco a poco, a despecho de algunos, ha hecho crecer nuestra valoración social.Sin embargo, conforme nuestros países se desarrollan, la natalidad descenderá y, quizás, ya no sea el número de hablantes el dato que nos destaque frente a otras lenguas. Otras características favorecen que la lengua española mantenga e incremente su presencia internacional. Escribía Octavio Paz, en español, que «para todos los hombres y mujeres de nuestra lengua la experiencia de pertenecer a una comunidad lingüística está unida a otra: esa comunidad se extiende más allá de nuestras fronteras nacionales». Pertenecemos a una comunidad lingüística plurinacional, muy extensa geográficamente, con presencia prácticamente en los cinco continentes. El español es lengua oficial en veintiún países y segunda lengua en número de hablantes que la tienen como lengua en los Estados Unidos. La circunstancia geográfica de que la mayoría de los países hispanohablantes sean contiguos nos convierte en una de las áreas lingüísticas más extensas del mundo. Se habla español como lengua materna desde Tierra del Fuego al río Bravo, sin olvidar las Antillas mayores, territorio donde por vez primera se oyeron palabras en español en América. Te puede interesar Abrir la mirada Número de hablantes, extensión territorial internacional… ¿No será el anuncio de la desintegración de la lengua española? No se alarmen. Los hablantes de español estamos definidos por el mestizaje y la convivencia. La esencia de nuestra lengua es ser incluyente. Aunque los hablantes siempre ponemos el acento en los que nos diferencia, el español es una lengua unida, sin riesgo de fragmentación. Todas las lenguas, especialmente las muy extensas, desarrollan variedades internas; variedades que pueden tener que ver con la geografía y también con las diferencias sociales, pero que no ponen en peligro la comunicación. Cierto es que si me dejo caer con un «dame luz», un «dime a ver» o un «suéltame en banda», puedo causar ciertas «interferencias», pero dos frases más allá acabaremos entendiéndonos. Para la lengua española todas estas variedades no hacen sino aportar riqueza léxica y expresiva al ya impresionante caudal de palabras del español. Así ha sido a lo largo de la historia y lo seguirá siendo. Dejando de lado pronósticos agoreros, nuestras sociedades aspiran, o deberían hacerlo, a incrementar los niveles de alfabetización, a la universalización de la educación escolar, a garantizar el acceso a las nuevas tecnologías y a su uso responsable. Alfabetización, educación y acceso a las nuevas tecnologías deben proteger el derecho inexcusable a que nos enseñen a hacer un uso correcto de nuestra lengua. Hablantes mejor formados y más conscientes de la trascendencia de su buen hablar y escribir protegerán nuestra lengua, la enriquecerán y la impulsarán en estos momentos en que está en una encrucijada histórica: seguir siendo de las primeras del mundo, no tanto porque somos muchos, sino porque somos vitales, creativos, productivos y dinámicos. Leer más Cientos de razones 

Un idioma es todos sus hablantes, presentes, pero también pasados y futuros. Todos los que hablamos español tenemos la conciencia de que es nuestra lengua, íntima y personal, pero que, a un tiempo, la compartimos con casi quinientos millones de personas.

La fuerza internacional de nuestra lengua se fundamenta en su número de hablantes como lengua materna; una de las primeras del mundo si nos basamos en este dato. Su vitalidad demográfica es innegable; y, poco a poco, a despecho de algunos, ha hecho crecer nuestra valoración social.

Sin embargo, conforme nuestros países se desarrollan, la natalidad descenderá y, quizás, ya no sea el número de hablantes el dato que nos destaque frente a otras lenguas.

Otras características favorecen que la lengua española mantenga e incremente su presencia internacional. Escribía Octavio Paz, en español, que «para todos los hombres y mujeres de nuestra lengua la experiencia de pertenecer a una comunidad lingüística está unida a otra: esa comunidad se extiende más allá de nuestras fronteras nacionales».

Pertenecemos a una comunidad lingüística plurinacional, muy extensa geográficamente, con presencia prácticamente en los cinco continentes. El español es lengua oficial en veintiún países y segunda lengua en número de hablantes que la tienen como lengua en los Estados Unidos.

La circunstancia geográfica de que la mayoría de los países hispanohablantes sean contiguos nos convierte en una de las áreas lingüísticas más extensas del mundo. Se habla español como lengua materna desde Tierra del Fuego al río Bravo, sin olvidar las Antillas mayores, territorio donde por vez primera se oyeron palabras en español en América.

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Número de hablantes, extensión territorial internacional… ¿No será el anuncio de la desintegración de la lengua española? No se alarmen. Los hablantes de español estamos definidos por el mestizaje y la convivencia. La esencia de nuestra lengua es ser incluyente.

Aunque los hablantes siempre ponemos el acento en los que nos diferencia, el español es una lengua unida, sin riesgo de fragmentación. Todas las lenguas, especialmente las muy extensas, desarrollan variedades internas; variedades que pueden tener que ver con la geografía y también con las diferencias sociales, pero que no ponen en peligro la comunicación.

Cierto es que si me dejo caer con un «dame luz», un «dime a ver» o un «suéltame en banda», puedo causar ciertas «interferencias», pero dos frases más allá acabaremos entendiéndonos.

Para la lengua española todas estas variedades no hacen sino aportar riqueza léxica y expresiva al ya impresionante caudal de palabras del español. Así ha sido a lo largo de la historia y lo seguirá siendo.

Dejando de lado pronósticos agoreros, nuestras sociedades aspiran, o deberían hacerlo, a incrementar los niveles de alfabetización, a la universalización de la educación escolar, a garantizar el acceso a las nuevas tecnologías y a su uso responsable.

Alfabetización, educación y acceso a las nuevas tecnologías deben proteger el derecho inexcusable a que nos enseñen a hacer un uso correcto de nuestra lengua.

Hablantes mejor formados y más conscientes de la trascendencia de su buen hablar y escribir protegerán nuestra lengua, la enriquecerán y la impulsarán en estos momentos en que está en una encrucijada histórica: seguir siendo de las primeras del mundo, no tanto porque somos muchos, sino porque somos vitales, creativos, productivos y dinámicos.

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