Esmeralda Richiez: lo que pudo ser y no fue, a dos años de su triste muerte

Por: Ling Almánzar

Este jueves se cumplen dos años de un sueño roto, de una flor destrozada. Esmeralda Richiez murió tristemente el 13 de febrero de 2023, en La Otra Banda de Higüey. Su trágico deceso estremeció a la sociedad, que gritó justicia y la logró, al fin. Su victimario, el profesor John Kelly Martínez, fue condenado a 20 años de cárcel.

Esmeralda era una chica de 16 años, con un gran perfil: quería echar alas y ser modelo; o, tal vez, llegar lejos en hotelería y turismo. De hecho, estaba realizando un bachillerato técnico en Servicios de Alojamiento, en el Instituto Agropecuario de Higüey.

Pero fue allí, en ese centro educativo, donde arrancó la tragedia que acabó con su vida. Su buena estrella se apagaría para siempre. Conoció al profesor John Kelly Martínez, de Educación física y Física. Licenciado en esta materia, era una mente genial: se pasaba largas horas tragando numeritos y desenredando operaciones matemáticas. Era una máquina de cálculos y soluciones. Le echó el ojo a Esmeralda y ahí empezó el enredo…

La industria turística le abría un mundo de posibilidades, en la región este. Ella soñaba con alcanzar oportunidades de crecimiento personal y profesional. Sus condiciones físicas le imprimían brillo y esplendor: dulzura en el rostro, piel cristalina, mirada estupenda, pelo en cascada… Esta beldad poseía un carisma deslumbrante, y llevaba en sus manos las bridas de su propio destino. Todo en ella anunciaba a una grandiosa celebridad: podía ser actriz, influencer, empresaria o artista. Parecía una modelo de pasarela, aún sin serlo; pero se estaba preparando para volar alto y remontarse hasta el firmamento de sus ilusiones.

Sus atributos corporales estaban coronados por un fulgor de inteligencia. Esmeralda vivía para servir a su familia, a su gente, a su vecindario. Hacía favores. Si había que arreglar un celular, ahí estaba ella. Atendía un pequeño colmado familiar. En una pasola recorría largos trechos. Al tropezar con el profesor, su vida daría un salto mortal.

John Kelly iba a su casa, pedía permiso a sus padres y se la llevaba a pasear. La madre solo ponía un reparo: la hora. No debía devolverla muy tarde: la noche oscura resulta peligrosa y su hija, además, debía preparar sus cosas a tiempo y levantarse temprano para ir a la escuela. Pero ese fin de semana, las cosas se salieron de control y acabaron en llanto y muerte. Era domingo. El profesor fue a pedirla y en un carro se la llevó, junto a un primo y otras tres menores, también estudiantes. El padre de Esmeralda estaba en la iglesia, rogando a Dios por su salud y los suyos: hacía unos meses que lo habían operado a corazón abierto y tenía que vivir en completo sosiego.

La tragedia

Sucedió lo impensable, en una acción violenta y relampagueante. Fueron a una playa de Bávaro. Todos se bajan del vehículo, menos el profesor y Esmeralda. De repente, el carro empieza a estremecerse, mientras los demás gozan en la playa. Cuando cesa el acto y van de regreso, notan sangrado en Esmeralda. Se detienen en una farmacia. Compran toallas, agua… ¿La menstruación? No se sabe ahora, pero luego se sabrá, cuando se hagan las investigaciones de lugar.

Así regresa Esmeralda a su casa, sangrando. Está pálida, lívida, casi muerta. El reloj marca las 12 a. m. En unas horas tiene que abandonar la cama, alistarse y hacer frente a la escuela. Le preguntan qué le pasa. No quiere revelar el motivo de su malestar. Calla. Una amiga, que se ha quedado con ella para amanecer en su casa, tiene que irse ante los requerimientos de sus padres. Calla también. Mientras tanto, la joven va muriendo lentamente: al perder cada vez más sangre, la vida se le va apagando. Está cadavérica sobre la cama manchada.

Al día siguiente, lunes 13 de febrero de 2023, bien temprano, la encuentran en el baño, desangrada. Está muerta.

20 años tras las rejas

En marzo del año pasado, la Justicia le echó 20 años de prisión a su verdugo, el profesor John Kelly Martínez, encontrado culpable de homicidio. Lo sentenció también a pagar 2 millones de pesos como indemnización a la familia de la víctima, por los daños causados. Le provocó desgarros vaginales a Esmeralda, y eso le causó a ella la cruel hemorragia que terminó desangrándola para siempre. El culpable está purgando su condena en la cárcel de Anamuya, en Higüey.

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