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Cuidar a otros debe partir del cuidado personal

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Debemos hacernos conscientes de nuestra interdependenciavulnerabilidad, y de que necesitamos cuidar de nosotros mismos, de nuestros seres queridos y del mundo que habitamos, señala la autora Isabel Sánchez, que ofrece algunas recomendaciones para quienes asisten a un familiar aquejado de una enfermedad.

Los seres humanos valoramos mucho nuestro alto nivel de autonomía personal, pero no pensamos en que nacemos rodeados de cuidados múltiples y prolongados, ni que en algún momento deberemos cuidar a otros o nos tendrán que cuidar, incluso sin esperar al tramo final de nuestra vida, señala Isabel Sánchez, autora del libro ‘Cuidarnos’

Sánchez defiende de manera rotunda que una sociedad en la que el bienestar individual y el colectivo van de la mano, es más humana, más fuerte y mucho más comprometida, porque “sin duda, estamos mejor si estamos juntos”.

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Infografía

Isabel Sánchez, especialista en cuidados. (FUENTE EXTERNA | CAMILA CARBONE OSSA)

Esta autora nos invita a reflexionar sobre la necesidad de cuidarnos a nosotros mismos para estar en condiciones de cuidar a nuestros seres queridos, a las demás personas, al conjunto de la sociedad, a la naturaleza y a las generaciones futuras.

Señala que, como ingrediente clave de esa reflexión, necesitamos asumir la interdependencia que requiere nuestra propia vulnerabilidad humana, de la misma manera que asumimos nuestra autonomía, según explica.

“La vulnerabilidad y la interdependencia son notas integrantes de lo humano, no defectos o disminuciones. Todas las personas, tengan más o menos límites, poseen igual dignidad”, recalca.

La constatación de la importancia de los cuidados se instaló en la vida de Sánchez a través de una experiencia personal.  

En 2020, el año de la pandemia, y pocos meses después de concluir el primer borrador de su libro «Mujeres brújula en un bosque de retos», le diagnosticaron una enfermedad grave.

Recuerda que se sintió “como un trapo desgarrado y arrojado a una centrifugadora funcionando a máxima velocidad”. Cuando abrió la puerta de la centrifugadora, después de superar el cáncer, descubrió que ese trapo, arrugado, maltratado, mareado, llevaba impresa una marca: la vulnerabilidad y la dependencia, como camino de crecimiento hacia la magnanimidad, según confiesa.

A partir de ese momento, le encontró un nuevo sentido a las cosas, y su mirada se enfocó en la cultura del cuidado.

La cultura del cuidado

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Los seres humanos dependemos unos de otros. (FUENTE EXTERNA)

Tras licenciarse en Derecho y cursar estudios de Filosofía y Teología, en Roma, Isabel Sánchez (Murcia, España, 1969) comenzó a trabajar en las oficinas centrales del Opus Dei en 1995 y, desde 2010, dirige el consejo de mujeres que asesora al prelado en el gobierno de esa institución católica.

Señala que “la autonomía es un valor deseable, pero puede convertirse en un riesgo si se erige en un baremo absoluto y no  se ve compensada por las necesarias conexiones y vínculos de los que dependemos”.

“La autonomía cobra sentido como un medio para un fin posterior: cuidarnos a nosotros mismos y poner nuestra individualidad y nuestras fuerzas al servicio del cuidado incondicional de los demás, para hacerlos crecer y aliviar sus cargas, empezando por los que más queremos”, enfatiza.

Las investigaciones de Sánchez ponen de manifiesto que unos 600 millones de mujeres y 41 millones de hombres en edad laboral se ocupan en todo el mundo de atender a sus familiares sin remuneración y, en muchos casos, debiendo asumir además el pago a cuidadores especializados.

Esta asesora calcula que 7.7 millones de mujeres europeas han dejado su empleo o no han desarrollado sus planes profesionales por responsabilizarse de los cuidados familiares, a veces desmedidos o dados por descontado, y que en algunos casos, esa renuncia ha sido libre y premeditada, pero en otros, no.

Un encuentro singular

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Infografía

La actividad física fomenta nuestra autonomía. (FUENTE EXTERNA)

Sánchez sostiene que “el cuidado no es una mera necesidad del que ha perdido autonomía, sino una oportunidad para un singular encuentro entre humanos, que requiere, por ambas partes, disposiciones también singulares: apertura al otro, comprensión y decisión de disponerme a procurarle el bien”.  

“El encuentro con el otro me llevará a ensayar diversas modalidades de cuidado que podrán funcionar o no, y que, por eso mismo, deben estar abiertas a revisión”, apunta.

Cuidar a un ser querido aquejado de una enfermedad grave, crónica o degenerativa, durante un lapso prolongado y sin pausa, es una tarea ardua que puede conducir a que el cuidador, que en la mayoría de los casos es una mujer, experimente “el dolor de la fatiga y el estrés”, según advierte Sánchez.

Es una situación que impone importantes desafíos a la persona encargada de cuidar, como por ejemplo: 

  • Armarse de fuerzas para seguir adelante
  • Mantener el ánimo a pesar de los reveses
  • Vencer la fatiga y reducir el estrés que produce el cuidado
  • Cuidarse a sí misma a nivel físico y orgánico
  • Animar y acompañar a la persona cuidada
  • Encontrarle el lado positivo a la situación

“Cuidar requiere un cantidad enorme de energías físicas, psíquicas y espirituales. Para poder cuidar a otros adecuadamente, tenemos que mantener el compromiso de autocuidarnos:

  • Descansar lo suficiente
  • Encontrar momentos de distracción y distensión
  • Dialogar con alguien
  • Desahogar el estrés que nos produce la situación 

La motivación que nos da fuerza 

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Infografía

El cuidador brinda apoyo emocional esencial. (FUENTE EXTERNA)

Sin embargo, “todo esto servirá de poco si no encontramos en nuestro interior una motivación positiva para cuidar, si no traemos al presente y renovamos el amor que tenemos a ese familiar y llenamos de sentido toda la actividad que nos va a suponer cuidarlo”, puntualiza. 

“Fijarse en la nueva relación que se va estableciendo con esa persona–que muchas veces se vuelve más íntima y profunda–de reconocimiento y agradecimiento mutuo, también ayuda a afrontar la labor de cuidar”, según la autora. “Para quien tenga fe, será una gran ayuda apoyarse en Dios y confiar en Él”, añade.

“Contemplar y celebrar las mejoras y los logros que vamos descubriendo en nosotros mismos (al cuidar nos hacemos generosos, misericordiosos, más humanos) y en la persona que cuidamos (quizá se vuelva más paciente, sencilla, amable y agradecida), puede darle un toque festivo al arte de cuidar”, señala. 

Precisamente, “buena parte del arte de cuidar reside en saber hacer fiesta: detenerse a contemplar el bien generado, celebrar cualquier paso adelante, reservar tiempo para acopiar alegría, subrayar momentos memorables y significativos, y dar espacio a ese recuerdo a lo largo del tiempo compartido”, subraya.   

“Se establecen así pequeñas celebraciones íntimas, que tejen una historia compartida, y nos ayudan a cuidarnos los unos a los otros, y también la relación que nos envuelve”, añade.

Para Sánchez, “cuidar es fatigoso pero vale la pena. Y esa ‘pena’ se puede transformar en fiesta si desarrollamos la pasión por hacer el bien, por convertir el bien del otro en bien propio”.

“Millones de personas necesitan ser cuidadas, y su dolor muchas veces puede verse aumentado si se perciben como una carga para los demás”, señala.

“Está en nuestra manos, como cuidadores, asegurarles que así como están–frágiles y vulnerables–nos dan ocasión de hacernos humildes ante los reveses de la vida que no podemos controlar. Además, nos preparan para afrontar, como ellos, esas fases ineludibles de nuestra propia biografía”, concluye.

​ Revista, Buena vida, EFE, Santo Domingo, Familia, Bienestar, cuidado personal Debemos hacernos conscientes de nuestra interdependencia y vulnerabilidad, y de que necesitamos cuidar de nosotros mismos, de nuestros seres queridos y del mundo que habitamos, señala la autora Isabel Sánchez, que ofrece algunas recomendaciones para quienes asisten a un familiar aquejado de una enfermedad.Los seres humanos valoramos mucho nuestro alto nivel de autonomía personal, pero no pensamos en que nacemos rodeados de cuidados múltiples y prolongados, ni que en algún momento deberemos cuidar a otros o nos tendrán que cuidar, incluso sin esperar al tramo final de nuestra vida, señala Isabel Sánchez, autora del libro ‘Cuidarnos’. Sánchez defiende de manera rotunda que una sociedad en la que el bienestar individual y el colectivo van de la mano, es más humana, más fuerte y mucho más comprometida, porque “sin duda, estamos mejor si estamos juntos”.https://resources.diariolibre.com/images/2025/02/03/55015790369-5.jpgIsabel Sánchez, especialista en cuidados. (FUENTE EXTERNA | CAMILA CARBONE OSSA)Esta autora nos invita a reflexionar sobre la necesidad de cuidarnos a nosotros mismos para estar en condiciones de cuidar a nuestros seres queridos, a las demás personas, al conjunto de la sociedad, a la naturaleza y a las generaciones futuras.Señala que, como ingrediente clave de esa reflexión, necesitamos asumir la interdependencia que requiere nuestra propia vulnerabilidad humana, de la misma manera que asumimos nuestra autonomía, según explica.“La vulnerabilidad y la interdependencia son notas integrantes de lo humano, no defectos o disminuciones. Todas las personas, tengan más o menos límites, poseen igual dignidad”, recalca.La constatación de la importancia de los cuidados se instaló en la vida de Sánchez a través de una experiencia personal.  En 2020, el año de la pandemia, y pocos meses después de concluir el primer borrador de su libro «Mujeres brújula en un bosque de retos», le diagnosticaron una enfermedad grave.Recuerda que se sintió “como un trapo desgarrado y arrojado a una centrifugadora funcionando a máxima velocidad”. Cuando abrió la puerta de la centrifugadora, después de superar el cáncer, descubrió que ese trapo, arrugado, maltratado, mareado, llevaba impresa una marca: la vulnerabilidad y la dependencia, como camino de crecimiento hacia la magnanimidad, según confiesa.A partir de ese momento, le encontró un nuevo sentido a las cosas, y su mirada se enfocó en la cultura del cuidado.La cultura del cuidadohttps://resources.diariolibre.com/images/2025/02/03/2woman-son-caring-unwell-man.jpgLos seres humanos dependemos unos de otros. (FUENTE EXTERNA)Tras licenciarse en Derecho y cursar estudios de Filosofía y Teología, en Roma, Isabel Sánchez (Murcia, España, 1969) comenzó a trabajar en las oficinas centrales del Opus Dei en 1995 y, desde 2010, dirige el consejo de mujeres que asesora al prelado en el gobierno de esa institución católica.Señala que “la autonomía es un valor deseable, pero puede convertirse en un riesgo si se erige en un baremo absoluto y no  se ve compensada por las necesarias conexiones y vínculos de los que dependemos”.“La autonomía cobra sentido como un medio para un fin posterior: cuidarnos a nosotros mismos y poner nuestra individualidad y nuestras fuerzas al servicio del cuidado incondicional de los demás, para hacerlos crecer y aliviar sus cargas, empezando por los que más queremos”, enfatiza.Las investigaciones de Sánchez ponen de manifiesto que unos 600 millones de mujeres y 41 millones de hombres en edad laboral se ocupan en todo el mundo de atender a sus familiares sin remuneración y, en muchos casos, debiendo asumir además el pago a cuidadores especializados.Esta asesora calcula que 7.7 millones de mujeres europeas han dejado su empleo o no han desarrollado sus planes profesionales por responsabilizarse de los cuidados familiares, a veces desmedidos o dados por descontado, y que en algunos casos, esa renuncia ha sido libre y premeditada, pero en otros, no.Un encuentro singularhttps://resources.diariolibre.com/images/2025/02/03/2front-view-senior-people-walking-park.jpgLa actividad física fomenta nuestra autonomía. (FUENTE EXTERNA)Sánchez sostiene que “el cuidado no es una mera necesidad del que ha perdido autonomía, sino una oportunidad para un singular encuentro entre humanos, que requiere, por ambas partes, disposiciones también singulares: apertura al otro, comprensión y decisión de disponerme a procurarle el bien”.  “El encuentro con el otro me llevará a ensayar diversas modalidades de cuidado que podrán funcionar o no, y que, por eso mismo, deben estar abiertas a revisión”, apunta.Cuidar a un ser querido aquejado de una enfermedad grave, crónica o degenerativa, durante un lapso prolongado y sin pausa, es una tarea ardua que puede conducir a que el cuidador, que en la mayoría de los casos es una mujer, experimente “el dolor de la fatiga y el estrés”, según advierte Sánchez.Es una situación que impone importantes desafíos a la persona encargada de cuidar, como por ejemplo:  Armarse de fuerzas para seguir adelante Mantener el ánimo a pesar de los reveses Vencer la fatiga y reducir el estrés que produce el cuidado Cuidarse a sí misma a nivel físico y orgánico Animar y acompañar a la persona cuidada Encontrarle el lado positivo a la situación“Cuidar requiere un cantidad enorme de energías físicas, psíquicas y espirituales. Para poder cuidar a otros adecuadamente, tenemos que mantener el compromiso de autocuidarnos: Descansar lo suficiente Encontrar momentos de distracción y distensión Dialogar con alguien Desahogar el estrés que nos produce la situación La motivación que nos da fuerza https://resources.diariolibre.com/images/2025/02/03/55015790369-2.jpgEl cuidador brinda apoyo emocional esencial. (FUENTE EXTERNA)Sin embargo, “todo esto servirá de poco si no encontramos en nuestro interior una motivación positiva para cuidar, si no traemos al presente y renovamos el amor que tenemos a ese familiar y llenamos de sentido toda la actividad que nos va a suponer cuidarlo”, puntualiza. “Fijarse en la nueva relación que se va estableciendo con esa persona–que muchas veces se vuelve más íntima y profunda–de reconocimiento y agradecimiento mutuo, también ayuda a afrontar la labor de cuidar”, según la autora. “Para quien tenga fe, será una gran ayuda apoyarse en Dios y confiar en Él”, añade.“Contemplar y celebrar las mejoras y los logros que vamos descubriendo en nosotros mismos (al cuidar nos hacemos generosos, misericordiosos, más humanos) y en la persona que cuidamos (quizá se vuelva más paciente, sencilla, amable y agradecida), puede darle un toque festivo al arte de cuidar”, señala. Precisamente, “buena parte del arte de cuidar reside en saber hacer fiesta: detenerse a contemplar el bien generado, celebrar cualquier paso adelante, reservar tiempo para acopiar alegría, subrayar momentos memorables y significativos, y dar espacio a ese recuerdo a lo largo del tiempo compartido”, subraya.   “Se establecen así pequeñas celebraciones íntimas, que tejen una historia compartida, y nos ayudan a cuidarnos los unos a los otros, y también la relación que nos envuelve”, añade.Para Sánchez, “cuidar es fatigoso pero vale la pena. Y esa ‘pena’ se puede transformar en fiesta si desarrollamos la pasión por hacer el bien, por convertir el bien del otro en bien propio”.“Millones de personas necesitan ser cuidadas, y su dolor muchas veces puede verse aumentado si se perciben como una carga para los demás”, señala.“Está en nuestra manos, como cuidadores, asegurarles que así como están–frágiles y vulnerables–nos dan ocasión de hacernos humildes ante los reveses de la vida que no podemos controlar. Además, nos preparan para afrontar, como ellos, esas fases ineludibles de nuestra propia biografía”, concluye. Te puede interesar Bienestar integral: encuentra el equilibrio en tu vida diaria Bienestar mental: estrategias para una mente positiva Bienestar en equilibrio: tendencias de salud para una vida saludable 

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