Ciencia y Tecnología
24 horas después las imágenes por satélite no dejan dudas: un dron submarino de Ucrania ha cambiado el futuro de las guerras
Hace algo más de 24 horas se produjo un hecho que no tenía precedentes en la historia de los conflictos bélicos. Ocurre que solo se tenía constancia de un vídeo y declaraciones de algunos implicados, pero faltaba algo más que pudiera certificar que, efectivamente, un dron submarino había sido capaz de alterar un puerto fortificado.
Ahora ya no quedan dudas: los satélites han delatado lo que ocurrió.
Ataque silencioso. Las primeras imágenes satelitales del ataque ucraniano contra un submarino ruso en Novorossiysk han confirmado que Kiev logró introducir un dron submarino no tripulado en uno de los puertos mejor protegidos del mar Negro y hacerlo detonar a escasos metros de un submarino diésel-eléctrico clase Improved Kilo.
Según el Servicio de Seguridad de Ucrania, se trataría del primer ataque conocido contra un buque ruso empleando un vehículo submarino no tripulado y, potencialmente, del primer uso exitoso de este tipo de sistemas como arma antibuque en un conflicto real. Aunque el alcance exacto de los daños sigue siendo imposible de determinar con certeza, el simple hecho de haber alcanzado el objetivo ya supone un hito operativo y psicológico de gran calado.
Lo que sabemos. Las imágenes obtenidas por satélites comerciales confirman que el dron, bautizado por Ucrania como Sub Sea Baby y hasta ahora desconocido, detonó junto a la popa del submarino mientras este se encontraba amarrado al muelle. Parte de la infraestructura portuaria resultó claramente destruida, en coherencia con los vídeos grabados desde tierra y difundidos por el SBU, donde se aprecia la explosión y los daños en el muelle.
El submarino, un Project 636.3 Varshavyanka, permanece en la misma posición que antes del ataque, mientras que otras dos unidades que estaban próximas han sido desplazadas, lo que sugiere una reacción inmediata de seguridad. Sin embargo, no se observan signos inequívocos de hundimiento, ni operaciones de emergencia visibles, ni vertidos de combustible, lo que apunta a que, si hubo daños, estos podrían estar bajo la línea de flotación o ser de carácter limitado, algo imposible de confirmar solo con imágenes aéreas.

Imagen satelital posterior al ataque, con vista general del submarino objetivo, dentro del puerto, y otro submarino amarrado en el exterior. También hay otros barcos amarrados en las inmediaciones
Negaciones oficiales. Como era previsible, el Ministerio de Defensa ruso ha negado cualquier daño al submarino o al personal, y ha difundido un vídeo que supuestamente muestra la nave intacta, aunque sin ofrecer una vista clara de la popa y con amplias zonas censuradas. Aun así, incluso ese material deja entrever escombros de hormigón en el muelle, coincidentes con la explosión registrada.
La Flota del Mar Negro también ha rechazado cualquier impacto operativo, y los canales navales rusos han replicado ese discurso, aunque sin aportar pruebas concluyentes. En este punto, la incertidumbre forma parte del propio campo de batalla informativo: Rusia evita reconocer vulnerabilidades, mientras Ucrania subraya la audacia del ataque más que sus efectos físicos.

La misma zona vista antes del ataque, en una imagen del 11 de diciembre de 2025.
La brecha en las defensas. Más allá del daño concreto, el elemento verdaderamente disruptivo del ataque es que el dron submarino logró atravesar las barreras defensivas del puerto de Novorossiysk, diseñadas para frenar incursiones ucranianas. Esas defensas se habían desplegado principalmente en respuesta a los drones de superficie que Kiev ha utilizado con notable éxito en el mar Negro, obligando a Rusia a adaptar su protección portuaria.
El uso de un UUV introduce una nueva dimensión al problema defensivo ruso y confirma una dinámica clave del conflicto: cada contramedida genera una respuesta tecnológica distinta, en una carrera constante de adaptación.
Ecosistema ucraniano. El Sub Sea Baby no surge de la nada. Antes de este ataque, Ucrania ya había presentado otros drones submarinos como el Marichka, concebido para ataques kamikaze contra buques e infraestructuras marítimas, o el Toloka, del que se conocen menos detalles.
No está claro si existe una relación directa entre estos sistemas, pero el patrón es evidente: Kiev está construyendo un portafolio de capacidades submarinas no tripuladas, conscientes de que el dominio ruso bajo el agua era uno de los pocos ámbitos donde Moscú aún mantenía una clara superioridad.
El submarino como objetivo. El ataque confirma además que la Flota del Mar Negro sigue siendo un objetivo prioritario para Ucrania, especialmente sus submarinos clase Project 636, capaces de lanzar misiles de crucero Kalibr empleados regularmente contra ciudades e infraestructuras ucranianas.
La presión sostenida de Kiev ya había obligado a Rusia a replegar gran parte de su flota desde Crimea hasta Novorossiysk, y no es la primera vez que estos submarinos son atacados: en septiembre de 2023, el Rostov-on-Don resultó gravemente dañado en Sebastopol durante un ataque combinado con misiles y drones de superficie. Al inicio de la invasión a gran escala, Rusia contaba con seis submarinos de este tipo: cada uno perdido o neutralizado tiene un peso estratégico considerable.
Un mensaje para Rusia. Incluso si el submarino no sufrió daños críticos, el ataque ha enviado un mensaje inequívoco: ningún puerto ruso es completamente seguro y la guerra naval ha entrado en una fase nueva, donde los sistemas no tripulados submarinos pasan del experimento al uso operativo real. Otras potencias militares, desde Estados Unidos hasta China, observan con atención un precedente que valida años de desarrollo doctrinal sobre UUVs como plataformas de ataque, reconocimiento y minado.
En ese sentido, el episodio de Novorossiysk refuerza una idea ya recurrente en el conflicto: la guerra en Ucrania no solo se libra por territorios, sino que funciona como un laboratorio brutal para las tecnologías militares del futuro, donde cada innovación se prueba en condiciones reales y sus lecciones se estudian en todas las capitales militares del planeta.
Imagen | VANTOR
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La noticia
24 horas después las imágenes por satélite no dejan dudas: un dron submarino de Ucrania ha cambiado el futuro de las guerras
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
.
Hace algo más de 24 horas se produjo un hecho que no tenía precedentes en la historia de los conflictos bélicos. Ocurre que solo se tenía constancia de un vídeo y declaraciones de algunos implicados, pero faltaba algo más que pudiera certificar que, efectivamente, un dron submarino había sido capaz de alterar un puerto fortificado.
Ahora ya no quedan dudas: los satélites han delatado lo que ocurrió.
Ataque silencioso. Las primeras imágenes satelitales del ataque ucraniano contra un submarino ruso en Novorossiysk han confirmado que Kiev logró introducir un dron submarino no tripulado en uno de los puertos mejor protegidos del mar Negro y hacerlo detonar a escasos metros de un submarino diésel-eléctrico clase Improved Kilo.
Según el Servicio de Seguridad de Ucrania, se trataría del primer ataque conocido contra un buque ruso empleando un vehículo submarino no tripulado y, potencialmente, del primer uso exitoso de este tipo de sistemas como arma antibuque en un conflicto real. Aunque el alcance exacto de los daños sigue siendo imposible de determinar con certeza, el simple hecho de haber alcanzado el objetivo ya supone un hito operativo y psicológico de gran calado.
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El submarino, un Project 636.3 Varshavyanka, permanece en la misma posición que antes del ataque, mientras que otras dos unidades que estaban próximas han sido desplazadas, lo que sugiere una reacción inmediata de seguridad. Sin embargo, no se observan signos inequívocos de hundimiento, ni operaciones de emergencia visibles, ni vertidos de combustible, lo que apunta a que, si hubo daños, estos podrían estar bajo la línea de flotación o ser de carácter limitado, algo imposible de confirmar solo con imágenes aéreas.
Imagen satelital posterior al ataque, con vista general del submarino objetivo, dentro del puerto, y otro submarino amarrado en el exterior. También hay otros barcos amarrados en las inmediaciones
Negaciones oficiales. Como era previsible, el Ministerio de Defensa ruso ha negado cualquier daño al submarino o al personal, y ha difundido un vídeo que supuestamente muestra la nave intacta, aunque sin ofrecer una vista clara de la popa y con amplias zonas censuradas. Aun así, incluso ese material deja entrever escombros de hormigón en el muelle, coincidentes con la explosión registrada.
La Flota del Mar Negro también ha rechazado cualquier impacto operativo, y los canales navales rusos han replicado ese discurso, aunque sin aportar pruebas concluyentes. En este punto, la incertidumbre forma parte del propio campo de batalla informativo: Rusia evita reconocer vulnerabilidades, mientras Ucrania subraya la audacia del ataque más que sus efectos físicos.
La misma zona vista antes del ataque, en una imagen del 11 de diciembre de 2025.
La brecha en las defensas. Más allá del daño concreto, el elemento verdaderamente disruptivo del ataque es que el dron submarino logró atravesar las barreras defensivas del puerto de Novorossiysk, diseñadas para frenar incursiones ucranianas. Esas defensas se habían desplegado principalmente en respuesta a los drones de superficie que Kiev ha utilizado con notable éxito en el mar Negro, obligando a Rusia a adaptar su protección portuaria.
El uso de un UUV introduce una nueva dimensión al problema defensivo ruso y confirma una dinámica clave del conflicto: cada contramedida genera una respuesta tecnológica distinta, en una carrera constante de adaptación.
Ecosistema ucraniano. El Sub Sea Baby no surge de la nada. Antes de este ataque, Ucrania ya había presentado otros drones submarinos como el Marichka, concebido para ataques kamikaze contra buques e infraestructuras marítimas, o el Toloka, del que se conocen menos detalles.
No está claro si existe una relación directa entre estos sistemas, pero el patrón es evidente: Kiev está construyendo un portafolio de capacidades submarinas no tripuladas, conscientes de que el dominio ruso bajo el agua era uno de los pocos ámbitos donde Moscú aún mantenía una clara superioridad.
El submarino como objetivo. El ataque confirma además que la Flota del Mar Negro sigue siendo un objetivo prioritario para Ucrania, especialmente sus submarinos clase Project 636, capaces de lanzar misiles de crucero Kalibr empleados regularmente contra ciudades e infraestructuras ucranianas.
La presión sostenida de Kiev ya había obligado a Rusia a replegar gran parte de su flota desde Crimea hasta Novorossiysk, y no es la primera vez que estos submarinos son atacados: en septiembre de 2023, el Rostov-on-Don resultó gravemente dañado en Sebastopol durante un ataque combinado con misiles y drones de superficie. Al inicio de la invasión a gran escala, Rusia contaba con seis submarinos de este tipo: cada uno perdido o neutralizado tiene un peso estratégico considerable.
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En ese sentido, el episodio de Novorossiysk refuerza una idea ya recurrente en el conflicto: la guerra en Ucrania no solo se libra por territorios, sino que funciona como un laboratorio brutal para las tecnologías militares del futuro, donde cada innovación se prueba en condiciones reales y sus lecciones se estudian en todas las capitales militares del planeta.
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En Xataka | Suenan tambores de paz en Ucrania. Y eso debería ser algo bueno para Europa… a no ser que Finlandia tenga razón
En Xataka | Si el vídeo que ha publicado Ucrania es real, acaba de hacer saltar por los aires la guerra naval: un dron submarino ha hecho historia
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24 horas después las imágenes por satélite no dejan dudas: un dron submarino de Ucrania ha cambiado el futuro de las guerras
fue publicada originalmente en
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por
Miguel Jorge
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