Ciencia y Tecnología
Una conflictiva estética está conquistando los pies de miles de españoles: los el calzado “barefoot”
A las siete de la mañana, Fernando se calza sus zapatos barefoot antes de salir hacia el colegio donde trabaja. Son finos, blandos, casi como una segunda piel. “Antes terminaba con llagas en los meñiques; ahora puedo estar de pie todo el día”, nos cuenta en entrevista para Xataka. Hace unos años le habrían mirado raro por llevar unas zapatillas con suela mínima y dedos separados. Hoy, en cambio, no pasa desapercibido por moderno: el barefoot se ha convertido en tendencia.
De un rincón alternativo del mundo del bienestar ha saltado a los pies de miles de personas. Influencers lo recomiendan, las zapaterías se multiplican y hasta la reina Letizia los luce en actos públicos. El fenómeno mezcla moda y fisiología, y promete una cosa tan simple como poderosa: volver a caminar como nacimos, descalzos.
Del nicho al fenómeno. El auge del barefoot ha sido meteórico. En apenas un par de años, el concepto ha pasado de los foros de salud y crianza natural a las pasarelas digitales. “Al principio eran feísimas y casi nadie las usaba”, recuerda Fernando, 39 años, uno de los primeros en probarlas en su círculo. “Pero vi a gente en Instagram hablando de ellas, decían que eran buenas para el pie y decidí probar. Desde el primer momento me sentí muy cómodo”.
Como él, miles de consumidores descubrieron este tipo de calzado en redes sociales, recomendados por cuentas de fisioterapia o podología. Mar Oncina, dueña de la zapatería DePeus en Alicante, nos confirma a Xataka el cambio: “Cuando abrí, el 80% de mis clientes eran niños. Ahora casi la mitad son adultos”. En solo año y medio, dice, el interés ha crecido “de forma descomunal”. Los colegios piden descuentos para las AMPAs y las grandes cadenas, desde Inditex hasta Mustang, han empezado a lanzar sus propias líneas minimalistas. “La gente ha entendido que esto no es solo moda, es salud”, asegura.
Caminar ‘natural’. El barefoot propone una idea tan sencilla como radical: volver a caminar sin artificios. La diferencia con el calzado convencional está en la estructura. Estos zapatos eliminan el tacón (el llamado drop), la amortiguación y las plantillas rígidas; en su lugar, ofrecen una suela delgada y flexible que permite al pie moverse y sentir el suelo. Como explican en Podoactiva, el propósito principal del calzado minimalista es fomentar una marcha y una postura más natural, fortalecer la musculatura intrínseca del pie y favorecer la propiocepción. El pie, con sus 28 huesos y más de 100 tendones, está preparado para amortiguar de manera natural; lo que ocurre es que llevamos toda la vida encerrándolo en estructuras rígidas que lo atrofian.
Un estudio publicado en Nature refuerza esa idea: caminar descalzo modifica la forma en que los pies interactúan con el suelo y cómo se reparten las fuerzas al andar. Los investigadores, dirigidos por el biólogo evolutivo Daniel Lieberman, descubrieron que las personas que caminan sin calzado desarrollan callos gruesos, pero sin perder sensibilidad táctil. En otras palabras, las suelas de la piel protegen, pero no desconectan del suelo, mientras que las suelas acolchadas alteran la forma natural de caminar y aumentan el impacto en las articulaciones.
Del calzado infantil al boom adulto. Paradójicamente, la revolución del barefoot empezó por los más pequeños. Mar nos lo cuenta con claridad: “Todo empezó cuando mi hermana, terapeuta ocupacional, decidió que su hija solo usaría calzado respetuoso. Nos explicó que los niños que van descalzos desarrollan mejor la motricidad gruesa, el equilibrio y la fuerza del pie”. De ese convencimiento familiar nació su tienda, y con ella, un nuevo mercado.
Iraia, 36 años, nos explica a Xataka que descubrió el barefoot buscando el mejor calzado para su hija Alazne, que era inestable al dar sus primeros pasos. “Me convenció la idea de que los pies deben moverse libres y sin deformarse. Al poco tiempo empecé a usarlos yo también y me cambió la postura. Los dolores lumbares han desaparecido, y mis dedos, literalmente, se han separado”. Historias como la suya se repiten en las zapaterías y foros online. Y aunque la mayoría empezó buscando salud, muchos se quedan por comodidad. “Ya no tengo ganas de llegar a casa y quitarme los zapatos”, señala Iraia. “Es como ir descalza todo el día”.
La mirada de los expertos. Casi todos coinciden en una misma idea: el barefoot no es para todo el mundo. “Que elimine el dolor de espalda o de cadera es cuestionable”, matiza el podólogo Carles Espinosa entrevistado por RAC1. “Sí hay beneficios si se hace con adaptación, pero no se puede pasar de un zapato con tacón a uno plano de un día para otro”. Desde el portal de podología insisten en la necesidad de una transición progresiva: reducir poco a poco la altura del talón para evitar lesiones en el tendón de Aquiles o sobrecargas musculares. También advierten que las superficies duras, como el asfalto, no son las más adecuadas para empezar.
El doctor Alberto Martínez Oller, de clínica podológica M.O. es aún más concreto: “No es recomendable para personas con pies planos, juanetes, lesiones o neuropatías. Tampoco para deportes de impacto o superficies irregulares”. Su recomendación es clara: consultar a un podólogo antes de hacer el cambio. Aun así, reconoce los beneficios potenciales: mejora del equilibrio, fortalecimiento muscular, mayor movilidad y prevención de deformidades. De hecho, algunos especialistas temen, precisamente, que la viralización convierta una recomendación médica en una moda de consumo rápido. “Caminar natural no significa caminar sin control”, advierten. La fiebre por el bienestar puede llevar a confundir minimalismo con milagro, y cada pie cuenta una historia distinta.
La fiebre digital y el poder del algoritmo. Si algo ha impulsado la expansión del barefoot, ha sido el boca a boca digital. “El papel de las redes ha sido fundamental”, asegura Mar, de DePeus. “Hay gente que lo ha sabido comunicar muy bien, como podólogos o fisioterapeutas que han llegado a miles de personas. El problema es que junto a la información buena, también circulan muchos bulos”.
En TikTok e Instagram abundan los vídeos de “transformaciones”: pies antes y después de meses usando barefoot, comparativas de posturas o retos de 30 días descalzo. El tono va del testimonio personal al evangelio del bienestar. En parte, es la lógica del algoritmo: cada vez que alguien busca “dolor de espalda”, aparece un vídeo que promete una solución en forma de zapato plano y flexible.
El futuro del barefoot en España. País zapatero por excelencia, también se está subiendo al carro. “En Alicante y Elche muchas fábricas estaban a punto de cerrar”, cuenta Mar, “y ahora se han reinventado con el barefoot“. Algunas se han convertido en referentes internacionales gracias a la calidad del producto y su fabricación local. Sin embargo, no todas las marcas sobrevivirán: “Cuando entren las grandes, muchas pequeñas desaparecerán”, admite Mar. “Nuestro valor está en el asesoramiento. Pasamos una hora con cada cliente, algo que una gran superficie no puede ofrecer”.
Por su parte, según el programa Versió RAC1, la industria del calzado prevé que este tipo de zapatos genere hasta mil millones de euros en beneficios de aquí a seis años. Una cifra que demuestra que lo que empezó como una corriente alternativa ha conquistado a las grandes marcas y amenaza con cambiar el mapa del sector.
¿Caminar descalzo con zapatos? Quizá la fiebre del barefoot diga más sobre nuestra época que sobre nuestros pies. En un momento de saturación tecnológica, ultraproductividad y desconexión física, el investigador de Harvard, Daniel Lieberman, señala que “Lo que llevamos en los pies cambia la forma en que caminamos. La naturaleza, en realidad, sería una excelente ingeniera de calzado”.
Y aunque no podamos andar descalzos por la calle, el mensaje parece claro: cuidar los pies —esa base olvidada del cuerpo— es también una forma de cuidarnos a nosotros mismos. Al final, como resume Mar, “esta es la primera moda saludable que ha llegado para quedarse”. Descalzarse, ahora, es tendencia. Pero quizá también sea una forma de volver a pisar tierra.
Imagen | Eyesighter
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La noticia
Una conflictiva estética está conquistando los pies de miles de españoles: los el calzado “barefoot”
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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A las siete de la mañana, Fernando se calza sus zapatos barefoot antes de salir hacia el colegio donde trabaja. Son finos, blandos, casi como una segunda piel. “Antes terminaba con llagas en los meñiques; ahora puedo estar de pie todo el día”, nos cuenta en entrevista para Xataka. Hace unos años le habrían mirado raro por llevar unas zapatillas con suela mínima y dedos separados. Hoy, en cambio, no pasa desapercibido por moderno: el barefoot se ha convertido en tendencia.
De un rincón alternativo del mundo del bienestar ha saltado a los pies de miles de personas. Influencers lo recomiendan, las zapaterías se multiplican y hasta la reina Letizia los luce en actos públicos. El fenómeno mezcla moda y fisiología, y promete una cosa tan simple como poderosa: volver a caminar como nacimos, descalzos.
Del nicho al fenómeno. El auge del barefoot ha sido meteórico. En apenas un par de años, el concepto ha pasado de los foros de salud y crianza natural a las pasarelas digitales. “Al principio eran feísimas y casi nadie las usaba”, recuerda Fernando, 39 años, uno de los primeros en probarlas en su círculo. “Pero vi a gente en Instagram hablando de ellas, decían que eran buenas para el pie y decidí probar. Desde el primer momento me sentí muy cómodo”.
Como él, miles de consumidores descubrieron este tipo de calzado en redes sociales, recomendados por cuentas de fisioterapia o podología. Mar Oncina, dueña de la zapatería DePeus en Alicante, nos confirma a Xataka el cambio: “Cuando abrí, el 80% de mis clientes eran niños. Ahora casi la mitad son adultos”. En solo año y medio, dice, el interés ha crecido “de forma descomunal”. Los colegios piden descuentos para las AMPAs y las grandes cadenas, desde Inditex hasta Mustang, han empezado a lanzar sus propias líneas minimalistas. “La gente ha entendido que esto no es solo moda, es salud”, asegura.
En Xataka
La industria de la moda se obsesionó con un zapato de goma que despreciaba: Crocs entendió antes que nadie que era un meme
Caminar ‘natural’. El barefoot propone una idea tan sencilla como radical: volver a caminar sin artificios. La diferencia con el calzado convencional está en la estructura. Estos zapatos eliminan el tacón (el llamado drop), la amortiguación y las plantillas rígidas; en su lugar, ofrecen una suela delgada y flexible que permite al pie moverse y sentir el suelo. Como explican en Podoactiva, el propósito principal del calzado minimalista es fomentar una marcha y una postura más natural, fortalecer la musculatura intrínseca del pie y favorecer la propiocepción. El pie, con sus 28 huesos y más de 100 tendones, está preparado para amortiguar de manera natural; lo que ocurre es que llevamos toda la vida encerrándolo en estructuras rígidas que lo atrofian.
Un estudio publicado en Nature refuerza esa idea: caminar descalzo modifica la forma en que los pies interactúan con el suelo y cómo se reparten las fuerzas al andar. Los investigadores, dirigidos por el biólogo evolutivo Daniel Lieberman, descubrieron que las personas que caminan sin calzado desarrollan callos gruesos, pero sin perder sensibilidad táctil. En otras palabras, las suelas de la piel protegen, pero no desconectan del suelo, mientras que las suelas acolchadas alteran la forma natural de caminar y aumentan el impacto en las articulaciones.
Del calzado infantil al boom adulto. Paradójicamente, la revolución del barefoot empezó por los más pequeños. Mar nos lo cuenta con claridad: “Todo empezó cuando mi hermana, terapeuta ocupacional, decidió que su hija solo usaría calzado respetuoso. Nos explicó que los niños que van descalzos desarrollan mejor la motricidad gruesa, el equilibrio y la fuerza del pie”. De ese convencimiento familiar nació su tienda, y con ella, un nuevo mercado.
Iraia, 36 años, nos explica a Xataka que descubrió el barefoot buscando el mejor calzado para su hija Alazne, que era inestable al dar sus primeros pasos. “Me convenció la idea de que los pies deben moverse libres y sin deformarse. Al poco tiempo empecé a usarlos yo también y me cambió la postura. Los dolores lumbares han desaparecido, y mis dedos, literalmente, se han separado”. Historias como la suya se repiten en las zapaterías y foros online. Y aunque la mayoría empezó buscando salud, muchos se quedan por comodidad. “Ya no tengo ganas de llegar a casa y quitarme los zapatos”, señala Iraia. “Es como ir descalza todo el día”.
La mirada de los expertos. Casi todos coinciden en una misma idea: el barefoot no es para todo el mundo. “Que elimine el dolor de espalda o de cadera es cuestionable”, matiza el podólogo Carles Espinosa entrevistado por RAC1. “Sí hay beneficios si se hace con adaptación, pero no se puede pasar de un zapato con tacón a uno plano de un día para otro”. Desde el portal de podología insisten en la necesidad de una transición progresiva: reducir poco a poco la altura del talón para evitar lesiones en el tendón de Aquiles o sobrecargas musculares. También advierten que las superficies duras, como el asfalto, no son las más adecuadas para empezar.
El doctor Alberto Martínez Oller, de clínica podológica M.O. es aún más concreto: “No es recomendable para personas con pies planos, juanetes, lesiones o neuropatías. Tampoco para deportes de impacto o superficies irregulares”. Su recomendación es clara: consultar a un podólogo antes de hacer el cambio. Aun así, reconoce los beneficios potenciales: mejora del equilibrio, fortalecimiento muscular, mayor movilidad y prevención de deformidades. De hecho, algunos especialistas temen, precisamente, que la viralización convierta una recomendación médica en una moda de consumo rápido. “Caminar natural no significa caminar sin control”, advierten. La fiebre por el bienestar puede llevar a confundir minimalismo con milagro, y cada pie cuenta una historia distinta.
La fiebre digital y el poder del algoritmo. Si algo ha impulsado la expansión del barefoot, ha sido el boca a boca digital. “El papel de las redes ha sido fundamental”, asegura Mar, de DePeus. “Hay gente que lo ha sabido comunicar muy bien, como podólogos o fisioterapeutas que han llegado a miles de personas. El problema es que junto a la información buena, también circulan muchos bulos”.
En TikTok e Instagram abundan los vídeos de “transformaciones”: pies antes y después de meses usando barefoot, comparativas de posturas o retos de 30 días descalzo. El tono va del testimonio personal al evangelio del bienestar. En parte, es la lógica del algoritmo: cada vez que alguien busca “dolor de espalda”, aparece un vídeo que promete una solución en forma de zapato plano y flexible.
El futuro del barefoot en España. País zapatero por excelencia, también se está subiendo al carro. “En Alicante y Elche muchas fábricas estaban a punto de cerrar”, cuenta Mar, “y ahora se han reinventado con el barefoot”. Algunas se han convertido en referentes internacionales gracias a la calidad del producto y su fabricación local. Sin embargo, no todas las marcas sobrevivirán: “Cuando entren las grandes, muchas pequeñas desaparecerán”, admite Mar. “Nuestro valor está en el asesoramiento. Pasamos una hora con cada cliente, algo que una gran superficie no puede ofrecer”.
Por su parte, según el programa Versió RAC1, la industria del calzado prevé que este tipo de zapatos genere hasta mil millones de euros en beneficios de aquí a seis años. Una cifra que demuestra que lo que empezó como una corriente alternativa ha conquistado a las grandes marcas y amenaza con cambiar el mapa del sector.
¿Caminar descalzo con zapatos? Quizá la fiebre del barefoot diga más sobre nuestra época que sobre nuestros pies. En un momento de saturación tecnológica, ultraproductividad y desconexión física, el investigador de Harvard, Daniel Lieberman, señala que “Lo que llevamos en los pies cambia la forma en que caminamos. La naturaleza, en realidad, sería una excelente ingeniera de calzado”.
Y aunque no podamos andar descalzos por la calle, el mensaje parece claro: cuidar los pies —esa base olvidada del cuerpo— es también una forma de cuidarnos a nosotros mismos. Al final, como resume Mar, “esta es la primera moda saludable que ha llegado para quedarse”. Descalzarse, ahora, es tendencia. Pero quizá también sea una forma de volver a pisar tierra.
Imagen | Eyesighter
Xataka | Japón lleva décadas “vistiéndose por los pantalones”. El envejecimiento de su población está a punto de cambiarlo
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Una conflictiva estética está conquistando los pies de miles de españoles: los el calzado “barefoot”
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Alba Otero
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