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Si la pregunta es por qué son tan caras las bebidas sin alcohol si no tienen impuestos, la respuesta es sencilla

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Si la pregunta es por qué son tan caras las bebidas sin alcohol si no tienen impuestos, la respuesta es sencilla

Echar un ojo a la carta de bebidas de cualquier local es asomase a una contradicción: la cerveza sin alcohol vale lo mismo que una con alcohol. Ocurre lo mismo que con el café descafeinado y lo más fácil es pensar que no tiene sentido. Si no tiene alcohol, no se le aplican los impuestos específicos que gravan el alcohol.

El problema es que hay un montón de factores que entran en juego.

La contradicción. Que el precio de la cerveza sin alcohol iguale a la contraparte con alcohol es algo que no está reservado a los locales: también se observa en los estantes del supermercado. El precio de estas versiones no sólo iguala al de las bebidas alcohólicas, sino que puede superarlo en algunos casos, y no se limita a la cerveza: también al vino sin alcohol o a los productos de alcohol refinado.

Es… raro, sobre todo teniendo en cuenta que hay una serie de impuestos que gravan a los productos alcohólicos. The Guardian se hacía eco de esta situación, apuntando que los precios de un litro de cerveza sin alcohol es un 5% más alto que la contraparte con alcohol en supermercados, un 25% más alto en los pubs. La sidra sin es un 10% más cara que la con y con el vino y los licores pasaba algo curioso: igual precio o más barato en el súper, más caros en los bares.

Impuestos. En Reino Unido, alrededor del 10% del precio de la cerveza son impuestos, pero no es algo exclusivo de las islas. En España, Italia o Francia también existe el impuesto a la cerveza y depende de si tienen más o menos alcohol, también si es artesanal o no. El vino tiene IVA en Italia, Alemania y España, pero en Francia tiene un impuesto de entre 4 y 10 euros por hectolitro y los mayores impuestos se observan para los destilados.

Es decir, es evidente que parte de lo que se paga por una bebida sin alcohol son impuestos y la lógica nos dice que, si una bebida no tiene alcohol, debería ser entre un poco más barata -cerveza- y muchísimo más barata -licores 0%-. El motivo por el que no es así es bastante sencillo.

I+D. Hay tres elementos que entran en juego para que no ocurra. El primero es que, en muchos casos, la producción es más compleja y cara que la de las bebidas alcohólicas. En el caso de la cerveza y el vino sin alcohol, la producción arranca exactamente igual que con las versiones alcohólicas. Esto implica que se elabora la bebida con la fermentación, que es lo que eleva la graduación. Sin embargo, después hay que dar ese paso extra que cuesta dinero: la desalcoholización.

Es algo que implica tecnología concreta para eliminar el contenido alcohólico preservando tanto el sabor como la textura. En el proceso de eliminación se pierde parte del líquido, por lo que los productores deben usar más materia prima para “rellenar” y, además, el alcohol funciona como un potenciador de sabores y, al eliminarlo, es necesario incorporar ingredientes adicionales como extractos, aromas o lo que cada marca tenga en su fórmula. En resumen: no es tanto los ingredientes como los tiempos y procesos, que no se eliminan con el alcohol, sino que se incrementan.

“La industria ha tomado la decisión de que las bebidas sin alcohol sean versiones de los productos premium buscando que no se asocie ‘cerveza sin alcohol’ a algo barato y de menor calidad”

Economía de escala. Más o menos. Ese es uno de los factores. El segundo es que sí, parece que nos hemos embarcado en la moda de dejar de consumir tantas bebidas con alcohol. Es algo que la industria, sobre todo la cervecera y la del vino, han observado estos últimos años, cuando se ha dado un aumento significativo de los consumidores de productos sin alcohol.

Si echamos la vista atrás, el mercado de la cerveza sin alcohol ha explotado, pero si miramos el total, las bebidas sin alcohol apenas representan un pequeño porcentaje de las ventas por volumen en el mercado de las bebidas alcohólicas. Al haber una demanda menor que la contraparte con alcohol, no se benefician de la economía de escala.

Es decir: las fábricas que producen botellas, latas, etiquetas, publicidad y los propios productos con alcohol producen una cantidad tan elevada que el coste por unidad es bajo. Cuando se producen bebidas sin alcohol, se hacen etiquetas diferentes, pero como la cantidad producida es menor, el coste por unidad es mayor. Eso en cuando a las grandes marcas: las independientes que sólo producen bebidas sin alcohol han invertido muchísimo dinero en investigación y maquinaria y no pueden permitirse márgenes agresivos porque quieren recuperar esa inversión.

Y psicología. Y el tercer factor es algo que parece tonto, pero que también juega un importante papel en todo esto. En el artículo de The Guardian se aludía a que el vino o los licores sin alcohol tenían un precio igual o inferior a las versiones con alcohol en el supermercado, pero en los bares, la cosa cambiaba. Y es algo que tiene que ver con el posicionamiento de las marcas y la percepción del propio usuario.

Mezclando la psicología y el marketing, si el precio de uno de los productos fuera significativamente más bajo, podría percibirse como de calidad inferior. Por tanto, en el caso de la cerveza, para que la 0,0 sea vista como un sustituto legítimo, el precio debe ser comparable al del equivalente alcohólico. En caso de que veamos un precio igual o algo inferior al del equivalente alcohólico, el motivo puede ser que se trate de una versión hecha por una marca ya establecida, con una infraestructura masiva que les permite jugar con los márgenes y con su propia imagen de marca.

Y también entra en juego que las cervezas sin alcohol de hace no tanto tiempo eran bastante malas. Han mejorado mucho estos últimos años, pero John Holmes, director de Sheffield Addictions Research Group (un grupo de expertos en salud pública con sede en la Universidad de Sheffield), apunta que, para mejorar la imagen, “la industria ha tomado la decisión de que las bebidas sin alcohol sean versiones de los productos premium, buscando que no se asocie ‘cerveza sin alcohol’ a algo barato y de menor calidad”. Asegura que “si quieres reformar la reputación de un producto, lanzas una versión premium”.

¿Y el café? Al final, el motivo es bastante simple: son más caras de producir y no quieren que las asociemos con productos de menor calidad. Pero… ¿qué ocurre con el mencionado caso del café descafeinado? Aquí la cafeína no enmascara sabores, pero también se aumentan los tiempos y productos a utilizar a la hora de rebajar ese contenido en cafeína. Y en el café de especialidad, que busca mantener tanto el cuerpo como todas las notas de sabor, se emplean técnicas tremendamente complejas y costosas para conseguir el descafeinado.

Y esos procesos implican que el café de especialidad descafeinado sea, como poco, igual de caro porque es de especialidad… y se le ha quitado la cafeína.

Imagen | Andy Li

En Xataka | En la moda de echar proteínas a todo, el “café funcional ha encontrado un nuevo hogar: las grandes cadenas cafeteras


La noticia

Si la pregunta es por qué son tan caras las bebidas sin alcohol si no tienen impuestos, la respuesta es sencilla

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alejandro Alcolea

.

​Echar un ojo a la carta de bebidas de cualquier local es asomase a una contradicción: la cerveza sin alcohol vale lo mismo que una con alcohol. Ocurre lo mismo que con el café descafeinado y lo más fácil es pensar que no tiene sentido. Si no tiene alcohol, no se le aplican los impuestos específicos que gravan el alcohol.

El problema es que hay un montón de factores que entran en juego.

La contradicción. Que el precio de la cerveza sin alcohol iguale a la contraparte con alcohol es algo que no está reservado a los locales: también se observa en los estantes del supermercado. El precio de estas versiones no sólo iguala al de las bebidas alcohólicas, sino que puede superarlo en algunos casos, y no se limita a la cerveza: también al vino sin alcohol o a los productos de alcohol refinado.

Es… raro, sobre todo teniendo en cuenta que hay una serie de impuestos que gravan a los productos alcohólicos. The Guardian se hacía eco de esta situación, apuntando que los precios de un litro de cerveza sin alcohol es un 5% más alto que la contraparte con alcohol en supermercados, un 25% más alto en los pubs. La sidra sin es un 10% más cara que la con y con el vino y los licores pasaba algo curioso: igual precio o más barato en el súper, más caros en los bares.

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Impuestos. En Reino Unido, alrededor del 10% del precio de la cerveza son impuestos, pero no es algo exclusivo de las islas. En España, Italia o Francia también existe el impuesto a la cerveza y depende de si tienen más o menos alcohol, también si es artesanal o no. El vino tiene IVA en Italia, Alemania y España, pero en Francia tiene un impuesto de entre 4 y 10 euros por hectolitro y los mayores impuestos se observan para los destilados.

Es decir, es evidente que parte de lo que se paga por una bebida sin alcohol son impuestos y la lógica nos dice que, si una bebida no tiene alcohol, debería ser entre un poco más barata -cerveza- y muchísimo más barata -licores 0%-. El motivo por el que no es así es bastante sencillo.

I+D. Hay tres elementos que entran en juego para que no ocurra. El primero es que, en muchos casos, la producción es más compleja y cara que la de las bebidas alcohólicas. En el caso de la cerveza y el vino sin alcohol, la producción arranca exactamente igual que con las versiones alcohólicas. Esto implica que se elabora la bebida con la fermentación, que es lo que eleva la graduación. Sin embargo, después hay que dar ese paso extra que cuesta dinero: la desalcoholización.

Es algo que implica tecnología concreta para eliminar el contenido alcohólico preservando tanto el sabor como la textura. En el proceso de eliminación se pierde parte del líquido, por lo que los productores deben usar más materia prima para “rellenar” y, además, el alcohol funciona como un potenciador de sabores y, al eliminarlo, es necesario incorporar ingredientes adicionales como extractos, aromas o lo que cada marca tenga en su fórmula. En resumen: no es tanto los ingredientes como los tiempos y procesos, que no se eliminan con el alcohol, sino que se incrementan.

“La industria ha tomado la decisión de que las bebidas sin alcohol sean versiones de los productos premium buscando que no se asocie ‘cerveza sin alcohol’ a algo barato y de menor calidad”

Economía de escala. Más o menos. Ese es uno de los factores. El segundo es que sí, parece que nos hemos embarcado en la moda de dejar de consumir tantas bebidas con alcohol. Es algo que la industria, sobre todo la cervecera y la del vino, han observado estos últimos años, cuando se ha dado un aumento significativo de los consumidores de productos sin alcohol.

Si echamos la vista atrás, el mercado de la cerveza sin alcohol ha explotado, pero si miramos el total, las bebidas sin alcohol apenas representan un pequeño porcentaje de las ventas por volumen en el mercado de las bebidas alcohólicas. Al haber una demanda menor que la contraparte con alcohol, no se benefician de la economía de escala.

Es decir: las fábricas que producen botellas, latas, etiquetas, publicidad y los propios productos con alcohol producen una cantidad tan elevada que el coste por unidad es bajo. Cuando se producen bebidas sin alcohol, se hacen etiquetas diferentes, pero como la cantidad producida es menor, el coste por unidad es mayor. Eso en cuando a las grandes marcas: las independientes que sólo producen bebidas sin alcohol han invertido muchísimo dinero en investigación y maquinaria y no pueden permitirse márgenes agresivos porque quieren recuperar esa inversión.

Y psicología. Y el tercer factor es algo que parece tonto, pero que también juega un importante papel en todo esto. En el artículo de The Guardian se aludía a que el vino o los licores sin alcohol tenían un precio igual o inferior a las versiones con alcohol en el supermercado, pero en los bares, la cosa cambiaba. Y es algo que tiene que ver con el posicionamiento de las marcas y la percepción del propio usuario.

Mezclando la psicología y el marketing, si el precio de uno de los productos fuera significativamente más bajo, podría percibirse como de calidad inferior. Por tanto, en el caso de la cerveza, para que la 0,0 sea vista como un sustituto legítimo, el precio debe ser comparable al del equivalente alcohólico. En caso de que veamos un precio igual o algo inferior al del equivalente alcohólico, el motivo puede ser que se trate de una versión hecha por una marca ya establecida, con una infraestructura masiva que les permite jugar con los márgenes y con su propia imagen de marca.

Y también entra en juego que las cervezas sin alcohol de hace no tanto tiempo eran bastante malas. Han mejorado mucho estos últimos años, pero John Holmes, director de Sheffield Addictions Research Group (un grupo de expertos en salud pública con sede en la Universidad de Sheffield), apunta que, para mejorar la imagen, “la industria ha tomado la decisión de que las bebidas sin alcohol sean versiones de los productos premium, buscando que no se asocie ‘cerveza sin alcohol’ a algo barato y de menor calidad”. Asegura que “si quieres reformar la reputación de un producto, lanzas una versión premium”.

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¿Y el café? Al final, el motivo es bastante simple: son más caras de producir y no quieren que las asociemos con productos de menor calidad. Pero… ¿qué ocurre con el mencionado caso del café descafeinado? Aquí la cafeína no enmascara sabores, pero también se aumentan los tiempos y productos a utilizar a la hora de rebajar ese contenido en cafeína. Y en el café de especialidad, que busca mantener tanto el cuerpo como todas las notas de sabor, se emplean técnicas tremendamente complejas y costosas para conseguir el descafeinado.

Y esos procesos implican que el café de especialidad descafeinado sea, como poco, igual de caro porque es de especialidad… y se le ha quitado la cafeína.

Imagen | Andy Li

En Xataka | En la moda de echar proteínas a todo, el “café funcional ha encontrado un nuevo hogar: las grandes cadenas cafeteras

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Si la pregunta es por qué son tan caras las bebidas sin alcohol si no tienen impuestos, la respuesta es sencilla

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Alejandro Alcolea

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