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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el “cristianismo chic”

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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el "cristianismo chic"

Durante la inauguración de una de sus tiendas en Zaragoza, la marca Álvaro Moreno volvió a repetir su ya habitual ritual: un sacerdote recorrió las instalaciones bendiciendo el local y a los empleados, mientras en una gran pantalla se leía el lema “Sea para gloria de Dios”. El gesto resume la filosofía del empresario sevillano que ha convertido su fe católica en parte de su modelo de negocio.

Mostrando la fe. “Cuando abro una tienda digo que sea para gloria de Dios, porque si no es para su gloria, ¿para qué estamos aquí?”, dijo en una entrevista con El Español. Tenía 21 años cuando abrió su primer local en Osuna; hoy, su marca emplea a 700 personas y roza los 11 millones de beneficio anual. En medio de la pandemia, tras asistir a misa una mañana cualquiera, asegura que encontró algo más que consuelo: un nuevo modo de entender la empresa.

Su compañía busca integrar “proyectos sociales y solidarios” a través de iniciativas como Tiendas con Alma, que colabora con ONGs como Down España, ELA Andalucía, Tu Casa Azul o las Hijas de la Caridad del Pumarejo. “Hacer empresa con alma” no es marketing, insiste. Pero lo cierto es que su manera de mezclar religión y empresa encaja a la perfección con una tendencia cultural más amplia: la vuelta del catolicismo como estética, relato y, en algunos casos, como estrategia de marca.

¿Un nuevo lenguaje espiritual? La devoción pública de Álvaro Moreno no surge de la nada. Forma parte de un movimiento más amplio, donde lo religioso vuelve a asomar entre canciones pop, desfiles de moda o lemas de empresa. El catolicismo, antes relegado al silencio o al pudor, se convierte ahora en un signo visible, incluso en una forma de estilo.

La cantante Rosalía ha sido la cara más visible de esa tendencia. Su nuevo disco, Lux, está atravesado por símbolos y cantos religiosos. En la portada aparece vestida con un hábito blanco y en el vídeo de presentación se escuchan coros gregorianos y versos sobre Dios en catorce idiomas. Este gesto se sitúa dentro de una corriente artística más amplia, donde la religiosidad deja de ser tabú para las nuevas generaciones. La espiritualidad se ha convertido, en otras palabras, en un nuevo lenguaje cultural. Del hábito de Rosalía a los festivales católicos como Hakuna, que reunió a 85.000 jóvenes en un concierto multitudinario en abril, la fe está saliendo de las sacristías y entrando en los timelines.

De TikTok al púlpito. El fenómeno no se limita a España. En Estados Unidos, un reportaje del Wall Street Journal describe cómo la música cristiana contemporánea “está ardiendo de nuevo por Dios”. Artistas como Forrest Frank, exmiembro del dúo pop Surfaces, han llevado su fe a TikTok con canciones como God’s Got My Back, acumulando más de 15 millones de reproducciones en Spotify y millones de visualizaciones en redes. Según el mismo medio, los artistas cristianos acumularon más de 1.200 millones de reproducciones en EEUU este año. 

Y no solo los artistas: incluso los conventos han aprendido a moverse en la era digital. Religiosas como Sor Marta, Sor Verónica o la argentina Josefina Cattaneo acumulan cientos de miles de seguidores mostrando su día a día en los conventos: desde cómo se prepara un hábito hasta cómo se celebra un cumpleaños en comunidad. La fórmula funciona porque humaniza la vocación religiosa y la hace accesible a jóvenes que quizá nunca se acercarían a una iglesia. Lo que antes se comunicaba desde el púlpito ahora se comparte desde el algoritmo.

Del pudor al orgullo creyente. En España, los datos confirman un cambio generacional. Según el CIS, el 36,4% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se declaran católicos, frente al 28% de 2021. El 10,5 % son practicantes. Es el único grupo de edad en el que la religiosidad crece.

“Existe un auge del catolicismo identitario y una visibilización de la identidad religiosa por una parte de la juventud”, explica la antropóloga Mónica Cornejo en El Correo. “Llevan cruces vistas y reivindican su fe sin pudor. Dicen: ‘Soy cristiano, ¿y qué?’”. Para Cornejo, se trata de un catolicismo “más cultural, menos dogmático. No les interesa tanto la religión leída como la religión vivida”. En un país donde la religión parecía cosa del pasado, la fe vuelve a ser una bandera —estética, emocional o política—. Y lo hace, curiosamente, desde Instagram, desde los reels o desde una pasarela.

Hacia el catolicismo chic. Pero hay una pregunta que subyace de todo esto: ¿es devoción, estrategia o ambas cosas? Como advierte Noemí López Trujillo en Newtral, la estética religiosa que Rosalía ha abrazado “no parece ni desdecirse ni contradecirse, sino abrazar deliberadamente la idea de que lo conservador es subversivo”. 

En el caso de Álvaro Moreno, la frase “Sea para gloria de Dios” resuena con autenticidad, sí, pero también con una precisión de branding: tienda, ritual, historia de superación, valores visibles. Y en un mercado en el que los consumidores buscan propósito tanto como producto, ese relato funciona.

La duda es si en el camino no se diluye algo esencial. La espiritualidad profunda se convierte en estética de consumo, y la fe —como casi todo— en un valor de mercado. Porque creer en algo ofrece consuelo; pero mercantilizar la creencia ofrece un relato que se vende. Y en esa frontera —entre la convicción y la estrategia— quizá tengamos que mirar más allá de las vitrinas bendecidas.

Imagen | TikTok

Xataka | Shein ha abierto su primera tienda en Europa en París. París ha reaccionado como siempre: montando una revuelta


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por
Alba Otero

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​Durante la inauguración de una de sus tiendas en Zaragoza, la marca Álvaro Moreno volvió a repetir su ya habitual ritual: un sacerdote recorrió las instalaciones bendiciendo el local y a los empleados, mientras en una gran pantalla se leía el lema “Sea para gloria de Dios”. El gesto resume la filosofía del empresario sevillano que ha convertido su fe católica en parte de su modelo de negocio.

Mostrando la fe. “Cuando abro una tienda digo que sea para gloria de Dios, porque si no es para su gloria, ¿para qué estamos aquí?”, dijo en una entrevista con El Español. Tenía 21 años cuando abrió su primer local en Osuna; hoy, su marca emplea a 700 personas y roza los 11 millones de beneficio anual. En medio de la pandemia, tras asistir a misa una mañana cualquiera, asegura que encontró algo más que consuelo: un nuevo modo de entender la empresa.

Su compañía busca integrar “proyectos sociales y solidarios” a través de iniciativas como Tiendas con Alma, que colabora con ONGs como Down España, ELA Andalucía, Tu Casa Azul o las Hijas de la Caridad del Pumarejo. “Hacer empresa con alma” no es marketing, insiste. Pero lo cierto es que su manera de mezclar religión y empresa encaja a la perfección con una tendencia cultural más amplia: la vuelta del catolicismo como estética, relato y, en algunos casos, como estrategia de marca.

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¿Un nuevo lenguaje espiritual? La devoción pública de Álvaro Moreno no surge de la nada. Forma parte de un movimiento más amplio, donde lo religioso vuelve a asomar entre canciones pop, desfiles de moda o lemas de empresa. El catolicismo, antes relegado al silencio o al pudor, se convierte ahora en un signo visible, incluso en una forma de estilo.

La cantante Rosalía ha sido la cara más visible de esa tendencia. Su nuevo disco, Lux, está atravesado por símbolos y cantos religiosos. En la portada aparece vestida con un hábito blanco y en el vídeo de presentación se escuchan coros gregorianos y versos sobre Dios en catorce idiomas. Este gesto se sitúa dentro de una corriente artística más amplia, donde la religiosidad deja de ser tabú para las nuevas generaciones. La espiritualidad se ha convertido, en otras palabras, en un nuevo lenguaje cultural. Del hábito de Rosalía a los festivales católicos como Hakuna, que reunió a 85.000 jóvenes en un concierto multitudinario en abril, la fe está saliendo de las sacristías y entrando en los timelines.

De TikTok al púlpito. El fenómeno no se limita a España. En Estados Unidos, un reportaje del Wall Street Journal describe cómo la música cristiana contemporánea “está ardiendo de nuevo por Dios”. Artistas como Forrest Frank, exmiembro del dúo pop Surfaces, han llevado su fe a TikTok con canciones como God’s Got My Back, acumulando más de 15 millones de reproducciones en Spotify y millones de visualizaciones en redes. Según el mismo medio, los artistas cristianos acumularon más de 1.200 millones de reproducciones en EEUU este año. 

Y no solo los artistas: incluso los conventos han aprendido a moverse en la era digital. Religiosas como Sor Marta, Sor Verónica o la argentina Josefina Cattaneo acumulan cientos de miles de seguidores mostrando su día a día en los conventos: desde cómo se prepara un hábito hasta cómo se celebra un cumpleaños en comunidad. La fórmula funciona porque humaniza la vocación religiosa y la hace accesible a jóvenes que quizá nunca se acercarían a una iglesia. Lo que antes se comunicaba desde el púlpito ahora se comparte desde el algoritmo.

Del pudor al orgullo creyente. En España, los datos confirman un cambio generacional. Según el CIS, el 36,4% de los jóvenes de entre 18 y 24 años se declaran católicos, frente al 28% de 2021. El 10,5 % son practicantes. Es el único grupo de edad en el que la religiosidad crece.

“Existe un auge del catolicismo identitario y una visibilización de la identidad religiosa por una parte de la juventud”, explica la antropóloga Mónica Cornejo en El Correo. “Llevan cruces vistas y reivindican su fe sin pudor. Dicen: ‘Soy cristiano, ¿y qué?’”. Para Cornejo, se trata de un catolicismo “más cultural, menos dogmático. No les interesa tanto la religión leída como la religión vivida”. En un país donde la religión parecía cosa del pasado, la fe vuelve a ser una bandera —estética, emocional o política—. Y lo hace, curiosamente, desde Instagram, desde los reels o desde una pasarela.

Hacia el catolicismo chic. Pero hay una pregunta que subyace de todo esto: ¿es devoción, estrategia o ambas cosas? Como advierte Noemí López Trujillo en Newtral, la estética religiosa que Rosalía ha abrazado “no parece ni desdecirse ni contradecirse, sino abrazar deliberadamente la idea de que lo conservador es subversivo”. 

En el caso de Álvaro Moreno, la frase “Sea para gloria de Dios” resuena con autenticidad, sí, pero también con una precisión de branding: tienda, ritual, historia de superación, valores visibles. Y en un mercado en el que los consumidores buscan propósito tanto como producto, ese relato funciona.

La duda es si en el camino no se diluye algo esencial. La espiritualidad profunda se convierte en estética de consumo, y la fe —como casi todo— en un valor de mercado. Porque creer en algo ofrece consuelo; pero mercantilizar la creencia ofrece un relato que se vende. Y en esa frontera —entre la convicción y la estrategia— quizá tengamos que mirar más allá de las vitrinas bendecidas.

Imagen | TikTok

Xataka | Shein ha abierto su primera tienda en Europa en París. París ha reaccionado como siempre: montando una revuelta

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Álvaro Moreno y su marca de ropa católica es solo la punta del iceberg: la fiebre por el “cristianismo chic”

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