Ciencia y Tecnología
El Fujian es oficialmente la mayor catapulta de poder de China. Pekín ya tiene un botón para desafiar a la Marina de EEUU
Hace casi dos años que China terminó su ansiado portaaviones Fujian, su mayor barco de guerra con tecnología puntera para la nación. Desde entonces hasta ahora ha ido pasando por diferentes escenarios de pruebas y test que confirmaran la fiabilidad del que debería ser la punta de lanza de Pekín para competir en la misma liga que Estados Unidos. Ese día ya ha llegado.
El poder naval del S.XXI. China ha oficializado la entrada en servicio del Fujian, su primer portaaviones con catapultas electromagnéticas, un hito que marca un salto cualitativo en la ambición naval del país y en su rivalidad directa con Estados Unidos.
En una ceremonia celebrada en el puerto de Sanya, en la isla de Hainan, el presidente Xi Jinping protagonizó el gesto simbólico de pulsar el botón de lanzamiento desde la burbuja de control del buque, en un acto que la propaganda estatal presentó como el inicio de una nueva era para la Armada del Ejército Popular de Liberación.
Proyección y vulnerabilidad. Con 80.000 toneladas de desplazamiento, 300 metros de eslora y capacidad para operar cerca de 60 aeronaves, el Fujian se convierte en la joya de la flota china, la tercera en servicio después del Liaoning y el Shandong. Su rasgo distintivo son las catapultas electromagnéticas, un sistema de lanzamiento de aviones similar al EMALS estadounidense que solo equipa otro buque en el mundo: el USS Gerald R. Ford.
China ha saltado así directamente de los portaaviones con rampa tipo “ski jump” a una generación de propulsión electromagnética dirigida personalmente, según Pekín, por Xi. Este avance técnico tiene implicaciones estratégicas claras: mejora la cadencia de salidas, reduce el desgaste de las aeronaves y permite operar drones o aparatos más ligeros, abriendo la puerta a una aviación embarcada más flexible y moderna.

Fujian
El salto y la dimensión. El Fujian representa algo más que una mejora técnica: es el primer portaaviones totalmente diseñado y construido en China, libre de la herencia soviética que condicionó los anteriores. El Liaoning fue en origen un casco ucraniano inconcluso de los años ochenta y el Shandong su derivado nacional, ambos con sistemas STOBAR de despegue corto. Con el Fujian, China abandona ese pasado y exhibe su madurez tecnológica, especialmente en un contexto de rivalidad industrial con Estados Unidos, cuyo propio programa EMALS ha afrontado años de fallos y sobrecostes.
En contraste con los problemas del Gerald R. Ford, el discurso de Xi y la puesta en escena de la ceremonia transmiten un mensaje de eficacia y orgullo nacional: el de una potencia capaz de fabricar sus propios buques de vanguardia mientras el adversario duda. La elección del puerto de Hainan tampoco fue casual. desde allí, China controla el acceso al mar del Sur y proyecta su influencia hacia el Pacífico occidental y el estrecho de Taiwán. En ese tablero, el Fujian no es solo un buque, sino una declaración política sobre la capacidad de Pekín de disputar el dominio marítimo global.

Fujian
Blanco del futuro. Sin embargo, la relevancia de estos colosos de acero convive con una paradoja. Mientras las grandes potencias siguen invirtiendo miles de millones en construirlos, el conflicto en Ucrania ha demostrado que el tamaño ya no garantiza invulnerabilidad. Con drones navales de bajo coste, Ucrania ha logrado inutilizar gran parte de la flota rusa del mar Negro, infligiendo un “derrota funcional” sin poseer un solo portaaviones.
El contraste es elocuente: la guerra asimétrica reduce la eficacia de las armas convencionales más caras, pero no su valor estratégico. En el caso de China y Estados Unidos, los portaaviones mantienen su papel como instrumentos de proyección y disuasión, útiles tanto para operaciones de combate como para la diplomacia coercitiva.
Meter miedo. Washington sigue utilizándolos como herramienta de presión geopolítica: el propio Donald Trump llegó a ordenar el despliegue del Gerald R. Ford frente a Venezuela como advertencia simbólica al régimen de Nicolás Maduro.
La escena, con un portaaviones escoltado por cuatro destructores y armado con 70 aeronaves, ilustra hasta qué punto estos buques continúan siendo embajadores armados de las superpotencias, más allá de su discutible rentabilidad militar.
Disuasión global. Las armadas modernas son conscientes de que los portaaviones son tanto un símbolo como un blanco. Durante la Guerra Fría, se estimaba que hacían falta doce misiles convencionales para hundir un superportaaviones. En 2005, el hundimiento experimental del USS America requirió cuatro semanas de ataques sostenidos, lo que confirmó su resiliencia estructural, pero también su exposición.
En un escenario saturado de misiles hipersónicos, enjambres de drones y sistemas antibuque de largo alcance, su supervivencia en combate real es cada vez más incierta. No obstante, ninguna otra plataforma ofrece la combinación de movilidad, capacidad aérea y autonomía logística que brinda un portaaviones. Por eso China, pese a invertir en misiles para repeler una flota estadounidense en su litoral, considera estos buques imprescindibles para sus propias ambiciones globales. Como señala el analista Nick Childs, del International Institute for Strategic Studies, Pekín los entiende como una herramienta indispensable para proyectar influencia y respaldar una eventual operación sobre Taiwán.
Geopolítica del acero. Lo hemos ido contando: el auge del Fujian se inscribe en una estrategia más amplia de expansión naval que ha convertido a los astilleros chinos en los más productivos del planeta. La flota de superficie y submarina del país crece a un ritmo que Estados Unidos ya no puede igualar, y cada nuevo buque refuerza la narrativa de autosuficiencia industrial que Xi Jinping presenta como emblema del “renacimiento nacional”.
Frente a los once portaaviones estadounidenses (diez nucleares y uno de propulsión convencional), China cuenta con tres, pero con planes de construir al menos uno nuclear, el futuro Type 004, que podría rivalizar directamente con los Ford de la US Navy. A diferencia de Rusia, cuyo único portaaviones, el envejecido Almirante Kuznetsov, lleva años fuera de servicio y se encamina al desguace, China y Estados Unidos son hoy las únicas potencias capaces de sostener flotas de gran proyección oceánica. Europa, por su parte, mantiene presencia simbólica: el Reino Unido emplea sus portaaviones Queen Elizabeth y Prince of Wales en misiones diplomáticas o de entrenamiento, mientras Francia prepara su nuevo portaaviones nuclear de generación futura.
Siglo de los mares y fragilidad. Si se quiere también, el Fujian simboliza el punto de encuentro entre tradición y modernidad: un gigante nacido para demostrar que China puede jugar en la misma liga que Estados Unidos. Pero también representa la contradicción de un tiempo en que la tecnología avanza más rápido que la doctrina militar. Los drones, las armas hipersónicas y la guerra electrónica han redefinido el control del mar, y cada portaaviones es ahora un emblema tan poderoso como vulnerable.
Aun así, la lógica política prevalece sobre la táctica: los Estados siguen necesitando estos buques para mostrar bandera, intimidar adversarios y reafirmar su estatus global. LaDicho de otra forma: la era de los portaaviones no ha terminado, pero ha entrado en una fase incierta, en la que la supremacía naval se mide tanto por la capacidad de construir gigantes como por la habilidad de protegerlos en un océano lleno de ojos y misiles.
En ese tablero, el Fujian es la pieza más reciente del ajedrez geopolítico que enfrenta a China y Estados Unidos, un símbolo flotante de que la próxima gran rivalidad del siglo XXI no se decidirá solo en tierra firme, sino también sobre las aguas del Pacífico.
Imagen | CHINESE MINISTRY OF NATIONAL DEFENSE
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El Fujian es oficialmente la mayor catapulta de poder de China. Pekín ya tiene un botón para desafiar a la Marina de EEUU
fue publicada originalmente en
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Miguel Jorge
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Hace casi dos años que China terminó su ansiado portaaviones Fujian, su mayor barco de guerra con tecnología puntera para la nación. Desde entonces hasta ahora ha ido pasando por diferentes escenarios de pruebas y test que confirmaran la fiabilidad del que debería ser la punta de lanza de Pekín para competir en la misma liga que Estados Unidos. Ese día ya ha llegado.
El poder naval del S.XXI. China ha oficializado la entrada en servicio del Fujian, su primer portaaviones con catapultas electromagnéticas, un hito que marca un salto cualitativo en la ambición naval del país y en su rivalidad directa con Estados Unidos.
En una ceremonia celebrada en el puerto de Sanya, en la isla de Hainan, el presidente Xi Jinping protagonizó el gesto simbólico de pulsar el botón de lanzamiento desde la burbuja de control del buque, en un acto que la propaganda estatal presentó como el inicio de una nueva era para la Armada del Ejército Popular de Liberación.
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Proyección y vulnerabilidad. Con 80.000 toneladas de desplazamiento, 300 metros de eslora y capacidad para operar cerca de 60 aeronaves, el Fujian se convierte en la joya de la flota china, la tercera en servicio después del Liaoning y el Shandong. Su rasgo distintivo son las catapultas electromagnéticas, un sistema de lanzamiento de aviones similar al EMALS estadounidense que solo equipa otro buque en el mundo: el USS Gerald R. Ford.
China ha saltado así directamente de los portaaviones con rampa tipo “ski jump” a una generación de propulsión electromagnética dirigida personalmente, según Pekín, por Xi. Este avance técnico tiene implicaciones estratégicas claras: mejora la cadencia de salidas, reduce el desgaste de las aeronaves y permite operar drones o aparatos más ligeros, abriendo la puerta a una aviación embarcada más flexible y moderna.
Fujian
El salto y la dimensión. El Fujian representa algo más que una mejora técnica: es el primer portaaviones totalmente diseñado y construido en China, libre de la herencia soviética que condicionó los anteriores. El Liaoning fue en origen un casco ucraniano inconcluso de los años ochenta y el Shandong su derivado nacional, ambos con sistemas STOBAR de despegue corto. Con el Fujian, China abandona ese pasado y exhibe su madurez tecnológica, especialmente en un contexto de rivalidad industrial con Estados Unidos, cuyo propio programa EMALS ha afrontado años de fallos y sobrecostes.
En contraste con los problemas del Gerald R. Ford, el discurso de Xi y la puesta en escena de la ceremonia transmiten un mensaje de eficacia y orgullo nacional: el de una potencia capaz de fabricar sus propios buques de vanguardia mientras el adversario duda. La elección del puerto de Hainan tampoco fue casual. desde allí, China controla el acceso al mar del Sur y proyecta su influencia hacia el Pacífico occidental y el estrecho de Taiwán. En ese tablero, el Fujian no es solo un buque, sino una declaración política sobre la capacidad de Pekín de disputar el dominio marítimo global.
Fujian
Blanco del futuro. Sin embargo, la relevancia de estos colosos de acero convive con una paradoja. Mientras las grandes potencias siguen invirtiendo miles de millones en construirlos, el conflicto en Ucrania ha demostrado que el tamaño ya no garantiza invulnerabilidad. Con drones navales de bajo coste, Ucrania ha logrado inutilizar gran parte de la flota rusa del mar Negro, infligiendo un “derrota funcional” sin poseer un solo portaaviones.
El contraste es elocuente: la guerra asimétrica reduce la eficacia de las armas convencionales más caras, pero no su valor estratégico. En el caso de China y Estados Unidos, los portaaviones mantienen su papel como instrumentos de proyección y disuasión, útiles tanto para operaciones de combate como para la diplomacia coercitiva.
Meter miedo. Washington sigue utilizándolos como herramienta de presión geopolítica: el propio Donald Trump llegó a ordenar el despliegue del Gerald R. Ford frente a Venezuela como advertencia simbólica al régimen de Nicolás Maduro.
La escena, con un portaaviones escoltado por cuatro destructores y armado con 70 aeronaves, ilustra hasta qué punto estos buques continúan siendo embajadores armados de las superpotencias, más allá de su discutible rentabilidad militar.
Disuasión global. Las armadas modernas son conscientes de que los portaaviones son tanto un símbolo como un blanco. Durante la Guerra Fría, se estimaba que hacían falta doce misiles convencionales para hundir un superportaaviones. En 2005, el hundimiento experimental del USS America requirió cuatro semanas de ataques sostenidos, lo que confirmó su resiliencia estructural, pero también su exposición.
En un escenario saturado de misiles hipersónicos, enjambres de drones y sistemas antibuque de largo alcance, su supervivencia en combate real es cada vez más incierta. No obstante, ninguna otra plataforma ofrece la combinación de movilidad, capacidad aérea y autonomía logística que brinda un portaaviones. Por eso China, pese a invertir en misiles para repeler una flota estadounidense en su litoral, considera estos buques imprescindibles para sus propias ambiciones globales. Como señala el analista Nick Childs, del International Institute for Strategic Studies, Pekín los entiende como una herramienta indispensable para proyectar influencia y respaldar una eventual operación sobre Taiwán.
Geopolítica del acero. Lo hemos ido contando: el auge del Fujian se inscribe en una estrategia más amplia de expansión naval que ha convertido a los astilleros chinos en los más productivos del planeta. La flota de superficie y submarina del país crece a un ritmo que Estados Unidos ya no puede igualar, y cada nuevo buque refuerza la narrativa de autosuficiencia industrial que Xi Jinping presenta como emblema del “renacimiento nacional”.
Frente a los once portaaviones estadounidenses (diez nucleares y uno de propulsión convencional), China cuenta con tres, pero con planes de construir al menos uno nuclear, el futuro Type 004, que podría rivalizar directamente con los Ford de la US Navy. A diferencia de Rusia, cuyo único portaaviones, el envejecido Almirante Kuznetsov, lleva años fuera de servicio y se encamina al desguace, China y Estados Unidos son hoy las únicas potencias capaces de sostener flotas de gran proyección oceánica. Europa, por su parte, mantiene presencia simbólica: el Reino Unido emplea sus portaaviones Queen Elizabeth y Prince of Wales en misiones diplomáticas o de entrenamiento, mientras Francia prepara su nuevo portaaviones nuclear de generación futura.
En Vida Extra
Si paras Regreso al Futuro 3 en el minuto 27:50 verás a tres vaqueros que son de las mayores leyendas del cine western
Siglo de los mares y fragilidad. Si se quiere también, el Fujian simboliza el punto de encuentro entre tradición y modernidad: un gigante nacido para demostrar que China puede jugar en la misma liga que Estados Unidos. Pero también representa la contradicción de un tiempo en que la tecnología avanza más rápido que la doctrina militar. Los drones, las armas hipersónicas y la guerra electrónica han redefinido el control del mar, y cada portaaviones es ahora un emblema tan poderoso como vulnerable.
Aun así, la lógica política prevalece sobre la táctica: los Estados siguen necesitando estos buques para mostrar bandera, intimidar adversarios y reafirmar su estatus global. LaDicho de otra forma: la era de los portaaviones no ha terminado, pero ha entrado en una fase incierta, en la que la supremacía naval se mide tanto por la capacidad de construir gigantes como por la habilidad de protegerlos en un océano lleno de ojos y misiles.
En ese tablero, el Fujian es la pieza más reciente del ajedrez geopolítico que enfrenta a China y Estados Unidos, un símbolo flotante de que la próxima gran rivalidad del siglo XXI no se decidirá solo en tierra firme, sino también sobre las aguas del Pacífico.
Imagen | CHINESE MINISTRY OF NATIONAL DEFENSE
En Xataka | China acaba de poner a prueba el Fujian con tres aviones distintos. La catapulta electromagnética ya no es teoría, es práctica
En Xataka | EEUU ha detectado una ventaja naval sobre China. La catapulta de los portaaviones de Pekín viene con un fallo “de fábrica”
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El Fujian es oficialmente la mayor catapulta de poder de China. Pekín ya tiene un botón para desafiar a la Marina de EEUU
fue publicada originalmente en
Xataka
por
Miguel Jorge
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