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Ciencia y Tecnología

Que un adolescente empiece a ‘odiar’ a sus padres es algo que está en su cerebro, y la ciencia ya encontró el patrón

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Que un adolescente empiece a 'odiar' a sus padres es algo que está en su cerebro, y la ciencia ya encontró el patrón

Si eres padre de un adolescente, lo sabes: su mundo gira en torno a sus amigos. Si fuiste uno de ellos, seguramente lo recuerdas: la opinión de los padres pasó a un segundo plano. Y aunque parece que es un signo de la rebeldía que vemos normal a estas edades, la realidad es que la culpa se encuentra en el cerebro de manera literal. 

El culpable. Pero ante la pregunta de ¿qué produce este pasotismo de los adolescentes? La respuesta nos la da la resonancia magnética que se ha aplicado sobre el cerebro de algunos adolescentes. Y es que la investigación demuestra que, durante la adolescencia, el cerebro no solo cambia de interés, sino que reconfigura a sus circuitos de recompensa para que las voces de los desconocidos sean más gratificantes que la voz de la propia madre. 

Y esto es algo que explica el hecho de que los adolescentes le den mucha más importancia a un amigo que a su propia familia más cercana, e incluso llegándolo a priorizarlo por encima de cualquier otra cosa. Aunque al final tiene una buena excusa en sus sistemas cerebrales. 

El estudio. Para descubrir esto, los investigadores no pusieron a los adolescentes a escuchar regañinas. Usaron una metodología más astuta al reunir a 46 niños y adolescentes de entre 7 y 16 años que fueron expuestos a escuchar grabaciones de palabras sin sentido como por ejemplo teebudie-shawlt. 

Lo importante de esta investigación radicaba en que estas palabras sin sentido eran pronunciadas por dos voces: la de su propia madre y por la de dos mujeres desconocidas para ellos. 

De esta manera, al poner la grabación se comenzaba a analizar la actividad de sus cerebros a través de una resonancia magnética funcional (fMRI) para ver las partes del cerebro que se iban iluminando con cada una de las voces que iban sonando. 

Los resultados. En los niños más pequeños de entre siete y doce años, la voz de su madre provocaba una fiesta en los centros de recompensa del cerebro, concretamente en el núcleo accumbens (NAc) y el córtex prefrontal ventromedial (vmPFC). Lo interesante aquí es que esta actividad era mucho mayor a la que se sentía al oír las voces de las desconocidas y es algo lógico porque la madre es el centro de su universo social que le causa una mayor felicidad. 

Pero la cosa cambia completamente en los adolescentes de entre 13 y 16 años, donde estas mismas regiones de recompensa y valoración social mostraban una actividad significativamente mayor para las voces que no eran familiares que para la de su propia madre. 

De esta manera, la edad que podemos considerar como una frontera entre que estén pendientes de mamá y en la que van a pasar olímpicamente de lo que le digan será alrededor de los 13,5 años. 

Por qué. No hablamos en este caso de que los adolescentes rechacen a sus padres, ya que en una prueba conductual se fue capaz de identificar la voz de las madres de una manera casi perfecta. El cambio está justamente en la valoración de esa voz. 

Este giro neurobiológico se considera un proceso adaptativo esencial para la madurez. El cerebro adolescente se está “actualizando” para una nueva misión: dejar el nido. Para prepararse para la independencia, el cerebro debe empezar a encontrar más gratificantes las nuevas conexiones sociales. Tiene que sintonizar con los compañeros, los futuros aliados y parejas.

La bibliografía. Este hallazgo encaja con los modelos previos que se hicieron para identificar las etapas diferenciadas en el desarrollo social y cerebral, donde el foco afectivo pasa de la madre a los amigos y finalmente a las relaciones románticas. 

Revisiones recientes reafirman que el sistema de recompensa en la adolescencia es especialmente sensible a estímulos sociales novedosos, y que la maduración de las conexiones frontoestriatales modula estos cambios. Un trabajo previo del mismo grupo ya había mostrado que en la infancia la voz materna tiene una respuesta privilegiada en el circuito mesolímbico y el estudio actual extiende y completa ese modelo mostrando cómo este patrón se invierte en la adolescencia.​

De esta manera, cada vez que veamos a un adolescente que literalmente le dice a su madre que no quiere ni oírla, pero se tira todo el día hablando con sus amigos, ya sabemos el porqué: su cerebro ha cambiado para que le guste más. 

Imágenes | Sébastien Mouilleau Amir Hosseini 

En Xataka | Si la pregunta es de dónde sacar el tiempo para hacer deporte o aprender idiomas, la respuesta la tienes en tu móvil


La noticia

Que un adolescente empiece a ‘odiar’ a sus padres es algo que está en su cerebro, y la ciencia ya encontró el patrón

fue publicada originalmente en

Xataka

por
José A. Lizana

.

​Si eres padre de un adolescente, lo sabes: su mundo gira en torno a sus amigos. Si fuiste uno de ellos, seguramente lo recuerdas: la opinión de los padres pasó a un segundo plano. Y aunque parece que es un signo de la rebeldía que vemos normal a estas edades, la realidad es que la culpa se encuentra en el cerebro de manera literal. 

El culpable. Pero ante la pregunta de ¿qué produce este pasotismo de los adolescentes? La respuesta nos la da la resonancia magnética que se ha aplicado sobre el cerebro de algunos adolescentes. Y es que la investigación demuestra que, durante la adolescencia, el cerebro no solo cambia de interés, sino que reconfigura a sus circuitos de recompensa para que las voces de los desconocidos sean más gratificantes que la voz de la propia madre. 

Y esto es algo que explica el hecho de que los adolescentes le den mucha más importancia a un amigo que a su propia familia más cercana, e incluso llegándolo a priorizarlo por encima de cualquier otra cosa. Aunque al final tiene una buena excusa en sus sistemas cerebrales. 

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No necesitas más horas en el día. Lo único que se necesita es entender cómo funciona el cerebro para trabajar mejor con menos

El estudio. Para descubrir esto, los investigadores no pusieron a los adolescentes a escuchar regañinas. Usaron una metodología más astuta al reunir a 46 niños y adolescentes de entre 7 y 16 años que fueron expuestos a escuchar grabaciones de palabras sin sentido como por ejemplo teebudie-shawlt. 

Lo importante de esta investigación radicaba en que estas palabras sin sentido eran pronunciadas por dos voces: la de su propia madre y por la de dos mujeres desconocidas para ellos. 

De esta manera, al poner la grabación se comenzaba a analizar la actividad de sus cerebros a través de una resonancia magnética funcional (fMRI) para ver las partes del cerebro que se iban iluminando con cada una de las voces que iban sonando. 

Los resultados. En los niños más pequeños de entre siete y doce años, la voz de su madre provocaba una fiesta en los centros de recompensa del cerebro, concretamente en el núcleo accumbens (NAc) y el córtex prefrontal ventromedial (vmPFC). Lo interesante aquí es que esta actividad era mucho mayor a la que se sentía al oír las voces de las desconocidas y es algo lógico porque la madre es el centro de su universo social que le causa una mayor felicidad. 

Pero la cosa cambia completamente en los adolescentes de entre 13 y 16 años, donde estas mismas regiones de recompensa y valoración social mostraban una actividad significativamente mayor para las voces que no eran familiares que para la de su propia madre. 

De esta manera, la edad que podemos considerar como una frontera entre que estén pendientes de mamá y en la que van a pasar olímpicamente de lo que le digan será alrededor de los 13,5 años. 

Por qué. No hablamos en este caso de que los adolescentes rechacen a sus padres, ya que en una prueba conductual se fue capaz de identificar la voz de las madres de una manera casi perfecta. El cambio está justamente en la valoración de esa voz. 

Este giro neurobiológico se considera un proceso adaptativo esencial para la madurez. El cerebro adolescente se está “actualizando” para una nueva misión: dejar el nido. Para prepararse para la independencia, el cerebro debe empezar a encontrar más gratificantes las nuevas conexiones sociales. Tiene que sintonizar con los compañeros, los futuros aliados y parejas.

La bibliografía. Este hallazgo encaja con los modelos previos que se hicieron para identificar las etapas diferenciadas en el desarrollo social y cerebral, donde el foco afectivo pasa de la madre a los amigos y finalmente a las relaciones románticas. 

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Revisiones recientes reafirman que el sistema de recompensa en la adolescencia es especialmente sensible a estímulos sociales novedosos, y que la maduración de las conexiones frontoestriatales modula estos cambios. Un trabajo previo del mismo grupo ya había mostrado que en la infancia la voz materna tiene una respuesta privilegiada en el circuito mesolímbico y el estudio actual extiende y completa ese modelo mostrando cómo este patrón se invierte en la adolescencia.​

De esta manera, cada vez que veamos a un adolescente que literalmente le dice a su madre que no quiere ni oírla, pero se tira todo el día hablando con sus amigos, ya sabemos el porqué: su cerebro ha cambiado para que le guste más. 

Imágenes | Sébastien Mouilleau Amir Hosseini 

En Xataka | Si la pregunta es de dónde sacar el tiempo para hacer deporte o aprender idiomas, la respuesta la tienes en tu móvil

– La noticia

Que un adolescente empiece a ‘odiar’ a sus padres es algo que está en su cerebro, y la ciencia ya encontró el patrón

fue publicada originalmente en

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José A. Lizana

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