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Ciencia y Tecnología

Si cuando piensas en una granja visualizas un edificio rojo de esquinas blancas, la culpa es de los suecos

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Si cuando piensas en una granja visualizas un edificio rojo de esquinas blancas, la culpa es de los suecos

5040-Y80R. Esa es la designación aproximada según la carta de Natural Colour System para el color ‘rojo falu’. Es marca registrada y va más allá de ser un simple color: implica que en su elaboración entra en juego un pigmento muy concreto que le da ese tono rojizo y ha trascendido hasta el punto de ser parte de la identidad de un país entero gracias a sus propiedades.

Ese país es Suecia, y todo empezó como un producto residual de una mina de cobre.

Subproducto. Dalarna es una región ubicada en el corazón de Suecia, y en ella se encuentra la Gran Montaña de Cobre de Falun. Los vikingos ya explotaban esta mina en el 850, pero la historia del color se remonta al siglo XVI. Fue entonces cuando descubrieron que uno de los subproductos de la minería podía convertirse en un pigmento útil.

Stora Stoten

La mina

De la producción del cobre se obtenía lo que bautizaron como Falu rödfärg, o “mantillo rojo”, y básicamente era una mezcla única de más de 20 minerales diferentes. El color rojizo era gracias al óxido de hierro, sílice, zinc y al propio cobre. Empezaron a mezclarlo con agua, pero también con otros elementos como aceites, alquitrán o harina de centeno, y descubrieron que podían obtener una pintura con unas propiedades muy interesantes.

Mejor que la pintura. Este mantillo rojo mezclado con los ingredientes apropiados no sólo daba color a la madera, materia prima primordial en Suecia tanto para barcos como para la infraestructura, sino que actuaba especialmente bien como protector del material. 

Era como una capa aislante, un escudo que la protegía contra la intemperie, prolongando su vida útil, haciendo que las reparaciones fueran menos frecuentes y, además, era más barato que importar tratamientos para la madera de otros países.

La industria no tardó en explotar. Se estima que, para mediados de 1760 la producción era de unas 25 toneladas, pero para 1930, esa producción anual superaba las 2.000 toneladas.

Kiruna Kyrka Main View

casas rojo falu

Estatus. Ahora bien, no era barato. Todo el mundo quería pintar su casa con ese color rojo cobrizo, pero resulta que era un lujo reservado para las clases más altas. Cuando se descubrió el pigmento, y quizá movido sólo por su color, el rey Juan III ordenó pintar los techos de su palacio con el ‘rojo falu’, imitando el cobre de los techos de otros palacios europeos. Desde entonces, los más apoderados que podían hacerse con el pigmento empezaron a pintar sus casas.

Sin embargo, como la producción empezó a escalar y coger tracción, el producto se abarató y más gente pudo acceder al mismo, pintando si no la totalidad de sus casas, la fachada que daba a los caminos (que era la que podrían ver todos los que pasaran por ahí). Aristas suecos del siglo XIX contribuyeron a popularizar la imagen de las casas rojas de Suecia, inmortalizando la idea de vida rural en casas rojas con esquinas blancas.

Far Och Mor

Una de las obras de Carl Larsson

El color de una nación. El color 5040-Y80R se convirtió en el símbolo de Suecia hasta el punto de que los migrantes que buscaron mejor suerte en Norteamérica tras la disolución de la unión sueconoruega en 1905 empezaron a construir sus granjas empleando este color. 

La imagen que muchos tenemos de la granja en color rojo se gestó ahí. Y se convirtió en algo tan importante para la cultura popular sueca que hay un dicho que simboliza esa vida sencilla y armoniosa en contacto con la tierra: den röda stugan och potatislandet (la casa roja y el huerto de patatas).

Hoy, la ‘Falu rödfärg’ no es tan vital como hace años si hablamos de producción. La misma ha descendido muchísimo debido a que hay una mayor competencia y productos sintéticos para pintar las fachadas, pero sigue siendo un ejemplo de “nacionalismo banal”, un símbolo que existe sin necesidad de banderas e himnos, ya que su mera presencia evoca pertenencia.

Imágenes| Xauxa Håkan Svensson, FrDr, HCa, Wigulf~commonswiki

En Xataka | La industria tecnológica del mundo depende prácticamente de una sola carretera: la que conduce a la mina de Spruce Prine


La noticia

Si cuando piensas en una granja visualizas un edificio rojo de esquinas blancas, la culpa es de los suecos

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alejandro Alcolea

.

​5040-Y80R. Esa es la designación aproximada según la carta de Natural Colour System para el color ‘rojo falu’. Es marca registrada y va más allá de ser un simple color: implica que en su elaboración entra en juego un pigmento muy concreto que le da ese tono rojizo y ha trascendido hasta el punto de ser parte de la identidad de un país entero gracias a sus propiedades.

Ese país es Suecia, y todo empezó como un producto residual de una mina de cobre.

Subproducto. Dalarna es una región ubicada en el corazón de Suecia, y en ella se encuentra la Gran Montaña de Cobre de Falun. Los vikingos ya explotaban esta mina en el 850, pero la historia del color se remonta al siglo XVI. Fue entonces cuando descubrieron que uno de los subproductos de la minería podía convertirse en un pigmento útil.

La mina

De la producción del cobre se obtenía lo que bautizaron como Falu rödfärg, o “mantillo rojo”, y básicamente era una mezcla única de más de 20 minerales diferentes. El color rojizo era gracias al óxido de hierro, sílice, zinc y al propio cobre. Empezaron a mezclarlo con agua, pero también con otros elementos como aceites, alquitrán o harina de centeno, y descubrieron que podían obtener una pintura con unas propiedades muy interesantes.

En Xataka

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Mejor que la pintura. Este mantillo rojo mezclado con los ingredientes apropiados no sólo daba color a la madera, materia prima primordial en Suecia tanto para barcos como para la infraestructura, sino que actuaba especialmente bien como protector del material. 

Era como una capa aislante, un escudo que la protegía contra la intemperie, prolongando su vida útil, haciendo que las reparaciones fueran menos frecuentes y, además, era más barato que importar tratamientos para la madera de otros países.

La industria no tardó en explotar. Se estima que, para mediados de 1760 la producción era de unas 25 toneladas, pero para 1930, esa producción anual superaba las 2.000 toneladas.

Estatus. Ahora bien, no era barato. Todo el mundo quería pintar su casa con ese color rojo cobrizo, pero resulta que era un lujo reservado para las clases más altas. Cuando se descubrió el pigmento, y quizá movido sólo por su color, el rey Juan III ordenó pintar los techos de su palacio con el ‘rojo falu’, imitando el cobre de los techos de otros palacios europeos. Desde entonces, los más apoderados que podían hacerse con el pigmento empezaron a pintar sus casas.

Sin embargo, como la producción empezó a escalar y coger tracción, el producto se abarató y más gente pudo acceder al mismo, pintando si no la totalidad de sus casas, la fachada que daba a los caminos (que era la que podrían ver todos los que pasaran por ahí). Aristas suecos del siglo XIX contribuyeron a popularizar la imagen de las casas rojas de Suecia, inmortalizando la idea de vida rural en casas rojas con esquinas blancas.

Una de las obras de Carl Larsson

El color de una nación. El color 5040-Y80R se convirtió en el símbolo de Suecia hasta el punto de que los migrantes que buscaron mejor suerte en Norteamérica tras la disolución de la unión sueconoruega en 1905 empezaron a construir sus granjas empleando este color. 

La imagen que muchos tenemos de la granja en color rojo se gestó ahí. Y se convirtió en algo tan importante para la cultura popular sueca que hay un dicho que simboliza esa vida sencilla y armoniosa en contacto con la tierra: den röda stugan och potatislandet (la casa roja y el huerto de patatas).

Hoy, la ‘Falu rödfärg’ no es tan vital como hace años si hablamos de producción. La misma ha descendido muchísimo debido a que hay una mayor competencia y productos sintéticos para pintar las fachadas, pero sigue siendo un ejemplo de “nacionalismo banal”, un símbolo que existe sin necesidad de banderas e himnos, ya que su mera presencia evoca pertenencia.

Imágenes| Xauxa Håkan Svensson, FrDr, HCa, Wigulf~commonswiki

En Xataka | La industria tecnológica del mundo depende prácticamente de una sola carretera: la que conduce a la mina de Spruce Prine

– La noticia

Si cuando piensas en una granja visualizas un edificio rojo de esquinas blancas, la culpa es de los suecos

fue publicada originalmente en

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por
Alejandro Alcolea

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