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Ciencia y Tecnología

Cinco años de datos eléctricos confirman lo inevitable: el cambio de hora ya no sirve para nada

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Cinco años de datos eléctricos confirman lo inevitable: el cambio de hora ya no sirve para nada

Dos veces al año repetimos el mismo ritual: mover las manecillas del reloj, revisar el microondas, ajustar el despertador. Un gesto pequeño que cambia nuestra rutina y que, desde hace décadas, decían que prometía un ahorro que ya casi nadie ve. Aunque este año podría ser uno de los últimos. Pedro Sánchez ha anunciado que el Gobierno propondrá a la Unión Europea eliminar el cambio de hora estacional para el año que viene.  

Pero la pregunta que nos atañe aquí es: ¿sirve realmente para ahorrar energía?

A bote pronto. Según un análisis elaborado por Papernest, el cambio de hora apenas mueve la aguja del consumo eléctrico. El informe, basado en datos de Red Eléctrica de España (REE) entre 2020 y 2024, revela que el ajuste horario tiene hoy un efecto casi imperceptible en la demanda de luz. “El cambio de hora ya no tiene un efecto claro sobre el consumo eléctrico. En varios años incluso se observa un aumento durante las tardes”, señala el informe al que hemos tenido acceso.

Más en profundidad. El análisis compara la semana previa y la semana posterior a cada cambio horario durante cinco otoños consecutivos. Los resultados muestran variaciones muy pequeñas —entre un -6% y un +2%— y sin patrón alguno. En tres de esos cinco años, el consumo en la franja de mayor actividad doméstica (de 18:00 a 23:00 horas) incluso aumentó entre un 0,3% y un 2,4%.

Solo en 2022 se registró una caída significativa del consumo, cercana al 6%, aunque los analistas lo atribuyen al contexto energético excepcional de aquel otoño: precios récord de la electricidad, menor demanda general y un uso más moderado de la calefacción. Un descenso puntual que, según el informe, no guarda relación directa con el cambio de hora. 

Gráfica

Fuente: Papernest (2025), con datos de Red Eléctrica de España (REE).

En resumen, los hogares españoles consumen prácticamente la misma electricidad antes y después del cambio. Ni la luz natural ni las temperaturas parecen influir de manera apreciable. “Esto refleja que el impacto del cambio horario en el consumo eléctrico de los hogares actuales es prácticamente insignificante”, concluye Papernest.

Los nuevos hábitos diluyen el supuesto ahorro. Si hace décadas el cambio horario servía para aprovechar mejor la luz del día y reducir el gasto, hoy la estructura del consumo eléctrico ha cambiado por completo. El informe apunta a varios factores: el teletrabajo, la calefacción eléctrica, los dispositivos conectados y el uso continuado de aparatos domésticos que antes solo funcionaban en determinadas franjas. En otras palabras, el consumo ya no se concentra solo en las horas de luz. La actividad eléctrica se ha “deslocalizado” dentro del día, y la idea de que atrasar o adelantar una hora el reloj puede marcar una diferencia notable ha dejado de ser cierta.

Además, el propio documento destaca que las pequeñas variaciones entre semanas no pueden atribuirse a cambios de temperatura ni de radiación solar: no hay correlación consistente entre las condiciones meteorológicas y las oscilaciones de demanda.

¿Y en el bolsillo? Tampoco. Papernest calcula que el ahorro medio por hogar apenas alcanza 1,4 euros al año, incluso en el escenario más optimista. El cálculo parte del consumo medio anual por vivienda en España (3.487 kWh, según Iberdrola), una reducción media del 1,4% tras el cambio de hora y un precio medio de 0,132€ por kWh,. “Incluso en este escenario optimista, el efecto económico del cambio de hora es prácticamente insignificante frente a la factura anual de electricidad”, resume el informe.

Traducido a una cifra comprensible, el ajuste horario ahorra unos 0,12 € a la semana, o el equivalente a una hora de una bombilla LED encendida. Es un gesto simbólico más que una medida de eficiencia. Con el ahorro fuera de la ecuación, el debate se ha desplazado a otro terreno: el del cuerpo y la mente. El argumento energético ha quedado obsoleto. Entonces, ¿qué razones quedan para mantener o eliminar el cambio de hora?

El foco hacia salud y el bienestar. El consenso entre especialistas de la Sociedad Española de Sueño (SES) y otras instituciones científicas es claro: el horario de invierno —el que se adopta ahora en octubre— es el más adecuado desde el punto de vista biológico.

Los estudios internacionales respaldan esta idea: mantener el horario de invierno favorece el descanso, reduce la fatiga y mejora la seguridad matinal. Por el contrario, el horario de verano permanente puede generar un “jet lag social” constante, especialmente en las zonas más occidentales del país, donde los amaneceres se retrasarían hasta pasadas las nueve y media en diciembre.

El reloj ya no cambia nada. Cinco años de datos y un mismo resultado: el cambio de hora no ahorra energía, ni dinero, ni esfuerzos. El ser humano es un animal de costumbre por eso ha sobrevivido el cambio de hora por la inercia del gesto simbólico. En la actualidad, el consumo eléctrico depende más de nuestras rutinas, del clima y de la tecnología que del sol que entra por la ventana.

Quizá, como tituló mi compañero: “El país que no se cansa de hacerse daño: la verdad sobre el cambio de hora es que es una polémica en la que solo podemos perder “. Este fin de semana volveremos a atrasar los relojes, pero el tiempo que realmente cuenta —el del consumo y el descanso— ya no se mueve. Y puede que haya llegado, literalmente, la hora de dejar de moverlo.

Imagen | FreePik y Unsplash

Xataka | Sin saberlo, Pedro Sánchez también ha reabierto el otro gran melón de la hora en España: si Galicia está en su huso o no


La noticia

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fue publicada originalmente en

Xataka

por
Alba Otero

.

​Dos veces al año repetimos el mismo ritual: mover las manecillas del reloj, revisar el microondas, ajustar el despertador. Un gesto pequeño que cambia nuestra rutina y que, desde hace décadas, decían que prometía un ahorro que ya casi nadie ve. Aunque este año podría ser uno de los últimos. Pedro Sánchez ha anunciado que el Gobierno propondrá a la Unión Europea eliminar el cambio de hora estacional para el año que viene.  Pero la pregunta que nos atañe aquí es: ¿sirve realmente para ahorrar energía?A bote pronto. Según un análisis elaborado por Papernest, el cambio de hora apenas mueve la aguja del consumo eléctrico. El informe, basado en datos de Red Eléctrica de España (REE) entre 2020 y 2024, revela que el ajuste horario tiene hoy un efecto casi imperceptible en la demanda de luz. “El cambio de hora ya no tiene un efecto claro sobre el consumo eléctrico. En varios años incluso se observa un aumento durante las tardes”, señala el informe al que hemos tenido acceso.Más en profundidad. El análisis compara la semana previa y la semana posterior a cada cambio horario durante cinco otoños consecutivos. Los resultados muestran variaciones muy pequeñas —entre un -6% y un +2%— y sin patrón alguno. En tres de esos cinco años, el consumo en la franja de mayor actividad doméstica (de 18:00 a 23:00 horas) incluso aumentó entre un 0,3% y un 2,4%.Solo en 2022 se registró una caída significativa del consumo, cercana al 6%, aunque los analistas lo atribuyen al contexto energético excepcional de aquel otoño: precios récord de la electricidad, menor demanda general y un uso más moderado de la calefacción. Un descenso puntual que, según el informe, no guarda relación directa con el cambio de hora. 

Fuente: Papernest (2025), con datos de Red Eléctrica de España (REE).

En resumen, los hogares españoles consumen prácticamente la misma electricidad antes y después del cambio. Ni la luz natural ni las temperaturas parecen influir de manera apreciable. “Esto refleja que el impacto del cambio horario en el consumo eléctrico de los hogares actuales es prácticamente insignificante”, concluye Papernest.

Los nuevos hábitos diluyen el supuesto ahorro. Si hace décadas el cambio horario servía para aprovechar mejor la luz del día y reducir el gasto, hoy la estructura del consumo eléctrico ha cambiado por completo. El informe apunta a varios factores: el teletrabajo, la calefacción eléctrica, los dispositivos conectados y el uso continuado de aparatos domésticos que antes solo funcionaban en determinadas franjas. En otras palabras, el consumo ya no se concentra solo en las horas de luz. La actividad eléctrica se ha “deslocalizado” dentro del día, y la idea de que atrasar o adelantar una hora el reloj puede marcar una diferencia notable ha dejado de ser cierta.

Además, el propio documento destaca que las pequeñas variaciones entre semanas no pueden atribuirse a cambios de temperatura ni de radiación solar: no hay correlación consistente entre las condiciones meteorológicas y las oscilaciones de demanda.

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El país que no se cansa de hacerse daño: la verdad sobre el cambio de hora es que es una polémica en la que solo podemos perder

¿Y en el bolsillo? Tampoco. Papernest calcula que el ahorro medio por hogar apenas alcanza 1,4 euros al año, incluso en el escenario más optimista. El cálculo parte del consumo medio anual por vivienda en España (3.487 kWh, según Iberdrola), una reducción media del 1,4% tras el cambio de hora y un precio medio de 0,132€ por kWh,. “Incluso en este escenario optimista, el efecto económico del cambio de hora es prácticamente insignificante frente a la factura anual de electricidad”, resume el informe.

Traducido a una cifra comprensible, el ajuste horario ahorra unos 0,12 € a la semana, o el equivalente a una hora de una bombilla LED encendida. Es un gesto simbólico más que una medida de eficiencia. Con el ahorro fuera de la ecuación, el debate se ha desplazado a otro terreno: el del cuerpo y la mente. El argumento energético ha quedado obsoleto. Entonces, ¿qué razones quedan para mantener o eliminar el cambio de hora?

El foco hacia salud y el bienestar. El consenso entre especialistas de la Sociedad Española de Sueño (SES) y otras instituciones científicas es claro: el horario de invierno —el que se adopta ahora en octubre— es el más adecuado desde el punto de vista biológico.

Los estudios internacionales respaldan esta idea: mantener el horario de invierno favorece el descanso, reduce la fatiga y mejora la seguridad matinal. Por el contrario, el horario de verano permanente puede generar un “jet lag social” constante, especialmente en las zonas más occidentales del país, donde los amaneceres se retrasarían hasta pasadas las nueve y media en diciembre.

El reloj ya no cambia nada. Cinco años de datos y un mismo resultado: el cambio de hora no ahorra energía, ni dinero, ni esfuerzos. El ser humano es un animal de costumbre por eso ha sobrevivido el cambio de hora por la inercia del gesto simbólico. En la actualidad, el consumo eléctrico depende más de nuestras rutinas, del clima y de la tecnología que del sol que entra por la ventana.

Quizá, como tituló mi compañero: “El país que no se cansa de hacerse daño: la verdad sobre el cambio de hora es que es una polémica en la que solo podemos perder “. Este fin de semana volveremos a atrasar los relojes, pero el tiempo que realmente cuenta —el del consumo y el descanso— ya no se mueve. Y puede que haya llegado, literalmente, la hora de dejar de moverlo.

Imagen | FreePik y Unsplash

Xataka | Sin saberlo, Pedro Sánchez también ha reabierto el otro gran melón de la hora en España: si Galicia está en su huso o no

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