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Ciencia y Tecnología

En 2023 un piloto de Ucrania tuvo una idea de Star Wars. No solo salió bien: su plan kamikaze ha reescrito el manual de guerra

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En 2023 un piloto de Ucrania tuvo una idea de Star Wars. No solo salió bien: su plan kamikaze ha reescrito el manual de guerra

Un año después del inicio de la invasión rusa en Ucrania, un instructor de drones tuvo una idea que sonaba a ciencia ficción: pilotar cuadricópteros baratos con el fin de embestir y destruir otros drones en pleno vuelo. Así, lo que empezó como una broma entre soldados, “demasiado Star Wars”, decían, se convirtió en menos de un año en la columna vertebral de la defensa ucraniana.

El origen. Ante la escasez de misiles antiaéreos y las oleadas rusas de Shahed iraníes que apagaban ciudades, ingenieros y pilotos ucranianos comenzaron a rediseñar cuadricópteros comerciales para convertirlos en interceptores “hit-to-kill”. 

Nacieron por necesidad: el invierno, los cortes eléctricos y la incapacidad de las defensas convencionales para procesar cientos de amenazas de bajo coste empujaron a convertir improvisación en doctrina. Programas de crowdfunding como Come Back Alive y la iniciativa Dronefall articularon producción, capacitación y logística, financiando y coordinando a fabricantes locales.

Cómo funcionan y su eficacia. Estos interceptores requieren tres condiciones: velocidad y maniobrabilidad para alcanzar objetivos a centenares de km/h, sistemas de visión y guía (desde cámaras nocturnas a guiado semiautomático) y una carga explosiva o capacidad cinética suficiente para destruir la amenaza al impactar. 

Modelos como el Sting o variantes de Wild Hornets combinan hélices potentes, cámaras termales y ogivas ligeras; la táctica es simple en concepto, pero extremadamente exigente en ejecución: detectar, localizar, lanzar y maniobrar en ventanas de minutos antes de que el atacante salga de alcance.

Producción y economía. Lo hemos contado antes, el atractivo estratégico es económico: un interceptor puede costar entre 2.500 y 6.000 dólares, frente al millón por misil de sistemas avanzados. Fabricantes múltiples, desde pymes ucranianas hasta startups apoyadas por Brave1, permiten escalabilidad. 

Ucrania aspira a producir centenares y eventualmente miles por día, de hecho, ya se reportan miles de interceptaciones y programas que conectan a una veintena de productores para estandarizar piezas, entrenamiento y suministro.

Operaciones sobre el terreno. Además, el despliegue exige una cadena corta: detección por radar o vigilancia, enlace a un piloto o sistema semiautónomo y lanzamiento con muy poco margen de tiempo (los equipos informan de ventanas de 10 minutos para interceptar). 

No solo eso. La efectividad depende de la pericia del piloto (cursos especializados muestran tasas de aprobado bajas) y de la calidad del enlace de datos. Cuando los interceptores no son plenamente autónomos, la variable humana sigue siendo el cuello de botella: los pilotos bien entrenados alcanzan ratios de éxito mucho mayores.

El Sting es mucho más pequeño que un dron Shahed típico.

El Sting es mucho más pequeño que un dron Shahed típico

Diversidad de diseños. Aquí la familia de interceptores es heterogénea: hay modelos que impactan directamente (ramming), diseños con warhead proyectado a alta velocidad, y drones con guiado de sensor óptico semejante a pequeños misiles.

Plus: algunos son desmontables y transportables en mochilas, y otros son lanzables en masa desde contenedores. Esta diversidad permite adaptar la respuesta al perfil del atacante (frente lentitud de un Shahed vs la velocidad de un Geran-3) y al entorno operativo.

Resultados y efectividad. Informes ucranianos hablan de interceptaciones masivas: centenares abatidos en grandes ataques y cifras agregadas de miles de derribos atribuidos a programas como Dronefall

Las tasas de éxito varían (del 30% al 90% según el sistema, la clase del objetivo y la pericia de la tripulación), pero el impacto económico es claro: sustituir un misil de defensa por decenas o centenares de interceptores económicos preserva recursos estratégicos y fuerza a Rusia a inflar sus costes operativos.

Una tripulación de interceptores prepara un dron Sting desde su vehículo civil

Una tripulación de interceptores prepara un dron Sting desde su vehículo civil

Implicaciones. La OTAN considera los interceptores como complemento valioso a capas tradicionales de defensa. Reino Unido ya se ha comprometido a co-producir interceptores para Ucrania; pruebas en espacio aéreo aliado (por ejemplo, ensayos en Dinamarca) demuestran interés por integrar estas soluciones en defensa territorial y protección de infraestructura crítica. 

La lección principal para Europa es la necesidad de soluciones baratas y escalables frente a amenazas de masa, no solo sistemas de alto coste y precisión.

Limitaciones técnicas. No todo es optimismo: los interceptores también enfrentan problemas de alcance, resistencia a interferencias electrónicas y capacidad para alcanzar drones a altitudes muy altas o velocidades extremas. 

El advenimiento de versiones a reactor del Shahed (Geran-3) que superan ampliamente la velocidad de los interceptores actuales obliga a la carrera de mejoras: mayor propulsión, mejor sensor y autonomía, o alternativas como defensa cinética de mayor coste. Además, la dependencia de pilotos humanos con formación limitada condiciona la sostenibilidad del esfuerzo.

La siguiente fase. Ante el avance ruso hacia drones más rápidos, Ucrania y sus socios ya trabajan en nuevas generaciones: interceptores más veloces, sensores más robustos, soluciones semiautónomas y despliegues integrados con radares y misiles según el objetivo. 

Paralelamente, se exploran defensas no cinéticas: desde láseres, hasta microondas y sistemas EW que puedan complementar o reemplazar interceptores físicos cuando la velocidad o altitud excedan sus capacidades.

Balance estratégico. Si se quiere, el cambio más profundo que los interceptores introducen es doctrinal: la guerra aérea moderna puede ganarse por masa asequible y respuesta distribuida, y no solo por sistemas caros y puntuales. Ucrania ha mostrado en ese sentido que la combinación de manufactura local, financiación civil y adaptación táctica transforma una debilidad (carencia de misiles, sobre todo externos) en ventaja operativa.

La advertencia final, no obstante, es que esta ventaja es temporal: el adversario adapta, la tecnología escala, y la supervivencia del enfoque exige una inversión continua en diseño, producción y entrenamiento.

Imagen | Wild Hornets

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La noticia

En 2023 un piloto de Ucrania tuvo una idea de Star Wars. No solo salió bien: su plan kamikaze ha reescrito el manual de guerra

fue publicada originalmente en

Xataka

por
Miguel Jorge

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​Un año después del inicio de la invasión rusa en Ucrania, un instructor de drones tuvo una idea que sonaba a ciencia ficción: pilotar cuadricópteros baratos con el fin de embestir y destruir otros drones en pleno vuelo. Así, lo que empezó como una broma entre soldados, “demasiado Star Wars”, decían, se convirtió en menos de un año en la columna vertebral de la defensa ucraniana.El origen. Ante la escasez de misiles antiaéreos y las oleadas rusas de Shahed iraníes que apagaban ciudades, ingenieros y pilotos ucranianos comenzaron a rediseñar cuadricópteros comerciales para convertirlos en interceptores “hit-to-kill”. Nacieron por necesidad: el invierno, los cortes eléctricos y la incapacidad de las defensas convencionales para procesar cientos de amenazas de bajo coste empujaron a convertir improvisación en doctrina. Programas de crowdfunding como Come Back Alive y la iniciativa Dronefall articularon producción, capacitación y logística, financiando y coordinando a fabricantes locales.

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Cómo funcionan y su eficacia. Estos interceptores requieren tres condiciones: velocidad y maniobrabilidad para alcanzar objetivos a centenares de km/h, sistemas de visión y guía (desde cámaras nocturnas a guiado semiautomático) y una carga explosiva o capacidad cinética suficiente para destruir la amenaza al impactar. Modelos como el Sting o variantes de Wild Hornets combinan hélices potentes, cámaras termales y ogivas ligeras; la táctica es simple en concepto, pero extremadamente exigente en ejecución: detectar, localizar, lanzar y maniobrar en ventanas de minutos antes de que el atacante salga de alcance.

Producción y economía. Lo hemos contado antes, el atractivo estratégico es económico: un interceptor puede costar entre 2.500 y 6.000 dólares, frente al millón por misil de sistemas avanzados. Fabricantes múltiples, desde pymes ucranianas hasta startups apoyadas por Brave1, permiten escalabilidad. Ucrania aspira a producir centenares y eventualmente miles por día, de hecho, ya se reportan miles de interceptaciones y programas que conectan a una veintena de productores para estandarizar piezas, entrenamiento y suministro.Operaciones sobre el terreno. Además, el despliegue exige una cadena corta: detección por radar o vigilancia, enlace a un piloto o sistema semiautónomo y lanzamiento con muy poco margen de tiempo (los equipos informan de ventanas de 10 minutos para interceptar). No solo eso. La efectividad depende de la pericia del piloto (cursos especializados muestran tasas de aprobado bajas) y de la calidad del enlace de datos. Cuando los interceptores no son plenamente autónomos, la variable humana sigue siendo el cuello de botella: los pilotos bien entrenados alcanzan ratios de éxito mucho mayores.

El Sting es mucho más pequeño que un dron Shahed típico

Diversidad de diseños. Aquí la familia de interceptores es heterogénea: hay modelos que impactan directamente (ramming), diseños con warhead proyectado a alta velocidad, y drones con guiado de sensor óptico semejante a pequeños misiles.Plus: algunos son desmontables y transportables en mochilas, y otros son lanzables en masa desde contenedores. Esta diversidad permite adaptar la respuesta al perfil del atacante (frente lentitud de un Shahed vs la velocidad de un Geran-3) y al entorno operativo.Resultados y efectividad. Informes ucranianos hablan de interceptaciones masivas: centenares abatidos en grandes ataques y cifras agregadas de miles de derribos atribuidos a programas como Dronefall. Las tasas de éxito varían (del 30% al 90% según el sistema, la clase del objetivo y la pericia de la tripulación), pero el impacto económico es claro: sustituir un misil de defensa por decenas o centenares de interceptores económicos preserva recursos estratégicos y fuerza a Rusia a inflar sus costes operativos.

Una tripulación de interceptores prepara un dron Sting desde su vehículo civil

Implicaciones. La OTAN considera los interceptores como complemento valioso a capas tradicionales de defensa. Reino Unido ya se ha comprometido a co-producir interceptores para Ucrania; pruebas en espacio aéreo aliado (por ejemplo, ensayos en Dinamarca) demuestran interés por integrar estas soluciones en defensa territorial y protección de infraestructura crítica. La lección principal para Europa es la necesidad de soluciones baratas y escalables frente a amenazas de masa, no solo sistemas de alto coste y precisión.Limitaciones técnicas. No todo es optimismo: los interceptores también enfrentan problemas de alcance, resistencia a interferencias electrónicas y capacidad para alcanzar drones a altitudes muy altas o velocidades extremas. El advenimiento de versiones a reactor del Shahed (Geran-3) que superan ampliamente la velocidad de los interceptores actuales obliga a la carrera de mejoras: mayor propulsión, mejor sensor y autonomía, o alternativas como defensa cinética de mayor coste. Además, la dependencia de pilotos humanos con formación limitada condiciona la sostenibilidad del esfuerzo.

La siguiente fase. Ante el avance ruso hacia drones más rápidos, Ucrania y sus socios ya trabajan en nuevas generaciones: interceptores más veloces, sensores más robustos, soluciones semiautónomas y despliegues integrados con radares y misiles según el objetivo. Paralelamente, se exploran defensas no cinéticas: desde láseres, hasta microondas y sistemas EW que puedan complementar o reemplazar interceptores físicos cuando la velocidad o altitud excedan sus capacidades.

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– La noticia

En 2023 un piloto de Ucrania tuvo una idea de Star Wars. No solo salió bien: su plan kamikaze ha reescrito el manual de guerra

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Miguel Jorge

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