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El robo en el Louvre recupera viejos problemas de seguridad: hace más de un siglo se llevaron la Gioconda en un descuido

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El robo en el Louvre recupera viejos problemas de seguridad: hace más de un siglo se llevaron la Gioconda en un descuido

El Museo del Louvre, el más visitado del mundo, fue víctima de un robo en el que los ladrones, en solo siete minutos, se llevaron ocho piezas de la colección imperial descritas como “de valor incalculable”. Sin embargo, no es la primera vez que sucede. El Louvre ha sido víctima de robos audaces y controvertidos desde principios del siglo pasado, lo que pone sobre la mesa, ante todo, una cuestión que va más allá de unas joyas desaparecidas: ¿es deficiente la seguridad de uno de los museos más importantes?

Qué sucedió. Un grupo de entre tres y cuatro individuos encapuchados y, presuntamente, vestidos como obreros, aprovechó las obras de rehabilitación en la fachada del museo que da al río Sena. Utilizando un montacargas accedieron directamente a una ventana del primer piso. Una vez en la Galería de Apolo, donde se exhiben las Joyas de la Corona, emplearon herramientas pesadas, como una motosierra o una radial, para destrozar dos vitrinas de alta seguridad.

Entre las ocho piezas que sustrajeron había tiaras, collares y broches de la emperatriz Eugenia de Montijo y de la reina María Amelia, además de otras piezas históricas de la Corona Francesa. Los asaltantes huyeron rápidamente en motos de gran cilindrada. Una de las piezas, la corona de la emperatriz, fue hallada dañada cerca del museo, perdida en la frenética huida. El atraco, con visitantes en la sala, generó pánico, ya que los ladrones usaron las mismas radiales para amenazar a los guardias de seguridad. Entre otras medidas que fallaron están las de las alarmas que “no fueron escuchadas por los agentes o no sonaron en la Galería“.

Atracos previos: La Gioconda (1911). Como decimos, no es la primera vez que algo así sucede en el Louvre. El robo más notorio ocurrió el 21 de agosto de 1911, con ‘La Gioconda‘ de Leonardo Da Vinci. Este incidente no involucró espectaculares aparatos a lo ‘Misión: Imposible‘, sino la simple negligencia del sistema de seguridad de la época. El autor fue Vincenzo Peruggia, un trabajador italiano que había sido empleado del Louvre y había participado en la construcción de la vitrina de cristal de la pintura. Peruggia se escondió en un armario durante la noche del domingo (cierre parcial del museo), salió el lunes por la mañana, descolgó el retrato del Salón Carré, y salió con la obra bajo su abrigo de trabajo. 

Dijo que su motivación era patriótica, buscando devolver la obra de Leonardo da Vinci a Italia, pues creía erróneamente que había sido robada por Napoleón. La seguridad del Louvre era débil en 1911: el museo, con más de mil salas, estaba protegido por menos de 150 guardias para más de 250.000 objetos, lo que significaba que estatuas y pinturas a menudo se dañaban sin que se detectara inmediatamente. Pasaron 26 horas antes de que alguien notara la ausencia de la pintura. La noticia causó un frenesí mediático, e incluso el poeta Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso fueron arrestados brevemente como sospechosos. La pintura fue recuperada dos años después, en 1913, cuando Peruggia intentó venderla a un anticuario en Florencia. 

Atracos previos: Coraza y casco borgoñota (1983). El 1 de mayo de 1983 tuvo lugar este otro robo: las piezas fueron una valiosa coraza y un casco tipo borgoñota del siglo XVI, ambos con incrustaciones de oro y plata. Las piezas habían sido donadas al museo en 1922 por la baronesa Salomon Rothschild, y la vitrina que contenía las piezas apareció destrozada: el hecho de que piezas militares históricas pudieran ser sustraídas de una vitrina en lo que se presumía que era un entorno vigilado reveló que las vulnerabilidades iban más allá de los cuadros. Las piezas no reaparecieron durante casi cuarenta años, y todo gracias a una investigación iniciada por un experto en antigüedades militares en la década de 2020, que las detectó en una colección privada en Burdeos.

Atracos previos: Racha de robos rápidos en 1995. Ese año una serie de robos y actos de vandalismo pusieron de manifiesto la vulnerabilidad del Louvre. En enero, un visitante utilizó un cúter para cortar y dañar un cuadro de Lancelot Théodore Turpin de Crissé, ‘Ciervo en un paisaje’. Solo una semana después, fue sustraída un hacha de batalla de 17 kilos, perteneciente a un monumento esculpido por Martin Desjardins. En julio, finalmente, desapareció un valioso cuadro realizado con la técnica de pastel de Robert de Nanteuil. Esta serie de incidentes dejó claro que, si bien la seguridad se había reforzado en torno a las obras más icónicas, las piezas expuestas en zonas amplias y menos transitadas se convertían en objetivos fáciles.

Un edificio vulnerable. El reciente robo ha puesto en evidencia una serie de tácticas que desvelan distintas vulnerabilidades: el aprovechamiento de zonas en obra (es decir, un punto ciego o de menor vigilancia), la entrada en el edificio mediante un montacargas, la ejecución a plena luz del día y con visitantes dentro y el uso de herramientas pesadas sin una respuesta de seguridad inmediata y efectiva. Aunque el robo de 1911 ya demostró que el personal es clave para evitar estos robos, en junio de 2025 hubo protestas de los trabajadores por la falta de efectivos para controlar las grandes cantidades de visitantes. 

Este robo ha hecho evidente que hay una clara vulnerabilidad en el museo, y así lo han notado los responsables de la seguridad: la ministra de Cultura, Rachida Dati, ha declarado que “El tema de la vulnerabilidad de nuestros museos no es de ahora. Hace 40 años que no nos ocupamos de su seguridad”. La ministra también ha dicho que hace dos años el entonces presidente del Louvre había pedido al prefecto de Policía que se revisara y efectuara una auditoría sobre la seguridad. Dati también ha comentado que “hay que adaptar los museos a las nuevas formas de criminalidad, que son organizadas, son profesionales que entran tranquilamente, en cuatro minutos toman el botín y se van sin ninguna violencia”.

Foto de Tomas Eidsvold en Unsplash

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El robo en el Louvre recupera viejos problemas de seguridad: hace más de un siglo se llevaron la Gioconda en un descuido

fue publicada originalmente en

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por
John Tones

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​El Museo del Louvre, el más visitado del mundo, fue víctima de un robo en el que los ladrones, en solo siete minutos, se llevaron ocho piezas de la colección imperial descritas como “de valor incalculable”. Sin embargo, no es la primera vez que sucede. El Louvre ha sido víctima de robos audaces y controvertidos desde principios del siglo pasado, lo que pone sobre la mesa, ante todo, una cuestión que va más allá de unas joyas desaparecidas: ¿es deficiente la seguridad de uno de los museos más importantes?Qué sucedió. Un grupo de entre tres y cuatro individuos encapuchados y, presuntamente, vestidos como obreros, aprovechó las obras de rehabilitación en la fachada del museo que da al río Sena. Utilizando un montacargas accedieron directamente a una ventana del primer piso. Una vez en la Galería de Apolo, donde se exhiben las Joyas de la Corona, emplearon herramientas pesadas, como una motosierra o una radial, para destrozar dos vitrinas de alta seguridad.Entre las ocho piezas que sustrajeron había tiaras, collares y broches de la emperatriz Eugenia de Montijo y de la reina María Amelia, además de otras piezas históricas de la Corona Francesa. Los asaltantes huyeron rápidamente en motos de gran cilindrada. Una de las piezas, la corona de la emperatriz, fue hallada dañada cerca del museo, perdida en la frenética huida. El atraco, con visitantes en la sala, generó pánico, ya que los ladrones usaron las mismas radiales para amenazar a los guardias de seguridad. Entre otras medidas que fallaron están las de las alarmas que “no fueron escuchadas por los agentes o no sonaron en la Galería”.

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Que hayan robado las joyas de Napoleón en el Louvre en siete minutos no es un milagro. Es algo mucho peor para Francia

Atracos previos: La Gioconda (1911). Como decimos, no es la primera vez que algo así sucede en el Louvre. El robo más notorio ocurrió el 21 de agosto de 1911, con ‘La Gioconda’ de Leonardo Da Vinci. Este incidente no involucró espectaculares aparatos a lo ‘Misión: Imposible’, sino la simple negligencia del sistema de seguridad de la época. El autor fue Vincenzo Peruggia, un trabajador italiano que había sido empleado del Louvre y había participado en la construcción de la vitrina de cristal de la pintura. Peruggia se escondió en un armario durante la noche del domingo (cierre parcial del museo), salió el lunes por la mañana, descolgó el retrato del Salón Carré, y salió con la obra bajo su abrigo de trabajo. 

Dijo que su motivación era patriótica, buscando devolver la obra de Leonardo da Vinci a Italia, pues creía erróneamente que había sido robada por Napoleón. La seguridad del Louvre era débil en 1911: el museo, con más de mil salas, estaba protegido por menos de 150 guardias para más de 250.000 objetos, lo que significaba que estatuas y pinturas a menudo se dañaban sin que se detectara inmediatamente. Pasaron 26 horas antes de que alguien notara la ausencia de la pintura. La noticia causó un frenesí mediático, e incluso el poeta Guillaume Apollinaire y Pablo Picasso fueron arrestados brevemente como sospechosos. La pintura fue recuperada dos años después, en 1913, cuando Peruggia intentó venderla a un anticuario en Florencia. 

Atracos previos: Coraza y casco borgoñota (1983). El 1 de mayo de 1983 tuvo lugar este otro robo: las piezas fueron una valiosa coraza y un casco tipo borgoñota del siglo XVI, ambos con incrustaciones de oro y plata. Las piezas habían sido donadas al museo en 1922 por la baronesa Salomon Rothschild, y la vitrina que contenía las piezas apareció destrozada: el hecho de que piezas militares históricas pudieran ser sustraídas de una vitrina en lo que se presumía que era un entorno vigilado reveló que las vulnerabilidades iban más allá de los cuadros. Las piezas no reaparecieron durante casi cuarenta años, y todo gracias a una investigación iniciada por un experto en antigüedades militares en la década de 2020, que las detectó en una colección privada en Burdeos.Atracos previos: Racha de robos rápidos en 1995. Ese año una serie de robos y actos de vandalismo pusieron de manifiesto la vulnerabilidad del Louvre. En enero, un visitante utilizó un cúter para cortar y dañar un cuadro de Lancelot Théodore Turpin de Crissé, ‘Ciervo en un paisaje’. Solo una semana después, fue sustraída un hacha de batalla de 17 kilos, perteneciente a un monumento esculpido por Martin Desjardins. En julio, finalmente, desapareció un valioso cuadro realizado con la técnica de pastel de Robert de Nanteuil. Esta serie de incidentes dejó claro que, si bien la seguridad se había reforzado en torno a las obras más icónicas, las piezas expuestas en zonas amplias y menos transitadas se convertían en objetivos fáciles.

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Un edificio vulnerable. El reciente robo ha puesto en evidencia una serie de tácticas que desvelan distintas vulnerabilidades: el aprovechamiento de zonas en obra (es decir, un punto ciego o de menor vigilancia), la entrada en el edificio mediante un montacargas, la ejecución a plena luz del día y con visitantes dentro y el uso de herramientas pesadas sin una respuesta de seguridad inmediata y efectiva. Aunque el robo de 1911 ya demostró que el personal es clave para evitar estos robos, en junio de 2025 hubo protestas de los trabajadores por la falta de efectivos para controlar las grandes cantidades de visitantes. Este robo ha hecho evidente que hay una clara vulnerabilidad en el museo, y así lo han notado los responsables de la seguridad: la ministra de Cultura, Rachida Dati, ha declarado que “El tema de la vulnerabilidad de nuestros museos no es de ahora. Hace 40 años que no nos ocupamos de su seguridad”. La ministra también ha dicho que hace dos años el entonces presidente del Louvre había pedido al prefecto de Policía que se revisara y efectuara una auditoría sobre la seguridad. Dati también ha comentado que “hay que adaptar los museos a las nuevas formas de criminalidad, que son organizadas, son profesionales que entran tranquilamente, en cuatro minutos toman el botín y se van sin ninguna violencia”.Foto de Tomas Eidsvold en UnsplashEn Xataka | Hemos visitado el primer Museo del Videojuego de Madrid: entre la atracción turística y el espectáculo arqueológico

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