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Generación Z: “Del estallido social al tablero Geopolítico”

Generación Z y tablero geopolítico: claves de un otoño de revueltas.
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Generación Z: del estallido social al tablero geopolítico
Sumario
Una ola de protestas juveniles sacude partes del Sur Global y reordena —estética, narrativa y tácticamente— la relación entre ciudadanía, tecnología y poder. A partir de las reflexiones del Dr. Alfredo Jalife, propongo leer este fenómeno no solo como malestar económico, sino como un vector geopolítico de primer orden.
De la “primavera” al posible “otoño”: una hipótesis de época
Las movilizaciones juveniles recientes —de Bangladésh y Nepal a Madagascar, Marruecos y ahora Perú— comparten rasgos que van más allá del clásico repertorio de protesta. Son rápidas, nativamente digitales y con un código cultural global. La lectura de fondo: podríamos estar ante un ciclo de contestación que reconfigura prioridades nacionales y equilibrios regionales, en un mundo atravesado por la competencia entre potencias y por la crisis de legitimidad de élites políticas debilitadas.
Este marco no pretende “explicar” todo con geopolítica, pero sí sumar capas: cuando la protesta estalla en países donde se juegan activos estratégicos (puertos, rutas, minerales, bases industriales), el eco regional e internacional se multiplica.
¿Por qué Budapest? Tres claves para una posible cumbre
En el debate público se barajan encuentros de alto nivel con Budapest como sede posible. ¿Qué sugiere esta elección?
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Terreno neutral con autonomía política: Hungría pertenece a la UE y la OTAN, pero ejerce márgenes propios.
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Convergencias de agenda: el auge del nacionalismo conservador en varias capitales crea puntos de contacto discursivos y tácticos.
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Señal geopolítica: acercar a adversarios en territorio OTAN sería una imagen-gesto potente en plena reconfiguración del orden.
Más allá de fechas o confirmaciones, la idea en sí revela apetito de negociación y testea las correlaciones de fuerza del momento.
Quiénes son y qué les mueve
La Generación Z (nacidos aprox. entre 1997 y 2012) es la primera cohorte nativa digital: creció con redes, algoritmos y atención fragmentada. Sus agravios son concretos:
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Costo de vida y servicios básicos deficientes (agua, electricidad, transporte).
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Desempleo o subempleo juvenil, incluso con mayores niveles educativos.
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Desigualdad y corrupción percibida como estructural, no coyuntural.
No es “ideología cerrada”; es supervivencia y dignidad. El lenguaje moral de la protesta —anticorrupción, antiabuso, antiimpunidad— es comprensible y escalable.
Cultura pop como bandera (literalmente)
La estética importa. Símbolos como el sombrero de paja de One Piece condensan un relato: jóvenes “piratas” que desafían a un “gobierno mundial” abusivo. No es frivolidad: es gramática narrativa. Esa iconografía, sumada al pulso corto de TikTok o Shorts, permite que una consigna local se vuelva memética y transnacional en horas.
Casos que marcan tendencia
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Bangladésh & Nepal: prohibiciones de redes y respuestas descoordinadas evidenciaron desconexión con la calle conectada.
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Madagascar: el malestar por servicios básicos devino crisis política; el factor militar entró en escena.
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Marruecos: organización juvenil semianónima que migra de plataformas de juego a la plaza pública.
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Perú: malestar acumulado por precariedad, deterioro institucional y una sucesión de crisis de representación.
El hilo común: instituciones porosas, economías que no absorben talento joven y canales de participación percibidos como cerrados.
La batalla de las narrativas (y de los algoritmos)
Cuando la calle se vuelve timeline, también se vuelve campo de operaciones. Gobiernos, partidos, consultoras y lobbies compiten por influencers, microsegmentación y marcos simbólicos. Resultado: una guerra de percepción que puede amplificar o sofocar demandas legítimas.
Advertencia útil: no todo trending es orgánico… pero no todo es manipulación. Reducirlo a bots deslegitima problemas reales.
El frente económico: crecimiento sin empleo
Un dato incómodo para economías avanzadas y emergentes: el crecimiento sin empleo (jobless growth) deja a la Z en lista de espera permanente. La automatización, la terciarización sin protección y la vivienda inaccesible forman un cóctel de frustración. Si a eso se suma deuda estudiantil o informalidad crónica, la protesta deja de ser “estallido” y se vuelve horizonte.
América Latina en el espejo demográfico
La edad mediana de la región ronda los 31 años; en varios países, es mucho menor. Es, literalmente, el mundo de los jóvenes. Pero sin movilidad social ni servicios públicos básicos, el bono demográfico se convierte en boomerang social: talento desaprovechado, economías estancadas, política tóxica.
De la calle a la gobernanza: cinco tareas urgentes
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Servicios esenciales primero: agua, luz, transporte y conectividad como política de Estado (con métricas públicas de calidad).
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Empleo joven con dientes: incentivos a la contratación, primer empleo pagado y transición escuela–trabajo con formación dual.
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Vivienda accesible: suelo, densificación inteligente y alquiler social con reglas claras.
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Instituciones abiertas: presupuestos participativos digitales, datos abiertos y controlores ciudadanos con facultades reales.
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Alfabetización algorítmica: entender plataformas para defender derechos (privacidad, no discriminación, libertad de expresión).
Epílogo: la Z no pide permiso
La Generación Z no va a esperar a que las viejas élites resuelvan un rompecabezas que ellas mismas desordenaron. Hará política —con o sin partidos— en el único idioma que domina: velocidad, símbolos claros y redes en enjambre. Eso no la hace infalible, pero sí ineludible.
Si el sistema no abre válvulas, las calles se las fabrican. Y cuando eso ocurre en territorios estratégicos, la protesta deja de ser “local” y se vuelve geopolítica.