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Imágenes por satélite han revelado que China ha convertido su costa oriental en zona de guerra: 3.500 misiles apuntan a Taiwán

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Imágenes por satélite han revelado que China ha convertido su costa oriental en zona de guerra: 3.500 misiles apuntan a Taiwán

En el mes de julio se dio una situación que podría pasar perfectamente por el escenario del rodaje de una película de acción. En la madrugada de un lunes, las estaciones de un metro comenzaron a llenarse, pero en vez de pasajeros cargados con carteras y maletas, se agolpaban militares, soldados y más soldados armados con misiles antitanques. El lugar nos daba una idea de que aquello no era una película, era una simulación por lo que puede pasar: Taiwán.

De hecho, esa posibilidad parece más cercana que nunca desde el espacio.

Un despliegue descomunal. Lo contaba esta semana el New York Times. Las imágenes satelitales muestran que China está transformando su litoral frente a Taiwán en una vasta plataforma de lanzamiento de misiles que constituye la piedra angular de la estrategia de Xi Jinping para forzar la reunificación y, al mismo tiempo, desafiar el poder militar estadounidense en Asia. 

El Pentágono estima que el arsenal de la Fuerza de Misiles, responsable de los vectores nucleares y convencionales, ha aumentado en un 50% en apenas cuatro años hasta alcanzar unas 3.500 unidades. Aunque no se conoce el número exacto de misiles emplazados directamente frente al estrecho, las imágenes no dejan lugar a dudas: bases ampliadas, con decenas de rampas de lanzamiento adicionales y nuevas instalaciones en provincias clave como Anhui o Jiangxi.

Misiles de nueva generación. Entre los sistemas desplegados destacan el Dongfeng-17, un misil hipersónico con gran capacidad de maniobra y difícil de interceptar, y el Dongfeng-26, conocido como el “Guam Express” por su alcance hasta bases estadounidenses en el Pacífico. Estos misiles pueden portar tanto cabezas convencionales como nucleares y son transportables por carretera, lo que incrementa su movilidad y complica su rastreo por parte de la inteligencia enemiga. 

El Pentágono calcula que Pekín dispone ya de medio millar de DF-26, lo que convierte a esta arma en un pilar de su estrategia de negación de acceso contra fuerzas norteamericanas en Guam, Japón o portaaviones desplegados en la región.

Ejercicios, despliegues y mensajes. Las prácticas en la costa oriental china incluyen lanzamientos simulados desde campos agrícolas, valles ocultos o explanadas junto a autopistas, lo que demuestra un esfuerzo por integrar los misiles en el terreno de forma flexible y dispersa. Contaba el Times que las maniobras tienen una doble función: preparación operativa y señal política. 

Para Taiwán, el mensaje es que resistir sería inútil ante un arsenal abrumador; para Washington, que intervenir resultaría demasiado costoso. No se trata, por tanto, solo de capacidad militar: los misiles son el punto de partida de cualquier estrategia de coerción china y, en tiempos de paz, funcionan como instrumento de intimidación mediante desfiles, pruebas y exhibiciones públicas, como el reciente en Pekín en el que se mostraron misiles hipersónicos y nuevos ICBM.

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Expansión de las brigadas 611 y 616. La Brigada 611, en Anhui, ha duplicado su tamaño con instalaciones de entrenamiento, túneles simulados y hasta tres docenas de rampas de lanzamiento, una concentración inusualmente densa que subraya la importancia del enclave. Allí, Xi Jinping se presentó personalmente en 2024 para alentar a las tropas a mantener una “mentalidad de crisis y combate”. 

Más al sur, en Jiangxi, la Brigada 616 se ha preparado para recibir al DF-17, con hangares adaptados a las dimensiones del nuevo misil hipersónico. Estos despliegues muestran cómo la costa oriental china se convierte en una red de nodos ofensivos pensados para saturar las defensas taiwanesas y amenazar instalaciones de Estados unidos en cuestión de minutos.

Dimensión nuclear y riesgos. El DF-26 encarna la ambigüedad estratégica de Pekín, al poder equiparse indistintamente con ojivas nucleares o convencionales. Aunque los satélites estadounidenses podrían detectar el traslado de cabezas nucleares desde depósitos centrales hacia estas brigadas, los expertos advierten que el proceso no es infalible y deja un margen de incertidumbre muy peligroso. 

Un conflicto en torno a Taiwán tendría, desde el primer momento, una dimensión nuclear latente. Esa ambigüedad incrementa el riesgo de errores de cálculo y escaladas rápidas, especialmente si Washington decide atacar lanzadores móviles en territorio continental chino, lo que supondría una grave decisión política y militar.

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Simulacros y objetivos. La construcción en desiertos del oeste de China de maquetas de portaaviones y buques de guerra estadounidenses, algunas montadas sobre raíles para simular movimiento, confirma que los misiles chinos no se preparan solo para escenarios estáticos en tierra, sino también para batir a la US Navy en mar abierto

Los planes militares chinos prevén dispersar los lanzadores móviles en cuevas y emplazamientos camuflados, disparar y replegarse, en un juego de desgaste destinado a saturar y agotar las defensas antimisiles enemigas. Estudios recientes concluyen que las bases aéreas estadounidenses en Asia, muchas sin refugios reforzados suficientes, podrían ser devastadas en los primeros compases de una contienda.

Límites y vulnerabilidades. El fulgurante aumento de capacidades no ha estado exento de problemas. Escándalos de corrupción y purgas internas han salpicado a la Fuerza de Misiles, y los informes del Pentágono alertan de que la calidad de algunas infraestructuras nucleares podría verse comprometida. 

Además, pese a los avances en radares y satélites, persisten dudas sobre la eficacia de los misiles en condiciones reales de combate, especialmente contra buques en movimiento, donde la incertidumbre táctica es mucho mayor que contra objetivos fijos en tierra.

El misil como núcleo de poder. Si se quiere también, la acumulación de miles de misiles en la costa oriental refleja la convicción de Xi Jinping de que el futuro de la cuestión taiwanesa pasa por la coerción y la amenaza del uso de la fuerza. Esa denominada como Fuerza de Misiles es, en palabras de analistas, la “joya de la corona” del Ejército Popular de Liberación: un instrumento que amplía la proyección china a todo el Pacífico occidental complica cualquier cálculo de intervención estadounidense y sitúa a Taiwán bajo una presión constante. 

El “pero” es que, la misma estrategia que busca asegurar el éxito, también encierra el riesgo de que un error de cálculo precipite una escalada nuclear sin precedentes desde la Guerra Fría.

Imagen | Maxar Technologies, NARA

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fue publicada originalmente en

Xataka

por
Miguel Jorge

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​En el mes de julio se dio una situación que podría pasar perfectamente por el escenario del rodaje de una película de acción. En la madrugada de un lunes, las estaciones de un metro comenzaron a llenarse, pero en vez de pasajeros cargados con carteras y maletas, se agolpaban militares, soldados y más soldados armados con misiles antitanques. El lugar nos daba una idea de que aquello no era una película, era una simulación por lo que puede pasar: Taiwán.De hecho, esa posibilidad parece más cercana que nunca desde el espacio.Un despliegue descomunal. Lo contaba esta semana el New York Times. Las imágenes satelitales muestran que China está transformando su litoral frente a Taiwán en una vasta plataforma de lanzamiento de misiles que constituye la piedra angular de la estrategia de Xi Jinping para forzar la reunificación y, al mismo tiempo, desafiar el poder militar estadounidense en Asia. El Pentágono estima que el arsenal de la Fuerza de Misiles, responsable de los vectores nucleares y convencionales, ha aumentado en un 50% en apenas cuatro años hasta alcanzar unas 3.500 unidades. Aunque no se conoce el número exacto de misiles emplazados directamente frente al estrecho, las imágenes no dejan lugar a dudas: bases ampliadas, con decenas de rampas de lanzamiento adicionales y nuevas instalaciones en provincias clave como Anhui o Jiangxi.

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Misiles de nueva generación. Entre los sistemas desplegados destacan el Dongfeng-17, un misil hipersónico con gran capacidad de maniobra y difícil de interceptar, y el Dongfeng-26, conocido como el “Guam Express” por su alcance hasta bases estadounidenses en el Pacífico. Estos misiles pueden portar tanto cabezas convencionales como nucleares y son transportables por carretera, lo que incrementa su movilidad y complica su rastreo por parte de la inteligencia enemiga. El Pentágono calcula que Pekín dispone ya de medio millar de DF-26, lo que convierte a esta arma en un pilar de su estrategia de negación de acceso contra fuerzas norteamericanas en Guam, Japón o portaaviones desplegados en la región.Ejercicios, despliegues y mensajes. Las prácticas en la costa oriental china incluyen lanzamientos simulados desde campos agrícolas, valles ocultos o explanadas junto a autopistas, lo que demuestra un esfuerzo por integrar los misiles en el terreno de forma flexible y dispersa. Contaba el Times que las maniobras tienen una doble función: preparación operativa y señal política. Para Taiwán, el mensaje es que resistir sería inútil ante un arsenal abrumador; para Washington, que intervenir resultaría demasiado costoso. No se trata, por tanto, solo de capacidad militar: los misiles son el punto de partida de cualquier estrategia de coerción china y, en tiempos de paz, funcionan como instrumento de intimidación mediante desfiles, pruebas y exhibiciones públicas, como el reciente en Pekín en el que se mostraron misiles hipersónicos y nuevos ICBM.

Expansión de las brigadas 611 y 616. La Brigada 611, en Anhui, ha duplicado su tamaño con instalaciones de entrenamiento, túneles simulados y hasta tres docenas de rampas de lanzamiento, una concentración inusualmente densa que subraya la importancia del enclave. Allí, Xi Jinping se presentó personalmente en 2024 para alentar a las tropas a mantener una “mentalidad de crisis y combate”. Más al sur, en Jiangxi, la Brigada 616 se ha preparado para recibir al DF-17, con hangares adaptados a las dimensiones del nuevo misil hipersónico. Estos despliegues muestran cómo la costa oriental china se convierte en una red de nodos ofensivos pensados para saturar las defensas taiwanesas y amenazar instalaciones de Estados unidos en cuestión de minutos.Dimensión nuclear y riesgos. El DF-26 encarna la ambigüedad estratégica de Pekín, al poder equiparse indistintamente con ojivas nucleares o convencionales. Aunque los satélites estadounidenses podrían detectar el traslado de cabezas nucleares desde depósitos centrales hacia estas brigadas, los expertos advierten que el proceso no es infalible y deja un margen de incertidumbre muy peligroso. Un conflicto en torno a Taiwán tendría, desde el primer momento, una dimensión nuclear latente. Esa ambigüedad incrementa el riesgo de errores de cálculo y escaladas rápidas, especialmente si Washington decide atacar lanzadores móviles en territorio continental chino, lo que supondría una grave decisión política y militar.

Simulacros y objetivos. La construcción en desiertos del oeste de China de maquetas de portaaviones y buques de guerra estadounidenses, algunas montadas sobre raíles para simular movimiento, confirma que los misiles chinos no se preparan solo para escenarios estáticos en tierra, sino también para batir a la US Navy en mar abierto. Los planes militares chinos prevén dispersar los lanzadores móviles en cuevas y emplazamientos camuflados, disparar y replegarse, en un juego de desgaste destinado a saturar y agotar las defensas antimisiles enemigas. Estudios recientes concluyen que las bases aéreas estadounidenses en Asia, muchas sin refugios reforzados suficientes, podrían ser devastadas en los primeros compases de una contienda.

Límites y vulnerabilidades. El fulgurante aumento de capacidades no ha estado exento de problemas. Escándalos de corrupción y purgas internas han salpicado a la Fuerza de Misiles, y los informes del Pentágono alertan de que la calidad de algunas infraestructuras nucleares podría verse comprometida. Además, pese a los avances en radares y satélites, persisten dudas sobre la eficacia de los misiles en condiciones reales de combate, especialmente contra buques en movimiento, donde la incertidumbre táctica es mucho mayor que contra objetivos fijos en tierra.

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