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Ciencia y Tecnología

Hay un símbolo nacional que Japón mantiene invariable desde hace generaciones: una mochila escolar carísima

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Hay un símbolo nacional que Japón mantiene invariable desde hace generaciones: una mochila escolar carísima

Nadie les obliga a usarlas. No hay ningún decreto, ni reglamento, ni orden de ningún otro tipo que exija su compra. Y sin embargo cada año (sobre todo en mayo o agosto) las familias de Japón con niños a punto de empezar la escuela se someten al mismo ritual: recorren tiendas para escoger con sumo cuidado la mochila que deberá acompañar al pequeño durante sus seis años de primaria. Lo hacen prestando atención a los colores, formas, tejidos… pero no al modelo. 

Eso se da por sentado: la mochila debe ser una ‘randoseru’.

¿’Randoseru’? Exacto. La palabra tal vez no te diga gran cosa, pero si sueles leer cómics o ver series y películas japonesas es probable que el artículo en sí te resulte familiar. Las ‘randoseru’ (un estilo, no una marca comercial) son las mochilas que usan los niños de Japón durante sus primeros años en la escuela, el equivalente a nuestra Primaria. Grandes, rígidas, habitualmente de cuero, suelen compartir siempre el mismo diseño: forma rectangular, tirantes y una enorme solapa.

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¿De dónde vienen? Lo de ‘randoseru’ conecta con sus orígenes, a finales del siglo XIX. La palabra es una suerte de adaptación del holandés “ransel”, que puede traducirse como “mochila” o “morral”. Y no es casualidad. Se dice que los primeros en utilizar las ‘randoseru’ fueron los soldados nipones de finales del Período Edo, quienes las usaban para su equipaje. El diseño debió de gustarle a la prestigiosa Gakushūin, institución creada para formar a los hijos de la aristocracia, porque hacia 1885 decidió incorporar un modelo similar como mochila oficial.

Otras versiones cuentan que por aquellos años, a finales de la década de 1880, el primer ministro Itō Hirobumi le entregó al príncipe Yoshihito (de ocho años) una mochila para la escuela elaborada con cuero y que recordaba a los morrales que los soldados cargaban a la espalda. Sea o no así, las ‘randoseru’ acabaron triunfando y establecieron una tradición que ha logrado sobrevivir el pasó del siglo XIX al XX y del XX al XXI, con sus guerras, vaivenes políticos y modas incluidos.

¿Un símbolo de distinción? Hoy en día son más bien un símbolo de comunidad. Con el paso de las décadas las ‘randoseru’ se han vuelto tan populares, se han extendido tanto por las escuelas de todo Japón, que se han convertido casi en un icono atemporal. Las usaban los padres y las usan los hijos. De hecho suelen ser los abuelos quienes se las regalan a sus nietos y las familias dedican tiempo, recursos y atención a escoger la mejor mochila para sus vástagos. 

Mainichi Shimbun, uno de los diarios más relevantes del país, lo define como algo parecido a “un rito de iniciación” para los niños que están a punto de empezar en la escuela. “Conseguir una mochila ‘randoseru’ antes del primer grado supone un hito importante en la infancia de Japón, y elegir la adecuada para que dure los seis años de primaria es una decisión crucial”, escribía en junio Moe Yamamoto. 

Tal vez suene exagerado, pero las familias suelen escoger mochila con una anticipación sorprendente, un año antes de que el niño vaya a pisar las aulas (se ponen manos a la obra en mayo de cara al curso que arrancará en abril) y prestan atención a todos los detalles. En los grandes almacenes Isetan incluso se celebra un evento especial con cientos de modelos para escoger diseños, colores o materiales.

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¿Tan comunes son? En 2024 la reportera de The New York Times en Tokio Motoko Rich les dedicó un reportaje que arranca con un experimento interesante. Rich relata el primer día del curso escolar en un colegio de Koto, en Tokio, y luego pasa a fijarse en cuántos de los niños de primaria cargan con las famosas mochilas. Su conclusión es rotunda: “Casi todos”. “No es una norma impuesta por nadie, sino una regla que todos cumplimos juntos”, confirma Shoko Fukushima, profesora adjunta de administración educativa en el Instituto de Tecnología de Chiba.

Pero… ¿Cómo son las ‘randoseru’? Aunque la tradición se ha mantenido a lo largo de las últimas décadas, las mochilas no han sido ajenas a las modas. Antes lo habitual era que los niños llevasen mochilas negras y las niñas rojas, pero eso ha cambiado. Y lo sabemos a ciencia cierta porque hay una asociación de ‘randoseru’ que monitoriza tendencias: colores (l lavanda y rosa triunfan entre las chicas, más que el rojo), tamaños, materiales o incluso fechas y lugares de compra. 

A diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, hoy la oferta es amplia e incluye modelos de diferentes tonalidades y con personajes de dibujos animados, bordados o forros de varias telas. El objetivo: que cada uno tenga su ‘randoseru’ ideal.

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¿Cómodas y baratas? Hay motivos para dudar de lo primero. Y razones objetivas para negar lo segundo. Las ‘randoseru’ son pesadas. Vacío, el modelo clásico ronda el kilo y medio, y Motoko Rich reconoce que cuando se le añaden libros, cuadernos, estuches o incluso tablets puede irse a más de cuatro kilos. En su reportaje habla por ejemplo de un alumno del primer curso que una mañana salió rumbo a la escuela cargando con una mochila de tres kilos. Puede que no parezca gran cosa, pero suponía más o menos una séptima pase de su peso corporal.

En cuanto a los precios, Rich explica que el promedio de los modelos de cuero ronda los 380 dólares, aunque esa es solo una referencia. Hay versiones mucho más caras, que se van a más de 500 o incluso superan la barrera de los 1.000

Por supuesto no es necesario recurrir a bolsas tan pesados ni costosas. Mainichi recuerda que los fabricantes han creado alternativas a las tradicionales carteras de cuero, como ediciones de nailon que pesan entre 650 y 1.200 gramos (lejos de los 900-1.500 g de los modelos más antiguos) y pueden comprarse por menos de 70 dólares. Otra alternativa es pagar por servicios de suscripción de mochilas que a cambio de una mensualidad permiten cambiar de cartera cada cierto tiempo.

¿Se usan en España y Europa? Lo innegable es que las ‘randoseru’ han despertado interés fuera de Japón, algo que se constata al ver la cantidad de artículos que le ha dedicado la prensa occidental en los últimos años. 

Uno de los últimos lo publicó hace solo unos días El País, que entrevistó a unos padres de San Sebastián que decidieron que su hijo acudiera a la escuela con una de las mochilas japonesas, un modelo rojo. Su experiencia les demostró que aquí las bolsas niponas no ‘encajan’ tan bien como en Japón. Los percheros no son tan espaciosos como los del país asiático y no todos saben manejarse con ellas.

Imágenes | Cory Doctorow (Flickr), Wikipedia 1, 2 y Tatsuo Yamashita (Flickr)

En Xataka | En la era digital, Japón ha convertido las agendas de papel en un fenómeno de masas gracias a una palabra: Hobonichi


La noticia

Hay un símbolo nacional que Japón mantiene invariable desde hace generaciones: una mochila escolar carísima

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Xataka

por
Carlos Prego

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​Nadie les obliga a usarlas. No hay ningún decreto, ni reglamento, ni orden de ningún otro tipo que exija su compra. Y sin embargo cada año (sobre todo en mayo o agosto) las familias de Japón con niños a punto de empezar la escuela se someten al mismo ritual: recorren tiendas para escoger con sumo cuidado la mochila que deberá acompañar al pequeño durante sus seis años de primaria. Lo hacen prestando atención a los colores, formas, tejidos… pero no al modelo. Eso se da por sentado: la mochila debe ser una ‘randoseru’.¿’Randoseru’? Exacto. La palabra tal vez no te diga gran cosa, pero si sueles leer cómics o ver series y películas japonesas es probable que el artículo en sí te resulte familiar. Las ‘randoseru’ (un estilo, no una marca comercial) son las mochilas que usan los niños de Japón durante sus primeros años en la escuela, el equivalente a nuestra Primaria. Grandes, rígidas, habitualmente de cuero, suelen compartir siempre el mismo diseño: forma rectangular, tirantes y una enorme solapa.

¿De dónde vienen? Lo de ‘randoseru’ conecta con sus orígenes, a finales del siglo XIX. La palabra es una suerte de adaptación del holandés “ransel”, que puede traducirse como “mochila” o “morral”. Y no es casualidad. Se dice que los primeros en utilizar las ‘randoseru’ fueron los soldados nipones de finales del Período Edo, quienes las usaban para su equipaje. El diseño debió de gustarle a la prestigiosa Gakushūin, institución creada para formar a los hijos de la aristocracia, porque hacia 1885 decidió incorporar un modelo similar como mochila oficial.

Otras versiones cuentan que por aquellos años, a finales de la década de 1880, el primer ministro Itō Hirobumi le entregó al príncipe Yoshihito (de ocho años) una mochila para la escuela elaborada con cuero y que recordaba a los morrales que los soldados cargaban a la espalda. Sea o no así, las ‘randoseru’ acabaron triunfando y establecieron una tradición que ha logrado sobrevivir el pasó del siglo XIX al XX y del XX al XXI, con sus guerras, vaivenes políticos y modas incluidos.

¿Un símbolo de distinción? Hoy en día son más bien un símbolo de comunidad. Con el paso de las décadas las ‘randoseru’ se han vuelto tan populares, se han extendido tanto por las escuelas de todo Japón, que se han convertido casi en un icono atemporal. Las usaban los padres y las usan los hijos. De hecho suelen ser los abuelos quienes se las regalan a sus nietos y las familias dedican tiempo, recursos y atención a escoger la mejor mochila para sus vástagos. 

Mainichi Shimbun, uno de los diarios más relevantes del país, lo define como algo parecido a “un rito de iniciación” para los niños que están a punto de empezar en la escuela. “Conseguir una mochila ‘randoseru’ antes del primer grado supone un hito importante en la infancia de Japón, y elegir la adecuada para que dure los seis años de primaria es una decisión crucial”, escribía en junio Moe Yamamoto. 

Tal vez suene exagerado, pero las familias suelen escoger mochila con una anticipación sorprendente, un año antes de que el niño vaya a pisar las aulas (se ponen manos a la obra en mayo de cara al curso que arrancará en abril) y prestan atención a todos los detalles. En los grandes almacenes Isetan incluso se celebra un evento especial con cientos de modelos para escoger diseños, colores o materiales.

¿Tan comunes son? En 2024 la reportera de The New York Times en Tokio Motoko Rich les dedicó un reportaje que arranca con un experimento interesante. Rich relata el primer día del curso escolar en un colegio de Koto, en Tokio, y luego pasa a fijarse en cuántos de los niños de primaria cargan con las famosas mochilas. Su conclusión es rotunda: “Casi todos”. “No es una norma impuesta por nadie, sino una regla que todos cumplimos juntos”, confirma Shoko Fukushima, profesora adjunta de administración educativa en el Instituto de Tecnología de Chiba.

Pero… ¿Cómo son las ‘randoseru’? Aunque la tradición se ha mantenido a lo largo de las últimas décadas, las mochilas no han sido ajenas a las modas. Antes lo habitual era que los niños llevasen mochilas negras y las niñas rojas, pero eso ha cambiado. Y lo sabemos a ciencia cierta porque hay una asociación de ‘randoseru’ que monitoriza tendencias: colores (l lavanda y rosa triunfan entre las chicas, más que el rojo), tamaños, materiales o incluso fechas y lugares de compra. 

A diferencia de lo que ocurría hace unas décadas, hoy la oferta es amplia e incluye modelos de diferentes tonalidades y con personajes de dibujos animados, bordados o forros de varias telas. El objetivo: que cada uno tenga su ‘randoseru’ ideal.

¿Cómodas y baratas? Hay motivos para dudar de lo primero. Y razones objetivas para negar lo segundo. Las ‘randoseru’ son pesadas. Vacío, el modelo clásico ronda el kilo y medio, y Motoko Rich reconoce que cuando se le añaden libros, cuadernos, estuches o incluso tablets puede irse a más de cuatro kilos. En su reportaje habla por ejemplo de un alumno del primer curso que una mañana salió rumbo a la escuela cargando con una mochila de tres kilos. Puede que no parezca gran cosa, pero suponía más o menos una séptima pase de su peso corporal.

En cuanto a los precios, Rich explica que el promedio de los modelos de cuero ronda los 380 dólares, aunque esa es solo una referencia. Hay versiones mucho más caras, que se van a más de 500 o incluso superan la barrera de los 1.000. 

Por supuesto no es necesario recurrir a bolsas tan pesados ni costosas. Mainichi recuerda que los fabricantes han creado alternativas a las tradicionales carteras de cuero, como ediciones de nailon que pesan entre 650 y 1.200 gramos (lejos de los 900-1.500 g de los modelos más antiguos) y pueden comprarse por menos de 70 dólares. Otra alternativa es pagar por servicios de suscripción de mochilas que a cambio de una mensualidad permiten cambiar de cartera cada cierto tiempo.

¿Se usan en España y Europa? Lo innegable es que las ‘randoseru’ han despertado interés fuera de Japón, algo que se constata al ver la cantidad de artículos que le ha dedicado la prensa occidental en los últimos años. 

Uno de los últimos lo publicó hace solo unos días El País, que entrevistó a unos padres de San Sebastián que decidieron que su hijo acudiera a la escuela con una de las mochilas japonesas, un modelo rojo. Su experiencia les demostró que aquí las bolsas niponas no ‘encajan’ tan bien como en Japón. Los percheros no son tan espaciosos como los del país asiático y no todos saben manejarse con ellas.

Imágenes | Cory Doctorow (Flickr), Wikipedia 1, 2 y Tatsuo Yamashita (Flickr)

En Xataka | En la era digital, Japón ha convertido las agendas de papel en un fenómeno de masas gracias a una palabra: Hobonichi

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Hay un símbolo nacional que Japón mantiene invariable desde hace generaciones: una mochila escolar carísima

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Carlos Prego

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